06 abril, 2017
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Oleada de movilizaciones como antesala del año electoral
Mientras actúa como ariete contra Venezuela el Presidente asiste a una multiplicación de conflictos que acaso sortee en lo inmediato pero anuncian la inviabilidad estratégica de su proyecto.
Percepción errada o realidad bifronte: ¿están o no en pie de lucha la clase obrera, el movimiento estudiantil, el conjunto de la sociedad argentina? De un lado, sucesión de marchas masivas por diferentes razones y un enemigo común: el gobierno de Mauricio Macri. Al otro, una no menos ostensible desmovilización de la sociedad y también de sus diferentes vanguardias naturales.
Desde mucho tiempo atrás y hasta el mes de febrero no había político o analista que no subrayara la anomia de la sociedad argentina. No obstante, entre el 6 y el 24 de marzo hubo marchas y concentraciones sin precedentes por su eslabonamiento y con pocos antecedentes de tal masividad.
El 6 hubo una concentración ante el ministerio de la Producción convocada por la Confederación General del Trabajo (CGT). Un poderoso aparato sindical complementado por municipios del conurbano y diferentes agrupamientos políticos congregó una multitud que sus organizadores estimaron en 400 mil personas. Al día siguiente, los docentes marcharon en demanda de aumento salarial. Hubo según los organizadores, más de 60 mil maestras y maestros. 24 horas después, en el día internacional de la mujer, una masa estimada en alrededor de 80 mil asistentes, llegó hasta la Plaza de Mayo. Mientras tanto y durante los días siguientes no hubo una jornada sin que en el centro de Buenos Aires se multiplicaran cortes y piquetes con protestas de todo tipo, hasta que el 22 se realizó la marcha federal docente, con 400 mil asistentes, siempre según sus organizadores. Dos días después, para conmemorar el aniversario del golpe de Estado de 1976, dos grandes marchas coronaron la serie con creciente masividad respecto de años anteriores. En todos los casos pueden ponerse en dudas los números alegados por los organizadores, pero está fuera de discusión la inusual respuesta participativa de contingentes sociales muy amplios.
¿Se transformará esta catarata de reclamos en poderoso torrente que limpie a fondo el establo de Augias en que las clases dominantes han convertido al país? No. Las grandes mayorías permanecen pasivas. Más aún: no reconocen como vanguardia –tanto menos como dirigentes– a quienes promueven esta oleada de protestas. Como signos premonitorios de una erupción volcánica estos hechos confirman la poderosa fuerza subterránea que en última instancia condiciona la realidad argentina. Pero el río de lava ardiente continúa bajo la superficie.
Huelga general
Acaso la dificultad para sopesar la realidad se haya aclarado al menos en parte el 6 de abril, cuando se cumpla la huelga general convocada por la CGT. (Dicho sea de paso: por esta razón la edición de abril de América XXI, precisamente al celebrar su 14º aniversario, no estará en la calle en Argentina como regularmente lo hace, el primer jueves de cada mes). Los dirigentes que convocaron a la huelga aclararon que es sólo por 24 hs y que no habrá movilizaciones. “Nos quedamos todos en casa tomando mate”, declaró Carlos Acuña, uno de los tres secretarios generales de la CGT, quien abundó: “No es contra nadie, es un desahogo de los trabajadores”. Luego remató su concepto: “el paro no soluciona nada”.
“Paro dominguero” lo llamaron las organizaciones de izquierda, dispuestas a realizar ese día actos y cortes de rutas y calles. Es algo más: prueba la continuidad del acuerdo estratégico de las cúpulas sindicales con el plan burgués presidido por Macri. Tal como desvergonzadamente lo admite Acuña, la huelga está convocada como válvula de escape para el descontento –de diferente grado y naturaleza pero generalizado– que atraviesa hoy la sociedad argentina.
Si alguien se tomara el trabajo de escuchar los discursos de quienes estuvieron en los palcos sucesivos comprobaría la anterior afirmación: aparte el deplorable nivel de las alocuciones, ninguna de ellas puso en cuestión el sistema que produce las calamidades expresadas en cada caso, exclusivamente, en relación con reivindicaciones economicistas y, para colmo, limitadas al propio sector movilizado. Nadie lo resumió como Acuña: “el paro no es contra nadie”.
