Un mundo amenazado por la guerra
15 noviembre, 2016
category: EDICIONES IMPRESAS
El imperialismo impone una dinámica de alto riesgo para la humanidad
Distintos conflictos regionales podrían desencadenar una conflagración mundial. Estados Unidos y Rusia se apuntan armas nucleares y otros países cruzan líneas rojas. Alarma internacional.
Es sabido que el saneamiento de una economía mundial empantanada y con riesgos múltiples de estallidos sólo puede realizarse efectivamente mediante la destrucción de la mercancía excedente creada por la lógica irracional del sistema. En todos los rubros se produce más de lo que se puede vender rentablemente para el capital. La única salvación es la destrucción masiva de esa sobreproducción irrefrenable. Eso es la guerra. Semejante paliativo está presente en todas las latitudes. Sólo que cualquiera de los conflictos regionales a la vista puede escalar sin aviso hacia la utilización de armas atómicas.
Aludir a una nueva guerra mundial y al riesgo de conflagración nuclear puede parecer exagerado o sensacionalista. Infortunadamente, no lo es. El riesgo de una tercera gran guerra y de ataques con armas nucleares es real y el miedo que eso genera es fundado y lógico. Cada vez son más los presidentes y altos funcionarios que alertan sobre la posibilidad de que las actuales tensiones internacionales deriven en trágicos enfrentamientos a gran escala.
El epicentro de esa preocupación es el quiebre de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia, motivado principalmente por el choque de ambos países en Siria. Moscú intervino militarmente en el país hace poco más de un año y frenó los planes de Washington. Allí están involucrados actores de gran peso regional como Irán, Turquía, Israel y Arabia Saudí, que hace tiempo preparan sus fuerzas armadas para eventuales guerras.
Las dos grandes potencias nucleares también entraron en tensión por el despliegue de tropas y armamento de la Otan en Europa del Este y la crisis de Ucrania, mientras en las costas asiáticas del Pacífico aumentan las provocaciones militares entre China y el eje Estados Unidos-Japón. Muy cerca de allí, Washington aprovecha las amenazas nucleares entre las dos Coreas para instalar armamento pesado a escasos kilómetros de Rusia y China, que responden fortaleciendo sus relaciones bilaterales en materia económica, política y militar.
En el sur de Asia es preocupante el panorama entre India y Pakistán, dos países nucleares que volvieron a encender sus disputas en torno al territorio de Cachemira, que provocó las guerras de 1947, 1965 y 1999. El gobierno de India sostiene que el país vecino adoptó el terrorismo como política de Estado, mientras que Pakistán denuncia que hay un genocidio en la región de Cachemira bajo control indio y que Nueva Delhi auspicia actos terroristas en su territorio. Pequeños enfrentamientos en la zona fronteriza son recurrentes entre las fuerzas armadas de ambos países y el 18 de septiembre un comando terrorista provocó la muerte de 19 soldados en una base militar india.
Hay más. Después de dos años de guerra en Yemen, bloqueo económico y bombardeos indiscriminados encabezados por Arabia Saudí, el país sufre una catástrofe humanitaria silenciada. Estados Unidos realizó en octubre su primer ataque militar directo contra milicias rebeldes apoyadas por Irán en Yemen. Teherán respondió con el envío de dos buques militares a las costas de ese país.
La lista puede seguir con Irak, Libia y otros conflictos de África y Oriente Medio. Pero lo que está detrás es la probabilidad de estallido de una nueva guerra mundial e incluso nuclear, con Rusia y Estados Unidos como principales rivales. “Es una ilusión pensar que se trata de la antigua Guerra Fría. La época actual es diferente, más peligrosa”, advirtió el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania. El propio Papa Francisco opina que la tercera guerra mundial ya comenzó, aunque de manera fragmentada.
No es sólo un juego de palabras y amenazas verbales. Rusia ya prepara psicológicamente a su población ante eventuales escenarios de guerra. La construcción de refugios antinucleares en Moscú para albergar hasta 12 millones de personas es difundida por la prensa y los “ejercicios de defensa civil” involucraron a millones de personas en simulacros de evacuaciones de edificios. En el plano exterior, el ministro de Defensa ruso anunció que el país desarrollará activamente sus bases militares en Kirguistán, Tayikistán, Armenia y Siria, a la vez que se especula con la reapertura de las bases de Cuba y Vietnam.
