Venezuela: las muy graves consecuencias del bloqueo
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) estimó que desde 2013, cuando Estados Unidos inició el boicot económico contra Venezuela y hasta el año 2017, la nación suramericana ha perdido 350.000 millones de dólares en producción de bienes y servicios.
«Desde que Nicolás Maduro asumió la Presidencia en 2013, el sector público venezolano dejó de recibir en términos netos flujos que en el quinquenio 2008-2012 habían supuesto más de 95.000 millones de dólares, es decir, unos 19.000 millones de dólares anuales», señala el informe.
El estudio también destaca que las calificadoras de riesgo aumentaron el riesgo país de Venezuela por encima de países como Siria. Sin embargo, el Gobierno venezolano cumplió con sus compromisos de deuda en el quinquenio 2013-2017, al pagar más de 17.000 millones de dólares, unos 3.300 millones de dólares anuales.
Señala que «si se suma el valor promedio anual de divisas que ya no entraron producto del bloqueo (19.200 millones), más lo que el país tuvo que pagar promedio cada año correspondiente a la deuda externa (3.300 millones), se puede concluir que la economía y la sociedad sufrieron una asfixia internacional de 22.500 millones de dólares anuales producto de una estrategia deliberada internacional de aislamiento financiero».
Estas acciones han agravado la situación económica venezolana, porque al ser un país petrolero, las importaciones que realiza la nación se realizan con los ingresos de la producción de petróleo, afirmó el estudio elaborado por la Unidad de Debates Económicos de la Celag, institución nacida en 2014.
Agrega que las pérdidas en producción de bienes y servicios oscilaron entre una horquilla de 350.000 millones y 260.000 millones en el período 2013-2017, lo que supone entre 12.200 y 13.400 dólares por cada venezolano, y en ese mismo lapso, Venezuela perdió entre 1.6 y 1.1 puntos de Producto Interno Bruto (PIB).
Celag suscribe y fundamenta la tesis de que los ataques a la economía venezolana han provocado la migración de venezolanos a otros país con el objetivo de hacer creer la idea de que en Venezuela existe una crisis humanitaria para intervenir el país.
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) se define como una institución dedicada a la investigación, estudio y análisis de los fenómenos políticos, económicos y sociales de América Latina, cuyo objetivo es elaborar saberes e instrumentos para entes decisores de políticas públicas, estrategias electorales o acciones sociales.
A continuación, transcribimos párrafos destacados del informe. El trabajo completo puede consultarse en https://www.celag.org/las-consecuencias-economicas-del-boicot-venezuela/
El boicot económico que Venezuela está sufriendo ha recrudecido tras la asunción de Nicolás Maduro en 2013, es una muestra de que la integración comercial plena en la globalización tiene efectos secundarios negativos, y entre ellos destacan los riesgos geopolíticos que hoy afectan al país.
En esta breve nota, realizamos una estimación contrafáctica sobre cuál ha sido el efecto del boicot dirigido desde EE. UU. a Venezuela desde el año 2013 —y con mayor énfasis desde 2015—, cuando Estados Unidos cortó el acceso al mercado de crédito, repitiendo la receta cubana de asfixiar comercial y financieramente a la economía y a la sociedad. Empleando un modelo macroeconómico de consistencia cuantificamos cuál es el efecto del bloqueo financiero en la producción del país y, en consecuencia, sobre las condiciones del mercado de trabajo y la migración.
El trabajo demuestra que el bloqueo explica la mayor parte de la crisis económica que afecta al país, que ha sido el principal causante de las migraciones, y argumenta que la actitud internacional, de atribuirle la totalidad de la culpa al Gobierno de Venezuela, tiene el mismo sentido que las excusas de los violadores echándole la culpa a la longitud de las faldas.
