06 abril, 2017
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Tambalea otro centro de poder mundial
Descontento social y crisis capitalista imponen una dinámica de desintegración. Degradada la socialdemocracia, se fortalecen opciones de ultraderecha y tambalea un proceso de 60 años.
Desde el estallido en 2007 de la más grave crisis del capitalismo mundial
la Unión Europea (UE) sufre un resquebrajamiento, ocultado pero persistente, que se manifiesta de varias maneras y provoca temores, la mayoría de ellos fundados. Tuvo que pasar una década para que, a 60 años del Tratado de Roma que dio origen a la Comunidad Económica Europea (CEE), antecedente y cimiento de la UE, para que los gobiernos reconocieran oficialmente la magnitud del problema.
En su diagnóstico los llamados líderes europeos se empeñan en incluir los factores exógenos y en público subestiman la crisis económica, social, laboral y política que envuelve a sus propios ciudadanos, partidos políticos y gobiernos. Hablan de terrorismo internacional, crisis de refugiados, la elección de Donald Trump en Estados Unidos y las relaciones con el resto del mundo. Hacia adentro mencionan al brexit (salida de Gran Bretaña del bloque), el creciente movimiento de quienes rechazan la integración europea y pocas cosas más. No se ve, salvo excepciones, una autocrítica por las exigencias de ajuste fiscal hacia las economías más chicas, la pérdida de derechos sociales y la caída de una socialdemocracia que no mostró diferencias con la derecha liberal a la hora de aplicar ajustes, avalar guerras imperialistas, ejercer el racismo y la xenofobia y establecer acuerdos con sectores conservadores para impedir el surgimiento de nuevos partidos de masas.
Escépticos y decepcionados
Un reciente estudio de Ipsos señala que los ciudadanos de las cinco naciones más grandes de Europa piensan que su país se encuentra en declive: 73% de los encuestados en Italia, 69% en España, 67% en Francia, 57% en el Reino Unido y 47% en Alemania. Según el trabajo la mayoría de los franceses (61%), italianos (60%), españoles (56%), alemanes (44%) y británicos (43%) creen que su generación tiene una vida peor que la de sus padres.
Buena parte de ese escepticismo descansa en los jóvenes, los que más han sufrido las consecuencias de la crisis disparada en 2008. Según Eurobarómetro la mitad de ellos se siente excluida y marginada de toda participación significativa en la vida social y económica. Tres de cada cuatro europeos piden más medidas para combatir la falta de empleo en una región que cuenta con jóvenes altamente calificados, pero más de 4,2 millones de jóvenes menores de 25 años están desempleados. En países como Grecia, España e Italia el problema es realmente grave, con cifras que van del 38 al 45%.
En el plano político, la crisis social y la caída en desgracia de partidos tradicionales han dado lugar a la emergencia de movimientos progresistas (deslegitimados por los sectores de poder y víctimas de sus propias contradicciones) y también de extrema derecha. En diciembre pasado las elecciones en Austria dieron un primer aviso de que el fenómeno debe tomarse seriamente. El socialdemócrata ecologista Alexander Van der Bellen venció por poco a Norbert Hofer, representante del nacionalista Partido de la Libertad, xenófobo y contrario a la Unión Europea.
El mismo mes el primer ministro italiano, Matteo Renzi, había sido derrotado en su intento por reformar la Constitución mediante un referendo y renunció a su cargo. Tras el alivio en las elecciones de Holanda donde la derecha frenó el ímpetu ultranacionalista, los europeos están atentos a lo que suceda en Francia y Alemania y el futuro de los gobiernos de España e Italia (ver Año de riesgo electoral).
Uno menos
Abril y el resto del año estarán atados a los efectos del “brexit”, la evolución de la crisis y la credibilidad de la población en un proceso que tambalea. El brexit, palabra que sintetiza la decisión de la mayoría de los británicos de separarse de la Unión Europea, ya está en marcha. A fines de marzo la primera ministra Theresa May, del Partido Conservador, aplicó el artículo 50 del Tratado de Lisboa (la ley madre del bloque) y comenzó el proceso de negociación. Es la primera vez en la historia de la UE que un país abandona el bloque, exactamente 60 años después de la firma del Tratado de Roma.
Como parte de la UE Gran Bretaña fue la segunda potencia económica luego de Alemania. Como principal socio comercial de este país, recibe vehículos y manufacturas en gran escala. Estudios privados previos señalan que con la ruptura británica Alemania podría perder anualmente entre una y tres décimas en su PIB. Pero hay naciones que sentirían un impacto mayor, como Irlanda, Luxemburgo o Bélgica.
