El mar que provee, recrea y define el carácter popular
Un alcatraz sorprende a un gato, se anticipa , le birla la comida en un movimiento preciso y veloz de su pico extraordinario. Todos ríen en rededor, mientras María sigue eviscerando sardinas en un mostrador a cielo abierto en Macuto.
“Así estamos los venezolanos!”, bromea Ismael, pescador, los ojos llenos de mar mirando hacia la playa, al bullicio de las familias que llega amplificado por el viento.
Es gracioso ver a estas aves parientes del pelícano interactuar con la gente como verdaderos animales domésticos. “Ah, chico, si usted les da de comer le van a seguir como perro. El problema es que come más que usted!”, explica Julián.
En el local de la cooperativa de pescadores se forma una pequeña fila de personas que busca comprar a buen precio, ese que ya casi no hay en Caracas.
“Vendemos bien, no tanto ahora como antes, pero la gente sabe que aquí puede comprar desde 3500 bolívares el kilo”, contó.
En el Gran Mercado Pesquero de la Guaira, popularmente conocido como “El Mosquero” tiene también muy buenos precios, sobre todo en los pescados “baratos” como el cataco, la cuina y el colo colo.
El pescado baja a puerto de jueves a domingo, pero según Manuel, vendedor de mostrador , se está vendiendo poco. Los precios de los pescados más caros van desde los 5.500 a los 18 mil bolívares el kilo, esta última cifra, el equivalente del salario mínimo vigente en el país. “Son las clases medias las que compran”, explica mientras mira al pasillo buscando pescar un comprador.
Hermes tiene la serenidad, la sabiduría de los años. “El precio del pescado va a tener que bajar porque ya lo está haciendo el del pollo”.
Para David y Ana Victoria, una pareja de periodistas, el aserto del maestro tiene lógica, y dicen que se espera una desaceleración de la locura inflacionaria.
Parece difícil sin embargo al escuchar a los “pescaderos”, que no son otros que el eslabón intermedio de la cadena de comercialización: Los distribuidores.
En general antichavistas, estos comerciantes siguen condenando la prohibición de la pesca de arrastre, con grandes redes, considerada predatoria y destructora de los recursos ictícolas, que rige en el país desde el 2001. Esto disminuyó bastante el mercado de trabajo de los mismos que ahora debieron pasar a comprarle a los pescadores “artesanales”.
Cuentan que los precios son prohibitivos para la mayoría de la población. “Un kilo de pulpo representa dos salarios mínimos, un kilo de calamares es el equivalente a un salario y medio”, explica Eduardo.
También que los pescadores solo quieren cobrar en efectivo y que eso complica las cosas, porque no es fácil conseguir billetes de bolívares soberanos y cuando se encuentra quién puede hacerlo suele cobrar un 100% por el favor. “Si quieres un millón de bolívares, tienes que acreditarle 2 millones en su cuenta, es un abuso, pero es la única forma de hacer las cosas”, explica.
La crisis afectó al sector, cuentan, se redujo la cantidad de botes que salen a pescar porque no tienen para pagar repuestos, porque el precio del aceite para los motores “vale 80 mil bolívares la pimpina (lata) de 19 litros y cada salida insume 4 litros”.
Hay además factores externos. El pescado se exporta en grandes cantidades al exterior. Existen buques factoría que le compran a los pescadores en alta mar y los llevan a Curacao por ejemplo “donde se paga 11 dólares el kilo de los pescados más caros”.
La otra exportación más compleja se daría hacia China. “Ellos se llevan casi todo el Tajalí y el Camarón, tienen grandes empresas que congelan y embarcan en contenedores refrigerados aquí en el puerto de La Guaira”.
“Son una competencia desleal, se llegan hasta la playa a tratar directamente con los pescadores con un camión de caudales trayendo efectivo, así no se puede”, se quejaron.
Esto hizo que de 9 mil kilos semanales que se comercializaban hace apenas unos años, ahora los pescadores sólo descarguen menos de 500 kilos de pescado barato”.
El pescado es preciado en la dieta de los venezolanos y esta falta de comprensión del daño que las “exportaciones” están haciendo al mercado interno hacen que los actores tengan cierta animadversión hacia el gobierno. A pesar de ello, con el azul intenso del Caribe como telón de fondo, admiten: “Igual se trabaja”.
La gente disfruta las aguas templadas de este mar de gracia, los niños ríen felices fuera de toda actualidad compleja. Es difícil preguntarle a la gente sobre la “vaina” política mientras toma sol y disfruta de un rélax. Las opiniones divididas se mantienen en un breve recorrido.
Angel, que es portero de un vestuario público en la playa “El Yate” , dice que a sus 70 años aprendió “que todo se supera, ninguna crisis es eterna”. Lo mira su compañera, que ya pasó los 60. “Cuéntale a esta niña que en Paraguay las cosas no están mucho mejor, cuéntale”, pide y obliga.
Desde Venezuela, Jorge Zárate.