Bolsonaro, eslabón de la devastación capitalista
Por Adrián Fernández
Con una mano, un ministro de Jair Bolsonaro firmaba compromisos en la Cumbre Climática; con la otra, abría al mundo, aún más, su política de deforestación de la Amazonía. En la COP26, el presidente de Brasil se comprometió a la deforestación cero entre 2028 y 2030 pero, en esos mismos días, su Canciller prometió más agronegocio. Bolsonaro no da respiro en sus compromisos con el poder establecido y hunde cada vez más a su país en la antítesis de lo que demandan las sociedades.
El agronegocio brasileño está en la mira de muchos países, organizaciones ambientales y colectivos sociales, por la deforestación provocada para convertir la Amazonía en pasto para los animales y en tierras cultivables. A tal punto que varios países y empresas internacionales que quieren despegarse de la situación analizan boicot a los productos brasileños si no se comprueba que su origen no hiere el medio ambiente.
La destrucción de la Amazonía no es nueva en Brasil. Ningún gobierno logró controlar de manera certera las acciones que llevan adelante las empresas con anuencia o complicidad del Estado. Pero nunca antes como con Bolsonaro –y su antecesor, el no electo Michel Temer- el pulmón del planeta sufrió una devastación tan acelerada.
Desde que Bolsonaro asumió la Presidencia, en enero de 2019, aplicó una política de reducir los organismos de fiscalización, en un tiempo en el que, además, presentó un proyecto de ley para poder explotar la minería y la actividad agropecuaria dentro de las reservas indígenas. La deforestación de la selva amazónica brasileña batió un récord histórico en octubre pasado.
La deforestación es el principal síntoma de deterioro de la selva tropical, de 8,4 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales Brasil ocupa más del 60% y el resto se reparte entre Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Surinam, Guyana y Guayana Francesa. La región es hogar de cerca de 47 millones de personas, incluyendo numerosas comunidades indígenas.
Según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), la selva amazónica tuvo 877 kilómetros cuadrados dentro del alerta de deforestación, un 5% más que en octubre de 2020 (836 kilómetros cuadrados) y el área más grande para ese mismo mes en su historia.
La ganadería -legal e ilegal- en la selva amazónica es considerada una de las causas más importantes de emisiones de gases de efecto invernadero. Un informe del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, difundido en julio pasado, detectó un ciclo negativo en el balance de carbono en esa región del planeta: algunas zonas de la selva amazónica emiten más dióxido de carbono del que absorben.
El registro es más severo en la región sureste de la Amazonía, con aumentos de las temperaturas y reducción de lluvias, donde en los últimos 40 años se detectaron 2,5 grados centígrados más durante la estación seca. Para dimensionar la gravedad del tema, basta recordar que la selva amazónica es un importante amortiguador del dióxido de carbono. Al menos lo eran hasta que los patrones climáticos cambiantes redujeron su efectividad ante el cambio climático.
El más grave error es pensar que todo nació y acabará con Bolsonaro. Se pone el eje en los nombres y apellidos que, sin ser menos, ejecutan políticas acordes al sistema. En un mundo que no se mide entre buenos y malos sino por los intereses que representan, el problema no son los nombres y apellidos sino las acciones de las multinacionales, los latifundistas y explotadores del capitalismo.
Podrá parecer una verdad vulgar pero antes y después de Bolsonaro el sistema seguirá saqueando el planeta, explotando trabajadoras y trabajadores, provocando ecocidios y acabando con la vida de campesinos, indígenas y ambientalistas.
Buena parte de la prensa le reprochó a Bolsonaro no haber viajado a la Cumbre Climática de la ciudad escocesa de Glasgow. En verdad, lo más grave del asunto no es su presencia o ausencia sino las acciones que ejecuta en nombre del capitalismo y de su poder destructivo: en palabras del secretario del Observatorio del Clima, Marcio Astrini, Brasil debe controlar la emisión de gases en la selva, no en los salones de Glasgow.
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La noticia en audio (voz: Salvatrice Sfilio)
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