Cuando se consolide la ruptura ya no habrá fronteras comerciales abiertas entre Londres y los países del bloque. Esto explica que May quiera firmar acuerdos de libre comercio entre Londres y la UE de manera paralela a la salida británica. El objetivo máximo es que de aquí a dos años Gran Bretaña no tenga obligaciones institucionales con la UE, pero sí libre intercambio de bienes y servicios. Los líderes europeos son menos optimistas y más desconfiados; además temen que Gran Bretaña se transforme en un paraíso fiscal. El camino es largo en un mundo en crisis.
Proyecciones
Las pautas generales de lo que se abrirá para Londres tras el brexit fueron mencionadas por May en enero pasado, siete meses después del referendo en el cual casi el 52% de británicos decidió abandonar la Unión Europea, tras haber sido en 1973 parte fundadora de la Comunidad Económica Europea. En su presentación ante el Parlamento el 17 de enero la líder conservadora entregó una lista con los 12 puntos fundamentales para esta etapa de divorcio, entre ellos la ya referida pretensión de libre comercio con sus futuros ex socios.
Entre los 12 propósitos de la hoja de ruta está limitar el número de ciudadanos de la UE que llegan a Gran Bretaña y sólo atraer a “los mejores” que quieran trabajar y estudiar. Uno de los compromisos de May es acordar con Bruselas (capital de la Unión Europea) que se mantengan los derechos para quienes ya están viviendo en el mercado común y también para los tres millones de ciudadanos de la UE que actualmente viven en Gran Bretaña. Lo mismo prometió para mantener los derechos laborales de los trabajadores que actualmente están regulados por las leyes europeas.
La UE perderá con el brexit los 10 mil millones de euros anuales que Gran Bretaña aportaba al presupuesto comunitario. En un momento delicado, con necesidad de aumentar gastos sociales para atender la crisis y mientras suben los gastos militares, los 27 socios europeos tienen dos opciones: aumentar proporcionalmente sus contribuciones o reducir el gasto.
Previsiones privadas estiman que de acuerdo al crecimiento de la economía de países y bloques, en 30 años (ya sin Gran Bretaña) el peso de la Unión Europea en la economía mundial será de apenas 9%. Para 2050 Gran Bretaña sería la décima economía, Francia estaría fuera de las primeras 10 e Italia más allá de las 20 primeras. En el reparto global India representaría el 15% de la economía mundial, China el 20% y Estados Unidos el 12%.
A comienzos de marzo un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) señaló que el “modesto” repunte de la economía global no tiene “sólidos cimientos”. Apuntó que hay una “notable desconexión” entre cierta confianza detectada en los mercados financieros y la realidad de los fundamentos económicos. La economista jefe del organismo, Catherine Mann, advirtió que “la mejoría en la confianza de los mercados contrasta con el continuado bajo crecimiento del consumo y la inversión, que sigue bastante por detrás de previas recuperaciones, y la ralentización en el crecimiento de la productividad junto con la persistente desigualdad de ingresos”. Remarcó que “la confianza (global) ha aumentado (pero) el consumo, la inversión, el comercio y la productividad distan de ser fuertes”.
El mismo informe detalló que en la zona euro (países de la UE que tienen al euro como moneda) continuará el ritmo “moderado” de crecimiento económico con 1,6% en 2017 y 2018. Para la Ocde, Alemania tendrá este año un crecimiento estimado del 1,8%, Francia crecerá 1,4% e Italia 1%. Detectó para Europa “señales alentadoras de que la inversión de las empresas se puede estar fortaleciendo”, pero alertó sobre “el alto nivel de créditos morosos y un mercado laboral aún débil en algunos países de la zona”. En el Reino Unido la expansión prevista para este año será del 1,6% y del 1% en 2018, atado a “la incertidumbre acerca del futuro de sus relaciones comerciales”.
Dependientes
La primera ministra May espera a Donald Trump para comenzar a tejer una alianza muy compleja, pese a que parlamentarios, dirigentes políticos y ciudadanos de a pie juntaron más de un millón de firmas para pedirle que no lo reciba. Trump apoyó el brexit durante su campaña electoral y cree en la disolución de la UE producto de la llegada masiva de refugiados y el desencanto de la población con el bloque. Su candidato a embajador ante la UE, Ted Malloch, provocó la ira de conservadores y socialdemócratas cuando anticipó que habrá otros brexit y un colapso del euro como moneda común.
