¿Quién le cree a Luis Almagro? – Por Adrián Fernández
15 septiembre, 2018
category: FORO DEBATE
Gesto compungido. Frases pausadas. Con tono desgarrador pero firme y palabras cuidadosamente seleccionadas, asegura que está preocupado por las víctimas de la tiranía. También habla de la “indolencia de un Gobierno” frente a su pueblo oprimido que carece de “alimentación, salud, sin necesidades básicas”. No habla de los sirios aplastados por los escombros de la guerra imperial, ni de los palestinos que se alimentan de las migajas de Israel y sus socios de occidente. Tampoco habla de los 50 niños del Yemen muertos en un transporte escolar con bombas de Arabia Saudita.
Ensaya gestos de dolor y preocupación. Pero tampoco habla de los líderes sociales que pagan con sus vidas en la Colombia en la que él puso sus pies en estos días. Ni habla de los más de 30.000 desaparecidos en México en los últimos 15 años o de los 23.000 asesinados durante 2017 en el gobierno de Peña Nieto. Ni de los campesinos asesinados en Honduras o en Guatemala. Mucho menos de los haitianos que mueren mientras escuchan que el sistema interamericano los rescatará. Luis Almagro habla en Colombia de Venezuela y de la tiranía chavista.
El hombre de frases pausadas posa delante de unos arbustos junto al más nuevo de los serviles: Iván Duque. “El secretario general ha valorado el gesto de Colombia de tener una política (con los venezolanos) de brazos abiertos”, dice el Presidente. Duque es el peor de los dos actores, poco convincente y bastante descorazonado. Ni sus tonos ni sus pausas lo asisten en este espectáculo penoso. Los arbustos que acompañan a estos hombres tiene mucha más vivacidad.
Ambos de camisa blanca, como todos los que participaron el jueves de la reunión en Cartagena: el canciller de Colombia, Carlos Holmes Trujillo; el jefe de la misión de la OEA en Colombia, Roberto Menéndez, y el director de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco. Se visten de blanco, como es sabido, para atenuar el calor tropical. Pero también para simbolizar la paz aunque hablen de la guerra como si acaso una invasión militar fuera la solución para los venezolanos que “sufren la tiranía chavista” y por los que ellos se muestran apenados y urgidos a que “toda la región haga algo”.
El propio Almagro lo diría luego en el puente Simón Bolívar: «en cuanto a intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro creo que no debemos descartar ninguna opción». Hablan de paz con fusiles, de salud con bloqueos a los medicamentos y de alimentos favoreciendo el contrabando. Pésimos actores, desgastados, vetustos.
En Cartagena el calor es intenso y los atuendos blancos ayudan a soportarlo. Pero nadie les cree a estos de camisa blanca deseosos de bombas. No está en duda la dolorosa existencia de migrantes venezolanos. Tampoco está en duda la necesidad de cualquier habitante del planeta de tomar la muchas veces desesperante decisión de marcharse en busca de una vida mejor. Y tampoco está en duda la decisión de quienes deciden volver a su tierra desencantados con lo que ven en el exterior. Lo verdaderamente inmoral es que sean usados como moneda de cambio de un capitalismo al que los humanos le importan nada. Porque el plan no es humanitario sino político.