Lucha de clases y constituyente
30 mayo, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Dos análisis sobre la situación interna de Venezuela
La situación que atraviesa Venezuela invita al análisis, la reflexión y el debate. El primer texto es de Jorge Arreaza, ministro para el Desarrollo Minero Ecológico y ex vicepresidente Ejecuto de Venezuela (2013-2016). Desde la perspectiva de la lucha de clases, afirma que la Revolución Bolivariana se acerca a su punto de no retorno y que la respuesta de la burguesía –apoyada en las dificultades económicas del país– es a fondo y extremadamente violenta porque necesita evitar la llegada a ese punto definitivo de irreversibilidad. El segundo texto es de Jesús Faría, ministro para el Comercio Exterior e Inversión Internacional de Venezuela. Describe la compleja y violenta coyuntura nacional, aborda la necesidad de la asamblea constituyente en ese contexto y ubica la cuestión económica en el centro de los debates.
Hoy más que nunca: conciencia de clase
Por Jorge Arreaza
Nadie duda sobre la existencia de las clases sociales. Marx lo dejó claro, son dos: la burguesía, dueña de los medios de producción y acumuladora del capital a partir de la apropiación de la fuerza de trabajo de los asalariados. Y el proletariado, los asalariados, los que carecen de propiedad privada sobre los medios de producción. Una clase que domina a la otra, que explota a la otra, que se aprovecha y se enriquece a partir de esa explotación sobre la mayoría. Pero es la clase trabajadora, la que hace el esfuerzo, la que produce y genera la riqueza legítima, que luego le es arrebatada y distribuida entre quienes concentran el poder y los medios de producción.
Marx también disertó sobre las características de la superestructura político jurídica, a partir de esas relaciones de producción, de ese modo de producción fundamentado en la explotación. Es decir, los que dominan en la economía, dominarán en la política y en la construcción de aquello que da sentido común a la sociedad en que se desarrolla. La economía capitalista amerita de un ordenamiento jurídico que proteja y naturalice esa relación arbitraria y desigual de una minoría que domina a la gran mayoría. A partir de este hecho, la estructura del Estado Burgués servirá para mantener y profundizar la desigualdad como elemento fundamental del capitalismo. Es la dictadura de la burguesía, que puede, o no, tener fachada de democracia liberal, puede predicar, o no, los derechos del hombre, pero que a fin de cuentas no es más que el sistema de justificación y protección jurídica- institucional-moral de la explotación económica y la opresión sobre la clase trabajadora.
En Venezuela la burguesía nacional gobernó y dominó a sus anchas hasta 1989. Una extendida pobreza caracterizó a la inmensa mayoría de los venezolanos. Mientras que un puñado de familias acumulaban riqueza a partir de la pobreza y el trabajo de esa mayoría. Una burguesía además improductiva, parasitaria, aferrada a la renta petrolera que el Estado, su Estado, le facilitaba para importar y especular, más que producir. Los gobiernos y gobernantes que se correspondieron con esa etapa de la historia y la economía venezolana eran fieles representantes de aquel sistema de dominación y acumulación del capital. Un enjambre legal que avalaba la desigualdad, la explotación y la entrega de nuestros recursos energéticos y minerales a las grandes corporaciones internacionales, jefes y jefas imperialistas de esa burguesía criolla. Unas Fuerzas Armadas que actuaban como ejército de ocupación, para proteger los privilegios de los pocos y reprimir a las grandes mayorías, que reclamaban su parte de esa riqueza, riqueza que ellos producían, y que también reclamaban los derechos sociales que les eran negados permanentemente.
Pero con 1989 vino 1992, con ese pueblo en la calle vino Hugo Chávez, y así los que no tenían parte se hicieron con el poder político, utilizando con inteligencia estratégica las herramientas de la propia democracia burguesa. En 1999 no se produce un cambio de administración ni de gobierno en Venezuela, comienza un cambio de época: la transformación y reversión estructural del sistema de exclusión de las mayorías y dominación de la minoría. Y efectivamente, cuando la minoría burguesa entendió que la Revolución Bolivariana sí iba en serio, que pretendía distribuir equitativamente la riqueza nacional y revertir el sistema de dominación y entrega de los recursos naturales, se desató una reacción voraz de quienes sentían cómo iban perdiendo aceleradamente el poder político y económico que ilegítimamente detentaron durante más de siglo y medio.
