Marx en Martí (parte V): Herbert Spencer – Por Orlando Licea Díaz
"Resulta notable como Martí valora acertadamente los aspectos positivos y negativos de este pensador inglés".
21 julio, 2019
category: FORO DEBATE
Herbert Spencer (1820-1903), teórico social inglés, es considerado el padre de la filosofía evolucionista. Spencer investigó el cambio social desde una perspectiva evolucionista (Darwinismo Social). A pesar de que Spencer no logró crear escuela, su ambicioso intento de sistematizar todo el conocimiento dentro del marco de la ciencia moderna, y especialmente en términos de la evolución, le ha hecho figurar entre los pensadores de finales del siglo XIX. Este teórico social vio en la sociedad una forma superior de organismo, cuyas partes aparecen integradas y coordinadas mediante leyes naturales.
José Martí, investigador insaciable e incansable de los hechos sociales, no estuvo ajeno a los movimientos sociales y políticos de su época, ni a las corrientes filosóficas que intentaban explicar la sociedad. En otro momento de estos trabajos hemos visto su interés y su adhesión a la causa de los trabajadores, y de la gente humilde y sufrida de la tierra. Y también por el estudio de las filosofías y modelos sociales que se planteaban la búsqueda de una nueva forma de organizar la vida de los seres humanos, más justa, más libre y más equitativa. No pudo desconocer, entonces, los trabajos de Spencer, uno de los más conocidos filósofos sociales de la época.
Dedicó una crítica y estudio, tanto a su personalidad y pensamiento, como a un trabajo que escribió titulado “La Nueva Esclavitud”, en el que trata sobre la valoración que Spencer hizo del Socialismo, tal y como este filósofo lo concibió. Este artículo fue publicado en la Revista “La América”, publicada en Nueva York, (en el número de abril del año1884,) de la que fue en un tiempo redactor y director.
Resulta notable como Martí valora acertadamente los aspectos positivos y negativos de este pensador. En su cuaderno de apuntes, refuta algunas de las tesis mantenidas por Spencer a quién sitúa junto a Kant. No le parece acertada a Martí, la similitud puntual entre lo biológico y lo social. En cuanto a su forma de pensar nos dice:
“De fijarse mucho en la parte, se le han viciado los ojos de manera que ya no abarca con facilidad natural el todo; por lo que, con tanto estudiar las armonías humanas, ha llegado como a perder interés, y fe, por consiguiente, en las más vastas y fundamentales de la Naturaleza.” OC T15 P388
“ve tanto que hacer en lo humano, que el estudio de lo extrahumano le parece cosa de lujo, lejana e infecunda, a que podrá entregarse el hombre cuando ya tenga conseguida su ventura; en lo que yerra, porque si no se les alimenta en la ardiente fe espiritual que el amor, conocimiento y contemplación de la Naturaleza originan, se vendrán los hombres a tierra, a pesar de todos los puntales con que los refuerce la razón, como estatuas de polvo. Preocupar a los pueblos exclusivamente en su ventura y fines terrestres, es corromperlos, con la mejor intención de sanarlos. Los pueblos que no creen en la perpetuación y universal sentido, en el sacerdocio y glorioso asenso de la vida humana, se desmigajan como un mendrugo roído de ratones.” OC T15 P388
Tremendas son las afirmaciones martianas referidas a Spencer ¡y, además, justas!
Pero no es el interés martiano por Spencer, ni sus valoraciones acerca de su filosofía, lo que interesa a este articulista, sino la crítica que escribió al trabajo “La Nueva Esclavitud”, que es lo más largo y concienzudo que Martí le dedicó a este autor:
“Ahora, en un solo número de periódico, un pensador, Herbert Spencer, señala el riesgo que ciertos pueblos modernos corren de caer en un degradante socialismo;” OC T13 P438
“Por su cerrada lógica, por su espaciosa construcción, por su lenguaje nítido, por su brillantez, trascendencia y peso, sobresale entre esos varios tratados aquel en que Herbert Spencer quiere enseñar cómo se va, por la excesiva protección a los pobres, a un estado socialista que sería a poco un estado corrompido, y luego un estado tiránico. Lo seguiremos de cerca en su raciocinio,” OC T15 P387
Acaso este párrafo, situado al inicio de su exposición, haya confundido a algunos, Martí está tomando postura simplemente, y no aceptando las afirmaciones ni las tesis asumidas por este pensador.
