02 abril, 2018
category: EDICIONES IMPRESAS
Hay un plan internacional en marcha para deslegitimar la elección presidencial del 20 de mayo en Venezuela. Pretende ser el anteúltimo eslabón. El último, en la estrategia para aplastar el proceso regional iniciado con la victoria de Hugo Chávez en 1999, sería detonar la violencia a través de fuerzas mercenarias respaldadas por la Casa Blanca, el Grupo de Lima y varias capitales europeas.
Frente a tal coyuntura y dada la decisión de discontinuar la edición impresa de estas páginas y centrar esfuerzos en su edición digital (ver pág. 7), y más aún por el propósito de poner en pie un semanario de alcance continental, es oportuno poner en discusión el papel de la prensa contestataria en el mundo actual.
América XXI nació en abril de 2003 para defender la Revolución Bolivariana “informándole a América Latina lo que sucede en Venezuela y a Venezuela lo que sucede en América Latina”, sobre la base de un explícito alineamiento con posiciones antimperialistas y anticapitalistas. Lo sigue haciendo.
Tras la muerte de Chávez América XXI respaldó al presidente Nicolás Maduro y la dirección político-militar que lo acompaña. Lo sigue haciendo. No ignora la quinta columna que traba y socava su poder. Y no siempre estuvo ni está de acuerdo con cada medida adoptada en Miraflores, la Casa Amarilla o el Ministerio de Economía. Esto era así incluso cuando gobernaba el comandante y amigo Hugo Chávez, motor decisivo para la aparición y permanencia de esta revista (dicho sea de paso, dotado de un espíritu democrático como para considerar normales las disidencias expuestas en estas páginas, a menudo de calibre mayor). Con todo, nunca América XXI tuvo el propósito de exigir líneas de acción a una dirección revolucionaria para que tomase tal o cual medida, en tal o cual ritmo, para la transición al socialismo. Mucho menos la altanera y frívola intención (hija de la cobardía, podría decirse), de influenciar a los hombres y mujeres responsables de la dirección de este singularísimo proyecto emancipador.
Ante todo, porque América XXI fue concebida y dirigida como plasmación periodística mensual de un amplio frente único antimperialista. También por la certeza de que es imposible el socialismo en un solo país. Expandir al máximo posible la conciencia de que el capitalismo no puede reformarse, que es imprescindible su abolición y la edificación de otro sistema social, es la tarea primordial de un proyecto de transición y de los medios comprometidos con tal propósito. Impulsar la organización de fuerzas antimperialistas y anticapitalistas a escala internacional es otro objetivo, inseparable del anterior. Es lo que hizo Chávez. América XXI lo acompañó.
Idéntico criterio primó en relación con el presidente Maduro, contra quien se lanzan hoy injurias y acusaciones de todo tipo. Quienes lo hacen, incluso señalando falencias o errores reales, incurren en un análisis subjetivista, metafísico, de la situación venezolana y se abstraen de la historia y la realidad mundiales.
Esta es una época determinada en última instancia por la agonía del capitalismo mundial y la ausencia de una dirección con la fuerza suficiente para levantar ante el mundo la bandera del socialismo. La teoría científica de la transformación social lleva casi un siglo de constante caída, con apenas destellos de continuidad y superación. Con el imperialismo a la carga y las izquierdas confundidas, degradadas y dispersas como nunca antes, un mínimo de sensatez y buena lógica concluye en que el reflejo de esa debacle en Venezuela y los países del Alba tiene carácter de necesidad histórica. En mayor o menor medida, según las características de cada proceso y las circunstancias concretas, ese acervo negativo de alcance mundial ha de manifestarse en cualquier proceso de transformación social.
Sólo el pensamiento idealista supone que un pueblo movilizado tras una vanguardia nacida en el marco de la crisis mundial del pensamiento y la acción revolucionarios puede eludir las trampas del pragmatismo, el voluntarismo y otras tantas desviaciones predominantes en las izquierdas a escala planetaria.
Críticos que en diferentes latitudes tienen como toda estrategia la obtención de una banca parlamentaria y, en sus momentos de ocio denuestan a quienes están en primera línea del combate, no pueden ser un modelo a seguir. Tampoco la adhesión a tal o cual persona, por confianza en ella. La única brújula posible es el programa de acción y la consecuencia, en las circunstancias dadas, con los objetivos proclamados.
Venezuela en la encrucijada
Hoy Venezuela atraviesa una situación dramática. En buena medida es el resultado de la tenaza imperialista y sus aliados en la región, eficientemente acompañada por gobiernos considerados “progresistas”, los cuales obraron eficientemente contra la revolución. Por ceguera, cobardía o pertenencia a fracciones de la burguesía.
Esa guerra económica ha tenido efectos devastadores sobre la vida de la población en general, pero también –acaso en primer lugar– sobre la conciencia y conducta de buena parte del conjunto dirigente político-militar. Una mayoría probada de la población mantiene el apoyo a la transición socialista y a la dirigencia que se esfuerza por llevarla adelante. Pero el cerrojo económico y la muerte de Chávez aceleraron la aparición y desarrollo de fuerzas centrífugas, lo cual repercute a su vez en mayor desconcierto para franjas de la sociedad alineadas con la Revolución.