Aunque parezca exagerado, buena parte del futuro de la UE depende de las políticas comerciales y económicas de Trump, quien ya anunció que reforzará barreras e impuestos a los productos importados de Europa. La reunión en Washington con la alemana Angela Merkel del 17 de marzo no dejó ver una luz en el túnel.
El presidente del Consejo Europeo Donald Tusk advirtió a los jefes de Estado de la UE: “el cambio en Washington coloca a la Unión Europea en una situación difícil, con una nueva administración que parece cuestionar los últimos 70 años de política exterior americana”. Lo dijo en la misma reunión en la que el presidente francés, François Hollande, pidió a sus socios que reaccionen ante los ataques del nuevo administrador de Washington: “cuando Trump habla del modelo del brexit para otros países, debemos responderle. Cuando añade medidas proteccionistas que podrían desestabilizar las economías europeas y a las principales economías del mundo, debemos responderle”. Cuando Trump pise suelo europeo, seguramente en mayo al visitar la Otan, Hollande estará dejando la presidencia de Francia a manos de la derecha o del ultranacionalismo.
La Cumbre de primavera de los líderes europeos (Bruselas, 9 de marzo) reafirmó su “firme compromiso con una política comercial robusta y un sistema comercial multilateral abierto” como “una clara señal en tiempos en los que están reapareciendo tendencias proteccionistas”. El gobierno derechista de Polonia se opuso a ese compromiso de libre comercio y otros prefirieron acompañar esa declaración de principios. Polonia lidera un pequeño grupo de naciones junto a Bulgaria, Rumania, Estonia, Letonia y Lituania que comparten necesidades: se benefician con los fondos europeos a cambio de ser base de operaciones militares de la Otan en su lucha contra Rusia. Otra nación del este de la UE, Hungría, literalmente cierra sus fronteras y Ucrania marcha a la deriva en su lucha armada contra los separatistas pro rusos.
Reino apenas unido
Hacia dentro el gobierno conservador de Theresa May trata de contener los aires independentistas de escoceses e irlandeses del norte. El 13 de marzo la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció que pedirá permiso al parlamento escocés para decidir en un referendo si el país debe independizarse del Reino Unido. La propuesta fija un lapso de tiempo para el referendo entre fines de 2018 y principios de 2019. Sturgeon defendió que la independencia de Escocia será la mejor alternativa frente a las consecuencias que tendrá el brexit, que “será un desastre para la economía y nuestra sociedad”. Y concluyó: si Londres no autoriza la consulta popular, el Reino Unido se romperá.
En septiembre de 2014 los escoceses se habían pronunciado contra la separación de Gran Bretaña (el No obtuvo 55,3% en el referendo) y dieron por cerrado el debate en torno a la independencia. En la reciente consulta por el brexit, el 62% de los escoceses optó por permanecer en la UE pero el triunfo de los antieuropeos en el recuento general de Gran Bretaña volvió a encender las posiciones nacionalistas y el rechazo a Inglaterra.
May acusó al Gobierno escocés del Partido Nacionalista Escocés (SNP) de tener una “visión de túnel sobre la independencia” y centrarse en la independencia en detrimento de otras necesidades de la autonomía. “Pienso que lo que la gente quiere es que el gobierno del SNP se ocupe de los asuntos que requieren atención a diario”, dijo May a la BBC. Allí lanzó una frase que generó disgusto en las corrientes independentistas: “la política no es un juego”.
Lo cierto es que el gobierno escocés presentó a comienzos de marzo un detallado plan para mantener a Escocia dentro del mercado único. May aseguró que la iniciativa se está “examinando” y que “hay cuestiones que han planteado que hemos incorporado” al proceso del brexit. Prometió que el futuro acuerdo comercial de Londres con la UE, cuando se firme, “funcionará para todo el Reino Unido y, lo que es clave, que funcione también para Escocia”.
Otro proceso similar podría desatarse en Irlanda del Norte, donde la población también había votado mayoritariamente por la permanencia en la UE. En ambos casos, para convocar legalmente un referendo se necesita la autorización de la primera ministra. A diferencia de Inglaterra y Gales, Escocia e Irlanda del Norte votaron por amplia mayoría a favor de permanecer en el bloque en el referendo del pasado 23 de junio.
