Gobierno sin moral asesta otro golpe a la dignidad nacional – Por Maureén Maya
19 mayo, 2019
category: FORO DEBATE
Bogotá, Colombia. Mayo 18 de 2019
La imagen de ayer, la que copó casi todos los espacios de la vida nacional y se proyectó ante el mundo, fue en extremo dolorosa, indignante y perturbadora. Pero también muy diciente.
Un hombre ciego, transportado en silla de ruedas, herido, convaleciente y dopado, rodeado por al menos una decena de guardias del INPEC y de agentes del ESMAD, engañado e incrédulo ante lo que sucedía -porque le habían asegurado, luego de más de un año de cautiverio sin pruebas ni garantías procesales, la libertad que profirió la JEP, ordenó la Fiscalía, ratificó un Habeas Corpus y un fallo del Tribunal Superior- de repente, luego de dos minutos de sombría libertad fue de recapturado ante el espanto, la impotencia y la sorpresa de sus amigos y amigas, de curiosos y de la misma prensa, que lo esperaban fuera del penal.
Esta sorpresiva y marrullera maniobra permitió entender la causa de la injustificada demora de día y medio para dar cumplimiento con la orden de salida emitida por la propia Fiscalía, acatando así los dispuesto por la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). Seguramente le exigieron al director de la Picota que se escondiera, que no diera la cara, que abandonara su oficina mientras lograban tramitar otra orden de detención por los mismos delitos y encontrar un juez de garantías que la emitiera a la velocidad del rayo, con base en un extraño y nada confiable material probatorio que incluye un vídeo alterado y mal editado.
La guardia expulsó a los abogados de Jesús Santrich, en otra clara violación a sus derechos constitucionales, mientras lo regresaban a la prisión. Y así, como estaba, minutos después, dopado y herido, fue montado a un helicóptero y llevado al bunker de la Fiscalía, donde lo esperaban solícitos funcionarios listos a dar cumplimiento con el deber protocolario (y otras veces constitucional) de legalización de captura. Y así como estaba, aturdido y herido en la piel y en el alma, incluso en estado de inconsciencia, fue encerrado en un frío calabozo. Solo en la madrugada del sábado fue remitido a una clínica en grave estado de salud y con alteración de la conciencia y de juicio de la realidad: «confuso, desorientado en tiempo y espacio, disproxesico, con lenguaje incoherente, disátrico y bradiático», señaló revista Semana. El parte médico indica que “el paciente debuta con un síndrome mental orgánico o delirium. Debe descartarse probable intoxicación exógena”.
El gobierno y su cúpula, sus alfiles, peones y sus palaciegos aduladores, reían, rebuznaban y mufaban: habían burlado el orden constitucional y acatado mansamente, pero con enorme ingenio y perversidad, la directriz del amo del norte. Ahora se sentían dignos y grandes, genuinos patriotas, casi héroes de guerra.
Podían exhibir ante el mundo el triunfo de su “férrea” lucha contra el narcotráfico (el mismo negocio que enalteció a varios de sus correligionarios a la cumbre del poder) representado en un hombre invalido y desvencijado, que se la jugó por la paz de Colombia y fue traicionado; podían con cinismo sinigual hacer impúdico alarde de su pequeñez humana, su mediocridad y su falta de moral. Habían apuñalado el Proceso de Paz, torcido las leyes, golpeado el Estado Social, vulnerado los Derechos Humanos, pero se sentían grandes, y mostraban ante el mundo -como si fueran victoriosos matones en riña de león contra burro amarrado- la indolencia e insensatez de un gobierno sin juicio ni moral que busca llevar a todo un país al limbo de la guerra para satisfacer la sed de venganza de su desquiciado mentor, a quien deben garantizarle impunidad y un pronto y pleno retorno al poder.
Fue así como de vulgar modo Colombia pasó, en cuestión de minutos, del realismo mágico al realismo trágico.
