Ecuador bajo tierra, otra forma de hacer cine
01 mayo, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Un espacio de encuentro y exhibición para producciones de bajo presupuesto
Tras los primeros cinco festivales que incluían una fuerte presencia de películas internacionales, la organización decidió devolverle la mirada a la producción ecuatoriana.
El festival de cine “Ecuador bajo tierra” nació hace seis años como un espacio de encuentro y exhibición para producciones de bajo presupuesto. La idea central fue proponer temáticas, estéticas, modelos de producción y circulación que pudieran replantear el desarrollo de la industria cinematográfica.
En 2016 el festival recorrió las ciudades de Quito, Manta, Portoviejo y Montecristi, con una selección de al menos 15 proyectos audiovisuales, distribuidos en tres secciones. El director de programación del ciclo, Miguel Alvear, explicó que, a diferencia de ediciones anteriores que incluían una fuerte presencia de películas internacionales, la organización decidió devolverle la mirada a la producción nacional, que tuvo su propio espacio en la sección Cholywood.
Esta sección reunió siete largometrajes producidos en el último año. La violencia urbana y el deterioro social, por ejemplo, se mostraron a partir de la mirada de directores como Jackson Jickson y Elías Cabrera en su filme Una noche sin sueño y El taxista verdugo, respectivamente. Los afectos, la familia y sus conflictos se vieron en las películas de Nelson Palacios, Te perdono papá, y Jorge Beltrán, director de Irresponsabilidad compartida. A esas películas se sumaron El último en morir, de Carlos Larrea; De la boca de los sapos, de Irma Herrera; y el western criollo Cuatreros del mal, del azuayo Vinicio Jaramillo.
Por otra parte, la sección Zona Cero estuvo conformada por cuatro cortos y mediometrajes realizados por cinco directores de la provincia de Manabí. Los filmes fueron el resultado inicial de un proyecto impulsado por la Corporación de Productores y Promotores Audiovisuales del Ecuador (Copae) que entregó fondos a 11 realizadores locales para la producción de cortometrajes que registraran la experiencia del terremoto ocurrido en Ecuador, desde su propia mirada. Además de las proyecciones, hubo charlas y talleres.
Pasado presente
En 2009 la organización cultural Ochoymedio fundada ocho años antes por un grupo de productores de cine, realizadores y artistas interesados en promover la cultura cinematográfica, produjo el “Festival Ecuador Bajo Tierra, Primera Edición”.
Aquel primer ciclo presentó una recopilación de las películas que habían sido objeto del estudio del libro Ecuador bajo tierra, filmografías en circulación paralela, editado por Miguel Alvear y Christian León. Esa publicación, explicaron los autores, visibilizó finalmente un fenómeno que, por años, se había desarrollado “bajo tierra” en el Ecuador y que era poco conocido por los sectores formales de la producción de cine local. Ese mismo año el encuentro se convirtió en una fiesta del “cine subterráneo” ecuatoriano que encontró por fin salas para que sus películas fueran exhibidas.
Alvear explicó: “desde entonces nos planteamos descubrir y promover la exhibición de las cinematografías locales que reflejan ciertas particularidades culturales y que, por sus características sociales y tecnológicas, constituyen una fuente de memoria contra oficial y cotidiana que debemos conocer y presentar en nuestras salas”.
Reafirmó que “estamos totalmente convencidos de nuestra obligación de recuperar el acervo cinematográfico que se produce fuera de cualquier establishment conocido hasta ahora”. Señaló que “nuestro objetivo, ahora, es seguir promoviendo el registro histórico de la cotidianidad ecuatoriana” y resaltó que “el estudio, valoración y visibilización de las cinematografías no profesionales o marginales es un componente importante para comprender la cultura audiovisual ecuatoriana”.
El organizador de este festival aclaró que no son películas “lumpen” o “simplemente amateur” o “incómodas” o “malas” sino producciones “hechas a pulso y cuya amplia circulación –por fuera de los canales establecidos de festivales o pantallas comerciales– nos dice mucho del medio audiovisual ecuatoriano, no solamente del que se produce en Quito y Guayaquil (las dos principales ciudades del país)”. Al mismo tiempo –aventuró– algunos mecanismos de producción y distribución aplicados por estos realizadores pueden aportar de manera importante al mal llamado sector formal o industrial.
La realización anual del festival llama a que las autoridades culturales dejen “de lado la incomodidad que puede provocar la difusión de realizaciones que son parte de nuestra manera de visibilizar, mediante el cine, lo que somos, pensamos, o sentimos los ecuatorianos. Esta estigmatización provoca más bien una subvaloración de un fenómeno que debe ser conocido; este prejuicio cierra los ojos, impide ver más allá, y no permite el conocimiento de una realidad audiovisual que traspasa lo que en cine ecuatoriano “profesional” se ha hecho hasta ahora”.
Las películas exhibidas durante los festivales han sido las más vistas en el país, lo que demuestra que sólo necesitaban pantallas para ser exhibidas. Sicario manabita –de Fernando Cedeño– vendió más de un millón de copias en el mercado pirata. Y ahora mismo, cuando ya las plataformas de internet van desplazando a los formatos DVD, según afirma Miguel Alvear –palabra mayor en este tipo de cine– la película Pedro, el amante de mamá, de Nelson Palacios, supera en YouTube los cuatro milloles 290 mil visitas, que es lo mismo que decir que es la película ecuatoriana más vista de la historia.
En Manabí, por poner un ejemplo, no había salas y fue de esas ciudades y de esos lugares desde donde fueron emergiendo películas actuadas y dirigidas por vecinos y vecinas que nunca antes habían hecho cine. Directores como Fernando Cedeño, Nelson Palacios, Nixon Chalacamá, Carlos Quinto, entre tantos otros, rompían no sólo las elementales formas de concebir y producir películas, sino que también generaban una estética vinculada con lo popular y al margen de los cánones de lo cinematográficamente correcto.
En palabras de Cristian León, “este cine genera un cuestionamiento al concepto de ‘industria’ a través de una serie de prácticas artesanales, cuestiona al mercado del filme en tanto mecanismo de exclusión social y, finalmente, pone en entredicho el gusto ilustrado de la clase media modelado en la cultura euroamericana”.
Ochoymedio
La organización cultural Ochoymedio, ubicada en Quito, nació luego de la investigación que se materializó en el libro Ecuador Bajo Tierra, videografías en circulación paralela. Actualmente dispone de dos salas de cine en el tradicional barrio La Floresta de Quito que se ha convertido en un verdadero centro cultural. Allí exhibe cine independiente de todo el mundo y presenta espectáculos de artes escénicas y música en vivo. Desde 2003 programa y opera las salas Maac Cine de Guayaquil y Manta, en la costa ecuatoriana.
Miguel Alvear es artista visual, realizador de cine y gestor cultural. Entre sus proyectos se destacan el largometraje experimental Black Mama, el proyecto fotográfico Divas de la tecnocumbia: Mec-Pop, el primer Festival de Cine Hecho en Casa y el documental Ecuador Bajo Tierra.
Christian León es docente, investigador y crítico de cine. Especialista en Visualidad, comunicación y Arte Contemporáneo. Autor del libro Cine de la marginalidad: realismo sucio y violencia urbana. Fue coordinador de la sección ecuatoriana del Diccionario Iberoamericano, editado por la Sociedad General de Autores y Editores de España. Dirige el proyecto de investigación “Imaginando al otro. El documental indigenista del Ecuador”.