En Washington, “la amenaza de Rusia” se convirtió en un tema central durante los debates de campaña y la hipótesis de una guerra crece a paso acelerado.
Siria: un conflicto que ya es mundial
Luego de más de cinco años de guerra Siria se transformó en el punto más caliente del planeta. Allí está el mayor riesgo de desencadenamiento de una guerra regional o mundial, con Rusia, Estados Unidos y los principales países de Medio Oriente interviniendo.
Los últimos acontecimientos políticos y militares (ver Batallas estratégicas…) hicieron que Moscú decidiera quedarse hasta nuevo aviso en Siria y reforzara su capacidad militar. El gobierno de Putin envió a su base naval del puerto sirio de Tartus baterías antiaéreas S-300 y S-400, considerados los sistemas de defensa con misiles más modernos disponibles en el mundo. Están destinados a una eventual defensa de ataques de la Marina y de aviones estadounidenses, turcos o de otros países de la Otan, con un alcance de hasta 200 kilómetros. La Armada de Rusia en el mar Mediterráneo también está muy bien equipada, con misiles de crucero y el apoyo de aviones de control con capacidad para ampliar lo suficiente su campo de observación sobre la región.
A mediados de octubre el Parlamento ruso ratificó el acuerdo con Siria para mantener de manera permanente el despliegue de la Fuerza Aérea en el país. Utilizará la base aérea de Hmeimim, en la provincia noroccidental de Latakia, que actualmente alberga cerca de cuatro mil militares y 16 aviones de combate que realizan entre 40 y 50 vuelos diarios. Rusia también anunció que sus instalaciones para abastecimiento en el puerto de Tartus se transformarán en base naval permanente. Hacia allí viajaron tres corbetas equipadas con misiles de crucero que se sumarán a la flota rusa anclada en el Mediterráneo.
El anuncio de la ruptura del diálogo con Moscú por parte del Departamento de Estado el 3 de octubre, y las especulaciones posteriores sobre posibles ataques aéreos de Washington contra las tropas del ejército sirio en el marco de un supuesto “plan B”, elevaron el riesgo de enfrentamiento entra las dos máximas potencias militares.
A mediados de octubre al Assad aseguró en entrevista al diario ruso Komsomólskaya Pravda que “se siente en el aire el olor a guerra, pero esto aún no es un enfrentamiento directo, aunque tiene elementos terroristas, políticos y militares”. Denunció además que para Washington la “guerra fría” nunca acabó y que Siria es uno de los escenarios más importantes de ese proceso.
Un rival suyo, el viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus, abonó la misma tesis: “Si esta guerra subsidiaria continúa (…) Estados Unidos y Rusia llegarán a la guerra”. El funcionario advirtió que el mundo está “al borde de una gran guerra regional o global” y calificó a al Assad como un “peón” de las disputas entre las dos grandes potencias.
La Otan en Europa del Este
Cerca de la frontera occidental de Rusia el Pentágono estadounidense avanza a paso firme en la instalación de bases de la Otan. Países como Rumania, Polonia, Bulgaria y los estados bálticos de Letonia, Estonia y Lituania son utilizados para aumentar las amenazas militares sobre el país presidido por Vladimir Putin.
Desde Moscú aseguran que el despliegue de tropas de la Otan cerca de sus fronteras es el mayor desde la invasión nazi de 1941 y va en aumento en tierra, mar y aire. Por eso el gobierno responde con medidas análogas desde su territorio. La última de ellas fue la confirmación en octubre del traslado de sistemas de misiles Iskander hacia Kaliningrado, territorio ruso ubicado en el mar Báltico, donde hay una brigada naval, con decenas de buques de guerra y submarinos, y dos brigadas aéreas. El sistema Iskander-M tiene hasta 700 kilómetros de alcance, por lo que puede llegar hasta la capital de Alemania.
“La capacidades militares de Rusia y la Otan se aproximan a la paridad como en los tiempos de la guerra fría”, opinó el comandante de las fuerzas de defensa de Noruega, Haakon Bruun-Hanssen. En Europa vuelve a sentirse aquel clima de alta tensión con Moscú, especialmente desde el estallido del golpe de Estado en Ucrania en 2014 y la decisión del territorio ucraniano de Crimea de incorporarse a Rusia.