La burguesía, como clase social, se quedó sin el poder político nacional. Y aunque aún conservan amplia hegemonía sobre la propiedad de los medios de producción, han visto disminuidas sus capacidades de dominación y explotación a través de importantes nacionalizaciones, así como de la promulgación de leyes populares que restringen sus privilegios y márgenes de maniobra para explotar a la clase trabajadora. Y esa clase mayoritaria de invisibles y asalariados neo esclavizados, como diría el pensador francés Jacques Rancière, esa parte de los que no tenían parte, se hizo del poder político, no sólo institucional, sino social y territorial, a partir de la construcción del Poder Popular.
De manera dialéctica, la clase social trabajadora comenzó a hegemonizar la superestructura jurídico política de la sociedad venezolana del siglo XXI, a pesar de que las relaciones económicas de producción no se transformaron al mismo ritmo. La burguesía, por su parte, emprendió una fase violenta y permanente de intento ilegal de restauración en el poder político, a partir de la fuerza de su amplia propiedad privada sobre los medios de producción, los medios de especulación importadora y sus medios de comunicación. Mientras Hugo Chávez afianzaba a las mayorías en el poder político, fue generando las condiciones para que esa clase trabajadora se fuera apropiando también de medios de producción y fuesen generando nuevos medios, a partir de su organización para el trabajo. La burguesía, sin embargo, tuvo la audacia de permear las instituciones del Estado, en muchos casos vinculadas al poder económico hegemónico, y siguió apropiándose de parte de la renta petrolera, ya no en origen (desde Pdvsa), sino en destino (las divisas para la importación y producción). También usaron ese poder para tratar de derrocar al gobierno bolivariano.
El presidente Nicolás Maduro cortó de cuajo el acceso de la burguesía a las divisas del pueblo. Nuevas instituciones y métodos surgieron. A pesar de la disminución del ingreso petrolero, la inversión social se ha ampliado, las Misiones Socialistas avanzan, los derechos sociales se han profundizado en estos últimos cuatro años. A pesar de las dificultades, y precisamente gracias a su capacidad para superar las dificultades con el pueblo, la Revolución Bolivariana se acerca cada día más a su punto de no retorno. Ante esta realidad, y aprovechando las dificultades económicas, la burguesía arremete con todas sus fuerzas, nacionales e internacionales, con todo su poder económico y mediático, con toda su capacidad de generar violencia política, para evitar que la Revolución alcance ese punto definitivo de irreversibilidad.
En esta nueva etapa de acciones violentas e inconstitucionales, la burguesía sigue demostrando su monolítica conciencia de clase. Es decir, quienes componen esa clase social explotadora, defienden su restauración, luchan por recuperar sus privilegios y, en consecuencia, por negarle los derechos sociales a la mayoría. Planifican desde sus centros de poder económico su estrategia, sus tácticas y atajos inconstitucionales para retomar el poder.
Buena parte de sus nuevas tácticas de guerra se desarrollan hoy en la plataforma 2.0. Las balas no se disparan, sino que se inoculan, desde la idea liberal, bajo el ropaje de la “lucha pacífica y no violenta de la sociedad civil”. Todo se reduce a una imagen, a una consigna vacía, propio de la idea postmoderna del fin de la historia que profetizó erradamente Fukuyama en los años noventa. A través de la voracidad de las redes sociales nos quieren hacer ver que un país de un millón de kilómetros cuadrados y más de treinta millones de personas se reduce a los dos kilómetros cuadrados de caos que incendian en el este de Caracas un grupo de dirigentes irresponsables con alma de Nerón, acompañados de un contingente de mercenarios y ciudadanos emborrachados por el odio y el fanatismo. Es un esfuerzo más para llevar al pueblo a su propia estructura de pensamiento liberal burgués. Pero el pueblo hace rato que dejó de abrazar ciegamente el evangelio capitalista.
No hay manera de hacer compatibles los intereses de la burguesía con los de la clase trabajadora. La primera, como explicamos al inicio, siempre se alimenta y sustenta del sufrimiento de la segunda, de la entrega de las mayorías. Los sempiternos dueños de los medios de producción y sus allegados tienen claridad meridiana de su necesidad de liquidar la Revolución. Ahora bien, ¿tiene la clase trabajadora conciencia plena de clase? ¿Hasta qué punto la confusión mediática y la guerra económica generan la percepción de desclasamiento de algunas familias trabajadoras? ¿Cuál ha sido el impacto de esa guerra psicológica para distorsionar la realidad y procurar que los oprimidos defiendan los intereses de quienes les oprimen? ¿A qué otra clase, que no sea la trabajadora, puede pertenecer una maestra, un campesino, un médico, una indígena, un artista, un obrero, una enfermera, un transportista, un minero, un soldado, una funcionaria pública, un profesional asalariado? ¿A los intereses de cuál de las dos clases opuestas pertenecen los sectores medios de la sociedad? ¿Con qué clase se identifican, con la trabajadora o con la se enriquece a partir de robarles su conocimiento, su vida (tiempo) y fuerza de trabajo?
