Paraguay: gran pesar por el fallecimiento de Pa’i Oliva
Francisco de Paula Oliva, más conocido como Pa’i Oliva, de 93 años falleció este lunes 3 de enero a las 15:00, según informó la historiadora Margarita Durán.
Defensor inclaudicable de los derechos humanos y de los más desposeídos, Oliva había pedido pasar los últimos días de su vida en el Bañado Sur donde protagonizó una lucha ejemplar. “Los bañados ni siquiera están representados en los mapas”, solía decir.
Es velado en el Tinglado San Cayetano, en cercanías de la Fundación Mil Solidarios de la que supo ser motor y causa.
Últimamente residía en Taita Róga, la Casa de Jesuitas Mayores, donde recibió a la reina Letizia de España en una de sus últimas actividades públicas.
Había nacido en Sevilla, España, en 1928, arribando al país en 1964. Perseguido por el tirano Alfredo Stroessner debió exiliarse aunque luego pudo retornar en 1994. En ese interregno predicó en Argentina, Ecuador y Nicaragua.
A su regreso se instaló en el Bañado Sur y apoyó la lucha de su gente. También fue fundamental su rol en la defensa de los campesinos acusados por la masacre de Curuguaty de junio del 2012.
Ejerció siempre el periodismo, en la Radio Fe y Alegria y en el diario Ultima Hora en el que publicaba una columna semanal.
Dijo el senador Fernando Lugo, líder del Frente Guasu: “Recibimos la noticia de la partida física del Pa’i Oliva. Un hombre de esos que son imprescindibles para el Paraguay, que a pesar de no haber nacido aquí, adoptó a esta como su tierra, por la que se entregó con amor hacia la lucha de nuestro pueblo.
Fue siempre emblemática su ejemplar entrega hacia las causas y luchas populares. Siempre al lado de nuestros compatriotas más desprotegidos, y en especial hacia su querido pueblo bañadense, con quienes decidió vivir hasta sus últimos días.
Hasta siempre querido Pa’i. Tu ejemplo seguirá vivo con otros”, publicó en sus redes sociales.
Por su parte, Dante Leguizamón, comisionado del Mecanismo contra la Tortura expuso: “Que gran legado de compromiso y lucha nos deja el Pai Oliva! Que mucho lo vamos a extrañar! Que mucho luchó y que sembró ese gran hombre!”, apuntó.
Santiago Ortíz, secretario general del Sindicato de Periodistas (SPP) apuntó a su turno: “Hasta siempre Pa’i. Con la alegría de haber sido compañeros, de haber aprendido en el trabajo y en tu lucha”.
La historiadora Margarita Durán, escribió: “Tenemos un nuevo santo paraguayo. San pa’i Oliva. Fue al encuentro del Padre a las 15:00. Partió sin dejar de sorprendernos. Un grande entre los grandes. Aguyje pa’i. PAZ Y BIEN hermano, compañero y amigo por siempre”.
Nuestro compañero del staff de E´a, Julio Benegas Vidallet, lo recordó con un extracto de su libro “La Masacre de Curuguaty, edición especial”: «Ese 26 de julio de 2018, Pa’i Oliva tampoco pensaba en aquella primavera de 1969, cuando una patrulla policial golpeó la puerta de la casa de los jesuitas, en Colón entre Lugano e Ygatimí, frente al colegio y la iglesia Cristo Rey. A sus noventa años, solo recuerda aquel episodio cuando le preguntan. Ese día de la liberación de los presos de Curuguaty, frente a la computadora, Oliva avanzaba en un escrito, sentado en una sala del local Mil Solidarios, una fundación que trabaja con las comunidades del Bañado Sur y que él dirigió por muchos años. Abrió sus ojos verdes y se preguntó cómo y por qué. En su rostro se dibujó una sonrisa que le relajaba los pliegues del cuello y las arrugas en los párpados. Tenía esperanza. «No podemos vivir sin ella, pero ¿por qué ese poder oscuro que mandó sentenciar a esta gente inocente levantaba ahora la pena?», pensó.
«¿Por qué?», se preguntaba, preparándose para ir a la «carpa de la resistencia», instalada en la plaza frente al Poder Judicial, donde todos los domingos, durante dos años, ofició misa por la libertad de los presos. Miró a su Cristo en la cruz de metal, miró la foto del papa Francisco y otra del padre Braulio Maciel montado a caballo y con el torso desnudo.