SIMULACIÓN DE IMPACTO DEL BLOQUEO (EL COSTO DEL BOICOT PARA VENEZUELA)
Las estadísticas económicas muestran la dimensión y profundidad del estrangulamiento del financiamiento externo y el aislamiento del mercado de capitales de Venezuela. La balanza de pagos permite observar dos hechos estilizados:
Entre 2008 y 2012 el sector público de Venezuela recibió en términos netos[21] flujos de más de 95 mil millones de dólares en la forma de inversiones externas y préstamos, que representan ingresos de divisas a través de la Cuenta Financiera de la Balanza de Pagos. Estos ingresos netos de divisas contribuyeron a financiar su demanda de importaciones y otros compromisos externos. Representan un volumen de aporte financiero desde el resto del mundo significativo, tanto en cantidades como en términos del PIB, pero es un volumen relativamente normal dado el historial de pago del país y la capacidad de pago derivada de sus excedentes exportadores.
En promedio, el sector público venezolano durante este período se financió con 19 mil millones por año provenientes del mercado financiero internacional. Es un volumen de ingresos que muestra una economía integrada al mercado financiero internacional y, en consecuencia, con mayores grados de vulnerabilidad y dependencia respecto del financiamiento externo.
Desde 2013, cuando asume Nicolás Maduro como presidente, los mercados internacionales se cerraron para el país sin que hubiese un choque económico endógeno ni exógeno, ni una crisis interna ni un desplome en el precio del petróleo. El sector público venezolano no sólo dejó de recibir divisas sino que, por el contrario, tuvo que pagar más de 17 mil millones de dólares entre el 2013 y 2017. En promedio, entre 2013 y 2017, el sector público venezolano en lugar de recibir divisas, tuvo que desembolsar más de 3.300 millones de dólares en términos netos al año.
En resumen, si sumamos el valor promedio anual de divisas que ya no entraron producto del bloqueo (19.200 millones), más lo que el país tuvo que pagar promedio cada año (3.300 millones), podemos concluir que la economía y la sociedad sufrieron una asfixia internacional de 22.500 millones de dólares anuales producto de una estrategia deliberada internacional de aislamiento financiero. Evidentemente, esta presión financiera se intensificó desde 2015 con la caída del precio del crudo.
Cabe notar que en este período el resto de los países en desarrollo de la región no sufrieron el mismo trato de parte del mercado financiero internacional. En efecto, es un hecho estilizado que todos los países de la región aumentaron su endeudamiento. Sin excepciones, el resto de los gobiernos de la región recurrieron al financiamiento externo para compensar la caída de los ingresos fiscales derivados del ambiente desfavorable del mercado de commodities.
EFECTO DEL BLOQUEO EN LAS CONDICIONES DE LA POBLACIÓN
¿Cómo afectó esta anemia de divisas las condiciones materiales de la economía y la calidad de vida de la gente?
En base a un ejercicio de consistencia macroeconómica, que vincula al sector externo (balanza de pagos) con el sector real (producción) para los años 2011 al 2017, podemos estimar las devastadoras consecuencias que tuvo la suspensión del financiamiento internacional tanto en la oferta de bienes y servicios como en la generación de empleos y migraciones. El ejercicio permite aislar a través de simulaciones el efecto del bloqueo financiero respecto a otros factores que, ciertamente, también afectaron a la economía.
Basándonos en la vinculación estadística entre la balanza de pagos y la oferta agregada de la economía, puede construirse un escenario contrafáctico que permite simular “qué hubiese pasado si Estados Unidos no iniciaba el bloqueo, y el flujo financiero internacional hubiese seguido llegando en forma similar al período 2008-2012. Para ello simulamos 3 escenarios:
Escenario 1: qué hubiese ocurrido si los 22 mil millones por año se hubiesen destinado a importaciones, sin alterar el destino de las mismas y manteniendo los patrones de consumo y producción vigentes entre 2008 y 2012.
Escenario 2: qué hubiese ocurrido con la oferta total, al igual que en el escenario anterior, si hubiese continuado el financiamiento externo en 15 mil millones anuales, cifra igual al promedio 2008-2012, excluyendo el financiamiento extraordinario de 2011.
