Cambia el eje de la guerra en Siria
02 febrero, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Reacomodamiento de fuerzas tras la recuperación de Alepo y de otras ciudades
Diferentes fuerzas militares empujan a Daesh hacia su desaparición. Rusia y Estados Unidos coordinan acciones comunes tras la asunción de Trump. Moscú establece una nueva base militar.
El Ejército sirio consolidó sus posiciones en el norte del país y esto cambió la matriz de la guerra a partir de la limitación de acciones políticas y militares de Estados Unidos: se acordó un difícil alto el fuego; aunque complejos, se abrieron canales de negociación; el extremismo del Estado Islámico (Daesh) se fragmentó y camina hacia su desaparición como tal; Rusia, Turquía e Irán se convirtieron en actores centrales mientras las milicias kurdas sirias empujan a los restos del extremismo islámico fuera de las ciudades ocupadas.
El nuevo gobierno de Estados Unidos aceptó compartir con Rusia información militar para encarar acciones conjuntas. Apenas asumido, Donald Trump dijo a través de su portavoz que “siempre que haya un modo de combatir al Daesh con cualquier país, tanto si es Rusia como otro, si compartimos intereses nacionales, no duden que lo haremos”. La efectiva colaboración de Washington con Moscú fue la primera gran novedad de la era Trump en Siria. Se trata de un hecho inédito hasta ese momento pese a que Rusia sugería una acción conjunta desde hace un año y medio.
Producto de ese reacomodamiento político y militar Rusia y Siria firmaron un convenio mediante el cual el país árabe autoriza a Moscú el uso del puerto de Tartus, en el mar Mediterráneo, como base naval durante los próximos 49 años. La base podrá albergar simultáneamente hasta 11 buques, incluidos de propulsión atómica. Rusia tendrá la soberanía sobre el territorio del puerto y está autorizada a dragar la costa para aumentar la capacidad de los barcos que pueda recibir.
La estrecha relación entre ambos países, aliados desde la década de 1970, época de la Unión Soviética y del gobierno de Hafez al Assad, padre del actual presidente sirio, se materializó durante los últimos dos años con la intervención militar directa de fuerzas de Moscú. Con el puerto de Tartus ambos países buscan “reforzar el potencial defensivo de Rusia y Siria” para “apoyar la paz y la estabilidad en la región”, según un comunicado difundido en la capital rusa.
El convenio establece 49 años y una prórroga automática dentro de 25 en caso de que ambas partes estén de acuerdo. También estipula que la defensa del territorio de Tartus corresponderá al Ejército ruso y que Moscú enviará especialistas para el mantenimiento y la modernización de la flota siria. Este puerto se trasformará en la segunda base militar rusa en Siria luego del acuerdo que en agosto de 2015 permitió la utilización de la base aérea en Hmeimim, cerca de Latakia (noroeste).
Maraña política
El enmarañado proceso de alto el fuego y diálogo político se anota como parte de este cambio de roles de los actores más importantes de esta guerra que dejó más de 300 mil muertos y dos millones de heridos. La mesa de diálogo de Astaná, capital de Kazajistán, celebrada el 23 y 24 de enero, fue la primera en la que estuvieron presentes la gran mayoría de los grupos armados que combatieron en Siria, con excepción de los considerados extremistas o terroristas.
Allí estuvieron representantes del gobierno de Bashar al Assad y de los grupos financiados por Estados Unidos que lo combatieron durante los últimos seis años. Todas las partes aceptaron que Rusia, Turquía e Irán sean garantes del alto el fuego y de la continuidad del diálogo. En esta terna está representada la nueva conformación de fuerzas políticas en la región, en detrimento de Estados Unidos y sus aliados europeos, como Francia, y de Medio Oriente, como Arabia Saudita, derrotados políticamente.
El ministro de Exteriores del país anfitrión, Kazajistán, Kairat Abdrajmenov, anunció el 24 de enero que Rusia, Turquía e Irán decidieron “crear un mecanismo trilateral que supervisará el pleno cumplimiento del régimen de alto el fuego y la ausencia de provocaciones”. Y reafirmaron que “el asunto no tiene solución militar y que sólo puede ser resuelto a través de un proceso político sobre la base de las resoluciones de la ONU”.
El gobierno de Donald Trump, que había asumido 72 horas antes de la primera reunión en Astaná, resolvió no enviar delegación pero recordó que “está comprometido con una solución política a la crisis a través de un proceso dirigido por los sirios que pueda dar lugar a una Siria más representativa, pacífica y unida”.