¿Es válido esperar del 6 de abril un paso adelante en la combatividad, la organización y la conciencia de los trabajadores? No, en absoluto. Promover primero y aferrarse después a esta convocatoria de las cúpulas sindicales asociadas al Estado burgués es prueba de ingenuidad o, en no pocos casos, de un interés análogo al de la CGT: ocupar un espacio en el proceso electoral que domina el escenario político. En agosto se realizarán las denominadas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) mediante las cuales cada bloque político validará a sus candidatos. En octubre habrá elecciones para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado.
Esto llevó a la circunstancial división del bloque político que todos los partidos y fracciones burgueses mantuvieron a lo largo de 2016. Largada la carrera electoral, se mantiene la unidad estratégica pero se diversifica la oferta partidaria. Los protagonistas de esta farsa se insultan en público y negocian como ávidos socios en privado.
Fragmentado y sin liderazgo alguno el Partido Justicialista (PJ, peronismo), la CGT parece dispuesta a ocupar el centro de ese conjunto desperdigado y sin otro punto en común que la mantención o conquista de franjas de poder en el aparato del Estado, para lo cual deben abogar por la estabilidad de Macri a la vez que tratan de desgastarlo, con la mira puesta en un regreso del PJ al gobierno en las presidenciales de 2019. Sólo un sector, minúsculo y desprestigiado ante los trabajadores y el conjunto de la población aspira a desestabilizar y eventualmente derrocar al gobierno de Cambiemos. El golpe de mano mediante el cual un grupo proveniente de un municipio del gran Buenos Aires puso en ridículo a la dirigencia de la CGT al final del acto inauguró una fase en la pugna interna peronista: cúpulas sindicales y dirigencias tradicionales del PJ decidieron descartar alianzas con esos sectores marginales, aunque están lejos de haber resuelto la configuración de sus propias listas de candidatos.
El yugo de la economía
Mientras tanto el plan de salvataje burgués continúa su marcha. Los gritos exigiendo un paro general el 6 de marzo ocultaron –acaso deliberadamente– que gobierno y cúpulas sindicales habían acordado poco antes una reforma en los convenios colectivos de trabajo de dos gremios clave: petroleros y mecánicos (fábricas de automóviles). No hubo una sola protesta sindical, en dirigencias o bases contra estos cambios profundos. En el mismo momento de la oleada de protesta, el sindicato numéricamente más importante del país, empleados de comercio, acordó en paritarias un aumento salarial idéntico al que rechazaban los docentes bonaerenses. Esto último sin embargo, también es engañoso: la imponente marcha federal del 22 de marzo fue organizada en consonancia con la obligada aceptación de las dirigencias de que el conflicto había llegado a un punto crítico: 17 provincias (sobre 24) habían concluido acuerdos paritarios (todos en el orden de lo propuesto por la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal). En esta provincia, clave por sumar el 40% de los docentes del país, una proporción considerable de maestros rompió el paro luego de la primera semana (60% según las autoridades, 20% según los sindicatos). Por eso en paralelo con gestos rudos, la dirigencia sindical levantó el paro y volvió a las negociaciones días antes abandonadas.
La denuncia oficial de que el paro docente tuvo un propósito partidario melló la voluntad de maestras y maestros, sobre todo en el interior de la provincia de Buenos Aires. Es improbable que el conflicto concluya por completo. Pero está claro que perdió su impulso inicial y está por verse cómo repercutirá en la estabilidad de la dirigencia del principal sindicato provincial, Suteba, que tiene elecciones en pocas semanas y está acosada por un bloque de izquierdas.
En tanto, a fuerza de recesión y restricción monetaria la inflación bajó, al tiempo que los precios de alimentos básicos continuaron subiendo. Tal como afirma el gobierno, la recesión revirtió a partir del último trimestre de 2016. Macri y sus ministros esperan que el impulso a la obra pública, sumado a una serie de planes de préstamos hipotecarios para construir y comprar viviendas, así como otras medidas para alentar el consumo, agilicen la economía en este segundo trimestre y le permita lleguar presentable a agosto, para las Paso, y sobre todo a octubre, cuando el oficialismo no podrá en ninguna hipótesis superar su minoría legislativa, por lo cual su opción es ganar algunos diputados y senadores o tener una onerosa derrota electoral, que condicionaría y eventualmente desestabilizaría el segundo bienio presidencial de Macri.
Son los márgenes que ofrece una economía estructuralmente en crisis, condicionada además por la declinación mundial del capitalismo y, en particular, por el desbarajuste general en Brasil que afecta directa y duramente a la economía argentina. Exagerando su actuación contra Venezuela Macri no resolverá esos límites y, al contrario de lo que proclama, no podrá garantizar crecimiento y más democracia en el país.