Los guerreristas utilizan las instituciones y las ramas del poder público para subvertir el Estado Social de Derecho, hacer trizas el Proceso de Paz, derogar la JEP, garantizarse impunidad, violar derechos humanos, degradar nuestra democracia y quebrar el orden constitucional. Sueñan con que los desmovilizados de la guerrilla pateen la mesa de la paz, y ante la falta de garantías judiciales y de seguridad, y de espacios para la participación política, rompan el Acuerdo, empuñen de nuevo las armas y marchen al monte para morir en él, junto a jóvenes soldados, hijos de humildes y de campesinos. Pero no. Hoy la resistencia pasa por no ceder ante la infamia y la provocación, por perseverar en el camino elegido y defender nuestro derecho y deber de construir un país de paz, donde los violentos no dicten las leyes ni tengan siempre la última palabra.
La Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia y la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, emitieron un comunicado conjunto en el que aseguran estar al tanto de los acontecimientos de las últimas horas relativos al señor Seuxis Paucis Hernández Solarte, conocido como Jesús Santrich, estar haciendo seguimiento a la situación en el marco de sus mandatos, así como verificando las reacciones en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación y las Nuevas Áreas de Reincorporación Urbana y Rural donde se adelanta el proceso de reincorporación de los exmiembros de las FARC-EP.
Asimismo, Rodrigo Londoño E, jede del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), dejó claro que el avance de la paz no se detiene. Así se entiende en su reciente comunicado:
“18 de mayo de 2019
Camaradas Exguerrilleros y Exmilitantes de las FARC-EP:
Cálido y fraterno saludo acompañado de un fuerte abrazo solidario y los sinceros deseos de que se encuentren bien.
Me dirijo a ustedes en un momento bastante difícil y complejo de la implementación de los Acuerdos de La Habana, momento que requiere de cada uno de nosotros y del conjunto del partido, un análisis objetivo y tranquilo.
No podemos darle cabida a las voces anónimas o no, que vaticinan el fin del proceso de paz, elaborando tesis apocalípticas, sin mostrar una salida coherente, sin indicarnos un camino cierto a seguir.
Cuando en la X Conferencia, todos, absolutamente todos, ratificamos con nuestro voto lo acordado en La Habana, sabíamos que nos íbamos a enfrentar a fuerzas de carácter fascista con mucho poder y capacidad de manipulación, que harían todo lo posible por hacer fracasar el proceso, e impedir que Colombia y el mundo conocieran la auténtica verdad de lo sucedido en Colombia durante más de 60 años de confrontación interna.
Igualmente, en la Décima Conferencia, concluimos que este era el camino más acertado para darle continuidad a los sueños de los marquetalianos, que iniciaron esta gesta hace 55 años. Que todo iba a depender de nosotros mismos, de que supiéramos presentarle estos Acuerdos al pueblo colombiano, y de que lográramos que los hicieran suyos y nos acompañaran en su defensa.
Lo sucedido en estos casi tres años desde su firma, nos da la razón. Los enemigos de la paz no han cesado en sus ataques al proceso, y lograron, desafortunadamente, hacerse al gobierno en las últimas elecciones. Ello les da una gran ventaja, que han aprovechado para insistir en “hacer trizas” los acuerdos.
Paralelamente, también hay que decirlo, cada día son más y más los colombianos que hacen suyos los Acuerdos. Importantes sectores de la vida política económica y social del país se vinculan a su defensa, entre ellos los más destacados dirigentes de los partidos tradicionales. Es tan así, que dieron en conformar un gran movimiento que se hace llamar Defendamos La Paz (DLP), que crece todos los días, replicando capítulos del mismo en varios departamentos, movimiento al cual pertenecemos, y que está permitiendo coordinar la acción parlamentaria, la acción solidaria de denuncia y acciones de masas, entre otras.
Es en este contexto, de un fuerte pulso político, de la lucha entre los defensores y los enemigos de la paz, que se produce la trágica comedia de la liberación y recaptura del camarada Santrich. Hecho este de una ignominia sin límites, que buscaba no solamente exhibirlo a él como trofeo de guerra, sino humillarnos a todos los farianos que, pese a las adversidades, seguimos consecuentes en la defensa del proceso. Pretenden empujarnos a adoptar acciones desesperadas, que una vez materializadas les sean más que útiles para propinar la estocada final al proceso.
