Año de riesgo electoral para Europa
La votación del pasado 15 de marzo en Holanda marcó el primer capítulo de una serie de elecciones que tiene en vilo a la Unión Europea (UE). Los defensores del bloque temían un triunfo del ultraderechista Partido para la Libertad, liderado por Geert Wilders. Por eso terminaron celebrando que la fuerza del actual primer ministro –el liberal de derecha Mark Rutte– fuera la más votada. “Hemos parado al populismo”, anunció Rutte a Europa en referencia a Wilders, aunque sólo obtuvo 21,4% de votos (33 bancas sobre 150) y tendrá que hacer un arduo trabajo para formar una coalición de gobierno. En las últimas elecciones había conseguido nueve diputados más.
La ultraderecha holandesa quedó en segundo lugar con 20 escaños; la Demócrata Cristiana (CDA) y el partido Demócratas 66 (D66), terminaron terceros con 19 bancas. El peor resultado fue el de la principal fuerza socialdemócrata del país, el Partido del Trabajo (PvdA), que pasó de 38 escaños y 24,8% de votos a sólo nueve bancas y 5,7% de apoyo electoral. Su lugar lo ocupó la izquierda verde (GroenLinks), que subió de 5,4% a 19,3% y llegó a 14 diputados, además de ser la fuerza más votada en Amsterdam. También logró 14 escaños el Partido Socialista (SP) –uno menos que en 2012– que forma parte de la Izquierda Unida Europea.
El PvdA es parte de la coalición de gobierno que sostiene a Rutte. Hace cinco años liberales y socialdemócratas sumados ocupaban la mayoría de las bancas (79), pero ahora apenas alcanzaron 42 diputados, lo que supone en realidad un profundo rechazo al gobierno formado en 2012, más que una victoria sobre la ultraderecha. Para seguir al mando del país Rutte necesitaría ahora el apoyo de la CDA, D66 y nuevamente del PvdA, que tras la catastrófica elección está menos dispuesto a seguir sosteniendo al gobierno liberal.
La socialdemocracia es además la principal defensora de la UE y el programa europeo, que entre los liberales genera cierto escepticismo. “Los liberales no son muy pro europeos. No creo que sea una gran victoria para Europa”, aseguró Elmar Smid, del Secretariado Internacional del PvdA. Es que durante la campaña el primer ministro endureció sus posiciones sobre inmigración y criticó algunos aspectos de la integración europea para competir con la ultraderecha.
El gran éxito de Wilders fue poner en vilo a todo el continente e instalar los temas de campaña: inmigración musulmana, identidad nacional e integración europea. Propuso cerrar las fronteras y las mezquitas, prohibir el uso del burka, permitir la detención “preventiva” de musulmanes considerados radicales o peligrosos y activar un referendo para decidir la continuidad o salida de Holanda de la UE. La agenda de la ultraderecha crece en todo el continente.
Fragilidad del eje europeo
Francia es, como Holanda, uno de los seis países considerados fundadores de la Unión Europea y ahora todo el continente está pendiente de lo que ocurra en las próximas elecciones. Este 23 de abril se definirán los dos candidatos presidenciales que irán a la segunda vuelta el 7 de mayo. Por primera vez el Partido Socialista (en cuarto lugar según las encuestas) y la derecha liberal (Republicanos, ex UMP) podrían quedar afuera del balotaje. Su lugar lo ocuparían la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, y el banquero Emmanuel Macron, que desde el partido En Marcha defiende el liberalismo económico y toma banderas progresistas en temas sociales.
Si se confirma este escenario para el 7 de mayo, la debacle continental de la socialdemocracia será total. Hollande es el presidente francés con menor popularidad desde que se hacen este tipo de mediciones, hace ya varias décadas. Las encuestas ubican al candidato presidencial del Partido Socialista (PS) –emblema de la socialdemocracia europea y mundial– en el cuarto lugar. Los liberales todavía tienen la esperanza de que François Fillon –imputado por malversación de fondos públicos– llegue a la segunda vuelta con Le Pen y sea el próximo presidente gracias al apoyo del resto de los partidos franceses. Pero la crisis del sistema político tradicional ya es innegable.
Otro punto de apoyo fundamental para la Unión Europea es Alemania, también país fundador. La figura de Angela Merkel es vital para el bloque y el 24 de septiembre se presentará a elecciones en busca de su cuarto mandato presidencial. Pero sus aliados socialdemócratas (SPD) buscan poner fin a su liderazgo y dar un leve giro a la izquierda de la mano de Martin Schulz, que eventualmente podría formar gobierno junto a fuerzas de izquierda como Die Linke y Los Verdes.
Una de las propuestas centrales de Schulz es derribar las reformas laborales llevadas a cabo por el Gerhard Schröder (también del SPD) en 2003 y 2005. “Quiero aplicar políticas que permitan mejorar un poco las condiciones de vida de las personas que trabajan duro”, declaró el candidato socialdemócrata tras ser elegido por unanimidad en marzo como nuevo líder del partido. Empresarios y políticos conservadores ya denuncian el “populismo” de Schulz.
