Amagos y preparativos de invasión – Por Carlos Fazio
11 febrero, 2019
category: FORO DEBATE
La normalidad de la vida cotidiana en la capital venezolana
contrasta con la visión apocalíptica difundida en el exterior por las
agencias internacionales de noticias y las redes de Internet. A los
ojos de un observador imparcial y objetivo no hay rastros de la
publicitada catástrofe humanitaria. Tampoco asomo alguno de una
dictadura: ¿se imaginan a alguien proclamándose presidente encargado
bajo los regímenes de Franco, Pinochet, Videla, Bordaberry o Fujimori?
Sobre Venezuela hay dos realidades, pero una es un falso positivo. Por
un lado, la de un país y una Caracas que cada día retoman su ritmo
habitual, pero alimentado de rumores y noticias falsas vía Twitter,
Instagram, Facebook y WhatsApp, sobre una supuesta ofensiva final,
teledirigida desde Washington. Por otro, la imagen propagandeada en el
exterior, que responde a un montaje mediático y de guerra en redes
tipo enjambre, diseñados por expertos en operaciones sicológicas del
Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia, que mediante una
potente operación político-comunicacional, apoyada con el big data (la
expansión de datos de inteligencia a gran escala), han logrado
posicionar artificiosamente en las capitales de América Latina y
Europa al primer presidente 2.0 de la historia, el fantoche Juan Guaidó.
Producto de laboratorio de las fábricas de élite y de políticas de
“cambio de régimen” de Washington, Guaidó encabeza un presunto gobierno
paralelo impuesto a golpes de Twitter por Donald Trump, y cada día
repite las órdenes del puñado de guerreristas y supremacistas del
gobierno en las sombras que dirige Estados Unidos: el consejero de
Seguridad Nacional, John Bolton; el vicepresidente, Mike Pence; el
secretario de Estado, Mike Pompeo, y el designado “enviado especial” a
Venezuela, el criminal de guerra Elliot Abrams -condenado convicto del
caso Irán-contras, creador de escuadrones de la muerte en Nicaragua,
El Salvador y Guatemala e involucrado en las matanzas de El Mozote
perpetradas por el batallón Atlácatl del Ejército salvadoreño en 1981,
así como en el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez, en
2002, que culminó con el frustrado reinado del empresario Pedro
Carmona El Breve-, acompañados en la coyuntura por el secretario del Tesoro,
Steven Mnuchin.
La contradicción fundamental, hoy, en Venezuela, es imperio/nación. Y
a nivel interno pasa por la antinomia revolución vs.
contrarrevolución. A Washington ya no le preocupa ocultar la autoría
intelectual y logística en los intentos magnicidas, golpistas y de
asedio (des)informativo contra Venezuela. Cuando el loco Bolton
apareció ante los medios con una libreta amarilla donde se inducía a
leer “5 mil tropas a Colombia”, protagonizaba una poco sutil operación
de guerra sicológica dirigida a neurotizar y caotizar a las audiencias
con una eventual incursión de marines en Venezuela desde la frontera
colombiana, similar a la del mismísimo Trump cuando contempló la
“opción militar” para derrocar al presidente constitucional Nicolás
Maduro. En esa línea de presión sicológica se inscriben la visita de
jefe del Comando Sur del Pentágono, general Mark Stammer, a Bogotá, el
29 de enero; las fake news sobre el bloqueo de ayuda humanitaria en el
puente internacional Las Tienditas, en la frontera entre Táchira
(Venezuela) y Cúcuta (Colombia), reproducida por la prensa global, y
las declaraciones de Pompeo sobre la presencia de células activas de
la organización libanesa Hezbolá, en Venezuela.
Lo anterior no se contrapone a los preparativos de una eventual
invasión. Así, resulta clave la embajada de EU en Caracas, cuya masa
de funcionarios “no necesaria” salió del país tras la ruptura de
relaciones diplomáticas de Maduro, medida que pudo haber sido inducida
por Washington para asegurar tener libre el terreno ante un posible
conflicto bélico. Varios funcionarios de la misión poseen amplios
antecedentes en labores subversivas y de cambio de régimen en la
región, en particular Alexander Sutton, jefe de la oficina de la
Agencia Internacional para el Desarrollo (Usaid), tentáculo del
Departamento de Estado para financiar guerras.
Históricamente, las misiones diplomáticas de EU han servido de
plataformas para generar desestabilización y golpes de Estado. Sutton,
quien en diciembre pasado fue detectado en labores encubiertas en los
estados de Zulia y Táchira, fronterizos con Colombia, ha sido
vinculado con procesos golpistas o de cambio de régimen en Venezuela
(2002), Haití (2004) y Honduras (2009), cuando se desempeñaba de
director regional del Instituto Republicano Institucional, sección del
Partido Republicano dentro de la Usaid y la Fundación Nacional para la
Democracia, vitrina legal de la CIA.
En tales circunstancias, la misión del pelele (y sacrificable) Guaidó
es servir de cubierta narrativa para la entrada de “ayuda humanitaria”,
como coartada para que la pandilla de matones sicópatas de Trump
(Bolton, Pompeo, Pence, Abrams) desate un “caos constructivo” en
Venezuela, vía la infiltración de mercenarios y terroristas,
bombardeos a centros neurálgicos y la posterior ocupación militar del
país. Con variables, los ejemplos de Somalia, Irak, Libia, Siria y Ucrania,
están frescos. Sólo que el Pentágono no ha sido capaz de derrotar a
ningún país que decide resistir a una fuerza invasora superior; cuando
tiene que permanecer en el territorio, se empantana.