Hay más de 6400 migrantes desaparecidos en América Latina
Por María Jagoe
Al menos 50 migrantes fueron hallados muertos dentro de un camión abandonado al costado de una ruta en la ciudad estadounidense de San Antonio, Texas. Es una de las mayores tragedias relacionadas con la migración irregular en la historia de ese país.
Después de un día con temperaturas que rondaban los 40 grados, los sobrevivientes ardían al tacto y sufrían de golpes y agotamiento por el calor. El vehículo no estaba refrigerado y tampoco había rastros de agua.
Las víctimas eran migrantes latinoamericanos que usaban una ruta muy común para cruzar la frontera con México, que se encuentra a sólo 250 km de ese lugar. 22 eran mexicanos, 7 guatemaltecos, dos hondureños, y de otros 19 todavía no hay información sobre su nacionalidad.
Desde 2014 se registraron 6.430 personas migrantes muertas y desaparecidas en América Latina y el Caribe, incluyendo la frontera sur de los Estados Unidos. El año pasado hubo 1.248 casos y en los primeros seis meses de este año fueron 493, sin contar la reciente tragedia en San Antonio.
Las cifras pertenecen al Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Según sus datos, en todo el mundo desaparecieron o fallecieron 49.185 personas migrantes en los últimos ocho años.
El continente americano es la tercera región más peligrosa para las personas migrantes detrás de la ruta del Mediterráneo central y los países africanos. A la difícil geografía se suman los peligros de la violencia, la trata y el crimen organizado.
¿Qué implica ser un migrante desaparecido?
Es muy posible que el número de 6.430 personas desaparecidas sea un subregistro. En primer lugar, no hay una definición generalmente aceptada de lo que significa ser una persona migrante desaparecida.
La OIM sólo incluye los casos que tienen un vínculo evidente con los procesos migratorios, es decir, personas que murieron o desaparecieron mientras viajaban o cuando intentaban cruzar una frontera internacional.
El Proyecto no registra las muertes de trabajadores migrantes, de personas detenidas por las autoridades migratorias o que vivían en campamentos de migrantes. Tampoco considera a quienes habían hecho una parada temporal de unos meses en el lugar de su muerte antes de continuar hasta su destino final.
En segundo lugar, las rutas migratorias más riesgosas son justamente las ilegales, donde no hay un registro formal del número de personas que transitan por ellas ni presencia de los Estados. Muchas muertes y desapariciones nunca se denuncian.
Los migrantes irregulares están expuestos al riesgo de sufrir explotación, violencia, extorsión, trata de personas, violencia sexual, secuestro y reclutamiento para formar parte de grupos criminales organizados.
Más de la mitad de los casos registrados por la OIM se dieron en la frontera entre México y Estados Unidos (60,61%). Le siguen el cruce por mar entre República Dominicana y Puerto Rico (4,09%), la ruta entre Venezuela y el Caribe (2,91%) y el Tapón del Darién en la frontera entre Colombia y Panamá (2,66%).
Las causas de muerte incluyen las condiciones ambientales extremas; la falta de albergue, comida y agua; la violencia; la enfermedad o falta de acceso a cuidados adecuados de salud; los accidentes en vehículos o transportes peligrosos, los accidentes y el ahogamiento.
Aún si no existiera el riesgo de la violencia y los grupos armados, las rutas migratorias de América Latina y el Caribe son peligrosas por naturaleza. Las personas migrantes deben cruzar desiertos, selvas y ríos a pie, o bien lanzarse al mar en embarcaciones muy poco confiables.
Las familias encabezan la búsqueda
Las familias de los migrantes desaparecidos suelen encontrarse con la falta de respuesta de las instituciones y los Estados, que muchas veces ni siquiera tienen registro de que las personas buscadas ingresaron a su territorio.
En ocasiones el estatus migratorio irregular de los propios familiares hace que tengan miedo de recurrir al gobierno local. Muchos emprenden la búsqueda por su cuenta o recurren a colectivos comunitarios y asociaciones civiles.
La OIM resalta que estas desapariciones suelen exacerbar y reforzar desigualdades basadas en cuestiones de género: la mayoría de los desaparecidos son hombres, mientras que quienes buscan son en gran parte mujeres que cargan con una desproporcionada responsabilidad social y financiera.
El Comité Internacional de la Cruz Roja realizó una serie de entrevistas a familiares de migrantes desaparecidos en El Salvador, Guatemala, Honduras y México. Casi la mitad de las familias afirmaron que perdieron su soporte económico; dos tercios de ellas están obligadas a continuar sin el padre o madre.
La gran mayoría sigue buscando a sus desaparecidos sin importar cuánto tiempo haya pasado. El 28,9% tuvo que abandonar la búsqueda por falta de recursos, temor a represalias, no saber a quién acudir o no recibir respuestas de las autoridades.
Para estas familias lo más importante es saber qué sucedió con sus seres queridos. La búsqueda de Justicia o condenas pasa a un segundo plano. Como no hay evidencia de la muerte, no hay un proceso normal de duelo ni rituales para sobrellevar el dolor.
“En estos días es su aniversario y no sé cómo celebrarlo, porque una veladora o flores no son apropiadas, él no está muerto”, manifestó una madre mexicana a la Cruz Roja.
Robin Reineke es la fundadora del Centro Colibrí para los Derechos Humanos, una organización que busca e identifica a personas migrantes desaparecidas en Arizona, Estados Unidos. Esta asociación trabaja con muchas familias guatemaltecas.
“Me llamó la atención la diferencia entre aquellos cuyos seres queridos habían sido identificados y los que seguían esperando. Las familias de los desaparecidos estaban angustiadas, enfermas por la condición de no saber. No se puede llorar sin un cuerpo, sin la certeza de que la persona se ha ido”, explicó Reineke a la OIM.
Leslie Poblano es Coordinadora de Atención Psicojurídica en el Servicio Jesuita a Migrantes de México. Ella destaca que es fundamental que las familias puedan seguir de cerca el proceso y ser parte activa de la búsqueda.
“El resultado es uno, pero no es tan importante como el proceso; porque en algunos casos que han encontrado el cuerpo y han tenido identificación de ADN, las familias no creen que son sus hijas o hijos, porque en el proceso no estuvieron acompañadas ni informadas”, afirmó.
La importancia de contar con registros oficiales
La OIM destaca que si existieran datos confiables sobre el número de personas migrantes muertas y desaparecidas se podrían formular mejores políticas públicas para solucionar el problema. No sólo para evitar las muertes, sino también para acompañar a las familias.
Documentar los casos también ayudaría a visibilizar la tragedia que significan las rutas migratorias irregulares y a generar conciencia sobre su dimensión. Las familias y organizaciones civiles podrían obtener más apoyo financiero y técnico.
Un registro sistemático y organizado de los datos es clave para coordinar políticas entre países fronterizos. No se puede intervenir si no se sabe cuántas personas migran irregularmente, cuántas de ellas desaparecen o mueren y dónde lo hacen.
América Latina y el Caribe está lejos de solucionar las causas estructurales que son la raíz de los procesos de migración. Lo mínimo que puede hacer es garantizar la seguridad de las personas que emprenden el viaje.
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