Afganistán, cementerio de imperios – Por Matías Quirno Costa
23 agosto, 2021
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Desde el imperio persa con Ciro el Grande, las fuerzas de Alejandro de Macedonia, los árabes y mongoles hasta Gran Bretaña y Rusia en el siglo XIX han escrito en Afganistán el prólogo de un fracaso constante que se repetiría en los siglos XX y XXI con las ocupaciones de la Unión Soviética (URSS) en 1979 y de la OTAN con los Estados Unidos a la cabeza en 2001.
Hasta 1929, Afganistán era gobernada por el rey Amanulah quien, influenciado por el triunfo de la revolución bolchevique de 1917, intentó generar cambios para una modernización del país. Fue en ese año que Gran Bretaña patrocinó un golpe de estado para evitar el contagio soviético y asumió el rey Zahir, posteriormente derrocado por su primo, el príncipe Mohamed Daud Khan.
En 1978, Daud fue derrocado y comenzó un nuevo gobierno de posiciones comunistas y aliadas a la URSS. Durante el primer año de gobierno se realizaron notables avances en al ámbito educativo, en la formación de profesionales y en las condiciones laborales.
Pero la intención de anular la presencia religiosa en el país con un pueblo muy apegado al islam fue uno de los tantos errores que llevaron a las revueltas en diferentes regiones y a la proliferación de grupos armados que pondrían en peligro la continuidad del gobierno comunista.
En 1979, tras un nuevo golpe de estado y el intento del nuevo gobierno de tejer alianzas con Pakistán y los Estados Unidos, la URSS inició la ocupación de Afganistán que duraría 10 años.
El potencial armamentístico de los soviéticos no sería de mucha ayuda en el escabroso terreno de las montañas afganas, aunque los helicópteros MI-24, de un valor cercano a los 10 millones de dólares, serían letales para los hasta entonces rudimentarios armamentos de los Muyahidines.
Fue aquí cuando la guerra fría entró en acción y los Estados Unidos se decidieron a enviar armamento y a entrenar a las fuerzas irregulares mayoritariamente pastunes en la lucha contra los invasores.
Entre el armamento enviado estaban los lanza misiles tierra-aire Stinger de no más de 40 mil dólares cada uno, con los que comenzarían a derribar a las poderosas aeronaves soviéticas.
Durante esta década, Afganistán se superpobló de armamento en uno y en otro bando. Sumado a esto, la constante formación de tropas.
Ya en 1985, la Unión Soviética no veía avances y la situación se complicaba debido a que los combatientes afganos eran a la vez campesinos y eso les dificultaba diferenciar entre quienes combatían y quienes no.
Por esta misma razón, el ejército de ocupación inició una nueva etapa con el ataque masivo sobre las poblaciones civiles y rurales, provocando un éxodo masivo hacia las grandes urbes como Kabul y también a países como Irán y Pakistán. Entre los millones de refugiados que cruzan las fronteras, los niños eran una cantidad desproporcionada.
Talibanes, hijos de la resistencia contra la ocupación soviética.
Años más tarde, aquellos niños querrían volver a su tierra. Durante su estancia en los campos de refugiados de Pakistán, miles que carecían de la imagen paterna (sus padres habían quedado luchando contra los soviéticos), encontraron en las madrazas pakistaníes (Escuelas islámicas) un lugar donde desarrollarse, conocer el islam y aprender también de tácticas de combate y el uso de armas y explosivos.
El servicio de inteligencia pakistaní siempre estuvo al tanto de estos “centros de adoctrinamiento” sin que mediara ningún tipo de intervención para desactivarlas.
Tanto Arabia Saudí como los Estados Unidos habían patrocinado a estos grupos y en el caso del primero, lo seguiría haciendo a lo largo del tiempo.
Los años siguientes fueron letales para los soviéticos: los más de 50 grupos armados de muyahidines organizados en el territorio afgano pero también en Pakistán, se radicalizaron y sus permanentes ataques hicieron que en 1988 la URSS decidiera el retiro de Afganistán, abandonando así a sus aliados comunistas del gobierno afgano, que fue derrotado en 1992 por las fuerzas muyahidines.
Después de la Unión Soviética
Luego de que en 1992 cayera derrotado el gobierno comunista afgano, los diferentes grupos muyahidines se enfrentaron entre ellos por el control del territorio generando un estado de anarquía tanto en las ciudades como en las áreas rurales. Los robos, las violaciones y los abusos eran moneda corriente.
Para 1994 los talibanes (estudiantes), salidos de las madrazas pakistaníes y con un concepto puritano del islam -que se oponían a ese descontrol que reinaba en Afganistán, generado por los otros grupos muyahidines-, se lanza a ocupar regiones estratégicas como los pasos fronterizos con Pakistán, permitiendo así el ingreso de apoyos tanto en tropas (refugiados en Pakistán) como en financiamiento.