Escenario 3: qué hubiese ocurrido si los 22 mil millones por año se hubiesen destinado a incrementar la producción de barriles de petróleo, atraer aún más divisas y, por ende, compensar la caída del precio durante 2015 y 2016. Este escenario es similar al empleado por Ecuador como estrategia para enfrentar el desplome de los precios del petróleo de 2015.
Para realizar este ejercicio se ha transformado el PIB (en dólares corrientes) de la economía entre 2011 al 2017 a un índice que toma el valor de 100 para el año 2011 de tal forma de facilitar la comparación de resultados.
Los resultados de las simulaciones se muestran en el gráfico 1, que permite comparar la situación real, resultado de las circunstancias estructurales, coyunturales y del boicot sobre la economía venezolana, y la situación que se habría logrado siguiendo el ejercicio contrafáctico de suponer que se hubiesen cumplido cualquiera de los 3 escenarios propuestos.
Las simulaciones muestran que bajo cualquiera de los 3 escenarios planteados[22] la economía hubiese tenido una senda de crecimiento notoriamente mejor que la vigente si el bloqueo no se producía.
De hecho, en 2013 y 2015 la economía hubiese alcanzado en ambos años un crecimiento del producto respecto al año inmediato anterior. Incluso bajo el escenario 3, la economía en 2017 hubiera visto signos de recuperación si el flujo de divisas vía deuda externa hubiese ingresado en similares condiciones que las que ocurrieron durante 2008-2012.
Al comparar los escenarios con la realidad podemos extraer algunas conclusiones importantes:
Entre 2013 y 2014 la producción hubiese sido, en promedio de todos los escenarios, casi un 20% mayor de lo que fue. Esto implica que prácticamente no habría habido una caída del PIB en estos dos años.
Entre 2015 y 2017, cuando se intensificó el bloqueo, la producción en promedio hubiese sido un 49% mayor de la que fue. De cada 10 dólares de bienes y servicios que la economía tenía capacidad de producir, el bloqueo entre 2015 y 2017 le quitó 5 dólares a la población.
Nuestras estimaciones encontraron que, en 5 años de bloqueo financiero, Venezuela perdió de manera acumulada 1.6 PIB de acuerdo al primer escenario, 1.3 PIB bajo el escenario 2 y 1.1 PIB en el escenario 3.
En conclusión, las condiciones impuestas fueron tan extremas entre 2013 y 2017 que Venezuela renunció en producción y condiciones de vida a un valor equivalente a 1 año y medio de producción (PIB) de su economía sólo a consecuencia del bloqueo. En la práctica, el país vivió durante 5 años con la producción de tan sólo 3 años y medio de acuerdo al escenario 1.
Estos resultados nos permiten explicar el porcentaje de la crisis económica basado exclusivamente por el boicot financiero y comercial. En efecto, podemos comparar hacia el final de 2017 la caída en términos de producción analizada, con el que se habría observado siguiendo cada uno de los escenarios propuestos. La diferencia es la porción de la crisis atribuida al efecto del boicot. De acuerdo al escenario 1, el boicot explica aproximadamente un 60% de la crisis, mientras que bajo el escenario 2 explica un 43%, y bajo el último escenario un 30%. El porcentaje restante puede atribuirse a los factores no explicados por el boicot, es decir, el desplome de precios del petróleo, la estructura dependiente de Venezuela o las ineficiencias de gestión, entre otras.
La caída de la actividad productiva en Venezuela tiene un correlato inmediato en el nivel de empleo de la población. Podemos estimar el impacto en términos de empleo generado por la caída del producto real y por los tres escenarios planteados. Utilizamos para ello coeficientes de elasticidad empleo-producto calculados para la economía venezolana, que se ubican dentro de los valores habituales que observamos para América Latina. Las elasticidades permiten anticipar cuál será el cambio porcentual sobre el empleo de una variación porcentual del producto. Si bien el ejercicio tiene limitaciones, nos permite tener una idea de cuál habría sido el efecto de la contracción del producto sobre el empleo.