El Ministerio de Defensa ruso anunció en agosto el despliegue del sistema de defensa antimisles S-400 en Crimea –también instalado en Siria– y llevó a cabo ejercicios militares de simulación con armas de destrucción masiva. Dicha tecnología militar tiene capacidad de hacer seguimiento de 300 objetivos y derribar simultáneamente 36 de ellos en un amplio radio de alcance.
Seis meses antes Estados Unidos había decidido cuadriplicar su presupuesto militar para el centro y este de Europa, en el marco del programa denominado Iniciativa Europea de Confrontación, que pasó de 800 a 3.400 millones de dólares en un año y comenzó en 2014. El nuevo presupuesto ya se utiliza desde octubre para emplazar más tropas y vehículos de combate en el continente. Mientras tanto, continúa la activación del escudo antimisiles de la Otan en el este europeo. En mayo fue inaugurada la parte instalada en la base de Deveselu en Rumania y se inició la construcción de otra fase en Polonia, que estará operativa en 2018. El radar interceptor del sistema se ubica en Turquía y el centro de mando en Alemania.
Si bien desde la Otan aseguran que el sistema es para defenderse de los misiles balísticos de largo alcance que poseen Irán y Corea del Norte, es evidente que apunta principalmente a Rusia. El Kremlin argumenta que los sistemas de interceptores de misiles de Rumania y Polonia utilizan el mismo sistema de lanzamiento que usa Estados Unidos para sus misiles de crucero Tomahawk, por lo que podrían reconvertirse en armamento ofensivo. También denuncia que desde los radares del escudo se podrá monitorear permanentemente una gran parte del espacio aéreo ruso y socavan su capacidad de usar aviones de combate y misiles tácticos en conflictos a menor escala.
Aunque Estados Unidos había prometido no expandir la Otan hacia el Este luego de que la Unión Soviética se retirara de Alemania oriental, ahora sus bases militares están en la frontera rusa y podrían incluir a Ucrania, en acuerdo con el gobierno de Kiev. Tras más de dos años de crisis política, el gobierno central del país sigue en guerra con las autoproclamadas repúblicas autónomas de Donetsk y Lugansk, regiones pobladas mayormente por rusos, en el marco de un conflicto armado que provocó cerca de 10 mil muertes según datos de la ONU.
Aguas calientes
Otro foco de grandes tensiones está en las costas chinas del océano Pacífico. Alrededor de las disputas por territorios marítimos en el sureste asiático fueron escalando las amenazas militares entre China por un lado y Estados Unidos y Japón por el otro.
Una de las principales políticas del gobierno de Barack Obama ha sido la de intentar desplegar una estrategia de contención económica y militar de China en Asia oriental. Tal objetivo se expresó en dos frentes: la promoción del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership, TPP) firmado en febrero por 12 países (siete de Asia y Oceanía) y el aumento de la presencia militar en las cercanías de las costas chinas, incluyendo patrullajes y entrenamientos de guerra. Para justificar un mayor despliegue naval de sus fuerzas armadas, Washington impulsó y apoyó reclamos de soberanía marítima de Filipinas, Vietnam, Japón, Malasia, Brunei y Taiwán contra Pekín, que controla la mayor parte de del llamado mar del Sur de China.
El 12 de julio la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya falló contra las pretensiones territoriales chinas en esas aguas, tras acusar a Pekín de violar derechos soberanos de Filipinas en su zona económica exclusiva mediante la construcción de islas artificiales. Pero el gobierno de Xi Jinping desconoció el dictamen, a la vez que aumentó significativamente la militarización en ese mar y el de China oriental, donde está en conflicto con Japón.
Frente a los reclamos marítimos, impulsados por la tentación de descubrir yacimientos hidrocarburíferos en aguas profundas, Pekín apuesta a las relaciones bilaterales como mecanismo para alcanzar acuerdos, mientras que Estados Unidos y Japón buscan que los países afectados formen un bloque contra China.
Con la asunción del nuevo presidente filipino el 30 de junio, Rodrigo Duterte, Washington parece haber perdido influencia en la política de ese país. Filipinas decidió en octubre suspender maniobras militares conjuntas previstas en el mar del sur de China con Estados Unidos. Luego visitó durante cuatro días Pekín y aseguró: “Sólo China pueda ayudarnos”. Un mes antes, Duterte había insultado públicamente a Obama, que se vio obligado a cancelar la reunión bilateral prevista entre ambos en el marco de la cumbre del G-20.
