El muro de la vergüenza – Por Celia Varela
Separa territorios y familias pero no ha minado las esperanzas del pueblo saharaui que día a día lucha por su autodeterminación.
25 noviembre, 2019
category: FORO DEBATE
El muro de Berlín avergonzó al mundo y millones de personas festejaron su caída. Sin embargo el mundo tiene un muro aún mayor: el de la vergüenza marroquí construido sobre los territorios ocupados pertenecientes a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) cuya extensión es directamente proporcional a la indiferencia y al olvido en el que ha caído.
Este muro dividió territorios: al oeste las tierras ocupadas por Marruecos que se apropió de las minas de fosfato y los recursos pesqueros y al este, actuales territorios liberados por el Frente Polisario ( Representante político del Pueblo Saharaui), un desierto de 40 km de ancho que limita con Mauritania y Argelia, casi sin población, infraestructura ni recursos de ningún tipo.
Se comenzó a construir en 1980 durante el reinado de Hassan II, con la ayuda de expertos israelíes y estadounidenses y la financiación de Arabia Saudita, para perpetrar la ocupación llevada a cabo a principios de 1976 poco después que España abandona el Sahara y Marruecos y Mauritania se instalan por la fuerza. Marruecos bombardeó los territorios con napalm y fósforo blanco provocando la muerte de unas 3000 personas y haciendo que otros miles huyeran hacia Argelia, refugiándose en campamentos que levantaron en Tinduf, territorio cedido por Argelia, y donde permanecen hasta hoy.
Con 2720 Km de longitud, es considerado el muro más extenso luego de la Muralla China. Un muro absolutamente infranqueable por la terrible ofensiva militar desplegada a lo largo de él. Se utilizaron 20.000 Km de alambrada, se contruyeron zanjas de 3 metros de ancho y 0,5 m de profundidad, se montaron 240 baterías de artillería pesada, se utilizan miles de vehículos blindados, radares que detectan movimiento, aviones militares y bombas de racimo. Además, 150.000 soldados armados por Francia y España lo custodian y le rinden tributo cada día.
Como si todo esto no bastara, se calcula que hay entre 7 y 10 millones de minas antipersona que, según la UNMAS (Servicio de las Naciones Unidas de Acción contra las Minas) han asesinado, herido o mutilado a 2500 personas.
Colocar una mina cuesta 1 dólar, retirarla 100. La lluvia y el movimiento de la arena las trasladan y las entierran, por lo que se hace muy difícil su localización. Aun así, el Frente Polisario ha eliminado más de 20.000.
Quién intente acercarse al muro corre el riesgo de morir por un disparo de un francotirador o por una mina antipersona.
Todo este grotesco y absurdo montaje militar tiene un costo de 3 millones de dólares por día, que sin hacer demasiados cálculos matemáticos darían cuenta de cuánto se podría mejorar la calidad de vida del pueblo trabajador marroquí, en lugar de un gasto obsceno de defensa de un territorio que no le ha pertenecido ni le pertenecerá jamás legítimamente a Marruecos.
Cuando se compran productos marroquíes, de alguna manera se está financiando este elevado e innecesario coste.
El muro separa territorios y familias, pero no ha podido “minar” las esperanzas del pueblo saharaui que día a día lucha por su autodeterminación. ¡Qué así sea y pronto!
Citando al escritor y filósofo español Miguel de Unamuno, “no permanezcamos en silencio porque ese silencio puede interpretarse como asentimiento”. El Sahara Occidental necesita de un grito fuerte, obstinado y férreo.