La simulación emplea el coeficiente de elasticidad de 0.47, lo que significa que cada punto porcentual de caída del empleo implica una reducción del empleo total en medio punto porcentual. Esta cifra se ubica dentro de los coeficientes al uso de la región, que fluctúan entre 0.3 y 0.7, dependiendo del estado del ciclo económico.
Utilizando este coeficiente de elasticidad podemos aproximar la pérdida de empleos que habría sufrido Venezuela de no contar con instrumentos de regulación del mercado de trabajo y la estabilidad del empleo público. En particular, la estimación indica que la pérdida real de producción se habría traducido hacia 2017 en una pérdida de más de 3 millones de puestos de trabajo, es decir, un 24% del total de población económicamente activa. Por el contrario, sin el impacto pleno del boicot, la simulación arroja que la pérdida acumulada de empleos de calidad hacia 2017 sería de un 10% bajo el escenario 1, de 13% bajo el escenario 2 y de 17% bajo el escenario 3.
La literatura sobre migraciones reconoce que uno de los determinantes de la emigración es el estado del mercado de trabajo. En este sentido, el deterioro del mercado de trabajo que aproximamos con las simulaciones anteriores nos muestra que la crisis humanitaria que se emplea como excusa para la injerencia estadounidense en la región es también fruto de la crisis inducida por el bloqueo.
CONCLUSIONES
Desde el arribo de Nicolás Maduro a la presidencia y el fallecimiento de Hugo Chávez, en 2013 prácticamente desapareció el financiamiento disponible para Venezuela, que dejó de contar con aproximadamente 22 mil millones de dólares por año. Fue el único país en la región que sufrió esta discriminación. La economía venezolana, altamente especializada en el sector petrolero, es el país más abierto de la región pero, como contrapartida, depende de la disponibilidad de importaciones. Sin disponibilidad de divisas e importaciones, no puede activar su aparato productivo. En términos gráficos, la reversión del financiamiento es equivalente a haber lanzado bombas a la infraestructura productiva del país, incluyendo la petrolera.
A pesar de las limitaciones metodológicas que implica cualquier ejercicio de simulación contrafactual, este trabajo deja en evidencia que el boicot financiero y comercial sobre Venezuela explica una gran parte de la crisis que hoy afecta al país. Los escenarios planteados, siguiendo un criterio de prudencia, son escenarios realistas, que reflejan lo que podría haber sucedido en el peor de los casos si el país tuviese que afrontar la adversidad sin los embates del boicot financiero internacional.
En efecto, podríamos haber planteado incluso escenarios aún más favorables, como aquellos que facilitaron el endeudamiento de Argentina y de muchos gobiernos de la región que tuvieron la oportunidad de hacer política contra cíclica recurriendo al financiamiento externo. Nadie mejor para conseguir financiamiento que un país como Venezuela, plagado de recursos naturales útiles para servir de colaterales a los préstamos internacionales.
Si Venezuela hubiese contado con un financiamiento proporcional al que recibió Mauricio Macri en los primeros tres años de Gobierno, habría tenido un crecimiento del PIB superior al de ese país. En cambio, en lugar de contar con el apoyo internacional Venezuela fue el único país obligado a desendeudarse.
Como consecuencia directa del boicot financiero y comercial los venezolanos perdieron entre 1,6 y 1,1 PIBs entre 2013 y 2017. Esto representa entre 350 mil y 245 mil millones de dólares acumulados desde 2013, es decir, entre 12.100 y 8.400 dólares per cápita.
Las migraciones de venezolanos al resto del mundo representan un problema humanitario que requiere solución y atención. Lamentablemente, el rostro humano del drama migratorio no sólo fue provocado en gran medida por las medidas de bloqueo, que se ensañó con las condiciones de vida de la población sino, que por el momento, parece servir sólo de excusa para justificar la injerencia de EE. UU.
