La mirada tierna de Mickey en la captación de traidores – Por Iván Padilla Bravo
09 marzo, 2020
category: FORO DEBATE
«Estamos enfrentando a un poderoso Imperio», nos alertó siempre el Comandante Chávez para que aprendiéramos a defendernos en todos los campos de luchas.
La Revolución Bolivariana está amenazada desde sus inicios, desde la pública declaratoria de esperanza y lucha, resumida en el «vendrán tiempos nuevos» seguido del «por ahora» de aquel 4 de febrero de 1992.
En una guerra, dicen los entendidos, se vale todo hasta derrotar al enemigo. Por eso, la conformación y desarrollo de equipos de inteligencia y contrainteligencia entre las fuerzas encontradas o en conflicto, es parte obvia en la planificación estratégica del combate.
Una guerra -eso lo sabemos y comprobamos, cada vez más, muy a menudo- no se reduce solamente al encuentro directo entre tropas defendiendo intereses diferentes. Una guerra es un complejo escenario donde se conjugan acciones y pensamientos en función de unos fines, generalmente de soberanía.
Hoy se habla abiertamente de la guerra como luchas multifactoriales entre opuestos, que pasan por el uso de armas convencionales, pero que se diversifican hacia las no convencionales, las guerras insurgentes de guerrillas, paramilitares y focos igualmente pertrechados para matar, para aniquilar al enemigo.
En Venezuela, la decisión soberana de su pueblo de avanzar en Revolución hacia una sociedad nueva, sin tutelajes imperiales, independiente, ha colocado al hegemón, a los amos del mundo, en la necesidad de lanzar una declaración unilateral de guerra que pudiera resumirse en la «orden ejecutiva» lanzada inicialmente por Barack Obama, desde la presidencia estadounidense y ratificada hace muy poco, este mismo año, por Donald Trump.
«Tengo a mano todas las opciones, incluyendo la militar directa», ha dicho públicamente Trump, el genocida con cargo de presidente, desde la Casa Blanca, quien considera que «Venezuela es una amenaza inusual y extraordinaria» para el poderío imperial yanqui-sionista.
Desde entonces y hasta el presente, la multiplicación de ataques contra el pueblo de Venezuela, el bloqueo económico y financiero, amén de robos descarados como el del oro venezolano en Gran Bretaña o de empresas como Citgo, con sede en EEUU, han ido cada vez más en aumento, incluyendo golpes de Estado, sabotaje y terrorismo petrolero, «sutil» magnicidio contra el presidente Chávez e intentos -en grado de frustración- en contra del presidente Nicolás Maduro. Ataques cibernéticos contra nuestro sistema eléctrico Nacional -como ocurrió, hace exactamente un año- intento de invasión a nuestro país, por regiones fronterizas como Colombia y Brasil y el reciente atentado ocurrido el pasado sábado 7 de marzo, con la quema casi total de equipos electrónicos y material electoral que se encontraba en depósitos protegidos para ello en el estado Miranda, muy próximo a la ciudad capital de la República.
Esto, tan sólo para nombrar algunos casos de la guerra multifactorial que también tiene sus expresiones desde el campo simbólico y de la mediática, controlada por las grandes transnacionales de la desinformación y la propaganda.
La guerra, esta guerra pretendida de exterminio contra Venezuela, su pueblo y su Revolución Bolivariana y Chavista, también despliega acciones de inteligencia, con la finalidad de obtener información estratégica que les permita ser más eficaces, por ejemplo, a la hora de aplicar «sanciones» contra nuestra industria petrolera, entre otras, o realizar operaciones de venta fraudulenta o pirata de derivados petroleros en aguas marítimas internacionales.
El enemigo imperial quiere acabar con Venezuela, con su pueblo valiente, bravío y combativo. Para ello necesita seducir, captar, reclutar a individuos que les lleven a la información que precisan. Eso es lo que han hecho y están haciendo. Sobran los casos, siendo de los más emblemáticos el de Rafael Ramírez (no es el único), quien llegó a ser ministro de energía y presidente de la estatal petrolera venezolana y, actualmente, los detenidos en flagrancia o con suficientes pruebas en su contra, denunciados y sustanciados por la Comisión Presidencial «Alí Rodríguez Ataque», creada para hacer limpieza profunda en PDVSA, erradicar la corrupción en la misma y rescatarla plenamente para el Poder Popular en Venezuela.
Mi llamado, junto a la opinión que aquí emito, es para saber preservar la esencia de la Revolución Bolivariana y del legado de Chávez, siempre con visión y pensamiento crítico, pero también sabiendo discernir para no asumir solidaridades automáticas con personas que pudieran haber sido seducidas para trabajos apátridas de informantes, tan sólo por un puñado de dólares o por una mirada tierna de Mickey, tal como ocurrió con el mismísimo imperio soviético en el trabajo yanqui para conseguir su desplome en 1991.
Ilustración: Iván Lira
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