Sin embargo, están consiguiendo el efecto contrario. Nos han dado la oportunidad de demostrar ante Colombia y al mundo, cuáles son las verdaderas intenciones de quienes se encuentran al frente del Gobierno y la Fiscalía. El señor Martínez aparentemente renuncia indignado ante una decisión contraria a sus principios, cuando la verdad es que lo hace ante la inminente obligación de dar la cara al país por sus cada vez más visibles vínculos con la corrupción. Hasta se rumora ya que su salida del país obedece a su conversión en testigo protegido contra Odebrecht en los Estados Unidos.
Colombia y el mundo observan con interés al senador Álvaro Uribe Vélez, agobiado por el desespero, presionando a Duque para que decrete la conmoción interior y acabe con la JEP, pues siente que se le vienen encima pasos de animal grande. Cada día se acogen a esta jurisdicción más militares y civiles, con el presupuesto básico de contar toda la verdad sobre los hechos delictivos en que estuvieron envueltos. Simultáneamente avanza el proceso judicial contra él en la Corte Suprema, así como el que puede hacerle perder su investidura como congresista.
Aun con lo duro e indignante que haya sido lo sucedido con el camarada Santrich, hay que valorar la importancia de la ola de indignación despertada al interior del país y a escala internacional. Lo que nos corresponde en la hora es estimular y aprovechar al máximo la creciente inconformidad con la arbitrariedad reinante, para arrinconar de manera definitiva a los enemigos de la paz.
Nos encontramos en un momento en el que no podemos flaquear. Nos corresponde más que nunca, fortalecer la unidad de nuestro partido, como garante de la implementación de lo acordado. No podemos vacilar, ni dudar un instante, en la importancia de lo realizado hasta hoy. Si cometiéramos la imprudencia de hacerlo, únicamente conseguiríamos sembrar la desmoralización entre todos aquellos que nos están acompañando en defensa de la paz. Hoy más que nunca debemos estimar el valor de la lucha política y de la actividad de las masas. Nos corresponde incentivar la iniciativa popular, las distintas expresiones de lucha y solidaridad, la denuncia con altura, activar todos los mecanismos posibles que nos den seguridad colectiva e individual, vincularnos con las gentes y en lenguaje sencillo explicarles la situación y el camino a seguir: organización y lucha de masas.
A la par debemos cerrar el paso a las voces que incitan a tomar caminos aventureros. Parece que algunos por falta de vivirlo lo ignoran, y que otros por sus aceleres lo olvidan, pero en nuestra larga lucha nos hemos visto envueltos en situaciones mucho más difíciles, logrando salir adelante siempre con la fuerza de nuestra unidad. Contamos con acompañamientos nacionales e internacionales que nos indican que debemos estar más optimistas que nunca. Tales acompañamientos los hemos conseguido gracias a la seriedad de nuestro compromiso y a nuestra consecuencia al respetarlos. No podemos echarlos a la basura por decisiones apresuradas e irresponsables.
Pensemos por un momento en que cuando extraditaron a Simón Trinidad y a Sonia, por obra de montajes también, fuera de los nuestros fueron muy pobres los mensajes de solidaridad y apoyo. Hoy, frente al caso Santrich, no solamente se ha impedido la extradición por el fallo de sala de revisión de la JEP, sino que se ha generado una campaña de denuncia y solidaridad frente a su recaptura y tratos inhumanos, no solamente en Colombia sino en muchos países del extranjero.
La pelea será muy dura, pero no estamos solos en ella. Mientras no aparezcan evidencias irrefutables de alguna actividad ilícita, tarde que temprano tendrán que ponerlo en libertad. Más que nunca debemos confiar en lo que somos y representamos.
Un fuerte abrazo, TIMO
Rodrigo Londoño E.