El clima general de la región sigue subiendo de temperatura. Japón decidió aumentar su presencia militar naval en las aguas que se disputa con China y su ministro de Defensa declaró en Washington que su país podría realizar ejercicios navales con la Armada estadounidense incluso en el mar del sur de China, donde no hay disputas de soberanía entre ambos países. El ministerio de Defensa chino respondió que Tokio “está jugando con fuego” y que su país “no permanecerá de brazos cruzados” si los japoneses piensan “patrullar o realizar entrenamientos en las aguas administradas por China”. Para colmo, en septiembre Rusia y China celebraron sus primeros ejercicios navales conjuntos en el mar del Sur del China y dieron otro paso más en la consolidación de una alianza estratégica.
Otra vez Corea
Al norte de estas costas, la península de Corea vuelve a estar al borde de una guerra que, en caso de comenzar, seguramente incluiría el uso de armas nucleares y tendría un efecto mucho más devastador que la que tuvo lugar en 1950-51. Las amenazas entre ambos países traspasan todos los límites y Estados Unidos aprovecha para aumentar su presencia y poderío militar en Corea del Sur, a escasa distancia de sus dos máximos oponentes: Rusia y China, que tienen frontera con Corea del Norte.
El régimen norcoreano de Kim Jong-un advirtió a Washington que está preparado para atacarlo con armamento nuclear. En entrevista con el canal de televisión estadounidense NBC, el director del Instituto de Estudios de América de la Cancillería de Corea del Norte, Lee Yong Pil, lanzó una amenaza directa el 17 de octubre: “Si vemos que Estados Unidos está dispuesto a atacarnos, nosotros lo haremos primero. Tenemos la tecnología”, señaló. El funcionario aseguró que Washington tiene armas nucleares apuntando a su país y que el gobierno norcoreano no dará “ningún paso atrás si existe una amenaza”. “Un ataque nuclear preventivo no es monopolio de Estados Unidos”, advirtió ante la audiencia de ese país.
Ese mismo día Seúl y Washington habían concluido seis días de maniobras navales conjuntas en el mar de Japón y el mar Amarillo. Los ejercicios incluyeron ensayos de ataques dirigidos contra los principales dirigentes militares norcoreanos bajo el concepto de “Castigos y Represalias Masivas de Corea”, que implica el lanzamiento de misiles desde barcos y submarinos también de forma “preventiva” en caso de detectar la “inminencia de un ataque nuclear”. En marzo Estados Unidos y Corea del Sur habían llevado adelante las mayores maniobras militares conjuntas desde 1976, con la activación de 300 mil tropas surcoreanas y 17 mil estadounidenses, que incluyeron portaaviones y submarinos nucleares.
El pánico aumentó cuando el 9 de septiembre Corea del Norte realizó su quinta y mayor prueba nuclear exitosa desde que se autoproclamó “potencia nuclear” en 2005. Las anteriores se habían registrado en 2006, 2009, 2013 y en enero de este año. Si bien todas culminaron con la aprobación de sanciones internacionales contra el país, no detuvieron los planes militares del régimen, que además continuó con los ensayos de lanzamiento de misiles balísticos, también prohibidos por el Consejo de Seguridad de la ONU. Todas estas actividades se hacen “en defensa frente a la amenaza estadounidense”, según explican los funcionarios norcoreanos.
Luego del ensayo nuclear, la respuesta de Corea del Sur no se hizo esperar. “Cada distrito de Pyongyang (capital norcoreana), en particular aquellos en que podrían esconderse los líderes norcoreanos, serán destruidos por completo con misiles balísticos y proyectiles de alto poder explosivo en cuanto el Norte muestre algún signo de utilizar un arma nuclear. En otras palabras, la capital norcoreana será reducida a cenizas y borrada del mapa”, amenazó un miembro del Ejército, citado por la agencia de noticias estatal Yonhap. A su vez, desde Corea del Norte afirmaron que la situación en la península coreana es “incontrolable e irreversible” y respondieron que “las ojivas nucleares del Ejército Popular de Corea convertirán a Seúl en cenizas como forma de castigo”.