“La Futura Esclavitud se llama este tratado de Herbert Spencer. Esa futura esclavitud, que a manera de ciudadano griego que contaba para poco con la gente baja, estudia Spencer, es el socialismo. Todavía se conserva empinada y como en ropas de lord la literatura inglesa; y este desdén y señorío, que le dan originalidad y carácter, la privan, en cambio, de aquella más deseable influencia universal a que por la profundidad de su pensamiento y melodiosa forma tuviera derecho. Quien no comulga en el altar de los hombres, es justamente desconocido por ellos.” OC T15 P388
Y luego de la toma respetuosa de postura, comienza la valoración objetiva y crítica, le reprocha a Spencer el no contar con el pueblo, con la gente baja, y que por eso sería desconocido por los hombres, esta profética afirmación fue, precisamente, la que se hizo realidad en el caso de Spencer.
“¿Cómo vendrá a ser el socialismo, ni cómo éste ha de ser una nueva esclavitud? Juzga Spencer como victorias crecientes de la idea socialista, y concesiones débiles de los buscadores de popularidad, esa nobilísima tendencia, precisamente para hacer innecesario el socialismo, nacida de todos los pensadores generosos que ven como el justo descontento de las clases llanas les lleva a desear mejoras radicales y violentas, y no hallan más modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al descontento. Pero esto ha de hacerse de manera que no se trueque el alivio de los pobres en fomento de los holgazanes; y a esto sí hay que encaminar las leyes que tratan del alivio, y no a dejar a la gente humilde con todas sus razones de revuelta.” OC T15 P389
Lo subrayado refleja el sentir y el pensamiento de Martí en relación al socialismo, lo considera “nobilísima tendencia”, “nacida de todos los pensadores generosos” y valora de justo el “descontento de las clases llanas”. Es ahora que Martí comienza a expresar sus opiniones. Y sigue diseccionando el artículo:
“El día en que el Estado se haga constructor, cree Spencer que, como que los edificadores sacarán menos provecho de las casas, no fabricarán, y vendrá a ser el fabricante único el Estado; el cual argumento, aunque viene de arguyente formidable, no se tiene bien sobre sus pies. Y el día en que se convierta el Estado en dueño de los ferrocarriles, usurpará todas las industrias relacionadas con éstos, y se entrará a rivalizar con toda la muchedumbre diversa de industriales; el cual raciocinio, no menos que el otro, tambalea, porque las empresas de ferrocarriles son pocas y muy contadas, que por sí mismas elaboran los materiales que usan.” OC T15 P389
Incluso en la lógica y la razón, le señala Martí debilidades al artículo de Spencer. Y sigue valorando:
“Y todas esas intervenciones del Estado las jurga Herbert Spencer como causadas por la marea que sube, e impuestas por la gentualla que las pide, como si el loabilísimo y sensato deseo de dar a los pobres casa limpia, que sanea a la par el cuerpo y la mente, no hubiera nacido en los rangos mismos de la gente culta, sin la idea indigna de cortejar voluntades populares; y como si esa otra tentativa de dar los ferrocarriles al Estado no tuviera, con varios inconvenientes, altos fines moralizadores; tales como el de ir dando de baja los juegos corruptores de la bolsa, y no fuese alimentada en diversos países, a un mismo tiempo, entre gentes que no andan por cierto en tabernas ni tugurios.” OC T15 P389
Veremos a continuación, como le otorga “cierto fundamento” a algunas afirmaciones de Spencer y cuáles son estas, y como Martí consideró imposibles las afirmaciones alternativas de Spencer:
“Teme Spencer, no sin fundamento, que al llegar a ser tan varia, activa y dominante la acción del Estado, habría este de imponer considerables cargas a la parte de la nación trabajadora en provecho de la parte páupera. Y es verdad que si llegare la benevolencia a tal punto que los páuperos no necesitasen trabajar para vivir -a lo cual jamás podrán llegar,-se iría debilitando la acción individual, y gravando la condición de los tenedores de alguna riqueza, sin bastar por eso a acallar las necesidades y apetitos de los que no la tienen.” OC T15 P390
Casi podría decirse que Martí coincide con Marx, al valorar las limitaciones del estado.
