Otro paso colonialista bajo la máscara del diálogo – Por Adrián Fernández
03 febrero, 2021
category: FORO DEBATE
Otro paso colonialista bajo la máscara del diálogo, El GIC muestra su verdadero rostro.
Por segunda vez en seis meses, el sistema de salud de Chile está al borde de la saturación. La ausencia del Estado durante las últimas cuatro décadas se salda con muertes, exclusión y una distribución de la riqueza que espanta. Chile vive, además, desde hace un año y medio con una rebelión popular apenas acallada por la pandemia. Pero su debilitado gobierno elitista y desaprensivo alerta sobre la «grave crisis de Venezuela».
El Gobierno argentino exhibe en política exterior el doble rasero moral. Hacia afuera, ante parte de la militancia del Frente de Todos, habla de la construcción de la Patria Grande, de Unasur y de una «solución para Venezuela en manos de los venezolanos». Hacia adentro, donde se cocinan los asuntos del poder, reivindica que la salida de Venezuela «son elecciones creíbles».
De Ecuador, basta recordar la impunidad con la que el presidente Lenín Moreno y sus ministros zanjaron los asesinatos a manos de las fuerzas de seguridad durante las protestas de agosto de 2019; el desmantelamiento del sistema de salud; las muertes en las calles de pacientes con Covid-19 y las muy graves sospechas de fraude en las elecciones.
Uruguay, gobernado por la derecha desde marzo de 2019, rompe su sinuosa tesis de no intromisión en los asuntos internos de otros países y se suma a esta nueva versión del Grupo Internacional de Contacto (GIC) para Venezuela, que nació para ser menos revulsiva que el Grupo de Lima pero que cada vez se le parece más.
Chile, Ecuador, Argentina y Uruguay son parte del GIC junto a Alemania, Costa Rica, España (la que cobija al golpismo venezolano), Francia, Italia, México (de tradición abstencionista), Países Bajos, Panamá, Portugal, el Reino Unido y Suecia.
El espíritu de «acercamiento» con el que fue presentado el GIC en 2019, saludado entonces por el Gobierno de Venezuela, parece haber copiado y pegado párrafos del Grupo de Lima para volver a la carga sobre el país.
Con el documento del GIC de este martes, cayó la máscara del pregonar básico de «ayudar al diálogo» para que la crisis «la resuelvan entre venezolanos».
El documento del GIC en Montevideo cuestiona los procesos electorales en Venezuela, incluyendo las legislativas del 6 de diciembre pasado, donde la derecha tradicional participó de los comicios pero el golpismo decidió boicotear.
«La única forma de salir de la crisis es reanudar las negociaciones políticas con prontitud y establecer con urgencia un diálogo inclusivo y un proceso de transición liderado por Venezuela que conduzca a elecciones creíbles, inclusivas y transparentes», señala el texto firmado este martes.
El mismo grupo que en sus anteriores apariciones públicas pedía al Gobierno de Nicolás Maduro que respete a la Asamblea Nacional -dominada entonces por la oposición- ahora desconoce a la Asamblea Nacional con mayoría chavista.
Como si el concepto de «oposición» fuera el mismo para la derecha que ganó asientos en la Asamblea Nacional que para quienes atentan desde Madrid, Washington, Miami y Bogotá, el GIC pidió a «las fuerzas de la oposición democrática unirse como parte de un esfuerzo más amplio y concertado para un mayor diálogo».
Ese «esfuerzo amplio», dice el texto, «requerirá compromisos difíciles si Venezuela quiere llevar a cabo una transición exitosa a la democracia, la estabilidad y la prosperidad».
No explicita esos «compromisos difíciles» a los que alude, evidenciando que es más fácil pedir «elecciones creíbles» que profundizar sobre caminos valederos, separando el diálogo interno en Venezuela del golpismo de Guaidó, López y su entramado de corrupción.
El GIC suscribe los documentos de ONG y de algunos ámbitos de la ONU para decir que «todos los presos políticos deben ser liberados de forma inmediata e incondicional».
Argentina debiera explicar cómo es que hace cinco años mantiene a Milagro Sala detenida por causas como haber acampado en una plaza o haber insultado al gobernador o a policías. De Chile, basta recordar la persecución, detención y asesinatos a integrantes de las comunidades mapuche del sur del país.
Además, el GIC expresó su «profunda preocupación por el empeoramiento de la situación humanitaria en el país y sus vecinos, ahora agravada por la pandemia Covid-19». No hace referencia a los datos de Venezuela en materia de control de la pandemia, por lejos el menos afectado del continente.
En otro párrafo vergonzoso, el GIC reclamó «acceso completo y sin trabas tanto al personal humanitario como a los bienes, con el fin de proporcionar el acceso que se necesita con urgencia a alimentos, gasolina, medicamentos y servicios básicos de salud, incluido el acceso a las vacunas».
El GIC ignora los acuerdos de Venezuela con Rusia y China para la provisión de medicinas, vacunas y elementos contra el Covid-19. También omite que la ONU tiene una oficina permanente en Caracas y que Unicef, FAO, el Programa Mundial de Alimentos y la Cruz Roja Internacional asisten en pleno bloqueo de las potencias occidentales.
El GIC nació frente a la autoproclamación de Guaidó en 2019 como una alternativa dispuesta a incluir al chavismo en la búsqueda de una salida a la crisis venezolana. Pero en Montevideo mostró su verdadero rostro.
El Gobierno bolivariano debe atender con urgencia asuntos que duelen en las entrañas del pueblo venezolano. Pero la historia dirá que un 2 de febrero de 2021 Chile, Uruguay, Argentina y Ecuador, entre otros, firmaron un nuevo mamarracho político, colonialista e injerencista. Uno más, aunque no lo hace menos grave.
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