17 de abril: 25 años de luchas campesinas – Por María Jagoe
17 abril, 2021
category: DOCUMENTOS, NOTICIAS
Este sábado 17 de abril se conmemora el 25º Día Internacional de las Luchas Campesinas.
La fecha se estableció para homenajear a 19 trabajadores rurales y campesinos sin tierra que fueron asesinados en el estado de Pará, en el norte de Brasil. La masacre de Eldorado do Carajás tuvo lugar el 17 de abril de 1996, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
Alrededor de 1500 campesinos organizados en el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil se movilizaron para pedir la expropiación de tierras y una reforma agraria. El objetivo era marchar hasta Belém, la capital del estado. La Policía Militar respondió con la represión y el asesinato a quemarropa de 19 manifestantes.
En ese momento, el movimiento Vía Campesina celebraba su segunda Conferencia Internacional en Tlaxcala, México, y decidió declarar el 17 de abril como el Día Internacional de las Luchas Campesinas. También presentó un modelo de soberanía alimentaria en oposición al capitalismo industrial.
La Vía Campesina y la soberanía alimentaria
La Vía Campesina es un movimiento internacional que reúne a campesinos, agricultores pequeños y medianos, sin tierra, jóvenes y mujeres rurales, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Sus pilares son la soberanía alimentaria, la agroecología y la justicia climática y medioambiental.
Esta red se creó en 1993 para unificar las visiones y luchas campesinas de Europa, Asia, África y América. Las organizaciones de pequeños productores querían defender sus demandas frente a empresas y políticas agrícolas cada vez más globalizadas.
La Vía Campesina promueve una visión política de la soberanía alimentaria basada en un modelo de producción sustentable a pequeña escala. Esto implica una reforma agraria genuina que garantice que la tierra y los recursos naturales estén en manos de los campesinos que producen los alimentos y no del sector empresarial.
En total representa a unos 200 millones de agricultores de 81 países, reunidos en 182 organizaciones. Un 40% de éstas se encuentran en América Latina, divididas en tres regiones: 40 en América del Sur, 24 en América Central y 10 en el Caribe.
Situación del campesinado en América Latina
Las luchas campesinas de la región tienen ejes en común. Los principales son las cuestiones de género, la defensa del territorio, la resistencia a los desalojos y desplazamientos forzados, la necesidad de una reforma agraria integral, la soberanía alimentaria, y los derechos de los pueblos indígenas y de los sin tierra.
El 25 de marzo pasado, la Federación Nacional Campesina de Paraguay (FNC) realizó la edición número 27 de la “Marcha del Campesinado Pobre”, que recorrió la capital Asunción y otros 10 departamentos.
La FNC protestó contra la injusta distribución de la tierra y denunció que un 80% está en manos de latifundistas y extranjeros.
El lema de la marcha fue: “Fuera corruptos y vendepatrias. La reivindicación por la tierra, salud, trabajo y soberanía energética”, e incluyó el pedido de renuncia del presidente Mario Abdo Benítez.
La FNC denunció la mala gestión de la pandemia por parte del gobierno paraguayo, que dejó “totalmente abandonado” al pequeño campesinado.
La reforma agraria integral y el derecho al territorio son reclamos presentes en las luchas campesinas de toda Latinoamérica.
A los desplazamientos encabezados por las empresas transnacionales y los agronegocios hay que sumar, en el caso de Colombia, aquellos provocados por organizaciones armadas.
Los campesinos colombianos son especialmente vulnerables. Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística de ese país, casi el 40% de los habitantes rurales viven en la pobreza multidimensional.
El 64% de los hogares rurales de Colombia no cuentan con suficientes alimentos de manera permanente.
El nutricionista Fabián García Cifuentes, de la Universidad Nacional de Colombia, se preguntó por qué los campesinos se encuentran entre la población peor alimentada a pesar de que son quienes producen los alimentos.
Una respuesta son los monocultivos. Cuando su único producto no les da las utilidades que esperaban, los trabajadores rurales quedan en situación de riesgo, como lo denunciaron durante la Marcha de la Dignidad, en julio pasado.
Esta pobreza estructural se repite en otros países de América Latina y no encuentra una respuesta concreta por parte de los estados.
El fin de semana pasado, organizaciones campesinas y populares mexicanas marcharon en el aniversario de la muerte de Emiliano Zapata. Denunciaron que los altos costos productivos y la falta de apoyo estatal hacen que cada vez más trabajadores vendan sus tierras.
En Centroamérica y en el resto del continente generó conmoción el asesinato de la campesina y dirigente ambientalista hondureña Berta Cáceres, sucedido el 2 de marzo de 2016.
Cáceres era la coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), que desde hacía años se oponía a la construcción de una central hidroeléctrica que condenaría a la comunidad lenque a abandonar sus propias tierras.
En Guatemala, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (Acnudh) denunció y expresó su preocupación por el asesinato de líderes campesinos, indígenas y ambientalistas, mientras que en Panamá alertan sobre las actividades mineras y la construcción de represas que ponen el riesgo sus comunidades.
Algo positivo es el avance del feminismo dentro de las luchas campesinas. La igualdad de género es fundamental para un trabajo rural democrático y solidario.
Existen organizaciones de mujeres agricultoras en Centroamérica, Uruguay, Chile y Brasil, aunque quizás la más representativa sea la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias “Bartolina Sisa”, de Bolivia.
Las «Bartolinas» de Bolivia, como parte del Pacto de Unidad (integrado por movimientos de organizaciones campesinas e indígenas) fueron determinantes para presionar en las calles y dando su vida para la caída del régimen autoritario que dio el golpe contra Evo Morales en 2019.
Las luchas campesinas en el contexto de la pandemia
La pandemia del Covid-19 afectó especialmente a los trabajadores sin tierra y los pequeños productores de alimentos, que no pudieron confinarse porque dependen del sustento diario. Además, estos grupos recibieron muy poco apoyo de los estados latinoamericanos, que en general enfocaron sus políticas en las grandes cadenas de suministro.
La Vía Campesina afirma: “La actual pandemia de la COVID-19 ha demostrado la importancia y la capacidad de resiliencia de los sistemas alimentarios locales, que han evitado que muchas personas pasen hambre”.
Por eso, sostiene, las luchas campesinas deben “seguir impulsando una estrategia de transformación radical hacia un sistema alimentario justo para todos, que reconozca las necesidades de los pueblos, otorgue dignidad y respete la naturaleza, ponga a las personas por encima de los beneficios, y se resista a la captura corporativa”.
También exige medidas concretas por parte de los gobiernos para la recuperación frente a la pandemia. Estas incluyen romper con los enfoques neoliberales del pasado, poner en práctica la soberanía alimentaria, situar la prioridad en lo público y reforzar una gobernanza alimentaria global basada en los derechos humanos.
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