A diferencia de Francia, las posiciones sobre la UE no varían entre los máximos aspirantes a conducir Alemania, aunque sí habrá especial atención en el resultado que obtenga la ultraderecha, en un país donde la inmigración y los refugiados ya son tema central del debate político.
Inestabilidad en el sur
Otro país atravesado por la crisis de sus partidos políticos es Italia. Luego de la derrota de su propuesta de reforma constitucional el 4 de diciembre, el primer ministro Matteo Renzi renunció a su cargo y en su lugar asumió el hasta entonces canciller Paolo Gentiloni. Uno de los principales artífices de la derrota de Renzi fue el Movimiento 5 Estrellas, que se autodefine como “anti-euro”, “anti-partido” y es liderado por el cómico Beppe Grillo. En 2016 ganó 19 alcaldías, incluyendo la de Roma. El otro partido de peso es el ultraderechista Liga del Norte. Según encuestas, ambas fuerzas suman hoy 40% de intención de voto.
El Partido Democrático (PD) que gobierna Italia, fundado en 2007 con la fusión de sectores socialdemócratas, ex comunistas y socialcristianos, irá a elecciones internas el 30 de abril luego de la ruptura de un amplio sector interno. El grupo que dejó al PD formó junto al partido Izquierda, Ecología y Libertad el bloque Democráticos y Progresistas, que ahora cuenta con 37 diputados y 14 senadores. Aunque se especulaba con un adelanto de las elecciones tras la salida de Renzi, lo más probable es que el PD frene esa posibilidad y los italianos vuelvan a las urnas en 2018.
La crisis política del país se refleja en el Parlamento: de los 10 partidos que lograron representación legislativa en 2013, en cuatro años se pasó a 25 grupos parlamentarios distintos, fruto de la gran cantidad de rupturas al interior de las fuerzas políticas. Mientras esto sucede, la UE le dio un ultimátum al país para que recorte el gasto en 3.400 millones de euros. Bruselas exigió al gobierno reducir el déficit fiscal y frenar el aumento de la deuda pública.
En España el Partido Popular gobierna con extrema fragilidad y el socialdemócrata Psoe sigue en caída libre tras permitir otro mandato presidencial de Mariano Rajoy. Las dificultades para lograr mayorías legislativas a la hora de aprobar proyectos de ley dispararon la posibilidad –todavía baja- de elecciones anticipadas a cinco meses de comenzado el mandato.
El hecho clave ocurrió en marzo. Por tercera vez en la historia, el Congreso derribó un decreto-ley del Presidente al rechazar la reforma laboral de los estibadores con 175 votos en contra (hubo 142 a favor). El decreto pretendía liberalizar el sector, tras una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia. El último precedente de un rechazo semejante data de 1979. Rajoy quedó de esta manera debilitado frente a la UE y el país deberá pagar 23 millones de euros más 134 mil euros diarios (casi 50 millones por año) hasta que no ponga en práctica la reforma, una cifra ínfima del presupuesto.
Otro quiebre se produjo con la creación de una comisión de investigación parlamentaria sobre la financiación del Partido Popular, firmada por el Psoe, Podemos y Ciudadanos, fuerza que cerró un acuerdo el año pasado para permitir la investidura presidencial de Rajoy. Fue la primera iniciativa conjunta de los tres mayores partidos de oposición contra el Gobierno y podría incluir la citación del propio Presidente, que ya tiene un considerable rechazo en la población.
Sin embargo el principal problema de España no es político: el desempleo es del 18,2% y de 42,7% para los jóvenes, mientras que la pobreza infantil asciende a 23,4% y cada vez es mayor la desigualdad social. El fuerte descenso de la calidad de vida, no sólo en España sino en la mayor parte de las poblaciones europeas, es lo que está detrás de la crisis política que afecta a cada país y al conjunto de la Unión Europea.
La peor parte, hace ya varios años, se la lleva Grecia, que necesitará nuevos préstamos “de rescate” para no entrar en suspensión de pagos en julio. A cambio, el gobierno deberá hacer más ajustes presupuestarios en una rueda que no tiene fin y desde hace ocho años hunde cada vez más a la población. La UE le exige más reformas impositivas, laborales y de las pensiones a un gobierno que tras llegar al poder desde la izquierda terminó siguiendo la misma agenda de sus antecesores. Los últimos dos años, el primer ministro Alexis Tsipras, del Partido Syriza, impuso fuertes ajustes para continuar recibiendo créditos del bloque europeo.
El desempleo en Grecia es de 23,6% y de 45,2% para los jóvenes y casi un cuarto de la población sufre “privación material severa” desde hace años según la oficina de estadísticas de la UE. La crisis social ya es inocultable y cada vez más griegos hacen largas colas para conseguir alimentos en comedores comunitarios. Desde 2012 la cantidad de inscriptos al banco de alimentos de Atenas pasó de 2.500 a 26 mil y hay dificultades para cubrir las necesidades de todas esas personas.
La población de Grecia, asfixiada y sin horizonte, muestra hoy la verdadera cara de la crisis capitalista europea y el desmoronamiento de un proyecto de integración que margina cada vez a más personas.