«Vamos bien, vamos bien», se dijo. Sonrió otra vez. Recordó vagamente la promesa que había hecho una vez: bailar una polca con la historiadora Margarita Durán Estragó si los presos de Curuguaty conseguían su libertad. Días después de la liberación, encuadró y colgó la foto de ese baile en la oficina, pasando a ocupar un lugarcito en la galería de recortes periodísticos, el San Francisco, el Papa, el padre Braulio Maciel y su Quijote de metal. El pa’i Francisco de Paula Oliva había llegado a ese preciso momento en el que el cuerpo tantea cada paso sin apuro, abre las puertas despacio y ubica el bastón entre las manos casi sin proposición.
Ni el día de la sentencia a 35 años de prisión para Rubén Villalba, 20 para Luis Olmedo Paredes, 18 años para Arnaldo Quintana y Néstor Castro, 6 y 4 para Lucía Agüero, María Fany Olmedo y Dolores López, Juan Carlos Tillería, Alcides Ramírez, Adalberto Castro y Felipe Benítez Balmori, ni el día de la libertad inesperada, Pa’i Oliva se acordó de aquel octubre de 1969 en el que golpearon con insistencia la puerta de su casa y preguntaron por él. Aquella vez, él no quiso levantarse de la cama porque intuía que iba a ocurrir lo que tantas veces imaginó que ocurriría. Recogió su bolso de cuero negro, se lo puso al cuello, y se colocó en los pies el par de sandalias de cuero crudo. No tenía muchos apuros para ir adonde sabía que algún día, más temprano que tarde, lo llevarían: el Cuartel Central de la Policía stronista. Oliva estaba seguro de que esas tomas de iglesias por parte de jóvenes, auspiciadas o protegidas por él, para exigir la libertad de algunos presos del Movimiento Independiente , terminarían por llevarlo a aquel siniestro sitio.
Desde ese mismo momento en que supo la sentencia a los presos de Curuguaty, Pa’i Oliva se prometió convertir la lucha por la libertad en una causa de rutina pegada a la piel. Como el bastón, como esa sonrisa amable y ese dejo socarrón de viejo que ha vivido tantas historias y que parece ver el horizonte a través de un paredón. Sabía que la verdadera esperanza era esa que se tejía todos los días en ruedo de hollín, cansancio y melancolía.
Ese día de la sentencia, preocupado porque la gente no haga «macanadas», mucho menos recordó Pa’i Oliva cómo lo llevaron en 1969 hasta el Cuartel Central de la Policía. Cuando aquella vez llegó la orden superior de ser expulsado del país, en la antesala a la oficina de Alcibíades Brítez Borges , se empacó como mula, como caballo salvaje, como animal extenuado. Lo llevaron a rastras y en andas hasta ubicarlo en la camioneta con tres policías atrás resguardando «la mercadería». Luego lo arrastraron hasta ubicarlo en aquella lancha en la que lo hicieron cruzar el río Paraguay. Con su bolso de cuero y los papeles sobre derechos humanos como «evidencias plenas de su crimen», lo dejaron en Clorinda, Argentina . Este episodio, por el cual él no dudó en volver a Paraguay a la caída del dictador Alfredo Stroessner, ya casi formaba parte del olvido en un presente en el que todo se veía como una serie de innumerables capítulos del oprobio y la miseria. En él, a sus noventa años, todo es presente. Al momento de realizar esta entrevista, Oliva preparaba, junto con Gladis Ficher , el encuentro general con todos los que alguna vez participaron del Parlamento Joven, uno de los recordados emprendimientos de este cura que fue expulsado de Paraguay, perseguido en la Argentina, y que en Nicaragua estuviera muy cerca de la revolución».
Artículo publicado en el digital paraguayo E´a
Foto de portada: Ejerciendo el periodismo, una de sus batallas esenciales en el país
Foto inferior: Con la reina Letizia de España durante su visita en noviembre de 2021, en una de sus últimas actividades públicas
Artículo relacionado:
Pa’i Oliva o la opción por los pobres
La noticia en audio (voz: Salvatrice Sfilio)