Ésta es la hora de la clase trabajadora. Es el momento de desarrollar plena conciencia de nuestra condición de clase, de nuestra identidad social. Momento de cerrar filas con nuestra Revolución y demostrarle a la clase burguesa, no solamente que ni ellos, ni sus privilegios, volverán en la Venezuela del siglo XXI, sino que además perderán de manera definitiva su hegemonía sobre los medios de producción, que dejarán de determinar el modo y las relaciones de producción. Tanto el Comandante Chávez, como el presidente Maduro, han respetado y han convocado a aquellos dueños de medios de producción privados que estén dispuestos a liquidar el sistema rentista petrolero, que estén dispuestos a desatar sus fuerzas productivas y que estén dispuestos a acompañar a la clase trabajadora a traspasar la barrera del no retorno. Dueños de medios que han de producir con los trabajadores, que los respetan, no que los explotan. No hay nada más violento y letal que la explotación capitalista.
Hoy más que nunca, debemos analizar la realidad, los hechos históricos, los intereses contrapuestos y excluyentes de los grupos sociales en conflicto: debemos fortalecer nuestra conciencia de clase. Somos mayoría, somos alegría, creemos en una sociedad de justicia para que haya una sociedad en paz. No queremos que vuelvan los que nos roban nuestra esperanza, nuestro trabajo, para enriquecerse.
Los desafíos por venir serán determinantes. Tomemos conciencia de dónde venimos, de dónde estamos, de quiénes somos y qué queremos. De nosotros depende hoy la existencia misma de la Patria, la construcción de nuevas relaciones de producción, de nuevas relaciones humanas, de una sociedad edificada sobre los valores de la igualdad, el trabajo y solidaridad. La nuestra es una Revolución Socialista, de la clase trabajadora, dirigida por un trabajador, que responde únicamente al mandato y los intereses de su clase, del Pueblo, del interés nacional y el bien social.
Constituyente y economía
Por Jesús Faría
1. La coyuntura actual
Estamos atravesando la coyuntura más compleja de la Revolución Bolivariana. La agudización de las contradicciones con el imperialismo y la derecha local ha escalado a niveles desconocidos. Su obsesión golpista se exacerba de manera peligrosa y despiadada.
La guerra económica reactivada con virulencia en los últimos dos años ha tenido como propósito minar las bases de la gobernabilidad del país y provocar un estallido social, que derroque al presidente Nicolás Maduro.
El propósito de caotizar el país por esa vía provocó una importante derrota a las fuerzas revolucionaria en las elecciones parlamentarias del 2015. Sin embargo, no concretó su meta fundamental de restaurar el poder político de la oligarquía. No lograron ese objetivo ni siquiera con el mayor apoyo financiero interno y externo, la masiva campaña comunicacional basada en las más infames mentiras y la descarada injerencia imperial.
Un colosal esfuerzo de resistencia popular encabezado por el Psuv, así como los avances del gobierno revolucionario en materia de recuperación económica y en las políticas sociales, lograron contener la feroz agresión.
Ante ese nuevo escenario, a partir del mes de abril la derecha y sus tutores extranjeros pasaron a una nueva fase de su plan golpista. La violencia, el terrorismo y los ataques armados se convirtieron en la punta de lanza de sus planes. El mes de abril se convirtió en un período de criminales ataques contra el pueblo, pero también de una impresionante movilización popular en respaldo al presidente Nicolás Maduro y la Revolución Bolivariana.
2. La necesidad de la Constituyente
La violencia exacerbada de la derecha y la fortaleza del chavismo en las calles, ofrecieron un escenario al presidente Nicolás Maduro para la decisión audaz y acertada de convocar a la Constituyente.
Uno de los propósitos fundamentales de la Constituyente es ofrecerle a nuestro pueblo una alternativa democrática y pacífica frente a la política terrorista de la derecha.
Esta propuesta constituye una iniciativa constitucional, reflejada en el Constitución de 1999 a través de su artículo 348, que faculta al presidente Maduro a convocar el proceso constituyente.
Es una propuesta profundamente chavista, porque su convocatoria y las propuestas de debate en su seno están inspiradas en el legado del Comandante Chávez.
Finalmente, es democrática, porque se convoca al pueblo, depositario del poder constituyente originario, a construir ese proceso a través del dialogo, el debate, la movilización, así como del voto universal, directo y secreto.