Las elecciones parlamentarias del 4 de marzo dejaron como resultado un equilibrio de fuerzas entre unionistas y nacionalistas. El probritánico Partido Democrático Unionista (DUP) de Arlene Foster ganó por un solo escaño (28) al nacionalista Sinn Féin de Michelle O’Neill (27). El gobierno británico se apuró a pedir “cuanto antes” un Ejecutivo compartido en Irlanda del Norte para evitar la profundización de la crisis.
Del lado de los laboristas las cosas no van mejor. Jeremy Corbyn, líder de izquierda del laborismo, está siendo azotado por las encuestas de opinión dentro de sus partidarios de cara a las elecciones de 2020. Un sondeo de la firma YouGov difundido a comienzos de marzo revela que la mitad del Partido Laborista cree que Corbyn debería dimitir antes de los comicios generales (36% para que renuncie ahora y 14% para que lo haga antes de 2020). El 44% de los consultados apoya la continuidad del dirigente. El mismo trabajo reveló que el economista John McDonnell, aliado de Corbyn, es el político favorito al interior del laborismo. Ambos representan corrientes que se ubican a la izquierda del partido, que celebrará elecciones internas el 4 de mayo.
Reformismo
La socialdemocracia deambula sin rumbo por Europa, como lo muestran los escenarios de España, Italia, Francia, Gran Bretaña. A la par, la experiencia de Alexis Tsipras en Grecia fue un golpe duro para la denominada “nueva izquierda”, como lo fue también la derrota de Podemos en España, que sucumbió al acuerdo de cúpulas entre derechistas y socialdemócratas. La extrema derecha ocupa espacios perdidos por los progresistas y sólo en escasos escenarios asoma una izquierda que intenta distanciarse de los sectores desorientados.
Un caso particular es Portugal, como Grecia severamente castigado por la crisis y el ahogo del sistema financiero europeo e internacional. Desde 2015 el primer ministro António Luís Santos da Costa gobierna una coalición entre el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda, el Partido Comunista Portugués y los ecologistas, que mostró un incipiente alejamiento de la ortodoxia del ajuste fiscal, redujo el desempleo, mejoró la situación laboral general con aumento del salario mínimo y jubilaciones. El PS se vio obligado a un pacto con la izquierda para poder mantener la mayoría parlamentaria.
Trabajosamente en Alemania una corriente del viejo Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, actualmente aliado a la Unión Demócrata Cristiana de Angela Merkel) trata de hacerse un espacio para enfrentar a la actual canciller el 24 de septiembre próximo. Hasta enero pasado el secretario del SPD, Sigmar Gabriel, vicecanciller y ex ministro de Economía de Merkel, fue candidato a disputar la jefatura de Estado pero perdió en las primarias a manos de Martin Schultz, un representante de las corrientes más progresistas del SPD.
En Francia, el Partido Socialista se derrumba de la mano del presidente Hollande, pero la izquierda no logra ocupar ese espacio. Algo similar ocurre con el debilitamiento de la socialdemocracia italiana, sin que surjan organizaciones de masas que cuestionen el sistema.
Mientras tanto, la Unión Europea tambalea y ve cómo se eclipsa un proceso de integración madurado durante décadas que en los últimos diez años golpeó con dureza a los trabajadores del continente.
Año de riesgo electoral
La votación del pasado 15 de marzo en Holanda marcó el primer capítulo de una serie de elecciones que tiene en vilo a la Unión Europea (UE). Los defensores del bloque temían un triunfo del ultraderechista Partido para la Libertad, liderado por Geert Wilders. Por eso terminaron celebrando que la fuerza del actual primer ministro –el liberal de derecha Mark Rutte– fuera la más votada. “Hemos parado al populismo”, anunció Rutte a Europa en referencia a Wilders, aunque sólo obtuvo 21,4% de votos (33 bancas sobre 150) y tendrá que hacer un arduo trabajo para formar una coalición de gobierno. En las últimas elecciones había conseguido nueve diputados más.
La ultraderecha holandesa quedó en segundo lugar con 20 escaños; la Demócrata Cristiana (CDA) y el partido Demócratas 66 (D66), terminaron terceros con 19 bancas. El peor resultado fue el de la principal fuerza socialdemócrata del país, el Partido del Trabajo (PvdA), que pasó de 38 escaños y 24,8% de votos a sólo nueve bancas y 5,7% de apoyo electoral. Su lugar lo ocupó la izquierda verde (GroenLinks), que subió de 5,4% a 19,3% y llegó a 14 diputados, además de ser la fuerza más votada en Amsterdam. También logró 14 escaños el Partido Socialista (SP) –uno menos que en 2012– que forma parte de la Izquierda Unida Europea.
