Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte VI
19 junio, 2019
category: FORO DEBATE
Dos colaboradores de América XXI recorrieron Irán en pleno recrudecimiento de las provocaciones de Estados Unidos con amenazas militares y bloqueos económicos.
El fotoreportero Matías Quirno Costa y el profesor de Ciencias de la Educación Claudio D’Innocenzo llegaron a Teherán para describir en primera persona la vida cotidiana de esta nación islámica con más de 80 millones de habitantes.
Pueblos, ciudades, desiertos, retratados en textos, fotografías y videos que ambos profesionales argentinos decidieron compartir con los seguidores de América XXI.
DE YAZD A KUPAYEH
Como otras ciudades, Yazd, en el centro de Irán, muestra amplias avenidas arboladas, de las que surgen a ambos lados pequeñas calles de otros tiempos, algunas techadas como si fueran túneles y otras a cielo abierto. Si bien están cubiertas de pavimento, no tienen veredas. Sus recorridos son sinuosos y las construcciones parecen tener ganas de contar historias de muchos años transcurridos. Cañerías y cables exteriores dan cuenta de los servicios que poseen, agregados a estas viviendas antiguas.
El hotel se encuentra entrando por una de esas viviendas, de puertas angostas. Pensé que era pequeño pero al recorrer el interior comprendí que estaba equivocado. Amplios patios, cubiertos hoy, cuyas fuentes delatan un pasado a cielo abierto. Corredores y escaleras laberínticos, una terraza con bar en la parte superior. Las habitaciones circundando el patio central, asombran por su belleza y buen cuidado. La vivienda delata haber sido lo que nosotros llamamos un palacio.
Frente al hotel, cruzando con unos pocos pasos, un restaurant presenta las mismas características. De afuera las paredes revocadas prolijamente con adobe, por dentro deslumbra con un medido lujo. El calor del mediodía nos obliga a quedarnos en las habitaciones, protegidos del sol y aplacados con el aire acondicionado.
En las últimas horas de la tarde, salimos. Recorremos el bazar, costumbre que hemos adquirido en estos días, y cenamos en la terraza de un restaurant que daba a la plaza principal. En lugar de mesas y sillas, una especie de gran sillón, muy amplio en su superficie, alfombrado, oficia de ambas cosas.
Es necesario quitarse los zapatos para sentarse con las piernas cruzadas sobre los laterales, donde la parte central hace de mesa. Cenamos mientras observábamos el movimiento en la plaza. Hay una muestra fotográfica sobre la guerra, desplegada a un costado de una especie de pequeño mausoleo cuyas placas identificaban unas cuantas tumbas. Del otro lado, un grupo que llevaba adelante sus rezos, guiados por una voz cuyas palabras imposibles de entender para mí, me recordaban las letanías de clásicas ceremonias católicas.
Unos minutos después comienzan a llegar familias que, desplegando sus alfombras, se acomodaban para compartir la cena. Niños y jóvenes se agrupaban ya sea jugando (el fútbol nunca falta) o recorriendo o sentándose a tomar algo en los bares circundantes.
Un rato antes, Scheneider, el joven encargado del hotel, nos acompañó a comprar unos ghelyon (pipas de agua o narguile, según el idioma que las nombre) a Josep y a mí. La promesa, que más tarde cumplió, fue enseñarnos a armalas y usarlas. Esa amabilidad y acompañamiento lo sentimos no sólo con él sino con cada uno a quienes les consultamos algo.
Y mientras mi vista recorría a los distintos grupos que interactuaban, comían, rezaban, jugaban o conversaban, mis pensamientos iban una y otra vez a las palabras que me dispensó otro joven: «la guerra es mala para todos…» No pude evitar imaginar qué ocurriría si en ese momento cayese una bomba en esa plaza…con la fuente, con los monumentos, con nuestros cuerpos… La vuelta al hotel se completó con el armado y puesta en acción del ghelyon. Se comparte, un rato cada uno, mientras el carbón encendido transmite su calor… a un bebedor de mate como yo, la similitud le agrada.
A la mañana siguiente , el trayecto a Kupayeh lo realizamos por autopistas, como casi todo el derrotero que venimos haciendo. Nos conduce Ramón, en un feliz reencuentro con quien nos recibió al llegar a Teherán.
Pasamos por Meybod, nos detenemos. Ciudadela de Narin Qal’ Eh. Numerosos desniveles a diferencia de otras ciudadelas donde hemos estado. Escaleras que nos invitan a subir y acceder a las terrazas abovedadas de ladrillos de adobe, todo cubierto con revoque del mismo material, adornadas con cuantiosas canaletas.
El lugar nos permite pasear la mirada entremezclando la ciudad vieja y la nueva, acordonadas por las cadenas montañosas que la protegen en un amoroso abrazo. Como siempre, se destacan los minaretes que acompañan las enormes cúpulas de las mezquitas y el sistema de refrigeración de estos lugares. Se trata de pequeñas torres con entradas a los cuatro vientos que los captan para introducirlos en las construcciones y por unos canales al interior, para distribuirlos y así disminuir la temperatura interior.
Pequeños espacios alrededor con un verde de sembrados o árboles rodean esta ciudadela, contrastando con el ocre de los muros entre los que se encuentran encerrados, refrescando no sólo el ambiente, también nuestra vista.
Ramón nos espera, el viaje continúa…
Gentileza para América XXI: Textos: Claudio D’Innocenzo; Fotos: Matías Quirno Costa
Notas relacionadas:
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte I
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte II
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte III
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte IV
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte V
IRÁN – Crónicas de un viaje por el Eje del Mal (video I)
IRÁN – Crónicas de un viaje por el Eje del Mal (video II)
IRÁN – Crónicas de un viaje por el Eje del Mal (video III)