Afrodescendientes argentinos contra el blanqueamiento de la historia oficial
Por María Jagoe
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en nuestra región viven 134 millones de personas afrodescendientes que representan el 21% de la población total de la región.
Según el Censo Nacional realizado en 2010, en Argentina viven al menos 150.000 de esas personas. Sin embargo, organizaciones de la sociedad civil estiman el número en casi 2 millones entre argentinos e inmigrantes.
El fin de semana del 22 al 24 de julio el colectivo Mesa Afro de la provincia de Córdoba llevó a cabo el VIII Encuentro de Mujeres Afroamericanas, Afrocaribeñas, Afrolatinas y de la Diáspora. La fecha coincide con el día internacional que se conmemora cada 25 de julio.
Las mujeres afrodescendientes sufren una doble opresión: por su género y por el color de su piel. El sistema racista-patriarcal cosifica sus cuerpos, las hipersexualiza y las asocia a lugares de servidumbre, trabajos domésticos y de cuidados.
Griselda Manzoli es argentina, afrodescendiente, miembro de la Mesa Afro Córdoba y una de las organizadoras del evento que lucha por la visibilización de la cultura afro en la provincia y en el país.
Griselda Manzoli
“El título de estas jornadas es ‘Hacedoras de memoria: desde la memoria a la interseccionalidad’, porque creemos que somos las mujeres las que estamos movilizándonos para que se nos dé el lugar que corresponde, no solamente en la actualidad sino con respecto a nuestra ancestralidad”, explicó.
A lo largo de los años han participado figuras nacionales e internacionales como la ex vicepresidenta de Costa Rica, Epsy Campbell Barr; la presidenta de la Asociación Misibamba de Argentina, María Elena Lamadrid; la novelista puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro y la actual vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez.
“Estos espacios son muy importantes para poder intercambiar miradas, opiniones y situaciones ya que estamos atravesadas por lo económico, lo político, lo social, lo geográfico. La mirada de la otra sirve para que sigamos en esta lucha por el reclamo de nuestros derechos, para que la mujer negra y afrodescendiente tenga las mismas oportunidades y los mismos espacios en todas partes de la Argentina”, agregó Griselda.
Sabina, abuela afrodescendiente de Griselda Manzoli
Griselda y su tía Nini, quien la ayudó a investigar el arbol familiar
¿El movimiento feminista argentino incluye y representa a las mujeres afrodescendientes?
Bueno, entendemos que hay diferentes tipos de feminismos. Nosotros particularmente trabajamos con el colectivo LGBTQI+; ATTTA, la Asociación de Travestis y Transexuales de Córdoba; y pueblos originarios como por ejemplo el de La Toma, a cargo de Lucía Villarreal, que es la comunidad comechingona de Córdoba. Nosotros entendemos que es un feminismo interseccional porque nos vemos atravesados por diferentes situaciones, diferentes perspectivas a nivel geográfico y a nivel educación. La mirada de la otra nos hace dar cuenta de que estamos siendo luchadoras por una causa común que es, en este momento, no sentirnos representadas a nivel social.
Hace muy poco fue la elección de Francia Márquez como vicepresidenta de Colombia, la cual celebramos muchísimo. La verdad que harían falta muchas Francia Márquez en la sociedad para poder romper un poco los estereotipos, el racismo, la invisibilización, la discriminación por la cual tenemos que pasar como mujeres, negras y pobres. Teniendo estas estas tres condiciones nosotras sabemos que nuestra lucha no es igual que la de la mujer blanca. En algunos casos puede coincidir, pero no en todos, y no queremos que haya una brecha entre esa lucha y la nuestra porque son discusiones antagónicas que no llegan a ningún lado. Tenemos que estar todas unidas para ocupar los lugares que realmente la mujer se merece y que debería haber ocupado desde siempre.
Hay un cambio, una reestructuración, una deconstrucción que estamos tratando de fomentar desde espacios que antes eran reducidos y ahora son más grandes, porque a veces contamos con el respaldo de la Municipalidad de Córdoba. Si no, no hubiese sido posible colocar la placa del memorial del día 27 de abril (Día de la Cultura Afrocordobesa) enfrente de la Catedral en reconocimiento a que en Córdoba ha habido una cultura afro, ha habido esclavizados, cosa que el grueso de la población cordobesa desconoce. Creo que son luchas y espacios que vamos ganando.
