El comunismo como horizonte posible (IV) – Por Álvaro García Linera
31 mayo, 2019
category: FORO DEBATE
La siguiente serie de textos que reproduce América XXI está tomada de la Conferencia Magistral “Alternativas al Capitalismo” que tuvo lugar este mes de mayo en la Universidad de Milán-Bicocca, en el marco del posgrado Pensamiento Crítico, y fue difundida por la Vicepresidencia de Bolivia. La presentamos en cuatro partes, que serán publicadas en cuatro días consecutivos.
VER PARTE I – VER PARTE II – VER PARTE III
Parte IV – Otros tres componentes de un comunismo posible
Segundo componente de un comunismo posible: valor de uso por encima del valor de cambio
En El Capital, tomo uno, en el revelador capítulo uno, Marx demuestra que la determinación del tiempo de trabajo como medida de la intercambiabilidad universal de los productos del trabajo humano constituye el núcleo fundante del orden capitalista. Esta mercantilización de las relaciones humanas, la forma valor, la forma mercancía, no es un producto del mercado ni de las odiosas actitudes consumistas de las personas, es un resultado inmediato de cómo las personas se vinculan con las condiciones de producción social.
El fetichismo de la mercancía, que las cosas dominen a las personas, que el poder del trabajo social se presente como poder externo y abusivo frente a los trabajadores, es un resultado de la forma de concurrencia de la actividad laboral en la que los productores aislados están sometidos a fuerzas del trabajo que se presentan como poderes externos al propio trabajador. La forma valor de cambio, la forma mercancía, que bloquea los poros de la sociedad, tiene como origen la colonización del proceso de trabajo por esa forma valor de concurrencia y consumo de los medios de trabajo.
¿Cómo superar el valor de cambio, la forma valor como medida de intercambiabilidad entre los productos humanos? ¿Cómo serán estas formas concretas de asociatividad? No lo sabemos. Lo que sí sabemos por experiencia fallida es que la propiedad estatal deja intacta la forma valor del proceso productivo. La superación de la forma mercancía, de la forma valor de cambio tiene que ser un proceso de creación de los propios productores directos, desde los propios procesos productivos inmediatos. Formas de autoorganización de los centros de trabajo, capaces de sobreponerse a la inminente privatización colectiva que los propios trabajadores pueden realizar del uso del excedente de ese esfuerzo común, pero a la vez trabajo asociado entre distintos centros de trabajo a escala nacional, y luego regional; soberanía y control del trabajador directo dentro del proceso de trabajo sobre las condiciones de trabajo, más articulación general entre los distintos procesos de trabajos, más apropiación social transparente por parte de toda la sociedad de ese producto nacional y luego mundial, etc. En fin, se trata de desplegar modos plurales y directos de convertir la producción privada, los medios privados, el excedente privado, el control privado, en producción, control y excedente social de los propios productores asociados y en alianza con el resto de la sociedad.
Tercer componente: libertad social
Es un concepto de Marx del manuscrito 1844. La renovada lucha por el comunismo halla su justificación moral en la búsqueda de la solución real a las injusticias y desigualdades, incluidas las colonizaciones, los racismos y los patriarcalismos, ininterrumpidamente producidos por el capitalismo. Por tanto, la igualdad y la justicia absolutas son necesariamente banderas comunistas.
De la misma manera, la lucha contra la explotación capitalista, motor de la injusticia y la desigualdad, es una bandera radical del comunismo. Sin embargo, la lucha por la libertad a lo largo de estos últimos 100 años no ha sido tomada como una bandera del comunismo y debiera serla. Por lo general los comunistas hemos entregado esa bandera a las corrientes liberales, que constriñen y mutilan el concepto de libertad a la mera libertad de comercio, de enriquecimiento privado o de opresión de unos pueblos sobre otros. Pero hay una libertad absoluta articulada de igualdad: es la que Marx llama la libertad social, en la que el libre desarrollo de cada persona tiene que aportar al libre desarrollo de las demás personas, en la que la potencia y las potencias de cada ser humano están para potenciar la libre asociación con el resto de los seres humanos.
