El comunismo como horizonte posible (III) – Por Álvaro García Linera
30 mayo, 2019
category: FORO DEBATE
La siguiente serie de textos que reproduce América XXI está tomada de la Conferencia Magistral “Alternativas al Capitalismo” que tuvo lugar este mes de mayo en la Universidad de Milán-Bicocca, en el marco del posgrado Pensamiento Crítico, y fue difundida por la Vicepresidencia de Bolivia. La presentamos en cuatro partes, que serán publicadas en cuatro días consecutivos.
Parte III – Propiedad individual-social
Una de las grandes apuestas en la lucha por el comunismo durante el último siglo fue pensar que la manera de comenzar a salir del capitalismo con su lógica de propiedad privada de los medios de producción y ampliar la apropiación privada de la riqueza social era establecer la propiedad estatal de los principales medios de producción de una sociedad. Todas las revoluciones del siglo XX plantearon que, de esa manera, a modo de transición, se eliminaba una de las condiciones de la explotación del trabajo de las clases subalternas. Ciertamente, la estatización centraliza la propiedad de los medios de producción en manos del Estado, debilitando la base material del poder económico de las antiguas clases dominantes y también, por supuesto, debilita el propio poder político anudado en ese poder económico. Temporalmente esto puede permitir a las clases subalternas poder organizarse de mejor manera y disponer de recursos económicos para nuevas iniciativas, pero esto no produce ni impulsa una nueva relación de producción, solo escinde la relación de propiedad jurídica que quede en manos de una institución pública, el Estado, de la relación de apropiación y de la relación de control, que pasan a otras manos igualmente distintas y separadas de los propios trabajadores directos.
En su forma clásica, la propiedad privada capitalista unifica tres cosas: propiedad jurídica de los medios de producción, la apropiación del excedente económico y el control directo e indirecto del uso y consumo de los medios de producción. La estatización suspende la propiedad jurídica, ahora del Estado, que establece límites a la discrecionalidad legal de los medios de producción, pero mantiene la apropiación del excedente económico y el mando del proceso de trabajo separado y enfrentado a los propios trabajadores. La apropiación del excedente pasa ahora a decisión de los administradores del estado, que tienen restricciones en cuanto a su discrecionalidad del gusto y disposición de ese excedente. Está sometido a ciertos controles sociales de lo público, pero al igual que el mando del proceso de producción, éste sigue separado y diferenciado de los propios trabajadores, con lo que las condiciones objetivas de la enajenación del trabajo, la autonomización y el poder de los medios de producción sobre el propio trabajador se mantienen.
Por eso, la estatización no suprime la ley del valor y por lo tanto las condiciones materiales del capitalismo más pronto o más tarde vuelven a reproducirse desde el propio Estado. Por ello es que, pasado el momento de la catarsis social que permite un control y disputa social del excedente estatal y de los propios medios de trabajo, es inevitable que se vayan dando procesos graduales de privatización de lo público, privatización pública del excedente económico, con lo que la privatización jurídica es solamente una cuestión de tiempo. Por ello, una nueva forma de propiedad que supere la propiedad privada capitalista y transforme el proceso de producción capitalista tiene necesariamente que ir más allá del estado y tiene que afectar la trama interna del propio proceso de trabajo inmediato, restituir el mando directo de los trabajadores sobre las condiciones de producción, como en las viejas comunidades agrarias, solo que ahora a escala social, además de modificar la relación entre procesos de trabajo a escala regional, nacional y mundial como una única fuerza de trabajo planetaria.
Marx llama a esto producción individual-social, trabajo libre asociado, etc., en que se han relacionado los trabajadores con las condiciones de trabajo y por otro en la cualidad crecientemente social universal que tienen las condiciones de trabajo. Claro, en el capitalismo cada día que pasa las herramientas de trabajo, los conocimientos, la tecnología, se presentan como un producto social universal en el que toda la humanidad ha contribuido en algo en su elaboración, pero el control de esos medios de producción socialmente construidos -el mando del uso de ese conocimiento socialmente construido- es privado y el usufructo de la riqueza que genera es privada. Entonces es razonable pensar que esta envoltura privada se presente como una medida miserable y asfixiante frente a su potencialidad social, y por tanto romper esta limitación privada para liberar su contenido humano universal es una tarea del movimiento hacia el comunismo.
Cómo serán esas formas concretas de emancipación de la producción no lo sabemos, sólo la práctica lo puede visibilizar. Lo único claro es que el intento de liberar estas potencias sociales por vía de la propiedad del estado fue un fracaso. Hay que despertar entonces otras vías de acción posibles de emancipación de esta capacidad universal. En ese sentido el comunismo es también el movimiento real de esta búsqueda y de esta experimentación histórico-colectiva.
Mañana, la parte final: los otros tres componentes de un comunismo posible