Sólo hay un camino para vencer la guerra económica, timoneada por Washington y aplicada por la burguesía local: acelerar al máximo en la transición al socialismo. Ocurre que no todos lo entienden así. Y no faltan quienes están francamente en contra de tal perspectiva. Esto debilitó la unidad interna y creó una relación de fuerzas en cuadros altos y medios que vino a combinarse con la existente en el plano regional y mundial, para menguar la capacidad de acción de la dirección revolucionaria socialista.
En abstracto no es desacertado decir que la situación actual tiene su base en los errores, omisiones y desviaciones del gobierno y el Partido Socialista Unido de Venezuela. Pero… ¿de dónde provienen esos errores, omisiones y desviaciones? De nada vale el gesto profesoral frente a una crisis si no se asume aquella relación de fuerzas, el trasfondo histórico mundial antes señalado y, en la base, la realidad de una economía atrasada, dependiente, profundamente deformada por el capitalismo rentista y semicolonial.
Proliferan por estos días voces denunciando que la economía desquiciada y la incertidumbre social fueron objetivos conscientes de Maduro para acabar con la Revolución. Con tal interpretación se llega incluso al extremo de llamar a un golpe de Estado para derrocarlo. Nadie en las filas de tales disidentes ha presentado el programa, la estrategia y la organización necesaria para remontar la crisis. Sólo una incalificable irresponsabilidad o la aviesa intención de provocar un retroceso mortal de la Revolución Bolivariana pueden explicar semejante conducta.
Está en juego la transición al socialismo. Y el tremendo impacto negativo que –en la hipótesis negada de una derrota– tendría sobre toda América Latina. Las disidencias sin programa, estrategia y propuesta organizativa van objetivamente en favor de una derrota profunda de la transición anticapitalista, por muy correctas que sean algunas de sus críticas.
Mantener la unidad de las amplias masas, gobierno, Partido y Fuerza Armada, es un objetivo primordial para afrontar lo que viene. El cerco internacional se ha cerrado y una franja hegemónica de las burguesías regionales se encolumna tras el Departamento de Estado en el propósito de derrocar a Maduro y acabar con el ejemplo bolivariano. Aunque la firmeza del gobierno venezolano y el amplio respaldo popular y militar con que cuenta hacen vacilar a los promotores de la violencia injerencista, no es improbable que en las próximas semanas o meses la contrarrevolución, a la cabeza de la alianza variopinta de los enemigos de Maduro, se lance a la aventura golpista.
Por el momento, recrudece la campaña de calumnias, desinformación y guerra económica en la esperanza de que las penurias de la población, prolongadas ahora por la postergación de las elecciones hasta el 20 de mayo, lleven a la población a un voto en favor de la oposición burguesa.
Sin embargo los vientos están cambiando y las coyunturales relaciones de fuerzas continentales pueden ser revertidas. El grupo de Lima ha quedado en ridículo con la renuncia de quien se autodenominó perrito faldero de Washington. En México hay chance de que pierdan los partidos tradicionales y sea elegido Andrés Manuel López Obrador, un hombre que sin estar por fuera y contra del poder establecido, asegura defender el petróleo, el fin de los crímenes de Estado y la decencia administrativa, con lo cual expresa la rebeldía sorda del ciudadano común. En Colombia, si bien lo más probable a esta altura no es un triunfo de Gustavo Petro, en representación de un amplio espectro opositor, sí parece posible que en la hipótesis hasta ahora dominante, el triunfo de Iván Duque, este representante de la ultraderecha quede arrinconado frente a una paridad de votos sobre la base de una enorme abstención, lo cual le impediría gobernar de manera estable para sus mandantes de la oligarquía tradicional colombiana. A esto se suma la debilidad extrema del presidente usurpador Michel Temer en Brasil. Luiz Inacio da Silva, del Partido dos Trabalhadores, primero a distancia para las presidenciales, según todas las encuestas, está impedido de participar como candidato. Queda ratificado: Brasil no recuperará el equilibrio por mucho tiempo. Con medio cuerpo hundido en la ciénaga económica, Mauricio Macri pasaría entonces a ser un presidente aislado. El amplio burgués-sindical que lo sostiene tal vez pueda mantenerlo en el poder e incluso permitirle ganar las presidenciales de 2019. Pero no podrá ser el alfil de la Casa Blanca para frenar a Venezuela y América Latina.
Es la hora para un salto del Alba. Consecuente con su labor de 15 años, para defender en esta difícil coyuntura al gobierno de la Revolución Bolivariana América XXI continuará bregando por un Frente Único Antimperialista continental. Ésta es una instancia organizativa imprescindible, que puede articularse ya mismo. El activo militante latinoamericano no puede estar ausente en la tarea decisiva de enfrentar la embestida contrarrevolucionaria regional.