“El diseño expresa un contenido, no es un fin en sí mismo”
03 julio, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Carlos Alberto Masvidal, Premio Nacional de Diseño de Cuba
La digitalización de contenidos plantea grandes desafíos para los diseñadores. Entrevista con un referente cubano del diseño integral.
En la escuela primaria y secundaria solía dedicar el tiempo de las clases a dibujar. Desde ese entonces ya tenía “encargos de diseño”, pues el resto de los niños le pedían: “¡Hazme un dibujo!”. Un día la maestra le contó a su mamá y ella, que para Masvidal es el personaje más fantástico de su vida, le contestó: “Es que él es un artista”.
Aunque nació en una casa llena de diseño –su padre y su hermano mayor eran diseñadores destacados, los derroteros que transitó el hoy Premio Nacional de Diseño 2017, Carlos Alberto Masvidal Saavedra, para dedicarse por entero a su eterna pasión de manera profesional, no fueron cortos ni sencillos.
Como no existía la carrera de Diseño en aquella etapa, ingresó en la Academia Naval y se graduó de oficial de máquina en la Marina Mercante Revolucionaria; luego estudió Ingeniería en la Universidad Tecnológica de La Habana, hasta que tuvo la posibilidad de optar por una plaza de ilustrador en la revista Juventud Técnica. “Ahí comenzó una de las épocas más divertidas de mi vida, donde también hice muchas amistades. Juventud Técnica fue lo que me dio más fama a nivel popular, todavía hay gente que me encuentra por la calle y me pregunta: ‘¿Tú eres Masvidal el de JT?’; es una generación que está ahora por los cuarenta y tantos que logré enganchar con las ilustraciones”, comenta el diseñador.
En la Asociación de Comunicadores Sociales, donde fue vicepresidente y jefe de los creativos, adquirió mucho conocimiento en el área de gestión del diseño e incorporó el enfoque que esta asociación tiene del diseño como un mecanismo de la comunicación.
Hoy posee una destacada trayectoria profesional, avalada por más de 40 premios. Ha diseñado revistas, libros, periódicos, tabloides, identidades visuales y campañas que comprenden aplicaciones digitales e impresas, entre ellas spots de televisión, sitios web y stands. Su trabajo se ha destinado a disímiles clientes, ha impartido conferencias en eventos y universidades nacionales e internacionales, y ha sido jurado en varias ferias y festivales.
“Estamos evolucionando”
Entre otros temas, Carlos Alberto Masvidal Saavedra hizo hincapié en sus inquietudes artísticas, la importancia del galardón recién obtenido por la obra de toda la vida y el estado actual del diseño en Cuba.
Usted ha incursionado en múltiples tipologías del diseño. ¿Tiene preferencia o inclinación por alguna en particular, o las disfruta todas por igual?
A mí me gustan todas, pero tengo un truco: descanso variando el tipo de diseño. No hay diseño más efectivo ni gratificador al momento que la publicidad, pero te destroza y, además, es muy efímera. Cuando la termino, me voy a hacer un libro, que es un trabajo más tranquilo y sedado, no tan espectacular, pero trasciende en el tiempo y es mucho más metódico. Cada tipo de diseño se enfoca de una forma diferente, por tanto, la mejor manera de descansar de uno es diseñar algo distinto.
Existen algunos diseños en los que debe atenerse a ciertas normas o requisitos y otros en los que, quizás, puede dar mayor cauce a la creatividad e innovación. En este sentido, ¿cuáles le han resultado más complejos?
Cada diseño tiene su maña. Las identidades y los logos para mí son muy complejos, porque se trata de una síntesis de diseño importante y no siempre uno está lo suficientemente lúcido. Con maña y oficio puedes resolver el Programa Cultural de la Oficina del Historiador, pero un logo, identidad o cartel es diferente.