Carrera armamentista sin límite
En aprovechamiento de las hostilidades que ponen a la península de Corea al borde de una catástrofe nuclear, Estados Unidos terminó de acordar con el gobierno surcoreano el despliegue del sistema Defensa Terminal de Área a Gran Altura (Thaad, por sus siglas en inglés), que estará operativo el año que viene y encendió las alarmas en Pekín y Moscú. El sistema está diseñado para detectar e interceptar misiles balísticos y ambos países denuncian que su verdadera función no es apuntar a Corea del Norte, sino monitorear sus defensas y aumentar la expansión militar estadounidense en Asia.
Putin y Xi Jinping anunciaron en respuesta que crearán conjuntamente un “escudo antiaéreo” y en 2017 llevarán a cabo una segunda rueda de ejercicios militares conjuntos en materia de defensa antimisiles. La cooperación militar ruso-china alcanza niveles sin precedentes en la historia de sus relaciones bilaterales, que continúan cimentando una alianza estratégica que enardece a Washington.
Tanto Moscú como Pekín ven que la decisión de establecer un sistema antimisiles cerca de Seúl no está motivada por la amenaza que representa Corea del Norte, sino más bien por la búsqueda de establecer una superioridad militar sobre sus países y reducir su potencial nuclear. La posición es estratégica para Washington y el Thaad tendrá la capacidad de destruir satélites en órbitas bajas, por lo que podrá afectar el libre uso del espacio exterior.
“Según expertos militares rusos, Estados Unidos espera que por contar con este sistema tenga la posibilidad de realizar un ataque nuclear repentino e impune en cualquier parte del mundo, sin excluir Rusia y China”, aseguró el jefe adjunto del Departamento de Operaciones del Estado Mayor ruso, y consideró que se trata de una “amenaza a la estabilidad estratégica mundial”. Los misiles interceptores estadounidenses tienen la capacidad de destruir los aparatos espaciales rusos y chinos.
Ya no queda prácticamente ningún área fuera de alcance en este clima de constantes amenazas de guerra. Obama acusó a Rusia de ataques cibernéticos contra el Partido Demócrata durante la campaña electoral y prometió llevar a cabo una “respuesta proporcional”. El jefe del Estado Mayor del Ejército fue más allá: instó a prepararse para una guerra cibernética y aseguró que “Estados Unidos es capaz de destruir a cualquier enemigo en cualquier lugar y en cualquier momento”.
En julio Rusia anunció que sus nuevos aviones no tripulados tendrán además de velocidades de vuelo supersónico, camuflaje e inteligencia artificial, el armamento electromagnético más avanzado. Moscú ya está probando con éxito armas de “lucha electrónica” que no tienen parangón en el mundo, capaces de neutralizar equipos enemigos con energía dirigida y sin necesidad de usar proyectiles convencionales. “La presión y el chantaje nunca funcionaron contra Rusia y no funcionarán jamás”, advirtió Putin.
América Latina no está al margen de estos escarceos bélicos que plantean la amenaza de súbita escalada hacia una guerra nuclear. Las recientes maniobras misilísiticas de Gran Bretaña en las Islas Malvinas constituyen un sordo pero elocuente aviso de que la Otan también opera en el Atlántico Sur. Sin exageración alguna, el mundo está en pie de guerra.
Batallas estratégicas para el futuro de Siria
En el triángulo que forman las estratégicas ciudades de Mosul (Irak), Alepo (Siria) y Al Raqa (Siria) se define en estos meses el futuro de la guerra en la región. No se trata del final del conflicto, sino de escenarios decisivos para el futuro cercano. Mosul fue hasta ahora bastión militar y financiero de Daesh (Estado Islámico); Al Raqa es “la capital” política y religiosa del autoproclamado califato del Daesh y Alepo es la pieza clave de los grupos que intentan derrocar a Bashar al Assad. Mosul y Al Raqa son al extremismo islámico lo que Alepo es a los grupos armados por Washington contra el gobierno sirio.
En el extremo sur de este triángulo se encuentra Al Raqa, que sigue en poder del Daesh aunque la coalición liderada por Estados Unidos y las milicias kurdas –donde muy probablemente también intervendrá Turquía– rodea progresivamente a los extremistas en esta y otras poblaciones cercanas. La ciudad seguirá el mismo camino que muchas otras cuando se produzca el asalto final contra el último gran bastión de Daesh.