La derecha rechaza con cinismo cualquier iniciativa popular, porque trastoca sus planes guerreristas, desplaza sus estructuras elitescas, minimiza el condicionamiento de los resultados electorales por el poder económico y mediático. Su desprecio por el pueblo imposibilita un apoyo a esta Constituyente.
El éxito de la propuesta constituyente y, por lo tanto, la política de la paz y la democracia dependerán de las fuerzas del chavismo para desmontar las más inmundas mentiras que atentan en contra de la Constituyente. Nuevamente se enfrentan las fuerzas de la verdad contra la mentira.
Además de una mayoría chavista en el seno de la Constituyente para preservar la paz y la Revolución Bolivariana, es de vital importancia garantizar una participación electoral que la blinde. Una vez más la correlación de fuerzas determinará el desenlace de este proceso histórico. En tal sentido, el ascenso del chavismo, su prestigio y su fortaleza popular nos permiten ver con optimismo este nuevo desafío.
3. La coyuntura económica actual
Sin lugar a dudas, los esfuerzos de la contrarrevolución para el fracaso de la Constituyente se fundamentan en su política terrorista, pero esencialmente en la situación económica del país.
El escenario de especulación exacerbada, escasez y contracción de la economía es explotado (y fomentado a través de la guerra económica) por la oposición para generar malestar y protestas.
No obstante, no han logrado articular manifestaciones populares contra el gobierno bolivariano. Lo que estamos observando actualmente es una especie de rebelión de los ricos y las capas medias, potenciada por el empleo de grupos hamponiles muy violentos, contra una revolución popular.
Superar la crisis económica es una tarea prioritaria. Dicha crisis tiene tres dimensiones estrechamente relacionadas. En primer lugar, el colapso del modelo rentista genera grandes perturbaciones en el país. Definitivamente, los ingresos petroleros son insuficientes para cubrir las importaciones y la inversión del Estado.
Esta crisis se agudiza dramáticamente con la caída brutal de los precios petroleros (en más de un 75%), ocasionada por diversos factores, entre ellos la estrategia de Washington de desestabilizar a Rusia, Irán y Venezuela. Esto impactó duramente a una economía crecientemente dependiente de las importaciones desde los años 1970.
Finalmente, la guerra económica ha jugado un papel crucial en la actual crisis económica. Atacaron nuestra moneda, los mecanismos de distribución de alimentos, la capacidad de financiamiento externo… La confianza en nuestra economía fue muy afectada por la feroz campaña mediática.
Para superar la crisis económica y la conflictividad política es imprescindible fortalecer la base económica del país. Esa es una tarea que recae también sobre la Constituyente.
4. La economía en la Constituyente
Un primer impacto de la Constituyente en el ámbito económico consiste en el desplazamiento del clima de terror y violencia, que ahuyenta la inversión y deteriora el desempeño de la economía, por un escenario de encuentro democrático y debate civilizado. La Constituyente debilita la estrategia de guerra económica, que actualmente se centra en la violencia política.
Por otra parte, en la propuesta del presidente Nicolás Maduro el tema económico ocupa un papel especial. El agotamiento del rentismo es más que evidente y el modelo productivo alternativo a éste tiene que estar plasmado en la Constitución.
En este sentido, la industrialización de sustitución de importaciones y promoción de exportaciones como vía para el desarrollo económico nacional debe adquirir rango constitucional, con lo que contribuirá a que dicha estrategia se convierta en una política de Estado.
La diversificación de la economía, el rol promotor del Estado y la amplia participación del sector privado son elementos esenciales de este modelo industrializador.
Asimismo, es necesario incorporar el papel que se le asigna al capital extranjero en nuestro desarrollo. Las inversiones extranjeras deben ser promovidas en nuestro país en función del desarrollo de la nación. Ambos factores no son incompatibles y su incorporación en la Constitución proyectaría mayor confianza en nuestra economía hacia los actores económicos internacionales.
Nuevos mecanismos de distribución de bienes y servicios vitales para la población y el desarrollo nacional son temas muy actuales y de interés de una Constituyente.
Es fundamental el debate sobre mecanismos eficientes para combatir la caída de los precios petroleros. Lo que recogió la Constitución de 1999 no es viable y los años venideros no proyectan estabilidad ni fortaleza en el desempeño de los precios petroleros internacionales.
Finalmente, y no menos importante, es preciso definir el rol de los trabajadores en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la administración de los recursos económicos, en la dirección de unidades productivas.
La situación actual del país evidencia que no solo es preciso garantizar el cumplimiento de la actual Constitución, sino que se reclama su actualización en el marco del legado del Comandante Chávez.