Los libros también son complicados porque dependen del autor y el editor. Hace poco me dieron el Premio de Diseño Integral del Libro por una obra de la editorial Boloña dedicada al centenario de Miramar. No fue sencillo porque hubo que lidiar con cinco arquitectos.
He oído decir mucho que lo importante del libro es el contenido, y en este mundo, a estas alturas, estamos en una sociedad visual y en movimiento, donde contenido y forma deben estar aparejados. Si cada vez más las nuevas generaciones leen en digital, no les puedes presentar un libro impreso con una portada que no sea atractiva.
De acuerdo a su criterio, ¿qué requisitos debe cumplir un buen diseño?
El diseño está en función de expresar un contenido, no es un fin en sí mismo como el arte plástico. Pero dentro de esa manera de expresar el contenido sí puede haber mucho arte. Para diseñar hay que tener arte y cultura, porque uno manipula códigos y para ello debe conocerlos y saberlos emplear.
Lo difícil no es tanto diseñar, sino gestionar ese diseño y convencer al cliente. Ahora estoy haciendo las pantallas animadas del Centro Histórico y me paro todavía al lado para ver la reacción de la gente. Esos son los pequeños detalles que me dicen que todavía estoy vivo.
¿Cómo valora el estado actual del diseño en Cuba, en cuanto a sus aspectos positivos y debilidades, y los retos que afronta?
El diseño en Cuba está como nunca. Hay una cantidad enorme de buenos diseñadores, pero no puedes alejar el diseño de la economía y el desarrollo del país. Estamos haciendo una fábrica de buenos diseñadores que van cayendo en un saco, y ese saco a cada rato se rompe y se vacía. Se van del país, que no tiene las posibilidades económicas para que cada uno desarrolle su trabajo y sus capacidades.
Con la globalización e Internet se ha producido algo muy bueno: ahora cualquier diseñador puede abrir la web y ver cómo se está diseñando en otras partes del mundo. Los jóvenes están mucho más actualizados y en sentido general el diseño ha mejorado muchísimo; pero todavía no hay industria en Cuba, menos aún para un diseñador industrial.
Por otra parte, estamos evolucionando porque antes todo el diseño de la televisión era malo y hoy te puedes encontrar cosas muy malas, pero también otras muy buenas. Además, los cuentapropistas están empezando a usar el diseño, ya no solo ves una tabla en la calle donde se vende refresco de guachipupa, sino lugares con un diseño espectacular. En eso percibo un canal de realización, porque quien hizo eso entendió la necesidad del diseño.
Usted ha recibido múltiples galardones a lo largo de su trayectoria profesional. ¿Qué representa el Premio Nacional de Diseño en especial?
Lo que puedo decir es que cuando tenía 20 años estaba loco por este premio, y ahora que tengo el premio, estoy loco por tener 20 años. Es un respiro el saber que finalmente lo cogí, porque el Premio Nacional de Diseño es el oro olímpico. Yo había ganado campeonatos mundiales, panamericanos, centroamericanos, pero me faltaba el premio mayor.
El premio es un acto puntual, pero tú no lo eres; tú eres el resultado de tu familia, amigos, de tus escuelas, de los que te ayudaron y los que no, de los que tú ayudaste. Entonces, cuando te dan un premio así sientes el compromiso de hablar de todos los que te ayudaron y el premio es también un reconocimiento a toda esa gente.
Si no hubiera existido una Oficina del Historiador con una capacidad de asimilar creativamente a su gente, establecer un ciclo positivo de trabajo y un espacio donde la belleza funciona, yo no tendría este premio. Afortunadamente, caí en un sitio donde las condiciones fueron propicias para crecer.
Lo bueno del premio es que te da la tranquilidad de que trabajaste y lograste estar donde querías. Lo malo es que te sube demasiado la varilla. Yo aún no me creo que soy el Premio Nacional de Diseño; yo soy Masvidal, que tiene que salir todos los días a luchar en la calle igual que todo el mundo.