Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte III
Dos colaboradores de América XXI recorren Irán en pleno recrudecimiento de las provocaciones de Estados Unidos con amenazas militares y bloqueos económicos.
El fotoreportero Matías Quirno Costa y el profesor de Ciencias de la Educación Claudio D’Innocenzo llegan a Teherán para describir en primera persona la vida cotidiana de esta nación islámica con más de 80 millones de habitantes.
Pueblos, ciudades y desiertos retratados en textos, fotografías y videos que ambos profesionales argentinos deciden compartir con los lectores de América XXI.
Mehra, el joven chofer-guía, maneja el inglés con acento persa o farsi y eso nos permite entendernos un poco mejor. Arbustos de flores amarillas por la autopista traen a mi mente las retamas de la zona cordillerana del sur de Argentina en la que viví tantos años.
Entre pueblo y pueblo cruzamos zonas desérticas. Lo imaginado es el Sahara, pero no es ese tipo de desierto. El paisaje es más bien arcilloso y pedregoso. No bien nos acercamos a las zonas pobladas se ve la lucha por el verde. Y entonces nos encontramos con veredas arboladas y zanjones para drenar el agua de lluvia. Pero aquí es donde han plantado los árboles que otorgan esa sombra protectora de un sol poderoso sobre nosotros. Los pinos y las sendas para bicicletas atraen mi mirada como si fueran algo extraordinario. ¿Otra vez me traicionan los prejuicios, muy a mi pesar?
Estamos en Mahan. Podríamos decir una ciudad pequeña o un pueblo. Nuestro guía nos cuenta que MAHAN significa luna. Nos invita a bajar y recorrer esos espacios que se podrían denominar plaza-jardines donde hay un museo en el que –cuenta- el primer Imán comenzó a desarrollar los elementos religiosos de este pueblo. La construcción va mostrando sus formas y de a poco las voy comprendiendo.
Se accede a un gran jardín con una fuente central, flores y árboles o arbustos y galerías que lo rodean con puertas para acceder a distintas estancias. Al fondo, la mezquita como sitio de oración, simple, casi sin ornamentación, alfombrada. La entrada suele tener unas torres a los costados de la cúpula y las bóvedas adornadas con coloridas moharras (pequeños mosaicos de colores empotrados) como así también las paredes. En algunos casos en lugar de moharras hay mucarnas, decoraciones en relieve.
Atravesando las puertas, siempre amplias, se ingresa a una parte central y a unos corredores que permiten rodearla por los costados. Se accede a nuevos espacios, más pequeños que la parte central pero con una distribución similar, conectados con aquella a través de arcos. Nos descalzamos para entrar y cobra sentido uno de los usos de las alfombras que tanto hemos visto en los bazares. Estamos en un lugar religioso. Al salir del sitio de rezo, una de las puertas de las galerías es la entrada al museo. Armaduras, elementos antiguos de uso cotidiano, libros, dan una idea de viejos tiempos.
Salimos para continuar este viaje en el tiempo y el espacio. Una sorpresa más nos esperaba. En las afueras nos detuvimos ante una construcción nada especial, nos acercamos a unas escaleras cavadas en la tierra y la entrada a un túnel descendente. Con cuidado de no golpearnos la cabeza, bajamos en la semioscuridad para encontrarnos con un río subterráneo y túneles que se abrían en varios sentidos siguiendo su curso, que desembocaban en pozos cavados desde arriba. Hace 150 años, por orden de Farmon o Farma (me cuesta escribir correctamente los nombres) comenzó la búsqueda de agua cavando diferentes pozos. Al encontrar este río subterráneo, siguieron cavando buscando su curso y luego orientaron el agua hacia la ciudad con un caudal de 30 litros por minuto. Fascinante.
RAYEN y BAM
Mientras viajábamos hacia Rayen nos animamos a preguntar sobre la vida cotidiana en Irán. Los iraníes pueden viajar a otros países; el Ramadán (no ingresar nada al cuerpo hasta el anochecer) dura un mes aunque algunos lo cumplen y otros no. En general, las tradiciones pesan más de acuerdo a la edad. Como en cualquier sociedad, son los más jóvenes quienes llevan los cambios adelante.
La otra cuestión sobre la que preguntamos (seremos repetitivos a lo largo de este viaje) es sobre la tensión con Estados Unidos. Mehra se encoge de hombros, sostiene que no puede hacer nada, que llegado el momento verán qué hacer y que mientras tanto seguirá con su vida. El joven no trasmite en absoluto tener ganas de ir a una guerra ni de salir a cortar cabezas de infieles. Dice que le gusta trabajar con turistas.
Vamos primero al sur y luego al este, por autopista la mayor parte del camino. Sobre el final una ruta de mano y contramano nos acerca a nuestro destino. El tendido eléctrico con torres de alta tensión y la tierra yerma recuerda las rutas de Neuquén, en la Patagonia argentina. Un cartel indica que faltan 5 km para llegar y nuevamente comienza a verse el verde. Plantaciones de pinos y cuadros de pistachos, nos dice el guía. Flores coloridas alegran la vista y aparecen nuevamente los canales con árboles. Llaman nuestra atención las viviendas con techos abovedados hechos con ladrillos de adobe. Estos ladrillos secados al sol son los que, luego veremos, conforman el tipo de edificación antiguo en la zona. Como en el noroeste argentino o el altiplano boliviano.