El PvdA es parte de la coalición de gobierno que sostiene a Rutte. Hace cinco años liberales y socialdemócratas sumados ocupaban la mayoría de las bancas (79), pero ahora apenas alcanzaron 42 diputados, lo que supone en realidad un profundo rechazo al gobierno formado en 2012, más que una victoria sobre la ultraderecha. Para seguir al mando del país Rutte necesitaría ahora el apoyo de la CDA, D66 y nuevamente del PvdA, que tras la catastrófica elección está menos dispuesto a seguir sosteniendo al gobierno liberal.
La socialdemocracia es además la principal defensora de la UE y el programa europeo, que entre los liberales genera cierto escepticismo. “Los liberales no son muy pro europeos. No creo que sea una gran victoria para Europa”, aseguró Elmar Smid, del Secretariado Internacional del PvdA. Es que durante la campaña el primer ministro endureció sus posiciones sobre inmigración y criticó algunos aspectos de la integración europea para competir con la ultraderecha.
El gran éxito de Wilders fue poner en vilo a todo el continente e instalar los temas de campaña: inmigración musulmana, identidad nacional e integración europea. Propuso cerrar las fronteras y las mezquitas, prohibir el uso del burka, permitir la detención “preventiva” de musulmanes considerados radicales o peligrosos y activar un referendo para decidir la continuidad o salida de Holanda de la UE. La agenda de la ultraderecha crece en todo el continente.
Fragilidad del eje europeo
Francia es, como Holanda, uno de los seis países considerados fundadores de la Unión Europea y ahora todo el continente está pendiente de lo que ocurra en las próximas elecciones. Este 23 de abril se definirán los dos candidatos presidenciales que irán a la segunda vuelta el 7 de mayo. Por primera vez el Partido Socialista (en cuarto lugar según las encuestas) y la derecha liberal (Republicanos, ex UMP) podrían quedar afuera del balotaje. Su lugar lo ocuparían la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, y el banquero Emmanuel Macron, que desde el partido En Marcha defiende el liberalismo económico y toma banderas progresistas en temas sociales.
Si se confirma este escenario para el 7 de mayo, la debacle continental de la socialdemocracia será total. Hollande es el presidente francés con menor popularidad desde que se hacen este tipo de mediciones, hace ya varias décadas. Las encuestas ubican al candidato presidencial del Partido Socialista (PS) –emblema de la socialdemocracia europea y mundial– en el cuarto lugar. Los liberales todavía tienen la esperanza de que François Fillon –imputado por malversación de fondos públicos– llegue a la segunda vuelta con Le Pen y sea el próximo presidente gracias al apoyo del resto de los partidos franceses. Pero la crisis del sistema político tradicional ya es innegable.
Otro punto de apoyo fundamental para la Unión Europea es Alemania, también país fundador. La figura de Angela Merkel es vital para el bloque y el 24 de septiembre se presentará a elecciones en busca de su cuarto mandato presidencial. Pero sus aliados socialdemócratas (SPD) buscan poner fin a su liderazgo y dar un leve giro a la izquierda de la mano de Martin Schulz, que eventualmente podría formar gobierno junto a fuerzas de izquierda como Die Linke y Los Verdes.
Una de las propuestas centrales de Schulz es derribar las reformas laborales llevadas a cabo por el Gerhard Schröder (también del SPD) en 2003 y 2005. “Quiero aplicar políticas que permitan mejorar un poco las condiciones de vida de las personas que trabajan duro”, declaró el candidato socialdemócrata tras ser elegido por unanimidad en marzo como nuevo líder del partido. Empresarios y políticos conservadores ya denuncian el “populismo” de Schulz.
A diferencia de Francia, las posiciones sobre la UE no varían entre los máximos aspirantes a conducir Alemania, aunque sí habrá especial atención en el resultado que obtenga la ultraderecha, en un país donde la inmigración y los refugiados ya son tema central del debate político.
Inestabilidad en el sur
Otro país atravesado por la crisis de sus partidos políticos es Italia. Luego de la derrota de su propuesta de reforma constitucional el 4 de diciembre, el primer ministro Matteo Renzi renunció a su cargo y en su lugar asumió el hasta entonces canciller Paolo Gentiloni. Uno de los principales artífices de la derrota de Renzi fue el Movimiento 5 Estrellas, que se autodefine como “anti-euro”, “anti-partido” y es liderado por el cómico Beppe Grillo. En 2016 ganó 19 alcaldías, incluyendo la de Roma. El otro partido de peso es el ultraderechista Liga del Norte. Según encuestas, ambas fuerzas suman hoy 40% de intención de voto.