Espacio de la Memoria Afro, Córdoba
¿Los argentinos y argentinas somos racistas? ¿Por qué existe la falsa creencia de que no hay personas argentinas afrodescendientes?
Sí, creo que somos muy racistas. Por supuesto que no todo el mundo se da cuenta porque es una práctica tan normalizada que es parte de nuestro lenguaje, lamentablemente. El primer insulto que alguien le va a decir a una persona de piel oscura va a ser “negro de mierda”, pero ese insulto tiene una carga tan negativa como otras palabras que usamos en el cotidiano. Por ejemplo “trabajo en negro”, “lista negra”, “el día negro de la Argentina” y mil más que nos han ido incorporando en un proceso a lo largo de la historia que se remonta a gobiernos como el de Domingo Faustino Sarmiento (presidente entre 1868 y 1874).
Su idea de la Argentina era que sea una sucursal de Europa, fomentando la inmigración europea y tratando de hacer un “blanqueamiento” sobre la población, que era de niveles altísimamente negros. En ese proceso de blanqueamiento y mestizaje, la palabra “afro” empezó a sonar hace pocos años cuando en realidad debería haberse empleado siempre a lo largo de la historia porque gran parte de nuestra población es negra. Se ha realizado en cosas tan simples como el Documento Nacional de Identidad. Yo recuerdo que el primer DNI que tuve a los 6 u 8 años decía “color de piel: trigueña”. No existe el color de piel trigueño. Yo siempre me consideré una mujer negra, entonces lo correcto debería haber sido “afrodescendiente”.
Hasta en los libros de historia. Al afrodescendiente solamente se lo reconoce en los actos escolares como el negrito que vendía la mazamorra, la empanada o era velero, y se le pinta burdamente la cara con corcho quemado y se le pone una camisa colorida cuando esa no es la verdadera historia. Los esclavizados no vendían velas, no andaban con camisas floreadas y coloridas porque vestían harapos, y no debe pintarse la cara de un niño en un acto escolar porque es una burla a nuestros ancestros.
Esas son las cosas que tratamos de llevar a los talleres que dictamos en los colegios primarios y secundarios, donde hemos tenido una respuesta totalmente favorable de parte de los niños y también de los docentes. Es necesario educar a nuestros niños porque ellos son las generaciones que van a surgir con otra cabeza y tenemos que contarles la verdad. Tenemos que decirles que cuando abran un libro de historia y vean la cara de Bernardino Rivadavia (primer presidente argentino, 1826-1827) no es su verdadera cara. Rivadavia era afrodescendiente, era negro. De hecho sus enemigos, para ofenderlo, le decían “el Doctor Chocolate”. Y si hoy vemos un retrato de Rivadavia lo vemos blanco, lo vemos photoshopeado.
Tenemos que reivindicar héroes de la patria para que las personas afrodescendientes se sientan representadas también. Por ejemplo la señora María Remedios del Valle, el Sargento Cabral, Martín Miguel de Güemes, todas personas negras que formaron parte de nuestra historia argentina y que no son nombradas como tales. Creo que debemos hacer un proceso de enseñanza y también de aprendizaje desde el lenguaje hasta develar la verdadera historia.
En mi historia personal, yo no nací sabiendo que era afrodescendiente. Yo lo intuía cuando me miraba al espejo y veía que era negra. La historia que me contaban en mi casa de mi abuelo italiano no coincidía con lo que yo veía en el espejo, sabía que había algo más. Indagando, preguntando a familiares, abuela, sobre todo mi tía, descubrí que había una abuela negra a la cual mi abuelo italiano ocultaba porque le daba vergüenza decir que era su esposa. Era la mamá de mi abuelo paterno y la presentaba como la mucama de la casa. A partir de esa historia, que fue muy dolorosa para mí, entendí que la población cordobesa está repleta de esas historias familiares. Lo único que tenemos que hacer es preguntar, averiguar los datos del antepasado más antiguo que tengamos y empezar a buscar, a armar nuestra historia. Nuestra identidad es un rompecabezas. Encontrar a mi abuela, la señora Sabina Gordillo, mi ancestra negra, fue la última pieza de un gran rompecabezas que hoy me completa como persona y me hace decir: “Yo soy afrodescendiente, yo sé quién soy”.
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