Diego nos da otra mano. Hoy, sí. Ahora. Porque al fin y al cabo nos pone el hombro para que lloremos. Y eso es de buena gente. Muchas veces lo vi llorar (creo que fue el primer hombre que vi llorar en mi vida) y siempre me llamó la atención ese don de expresarlo así, en público, con la frente en alto y al que no le guste que mire para otro lado.

Dicen que, muchas veces, cuando uno o una llora, no lo hace por una sola causa sino por tantas angustias como tenga capacidad de acumular sin chistar. Y hasta acá llegamos, sin abrir la boca ni secarnos una puta lágrima en mucho tiempo.

Hasta que Diego este miércoles nos puso el hombro para que larguemos lo acumulado durante un año que no sabemos cuándo termina.

Entonces lloramos por Maradona y, de paso, lloramos por la pandemia, por la distancia, por las ausencias; lloramos por la crisis. Lloramos porque el problema no es el tiempo sino las secuelas que deja a su paso. Lloramos por el dolor de otras y otros; por la guerra y por la violencia; lloramos por el odio y la apatía; por el hambre y por la inmoralidad…

Lloramos y lloramos y si metemos una mano en las entrañas vamos a encontrar más motivos y razones para aceptar la mano que hoy nos da Maradona. Llorá. Lloremos. Lloro. Gracias Diego, estás en todas.