En Astaná estuvieron la Coalición Nacional Siria (Cnfros), brazo político y armado con nexos directos con Washington que reúne al Ejército Libre Sirio (ELS) y otros grupos menores. Otro de los más importantes de los que combaten en Siria es el llamado Libres de Sham, que no participó en Astaná pero aclaró que “no rechaza las negociaciones”. Esta milicia luchó en varias oportunidades junto a grupos considerados “extremistas” como el Frente de la Conquista del Levante, exfilial de Al Qaeda. En la mesa de Kazajistán también estuvieron grupos menores pero con representación como el Ejército del Islam y la Legión del Sham.
El presidente sirio, Bashar al Assad, se comprometió públicamente a abrirse al diálogo cuando el 8 de enero dio una entrevista a medios franceses. “Una vez que hayamos logrado la victoria militar nos sentaremos a dialogar con la verdadera oposición. Y cuando digo verdadera oposición son aquellos que no tienen relación con Estados Unidos ni con Francia ni con Gran Bretaña ni con ningún otro país”, explicó.
En el terreno
Uno de los asuntos que tensó hasta el límite la mesa de Astaná fueron las acusaciones de incumplimiento de las partes al alto el fuego acordado a partir del 30 de diciembre. Los últimos focos de resistencia en Alepo se unen a las duras batallas que sostienen las milicias kurdas en el centro-norte del país y los fuertes bombardeos del gobierno sirio en los alrededores de Damasco. Precisamente uno de los últimos focos de duros combates se registraba a fines de enero en el valle del río Barada, que abastece de agua a la capital del país. Esta área estuvo tomada por diferentes grupos armados, la mayoría de los cuales rechazó el alto el fuego y la etapa de negociaciones.
La ocupación de poblaciones del Barada incluyó la toma de bombas de agua y manantiales y el corte del suministro, que obligaron a las autoridades a racionar al extremo el agua a la capital. Las autoridades sirias y organizaciones como el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr) y la Media Luna Roja debieron distribuir agua e instalar bombas en la urbe tras el corte que comenzó el 23 de diciembre.
En esa misma zona la ciudad de Ain al Fiya fue uno de los últimos puntos de lucha que enfrentó a tropas gubernamentales respaldadas por el grupo libanés Hezbolá con grupos “moderados” y “extremistas” como el Frente de la Conquista del Levante (ex Al Qaeda en siria).
La tregua acordada entre Rusia, Turquía y el gobierno sirio mostró desde el comienzo el sinuoso límite entre los “rebeldes” pro Washington y los yihadistas. Esta alianza en el terreno se hizo fuerte en la zona de Barada, donde las milicias destruyeron instalaciones de agua y demoraron el alto el fuego.
Hacia el norte del país, entre el río Éufrates y el límite con Irak, las milicias árabes kurdas siguieron durante enero con una ofensiva contra Daesh. Pese al rechazo de Turquía y del propio gobierno sirio que consideran a estas milicias como “terroristas”, las fuerzas kurdas, en especial las Unidades Femeninas de Apoyo (YPJ), realizan valientes esfuerzos para expulsar a Daesh de al Raqa, otra de las ciudades importantes del islamismo extremista, considerada capital en siria del califato del Daesh.
Según las fuentes del YPJ el avance permitió que varias mujeres árabes se sumaran a estas milicias en desafío a las tradiciones sociales que ponderan la figura masculina en las guerras. “Después de unirse a YPJ, la sociedad árabe se sintió afectada y era extraño para los hombres, y no esperaban que fuéramos capaces de llevar armas”, señaló la combatiente Layla Esterk a la agencia Kurdistán América Latina.
Los kurdos nucleados en la Federación Democrática del norte de Siria, que reúne a árabes kurdos, sirios, asirios y armenios, cuestionaron que no hayan sido invitados a la mesa de negociaciones. Aclararon que no están comprometidos con las resoluciones de la reunión de Astaná y que continuarán con su lucha política por construir un sistema federal democrático en Siria del norte (territorio del Kurdistán sirio).
Daesh entró en una fase de destrucción de la que no se repondrá; será el fin del Estado Islámico y otros grupos armados como instrumentos del imperio para desestabilizar gobiernos e invadir países. No significa el fin de la guerra ni el fin del fundamentalismo ni del terrorismo ni el final de los intereses alrededor de Siria. Pero significa la más reciente derrota de una estrategia que el Departamento de Estado pensó en Washington y que la CIA ejecutó en el terreno.