La ofensiva lanzada desde Washington contra Beijing no es inocua para Estados Unidos. Además de los aranceles con los que China responde recíprocamente ante las medidas de la administración Trump, una realidad menos visible va saliendo a la luz.

Según datos privados, las inversiones de origen chino en Estados Unidos disminuyeron en un 88% entre 2016 y 2018, al bajar de 46.500 millones de dólares a 5.400 millones anuales. Así lo divulgó la consultora económica RHODIUM, que monitorea las inversiones chinas en el país.

En el primer cuatrimestre de 2019, el monto total de dichas inversiones fue de 2.800 millones, apenas por encima del año pasado, pero muy por debajo de lo que fueron en los últimos años.

Esta situación golpeó a la economía estadounidense y afectó a sectores tecnológicos, el sector inmobiliario de Manhattan y a las gobernaciones de algunos estados y municipios del país. Por ejemplo, capitales chinos fueron los que más invirtieron en la ciudad de Detroit luego que se declarara oficialmente en bancarrota.

Inversiones chinas permitieron la recuperación del nivel de empleo en varios estados estadounidenses, al reimpulsar actividades agrícolas, energéticas y tecnológicas, entre otras.

Tras décadas de defensa férrea del libre mercado y la apertura comercial internacional, Washington adoptó ahora una postura más hostil en sus relaciones económicas mundiales y China pasó a levantar la bandera del libre comercio y la eliminación de barreras arancelarias.

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