También tomaron una de las ciudades más importantes de Afganistán, Kandahar, donde se hicieron de transportes de carros de combate, armas y helicópteros que servirán para continuar la resistencia. Desde ese momento, Kandahar será considerada la cuna de los talibanes.
En 1995 tomaron la ciudad de Herat. En septiembre de 1996, Kabul exhibe las milicias de los talibanes controlando las calles y dando paso a un gobierno islamista.
Para ese entonces, la capital del país se encontraba diezmada por los combates y bombardeos entre diferentes facciones de los muyahidines y habían hecho de la ciudad un lugar imposible para vivir, con inseguridad y corrupción generalizada
La interpretación que los talibanes dan a la Sharia, ley islámica, sembró de terror todo el país aunque para muchos afganos, una mano dura traería estabilidad y seguridad a los ciudadanos.
Bajo su mandato, los asesinos y los adúlteros eran condenados a muerte y las sentencias de muerte se ejecutaban a menudo inmediatamente y ante público. A los culpables de robo se les amputaban las manos como castigo. Los hombres tuvieron que dejarse la barba y las mujeres tuvieron que llevar el tradicional burka de cuerpo entero. Los juicios eran de forma sumarísima sin ningún tipo de burocracia judicial ni garantías para la defensa.
Las Mujeres prácticamente no gozarían de ningún derecho. No podrían salir a la calle sin escolta masculina, no podrían estudiar, no podrían ser atendidas por médicos hombres… y médicas mujeres no había. Las escuelas serían cerradas y sólo habría escuelas religiosas para hombres. Una mujer podía ser azotada o lapidada por hablar con un hombre.
Así comienza a gobernar el nuevo emirato islámico en Afganistán. En 1998, los talibanes controlaban casi el 90% del territorio. Sólo Pakistán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos reconocieron al gobierno talibán.
Estalla la «brillante idea»
Una de las organizaciones armadas que se encontraban en las montañas de Afganistán y Paquistán, que nació y se financió también gracias a la “brillante idea” de los Estados Unidos, como reconociera Hillary Clinton, fue Al Qaeda.
El grupo, al mando de el millonario saudí Osama Ben Laden, caracteriza a su otrora patrocinante (Estados Unidos) como un gobierno pro sionista y contrario a los lineamientos del islam y, por lo tanto, le declara la guerra.
El 11 de septiembre de 2001 dos aviones civiles se estrellan contra las torres gemelas en los Estados Unidos, causando más de 3.000 muertos. Sería el peor ataque sufrido por el país del norte en su territorio.
Mucho se habla aún hoy sobre informes de la CIA que daban cuenta de la factibilidad de un ataque y que el gobierno de George W. Bush no habría hecho mucho por detenerlo.
Lo cierto es que el atentado y la adjudicación del ataque por parte de Ben Laden junto la negativa del gobierno talibán de entregarlo, da a Estados Unidos motivo suficiente, según Bush, para desplegar sus fuerzas armadas sobre Afganistán e iniciar así una nueva ocupación sobre el país asiático. Veinte años de ocupación no ha logrado acabar ni con los talibanes ni con Al-Qaeda.
Si bien los pobladores de las ciudades han visto cierta apertura en sus formas de vida, lo cierto es que Estados Unidos se retira dejando un país arrasado por la violencia, con miles de muertos y abandonando a aquellas personas que fueron colaboradores de las fuerzas de ocupación en manos del nuevo gobierno.
Este domingo el ahora ex presidente de Afganistán, Asharf Ghani, abandonó es país para “evitar un baño de sangre”. Reconoció que «los talibanes ganaron» y que «ahora son responsables del honor, de la propiedad y de la protección de sus compatriotas».
Este fin de semana, los talibanes llegaron a Kabul y recuperaron el poder. Un portavoz talibán manifestó no tener la intención de venganza ni de repetir la metodología instalada 20 años atrás.
En las últimas horas todos los extranjeros que se encontraban en Afganistán buscaban la forma de abandonar el país, entre ellos 4 argentinos.
Las imágenes de éstas últimas horas reviven las horas finales de la guerra de Vietnam cuando los helicópteros de los Estados Unidos evacuaban sus embajadas desde los techos.
Europa se prepara para una nueva crisis migratoria como la vivida por la guerra en Siria, de la cual es absolutamente responsable ya que no fue sólo la presencia de los Estados Unidos la que generó el caos en el país asiático.
Más allá de la responsabilidad de Washington, todas las fuerzas aliadas de la OTAN que han vuelto a recordar al mundo que Afganistán es el cementerio de los imperios.
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