Llegamos al castillo de Rayen, totalmente construido con adobe. Son 900 años de vida. Impresionan sus torres y su color. Pagamos la entrada (todas oscilan entre 150.000 y 200.000 riales, algo así como entre 1 y 1,35 euros. Es una ciudadela amurallada, bien conservada. El ocre como color único inunda el lugar y los sentidos. Pequeñas callejuelas empedradas van guiando nuestros pasos rodeados de muros de ladrillos y revoque de puro adobe. La primera parte corresponde a las viviendas del pueblo, hacia el fondo se encuentran las viviendas de los visitantes importantes y por último las de las autoridades. Éstas son más amplias y lujosas, con espacios de pequeños jardines hoy verdes y cuidados, estancias alrededor con techos abovedados que presentan unas especies de claraboyas que permiten el paso de la luz. Amplias entradas sin puertas. Esta combinación otorga una temperatura agradable frente al calor del día. Podemos recorrer todos los lugares sin restricciones. Desde arriba se observa toda la ciudadela y, a lo lejos, la ciudad actual, en el valle entre montañas. Ese contraste de la historia con el presente permite que la imaginación vea el movimiento en el tiempo y de cerca quienes antiguamente se movían con sus animales dentro de la ciudad. Al levantar la vista, la autopista me trae al presente con una suave caricia.
En el trayecto entre Rayen y Bam aparecieron las palmeras. Mehra nos hizo una atención llevándonos por un camino hacia la sombra protectora de unos árboles linderos a una plantación de pistachos, trabajada por un hombre que nos saludó (como tantos) al pasar. Allí preparó té con galletas para todos. Descansamos del calor un rato y seguimos hacia Bam.
A unos kilómetros de allí la ciudadela de Bam es similar en su construcción pero de un tamaño muy superior. Los carteles de la UNESCO recuerdan que hay patrimonios de la Humanidad que debieran ser intocables. Muchos lugares están cercados por pasarelas de caño que no permiten ingresar ya que están en proceso de reconstrucción tras el terremoto de 2003. Josep, el amigo catalán que integra nuestro pequeño grupo de viajeros, me comenta que espera ver cabezas fantasmales apareciendo detrás de las casas semidestruidas y me genera una extraña sensación.
Me separo del resto, veo una entrada que da a un pasillo recortado por paredes de adobe de un lado y cañas por otro. El pasillo va girando y lo sigo en silencio casi hipnóticamente sin saber dónde me lleva. Sólo se distingue el cielo hasta que detrás de una curva, se termina. Estoy frente a la antigua mezquita del lugar. Me atrae su puerta, subo unos escalones y entro. La oscuridad lentamente se transforma en penumbra y el techo bajo deja paso a la luz solar por una pequeña abertura. Un espacio central da con otro más pequeño que me invita a pasar. Lo hago, camino unos pasos y me detengo en el centro, bajo una tenue luz que ingresa desde arriba. Siento una extraña energía que me recorre. Me asusto un poco y opto por volver sobre mis pasos. Vuelvo a entrar al salón, repito lo hecho unos minutos antes y se repite la sensación de esa extraña energía. Me relajo y me dejo atravesar por imágenes de un pasado que se moviliza dentro de mí. Lentamente salgo de allí, llego a la puerta y al atravesarla choco inesperadamente con Josep. No hay manera de describir el susto al volver a la realidad. De golpe recordé haber sentido una sensación similar cuando estuve en la capilla donde velaron en 1835 al caudillo y militar argentino Facundo Quiroga en una posta de la provincia de Córdoba.
Subiendo por el camino llegamos a la parte rocosa donde se asentaban los aposentos de la guardia militar. Una plaza central con una acústica especial, dice un cartel. La probamos y el eco de nuestras palabras nos envolvió como un manto. Un pequeño lugar elevado mostraba, al costado de un pozo ya seco, desde dónde el oficial daba las órdenes a los soldados. A los costados, las estancias donde debería descansar la tropa. Siguiendo el difícil ascenso por escaleras talladas en la roca, el lugar de las autoridades se encuentra en la cima de la montaña. Desde allí se observa toda la ciudadela. Los fantasmas a los que aludía Josep nos sobrevolaron nuevamente. Respetuosamente, bajamos y nos preparamos para seguir el viaje.
Notas relacionadas:
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte I
Viaje por el Eje del Mal – Animándose a Irán, Parte II
IRÁN – Crónicas de un viaje por el Eje del Mal (video I)
IRÁN – Crónicas de un viaje por el Eje del Mal (video II)
OTRAS FOTOS: Kuhpayeh
Kuhpayeh, ciudad y capital del distrito del mismo nombre, condado de Isfahan. Ubicada en la región centro-sudoeste de Irán. Se trata de una ciudad histórica en la que viven unas 5.000 personas. La palabra «kuhpayeh» significa «pie de la montaña» o «base de la montaña».
Gentileza para América XXI: Textos: Claudio D’Innocenzo; Fotos: Matías Quirno Costa