No es ni el Estado ni la empresa, ni el mercado el depositario y garante de este libre desarrollo de la individualidad. Es la libre asociación de las personas la que habilita el libre desarrollo de sus capacidades individuales. Bajo estas condiciones, la libre asociatividad de personas, las libertades civiles acumuladas en los últimos siglos son sólo un capítulo pequeño de una infinidad de libertades y capacidades que el comunismo requiere para su realización. De hecho, el comunismo o los comunismos -hay que hablar de comunismos- son impensables sin este despliegue de las libertades civiles acumuladas desde el siglo XVI y de las nuevas libertades asociativas que se constituyen en un patrimonio de acción en común. Esta afirmación no es inocente, no es un simple juego de palabras poético, tiene implicancias en la tradición de las izquierdas. Menciono dos. La primera: que las distintas formas de democratización social, desde el asambleísmo, el parlamentarismo, la democracia directa, la democracia cumular, la democracia intercultural, etc., forman parte flexible de un círculo concéntrico dirigido a ampliar la participación individual y asociada en todas las decisiones, sobre todos los asuntos de la vida social, desde la vida política, la vida económica, la vida productiva, pero también la vida familiar, el cuerpo, etcétera. En este sentido, el comunismo puede ser entendido como un proceso de desborde radical democratizador de todos los ámbitos de la vida, comenzando por la producción de la riqueza, a fin de garantizar la igualdad real entre las personas. Así, la libertad es una forma de construcción de la igualdad.
Segundo, no existe un único instrumento organizativo de lucha por el comunismo. Los partidos, los sindicatos, los soviets, las asociaciones, los colectivos autónomos, los movimientos sociales, son formas contingentes y locales de un único movimiento por la comunidad universal. Ninguna estructura organizativa es más válida que la otra. Y en la práctica, allá donde emergen acciones colectivas de las clases subalternas, ellas siempre tienen la capacidad de crear e innovar formas organizativas diferentes y nuevas capaces de canalizar su energía social.
La realidad muestra que las clases sociales sólo existen como conglomerados puros territorialmente definidos, demográficamente cuantificados y sociológicamente caracterizados solo en los libros. Esta forma de entender las clases sociales solo existe en los libros y en las probabilidades estadísticas. Las clases sociales reales son híbridas, superpuestas, abigarradas y solo en el proceso de lucha se van decantando y constituyendo por afinidades electivas, articulaciones culturales y construcciones discursivas movilizadoras. Es en esta contingencia de la acción que se delimitan fronteras, se forman liderazgos, se emiten convocatorias movilizadoras, dando lugar a clases movilizadas, dirigentes y hegemónicas. Por ello, las formas organizativas eficientes son siempre una incertidumbre resuelta en el mismo desarrollo del movimiento. Lo que otras formas organizativas previas pueden hacer: los sindicatos, los partidos, desde el punto de vista comunista, es facilitar, ayudar e impulsar el movimiento de esas formas asociativas y democratizadoras nuevas.
Cuarto punto: metabolismo ser humano-naturaleza
El capitalismo como parte de su proceso de trabajo enajenado ha impulsado la separación, el desdoblamiento de la naturaleza respecto al ser humano y de la actividad humana. En el capitalismo es tratada como cosa inerte y por lo tanto como cosa a someter al proceso de ganancia empresarial.
La contradicción ser humano – naturaleza es una contradicción propia del capitalismo que le permite someter a la naturaleza como un medio más de obtención de ganancias privadas, así como para el capitalismo el trabajador es solo una cosa a dominar para extraer el trabajo impago, la naturaleza es también otra cosa para aprovechar sus poderes vitales para acumular más ganancias.
La misma ciencia, que solo es la comprensión social del movimiento interno de la naturaleza, en el capitalismo se la desarrolla para inmediatamente mutilarla y quedarse con aquellos conocimientos que pueden ser manipulados para obtener ganancia privada. Son el perfeccionamiento de los mecanismos de acumulación empresarial para lucrar con los efectos de la propia catástrofe ambiental e imponer un tipo de plusvalía medioambiental a los pueblos del tercer mundo, poseedores de bosques y de diversidad biológica.
Solo el comunismo puede liberar a la producción científica, al intelecto general, de la forma más acabada de producción social universal, de los sometimientos a la ganancia, para luego ponerlos a disposición de la reproducción ampliada de la biodiversidad y restablecer el intercambio metabólico mutuamente vivificante entre ser humano y naturaleza. Así como la comunidad universal de individuos libres requiere el desarrollo de la libre individualidad, la comunidad respetuosa entre el ser humano y la naturaleza que permite la reproducción de la vida en todas sus formas -incluida la vida humana- a escala universal, requiere de la relación entre los seres humanos con la naturaleza como parte viva de su propia corporeidad social. Parafraseando al joven Marx: humanización respetuosa y sostenible de la naturaleza solo puede darse mediante una naturalización del propio ser humano.
En definitiva, el comunismo es una probabilidad de un futuro distinto al capitalismo que se agiganta a medida que se agiganta un deseo colectivo de comunismo, capaz de apoyarse en las crecientes posibilidades materiales de ese comunismo deseado.
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