Mosul y Alepo están literalmente bajo las bombas. Ambas intentan ser liberadas desde comienzos de octubre por dos coaliciones internacionales diferentes. La ofensiva sobre Mosul es liderada por Irak y Estados Unidos, acompañados por las milicias kurdas iraquíes, mientras Turquía se considera también con derecho a intervenir (un anticipo de lo que vendrá cuando cada país reclame su porción en “reconocimiento” a su lucha contra el terrorismo). En cambio, la batalla de Alepo es comandada por Rusia, el Ejército sirio y milicias de Hezbollah. Cuando la liberación de Mosul haya acabado, Daesh entrará en su fase de desaparición en territorio iraquí y se concentrará en Siria. Miles de milicianos se transformarán en otras células extremistas o mercenarias y cruzarán la frontera hacia Siria. De la misma manera, cuando caiga Alepo los “rebeldes” que la CIA puso en Siria para ocupar el país habrán quedado desarticulados. Dos caras de la misma moneda acuñada en tiempos sin retorno.
Mosul
Esta importante ciudad iraquí cayó en manos de Estado Islámico a mediados de 2014 y se convirtió en un vértice del reclutamiento masivo de combatientes para la financiación de la ofensiva armada sobre Siria, con la intención de “crear un califato”. El otro vértice del territorio autoproclamado por los yihadistas es la mencionada Al Raqa, que ya había caído en manos del por entonces Estado Islámico de Irak y el Levante en marzo de 2013.
A mediados de octubre pasado Irak y Estados Unidos iniciaron un gran avance hacia Mosul (capital de la provincia de Nínive) que al cabo de algunas semanas habrá expulsado a los grupos extremistas. En sus primeros días se vio un gran poder militar, rápido avance y pocos reparos en la protección del millón y medio de civiles que viven en la ciudad. La ONU alertó sobre el uso de escudos humanos y que el ataque final podrá provocar cerca de un millón de nuevos refugiados.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, socio clave de Estados Unidos en esta guerra y también con relaciones recompuestas con Rusia, pidió participar de esta ofensiva. “Nos dicen que no entremos en Mosul. Pero compartimos con Irak una frontera de 350 kilómetros. ¿Cómo no vamos a entrar? Estamos bajo amenaza”, justificó Erdogan. Dos meses atrás la Otan dio vía libre a Turquía para penetrar en suelo sirio a la caza de kurdos y terroristas con el argumento de que Ankara “está en peligro”. Pero esta vez la alianza atlántica no invitó a Erdogan, socio poco confiable para Washington.
La Comandancia General de las Fuerzas Armadas Sirias denunció que quienes respaldan el terrorismo internacional, “especialmente Estados Unidos y Arabia Saudita”, intentan asegurar que los combatientes de Daesh que abandonan Mosul ingresen a Siria.
Alepo
Ningún escenario en Siria e Irak define mejor la confrontación ruso estadounidense que la batalla de Alepo. Desde que fue invadida por los “rebeldes” sirios en junio de 2012, la provincia y capital del mismo nombre se transformaron en el escenario más importante de la ofensiva contra Bashar al Assad. Allí intervienen numerosos grupos mercenarios y también sectores de Daesh, Al Qaeda y otras facciones yihadistas. Hasta esta región también llegaron las milicias kurdas sirias para combatir contra las organizaciones terroristas con apoyo de Estados Unidos. Y también Turquía.
Desde septiembre de 2015 Damasco cuenta con la asistencia de la Fuerza Aérea y la Marina rusas para recuperar totalmente la ciudad con la ayuda de milicias de Hezbollah. La última ofensiva de Siria y Rusia sobre Alepo comenzó el pasado 22 de septiembre, tras el fracaso del alto el fuego negociado un mes antes por Washington y Moscú en Ginebra. En esos días se produjeron hechos significativos, como el ataque “por error” de socios de Estados Unidos a una instalación militar siria que dejó 90 muertos y el bombardeo de un convoy humanitario del que Washington culpó sin pruebas a Moscú.
Veinte días después Rusia aceptó un breve alto el fuego para permitir la salida de civiles y el ingreso de ayuda humanitaria. “El cese del fuego (temporal) es un gesto de buena voluntad con el deseo de que la pausa anunciada pueda ser utilizada para que, por fin, se separe del Frente al Nusra y grupos similares (terroristas) a los otros que son armados, apoyados y equipados por Estados Unidos, países europeos y otros de la región”, aclaró y a la vez denunció el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. En efecto, Rusia acusa a Estados Unidos de boicotear todos los acuerdos de alto el fuego para proteger a los grupos armados que le son funcionales a su estrategia en Siria.