“Teme además el cúmulo de leyes adicionales, y cada vez más extensas, que la regulación de las leyes anteriores de páuperos causa; pero esto viene de que se quieren legislar las formas del mal, y curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que hay que curarlo es en su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y podredumbre en que viven las gentes bajas de las grandes poblaciones, y de cuya miseria -con costo que no alejaría por cierto del mercado a constructores de casas de más rico estilo, y sin los riesgos que Spencer exagera- pueden sin duda ayudar mucho a sacarles las casas limpias, artísticas, luminosas y aireadas que con razón se trata de dar a los trabajadores, por cuanto el espíritu humano tiene tendencia natural a la bondad y a la cultura, y en presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se limpia. A más que, con dar casas baratas a los pobres, tratase sólo de darles habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por infectas casucas.” OC T15 P390
A continuación se va a referir a lo que hoy llamamos burocracia, y pone en claro que este fenómeno no es del socialismo -que aun no existía entonces-, sino una realidad presente ya en la Inglaterra de la época.
“Semejantes empresas aumentarían de terrible manera la cantidad de empleados públicos, ya excesiva. Con cada nueva función, vendría una casta nueva de funcionarios. Ya en Inglaterra, como en casi todas partes, se gusta demasiado en ocupar puestos públicos, tenidos como más distinguidos que cualesquiera otros, y en los cuales se logra remuneración amplia y cierta por un trabajo relativamente escaso: con lo cual claro está que el nervio nacional se pierde. ¡Mal va un pueblo de gente oficinista!” OC T15 P390
A continuación un párrafo que me atrevo a citar a pesar de lo extenso, pues considero es el que se ha prestado a confusiones, y, equivocada o malintencionadamente, ha hecho expresar a algunos que Martí coincide con las afirmaciones que Spencer hace, o, lo que es lo mismo, que no aceptó al socialismo. Repito que está refiriéndose al pensamiento de Spencer. El hecho de que algunos que se han proclamado socialistas, -teóricos y prácticos-, hayan entendido de esta manera la organización de la sociedad, dado el derrumbe del capitalismo, no quiere decir, -ni mucho menos-, que este haya sido su espíritu, ni que la receta burocrática tenga algo que ver con la teoría y práctica del socialismo verdadero. La historia posterior se ha encargado una y otra vez de quitarle la razón a Spencer y dársela a Martí.
Llama la atención, por otra parte, el uso del término capitalistas; ya hemos visto, en artículos anteriores sobre el tema, la utilización por Martí de términos usados frecuentemente en la literatura marxista, de donde debe haberlos tomado.
“Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún provecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de el para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquellos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre el; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana. “De mala humanidad -dice Spencer- no pueden hacerse buenas instituciones.” La miseria pública será, pues: con semejante socialismo, a que todo parece tender en Inglaterra, palpable y grande. El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre.
Y termina Martí este artículo, con la valoración única que puede esperarse de este hombre, comprometido hasta la médula con los pobres de la tierra:
Y en todo este estudio apunta Herbert Spencer las consecuencias posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar en esa dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas.
Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra.” OC T15 P391
La frase final es definitoria, “el que consuela nunca yerra”, y pone definitivamente, y de un tirón, a Martí junto a la idea y la política socialista que consuela, y que no yerra.