Las aspiraciones soberanistas de Venezuela, sus políticas de retención en origen de la renta petrolera, sus iniciativas que desafiaban la hegemonía del dólar, su apuesta a la integración regional a través de la UNASUR y por un mundo multipolar, fueron desafíos a la hegemonía de EE. UU. que tuvieron consecuencias. Quizás representaron un desafío mayor al que podía permitirse un país con la soberanía económica limitada de Venezuela.
Venezuela es uno de los países más integrados en el comercio internacional a juzgar por el coeficiente de apertura externa. Uno de los riesgos inevitables de la integración al mercado financiero es la vulnerabilidad derivada de la estructura productiva especializada y concentrada en el petróleo, que significa dependencia respecto a cualquier avatar en el mercado petrolero y poca capacidad de autosuficiencia en el resto de bienes. Venezuela confió en su capacidad de endeudamiento, en su capacidad para importar desde varios orígenes en condiciones normales, condiciones de mercado, y sin embargo lo que encontró fueron condiciones de boicot.
Cabe notar que el ensañamiento con Venezuela es parte de una estrategia hegemónica global de EE. UU. Es un tiro por elevación a China y otros países extrarregionales que osan poner un pie en la región desafiando la Doctrina Monroe.
Para EE. UU. el control de los recursos venezolanos no sólo representa el restablecimiento de las condiciones históricas de dominio sobre la región, sino también una ventaja económica, una ventaja competitiva que fortalecería la hegemonía del dólar y la competitividad de la economía norteamericana frente a los competidores europeos y chinos. Como hemos señalado, representa una ventaja para las corporaciones estadounidenses que tendrán a su cargo el negocio extractivo y una ventaja para el conjunto de la economía norteamericana que disfrutará una reducción del costo del combustible, tanto por el control del petróleo venezolano como por la posible retirada de Venezuela como integrante de la OPEP.
El crimen del golpe de Estado es una violación al derecho internacional con motivaciones económicas que no se ve en la televisión, salvo en algún canal de Historia. Parece ser que, para evitar que la historia se repita, no sólo es necesario conocerla, sino también anticiparla, de ahí nuestro ejercicio prospectivo.
¿Cómo probar que EE. UU. desea controlar los recursos naturales para tener una ventaja competitiva internacional y/o estimular su economía y/o beneficiar a sus corporaciones?
Es difícil demostrar que detrás del intento de golpe de Estado existe el interés material de la abundancia de recursos naturales venezolanos. Quizás las declaraciones circunstanciales de algún funcionario desprevenido permitan fundamentar esta sospecha. En este sentido apuntan las declaraciones del consejero de Seguridad de EE. UU., John Bolton, que afirmó sin rubores que “sería una gran diferencia económica para EE. UU. si conseguimos que empresas petroleras americanas participen en la inversión y producción de petróleo de Venezuela” o las declaraciones del propio Trump respecto de la invasión a Libia, en la que reconoció que EE. UU. debería haber extorsionado a los rebeldes opositores a Kadafi ofreciéndoles un lapidario: “los ayudaremos pero queremos el 50% de su petróleo”. De nuevo, la ayuda humanitaria de EE. UU. a las primaveras árabes parece tener las mismas motivaciones que la ayuda humanitaria a Venezuela. Teniendo en cuenta que este país tiene el doble de reservas que Libia, es fácil esperar que la vocación golpista de Trump sea aún más intensa.
Sin bien no podemos demostrar en forma fehaciente ni documentar sobre las razones del golpe de Estado impulsado desde EE. UU., es útil tener una aproximación a cuáles serían las ventajas que dispondrían los países participantes del intento de golpe. Después de todo, la teoría del crimen nos demuestra que la mejor manera de encontrar al agresor es buscar entre quienes se beneficiarían del delito.