El Partido Democrático (PD) que gobierna Italia, fundado en 2007 con la fusión de sectores socialdemócratas, ex comunistas y socialcristianos, irá a elecciones internas el 30 de abril luego de la ruptura de un amplio sector interno. El grupo que dejó al PD formó junto al partido Izquierda, Ecología y Libertad el bloque Democráticos y Progresistas, que ahora cuenta con 37 diputados y 14 senadores. Aunque se especulaba con un adelanto de las elecciones tras la salida de Renzi, lo más probable es que el PD frene esa posibilidad y los italianos vuelvan a las urnas en 2018.
La crisis política del país se refleja en el Parlamento: de los 10 partidos que lograron representación legislativa en 2013, en cuatro años se pasó a 25 grupos parlamentarios distintos, fruto de la gran cantidad de rupturas al interior de las fuerzas políticas. Mientras esto sucede, la UE le dio un ultimátum al país para que recorte el gasto en 3.400 millones de euros. Bruselas exigió al gobierno reducir el déficit fiscal y frenar el aumento de la deuda pública.
En España el Partido Popular gobierna con extrema fragilidad y el socialdemócrata Psoe sigue en caída libre tras permitir otro mandato presidencial de Mariano Rajoy. Las dificultades para lograr mayorías legislativas a la hora de aprobar proyectos de ley dispararon la posibilidad –todavía baja- de elecciones anticipadas a cinco meses de comenzado el mandato.
El hecho clave ocurrió en marzo. Por tercera vez en la historia, el Congreso derribó un decreto-ley del Presidente al rechazar la reforma laboral de los estibadores con 175 votos en contra (hubo 142 a favor). El decreto pretendía liberalizar el sector, tras una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia. El último precedente de un rechazo semejante data de 1979. Rajoy quedó de esta manera debilitado frente a la UE y el país deberá pagar 23 millones de euros más 134 mil euros diarios (casi 50 millones por año) hasta que no ponga en práctica la reforma, una cifra ínfima del presupuesto.
Otro quiebre se produjo con la creación de una comisión de investigación parlamentaria sobre la financiación del Partido Popular, firmada por el Psoe, Podemos y Ciudadanos, fuerza que cerró un acuerdo el año pasado para permitir la investidura presidencial de Rajoy. Fue la primera iniciativa conjunta de los tres mayores partidos de oposición contra el Gobierno y podría incluir la citación del propio Presidente, que ya tiene un considerable rechazo en la población.
Sin embargo el principal problema de España no es político: el desempleo es del 18,2% y de 42,7% para los jóvenes, mientras que la pobreza infantil asciende a 23,4% y cada vez es mayor la desigualdad social. El fuerte descenso de la calidad de vida, no sólo en España sino en la mayor parte de las poblaciones europeas, es lo que está detrás de la crisis política que afecta a cada país y al conjunto de la Unión Europea.
La peor parte, hace ya varios años, se la lleva Grecia, que necesitará nuevos préstamos “de rescate” para no entrar en suspensión de pagos en julio. A cambio, el gobierno deberá hacer más ajustes presupuestarios en una rueda que no tiene fin y desde hace ocho años hunde cada vez más a la población. La UE le exige más reformas impositivas, laborales y de las pensiones a un gobierno que tras llegar al poder desde la izquierda terminó siguiendo la misma agenda de sus antecesores. Los últimos dos años, el primer ministro Alexis Tsipras, del Partido Syriza, impuso fuertes ajustes para continuar recibiendo créditos del bloque europeo.
El desempleo en Grecia es de 23,6% y de 45,2% para los jóvenes y casi un cuarto de la población sufre “privación material severa” desde hace años según la oficina de estadísticas de la UE. La crisis social ya es inocultable y cada vez más griegos hacen largas colas para conseguir alimentos en comedores comunitarios. Desde 2012 la cantidad de inscriptos al banco de alimentos de Atenas pasó de 2.500 a 26 mil y hay dificultades para cubrir las necesidades de todas esas personas.
La población de Grecia, asfixiada y sin horizonte, muestra hoy la verdadera cara de la crisis capitalista europea y el desmoronamiento de un proyecto de integración que margina cada vez a más personas.