Evo y sus convicciones - Por Adrián Fernández
En un par de meses, el MAS venció con política, movilización, resistencia y votos a una dictadura sangrienta.
24 octubre, 2020
category: FORO DEBATE
Luis Arce y David Choquehuanca gobernarán Bolivia a partir del 8 de noviembre. Los méritos se reparten entre varios actores de esta historia ejemplar, pero vaya este espacio con algunas reflexiones sobre el liderazgo de Evo Morales para vencer, en apenas un par de meses, a una dictadura sangrienta con apoyo de Estados Unidos y la derecha continental.
Para muchos fue incomprensible la forma en que Evo “entregó” el Gobierno a los grupos fascistas. Supimos luego que en el medio hubo amenazas de muerte contra militantes del MAS, dirigentes y funcionarios, sus familiares y sus allegados. “Se fue sin resistir”, acusaban algunos. “Se fue a México y dejó a los suyos bajo las garras de la dictadura”, también se escuchó (que es la tesis que esgrime, ahora lo sabemos, el golpista secretario general de la OEA, Luis Almagro). Apenas sucedido el golpe, campesinos e indígenas le pedían respaldo para la resistencia contra la dictadura. Evo apoyó al comienzo pero luego comprobó que el alineamiento militar y policial con el régimen se mantendría sólido. Las masacres de Senkata y Sacaba fueron la trágica confirmación. Evo pidió parar las muertes que él quiso evitar al firmar su renuncia junto a su fiel compañero Álvaro García Linera, el 10 de noviembre del año pasado.
Desde México denunció al mundo la magnitud del régimen que se instalaba en su país. Cuando llegó a la Argentina, más cerca de su pueblo, amplió su mirada sobre la situación y trazó una hoja de ruta: preservar vidas, presionar internacionalmente para que la dictadura llame a elecciones, desmantelar las mentiras de la OEA sobre fraude, reordenar al MAS, consensuar candidatos y apostar a vencer en las urnas. Pocos podrían haber cumplido semejantes objetivos en apenas unos meses y a la distancia. Y en pandemia.
En Buenos Aires y gracias al explícito respaldo del Gobierno argentino, Evo recibió visitas partidarias, realizó actividades políticas, trabajó en la reconstrucción de su liderazgo, buscó acuerdos con diferentes sectores del MAS, disuadió, discutió y logró imponer su visión; garantizó un binomio potencialmente ganador y diseñó la forma de ganar la calle en paz para presionar por el llamado a elecciones.
¿Quién puede certificar que las cosas fueron sencillas para Evo? Él mismo reconoció que no esperaban el golpe, que confiaron, que fue muy violento, que la primera noche durmió en el piso, que allanaron su casa, que lo buscaban. Testigos de aquellos días revelan un líder golpeado pero aferrado a sus banderas: volveré y seré millones, dijo. Desde el exilio vio cómo mataban a los suyos, cómo los detenían sin acusaciones previas, cómo lo procesaban por terrorismo; lo proscribían y (una vez más) se burlaban de su pueblo. Desde ese mismo exilio lloró la muerte de su hermana, que era como su madre. «Por qué tanto odio, racismo y persecución política que me impiden ver, por última vez, a mi única hermana. Para mí, Esther fue mi madre. La historia juzgará», reflexionó en agosto pasado.
El día de la elección, escribimos en el Boletín Semanal de América XXI: “sólo una marea humana y de votos a favor del MAS tapará cualquier intento de un nuevo golpe dentro del golpe. No parece fácil el objetivo luego de una profunda campaña de desprestigio hacia el MAS, de estigmatización de los movimientos sociales y de persecución de sus líderes. Si bien este escenario no es nuevo para el partido de Evo Morales, la preocupación puede más que la esperanza”.
Cuesta creer, aún una semana después, que la sangrienta dictadura de policías, militares y civiles fascistas, haya sido aplastada por esa avalancha de votos. Contra la violencia, movilización popular. Contra el golpe, una estrategia lo más amplia posible. Contra los traidores, debate interno. Vaya esto último como una enseñanza superior: que haya debate, que no haya traidores. La fortaleza de bolivianas y bolivianos se mantuvo con convicción y sin dudar de quién es el enemigo en la vida de los pueblos. Una vez más, Evo apostó a las urnas para doblegar a la derecha violenta. Seguimos aprendiendo del cocalero del Chapare; de aquel campesino indígena que, una vez más y aún dolido, fue capaz de ver lo que nos costaba tanto entender.
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