En este sentido, destacan las reservas de petróleo venezolano que representan un 18% del total de reservas globales. En efecto, las reservas mundiales alcanzan 1,65 billones de barriles, de este total Venezuela cuenta con 300,9 miles de millones de barriles que la convierten en la nación con mayores reservas de petróleo del mundo.
El consumo diario de petróleo del mundo asciende a 98 millones de barriles por día, y Estados Unidos consume el 19,2% de este total. Si consideramos este nivel de consumo, las reservas de petróleo venezolano alcanzan para 9,2 años de los 50 años que duraría la reserva total mundial. En este sentido, considerando el consumo de los Estados Unidos, que tiene reservas de petróleo escasas, que los pozos que utilizan el sistema de extracción de la rotura hidráulica (fracking) están demostrando tener vida útil y productividad menores a las esperadas y que EE. UU. importa el 53% de los barriles que consume, puede entenderse lo importante que es para Estados Unidos contar con el acceso a una gran fuente de petróleo como es Venezuela.
A la relevancia de este recurso en sí, debe agregarse una consideración muy importante, como es la cercanía existente entre Estados Unidos y Venezuela. La distancia entre ambos países es determinante del precio final al que Estados Unidos puede acceder al petróleo. No es lo mismo transportar petróleo de Venezuela, que se encuentra a 2.500 km de Estados Unidos, que transportarlo desde Arabia Saudita que se encuentra a 12.500 km. Asimismo, los beneficios se multiplican si se tiene en cuenta que varias refinerías de petróleo venezolano se encuentran en territorio estadounidense.
Hasta aquí resulta claro el interés de Estados Unidos por el petróleo venezolano, pero la pregunta es, si ya tiene acceso a él por las exportaciones, qué busca con la intervención en la política venezolana. Y la respuesta está ligada a cómo ejerce el Gobierno de Venezuela el poder que le otorga el petróleo en términos geopolíticos. Con esto nos referimos a la influencia que tiene el país caribeño sobre la determinación el precio del petróleo desde organizaciones como la OPEP y en la posibilidad, aunque todavía no muy importante en los hechos, de desviar la producción de petróleo a otros países como China (1er importador y 2do consumidor mundial) y lograr una mayor independencia de las exportaciones a Estados Unidos.
Venezuela no sólo es rica en petróleo. Es un país de vastas riquezas naturales. Su reserva de gas natural alcanza 5,7 billones de metros cúbicos y posiciona al país como la 8va nación con mayores reservas de gas natural del mundo. Esta reserva, sumada a la de EE. UU., supondría contar con el control de aproximadamente 7,4% de las reservas mundiales de gas natural y lograr un mayor peso en un mercado que se encuentra fuertemente concentrado en manos de Rusia, Irán y Qatar, países afectados por acciones de hostilidad económica dirigidas por EE. UU. que, juntas, suman un 54% de las reservas.
En el arco minero del Orinoco, particularmente, se estima que las reservas de oro alcanzan las 8.900 toneladas, monto que ubicaría a Venezuela como el 2do país con mayores reservas de este mineral. El acceso de EE. UU. a estas reservas le permitirán triplicar sus actuales reservas.
Las reservas estimadas de hierro de Venezuela alcanzan los 14.600 millones de toneladas, convirtiéndolo en el 5to país con más reservas. El hierro pertenece a minerales en los que EE. UU. tiene un nivel de vulnerabilidad moderado, porque importa hasta el 49% de lo que consume. De controlar este recurso venezolano, EE. UU. quintuplicaría su disponibilidad de hierro y prácticamente eliminaría esta dependencia.
La bauxita, materia prima del aluminio, forma parte de otra de las riquezas que posee Venezuela. A pesar de contar con el 1% de la reserva mundial, Venezuela tiene 16 veces más bauxita que los Estados Unidos, que depende 100% de la importación de este bien para abastecer su consumo.