26 febrero, 2018
category: EDICIONES IMPRESAS
En uno u otro sentido, abril traerá definiciones trascendentales para el futuro de América Latina.
Tal vez al vetar la presencia de Venezuela los gobiernos de Argentina, Colombia y México completen la saludable tarea de demolición definitiva de ese esperpento anacrónico denominado “Cumbre de las Américas”. Quizá antes en Paraguay se haya firmado el acuerdo Mercosur-UE. Y poco después el Partido Colorado sea otra vez derrotado en las presidenciales el 22. Ese mismo día con certeza Nicolás Maduro ganará las elecciones en Venezuela, aunque quedará pendiente la devastadora crisis económica que, guerra imperial mediante, asuela a aquel país. Para entonces se sabrá también si Mauricio Macri quiebra la resistencia de un sector de la cúpula sindical, tan burocrático y corrupto como los demás, pero por pragmatismo puro hoy enfrentado con el gobierno. Estará a la vista también si la inmanejable crisis estructural de la economía argentina da aliento a la resistencia social y socava la gobernabilidad del heterogéneo elenco macrista, aunque lo previsible es que, sin pausa en el agravamiento del deterioro económico y la penuria social, se afirme el frente único burgués que sostiene al gobierno de Cambiemos. Ese inorgánico pero muy efectivo frente único del capital y sus sirvientes incluye a las cúpulas sindicales no alcanzadas por la errática mano del poder judicial, lo cual garantizaría a corto plazo la estabilidad del régimen presidido por Macri (ver pág. 20).
“De cumbre en cumbre, de abismo en abismo”
Fue la expresión de Hugo Chávez para describir el derrotero invertido de gobernantes y pueblos. Para ahogar de manera supuestamente definitiva a la Revolución Bolivariana Washington ordenó la creación del Grupo de Lima. En su ignominiosa conducta para calumniar la búsqueda de la transición al socialismo encaminada por Chávez, los presidentes de los países integrantes de ese grupo de la vergüenza llegaron al extremo de condenar la elección presidencial en Venezuela antes de que tenga lugar e impedir, violando toda ley y cualquier principio, la presencia de Maduro en la pseudocumbre del 13 y 14 de abril en Lima.
Maduro aseguró que asistiría de cualquier modo y fue más allá: “hablemos de Venezuela, América del Sur y América Latina. Le digo al presidente Macri: no me tenga miedo, convoque como presidente de Unasur a una cumbre y nos vemos las caras”.
Ciudadanos argentinos con sentido de la decencia y el honor sufriremos una intolerable afrenta más si quien ostenta el cargo de presidente no levanta el guante. Afrenta que, como de manera palmaria muestra la historia, será cobrada en su máximo precio cuando llegue la hora. Otros gobiernos latinoamericanos que incurran en la complicidad o el oportunismo sufrirán parejas consecuencias. Es hora de definiciones definitivas, aunque no todo ocurra en abril.
Revolución y contrarrevolución
Quienes fingen que el sistema capitalista mundial sobre el que reposa Estados Unidos está sanando sus heridas de 2008, pueden creer y hacer creer a millones que esta política de rodear y ahogar a Venezuela tiene futuro compatible con la democracia, el desarrollo y bienestar en el resto del continente. No es el caso de quienes tienen conciencia de la continuidad de la crisis, en marcha inexorable hacia la depresión. Ellos saben que las actitudes antidemocráticas, apoyadas exclusivamente en la violencia, del Grupo de Lima, no se limitarán al choque con la Revolución Bolivariana. De manera obligada se traducirán en idénticas conductas frente a los trabajadores y los pueblos de cada país. El fascismo amenaza a América Latina si no sabe enfrentar con inteligencia y coraje la coyuntura que tiene ante los ojos.
Como sea, el panorama a mediano plazo muestra a Macri como hijo putativo de la Casa Blanca enfrentando en el hemisferio a Maduro, él mismo asumido como hijo legítimo del comandante fallecido, junto a una mayoría probada de venezolanos que repite ante las amenazas: “Yo soy Chávez”.
Si estos dos polos se afirman, uno apoyado en el patético Grupo de Lima (no hay allí un solo presidente con aval popular, con relativa excepción de Macri) y el otro en el Alba, la gran batalla estratégica se librará con Caracas y Buenos Aires como polos, con el detalle de que, puesta en marcha una línea de acción hemisférica capaz de ganar la conciencia y el corazón de cientos de millones de seres humanos acosados por la demoledora crisis capitalista, en la Casa Rosada no habría sino un mínimo de apoyo, basado en la oligarquía tradicional, los advenedizos que buscan una porción del pastel y una porción de las clases medias altas dispuestas a todo para mantener la medianía de sus privilegios.
La condición está, como siempre, en la capacidad de dar una respuesta eficiente ante el colapso del sistema global, que una vez más trata de salvarse expoliando sin medida a las economías subordinadas y llevando la guerra a todas partes. Incluida América Latina. Porque si la agresión contra Venezuela culmina finalmente en una intervención militar mercenaria pagada por Estados Unidos y asistida por el Grupo de Lima, iniciaría una guerra de 100 años que no sólo arrasaría al hemisferio al Sur del Río Bravo, También impactaría en el Norte: el equilibrio social y político de Estados Unidos tambalea y el poder establecido está dividido entre quienes sostienen al funambulesco Donald Trump y quienes abogan por un pronto golpe de mano para que la demencia imperial recupere su apariencia de cordura.