Repasamos algunas anécdotas que se dieron en un centro electoral. (Recopilación de Adrián Fernández).

Historias chavistas en un centro electoral.

La tensión y la felicidad fueron parte de los días en la UBCH (Unidad de Batalla Bolívar y Chávez) de su barrio. Llegó el viernes al Centro Electoral bien temprano, arrastrando el cansancio de los días previos cargados de reuniones partidarias, instructivos de la votación, capacitación. En su recorrida por el salón verificó el cotillón electoral, que incluye boletas y los elementos necesarios para garantizar el sufragio. Le llamó la atención que las máquinas electorales eran nuevas, más modernas que las anteriores, con terminales digitales de última generación. También controló los equipos de bioseguridad: abrió la caja y encontró frascos atomizadores para el alcohol, mascarillas o tapabocas, caretas protectoras y guantes desechables.

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Allí estaban los militares del Plan República encargados de garantizar la seguridad y la logística de todo el proceso electoral. Ese mismo día llegaron al centro de votación algunos veedores internacionales, una visita que se repetiría al día siguiente. Notó también la presencia de una figura nueva en el proceso: representantes de la Defensoría del Pueblo llegaron al lugar para realizar una encuesta donde se reflejó si las autoridades de cada sitio electoral y los testigos cumplían con las medidas de bioseguridad.

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No fue fácil ese viernes. En algunos centros de votación restaba definir los miembros que conformarían las mesas electorales y eso demoró la jornada. Los escuálidos enquistados en el Consejo Nacional Electoral hacían su juego y ponían las cosas cuesta arriba. Varias credenciales no llegaban y, en un mar de excusas, estaba en riesgo el ingreso al sitio del sufragio el domingo. Los grupos de whatsapp y las redes sociales informaban que el tema se repetía en otros centros de votación.

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Por fin, sobre la noche, todo parecía en orden. Aquel viernes acabó muy tarde, entre reuniones y revisión de cada uno de los pasos necesarios para que ningún procedimiento fuera impugnado. Compartió con sus camaradas la consigna del día electoral; estar alertas; no caer en provocaciones y ganar la elección. Y, antes que cualquier otra cosa, el primer objetivo era garantizar la paz durante la votación. Trató de dormir temprano pero la ansiedad pudo más y la noche se hizo más larga.

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La credencial llegó a última hora y el domingo se anotó entre las primeras personas en llegar al centro electoral. Saludó a los militares que custodiaban los equipos y comenzó a recibir a los primeros votantes, la mayoría chavistas ya que los opositores, en general, en ese barrio, se aparecen a finales de la tarde. Tomó nota de la articulación perfecta dentro del salón de votación.

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Al mediodía, hora del almuerzo, la comida está allí. Recordó que la logística para este tipo de jornadas siempre es buena. Tan buena y abundante fue la comida como generosa fue la decisión de compartirla con testigos de la oposición. “Si así tratan a sus partidarios, como sería con el resto del pueblo si llegasen a gobernar», pensó.

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Promediando la tarde recibieron la noticia de que la elección se extendería hasta las 8.00 pm. Son momentos donde la militancia y el compromiso pueden más que el propio cuerpo, se dijeron entre camaradas. Al final de la elección se hizo la transmisión de los datos y los resultados. Si falla el sistema de comunicación previsto, se utiliza el módem tradicional, lo más pronto posible para no demorar el resultado. Cerró el centro de votación, saludó a los militares, se despidió de sus camaradas y regresó a su casa. Encendió la tele y se predispuso a esperar las novedades. Con las últimas energías del día, escuchó el comunicado oficial del CNE y leyó la pantalla: EL CHAVISMO ARRASÓ EN LAS PARLAMENTARIAS. La alegría atenuó el cansancio y estiró el trasnocho. Recordó la desazón que sintió tras el resultado electoral cinco años atrás. Tomó su celular y escribió: “¡¡Cumplimos con Chávez, con Maduro, con la Patria y, sobre todo, cumplimos con nosotr@s mism@s!!”.

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