Argentina y su gobierno bifronte
15 noviembre, 2016
category: EDICIONES IMPRESAS
Coyuntura y perspectivas de la estrategia liberalpopulista
A menos de media máquina marchan los motores presentados por Macri como garantía de desarrollo económico y recomposición política. La hipocresía es posible por la pasividad de las mayorías.
En zigzag, pero sin pausa, avanza el plan de recomposición del Estado y la economía burguesas, en una Argentina hasta el momento incapaz de reaccionar frente al programa del gran capital, en medio de una crisis de magnitudes inéditas y desenlace imprevisible en lo inmediato.
Diciembre es el mes clave. Si transcurre sin una huelga general y sin los reiterados saqueos de supermercados para fin de año, el gobierno de Cambiemos habrá pasado un escollo mayor y podrá esperar los frutos políticos de la reactivación económica a partir de marzo, con una sensible disminución de la inflación, pautada oficialmente en 17% para 2017, que en los hechos será de entre 20 y 25%.
Más allá de diciembre, el marco general está determinado por factores irresolubles en lo inmediato: inmanejable desequilibrio de los precios relativos; déficit fiscal de gran magnitud y en aumento durante 2016 y 2017; endeudamiento idéntico al de comienzos de siglo –después de haber pagado más 200 mil millones de dólares en el período– aunque ahora con acreedores internos, en primer lugar la Administración Nacional de Servicios Sociales (Anses), lo cual dibuja un oscuro horizonte para futuros jubilados; aceleración del endeudamiento desde inicios de 2016, dado que es el único recurso para sostener el plan de acción oficial; recesión que dará por lo menos dos puntos de caída del Producto Interno Bruto para el año en curso; caída del salario real y en consecuencia del consumo en general, con eje en alimentos, textiles y electrodomésticos; aumento de la desocupación y, sobre todo, de la suspensión temporaria con reducción de salario para decenas de miles de trabajadores.
En una Argentina de tiempos no tan lejanos un cuadro semejante hubiese tenido al movimiento obrero en pie de lucha y al gobierno contra las cuerdas. En 2016 la realidad es diferente. La fragmentación social sin precedentes, inducida y lograda en la última década y media, desemboca en una situación de confusión y parálisis de las mayorías. Asociada al nuevo gobierno por interés y convicción, la Confederación General de Trabajadores (CGT), después de hacer alharaca con una huelga general, a mediados de octubre la postergó sin fecha a cambio de la convocatoria a un “Diálogo para la Producción y el Trabajo”, impulsada abiertamente por el papa Francisco, cuyo resultado fue un bono de recomposición salarial por 2 mil pesos. América XXI adelantó este resultado en su edición anterior. No hace falta decir que esa suma es ínfima frente a la caída del poder de compra del salario: la mitad de los trabajadores gana menos de 8 mil pesos (poco más de 500 dólares) y el promedio salarial es de 10 mil (unos 650 dólares). Es tan obvia la desproporción entre pérdida y resarcimiento que sectores minoritarios de las cúpulas sindicales hacen gestos para la platea exigiendo la realización de un paro. No es imposible que haya algo semejante antes de fin de año. Sin embargo el descontento general no se traduce en presión a los aparatos sindicales, por la sencilla razón de que las bases no confían en dirigencias ostensiblemente ajenas a sus intereses y la mayoría tiene certeza de que un paro de 24 horas, sin continuidad, sin programa y sin perspectiva política, no cambiaría en nada la realidad actual de los trabajadores. La desconfianza en las cúpulas se combina con el temor a la desocupación y el saldo es más espacio político para el Gobierno.
Los caminos de Macri
Quienes gustan explicar fenómenos mediante el simple expediente de apelar al prefijo neo, para explicar al actual gobierno deberán anteponerlo al vagaroso y gastado concepto de desarrollismo. Ése es el manual que sigue el heterogéneo equipo del presidente Mauricio Macri con el objetivo de evitar una reacción popular de masas frente a un plan de saneamiento real de la economía argentina, mantener espacios con el objetivo de ganar las legislativas del año próximo y acumular suficiente poder para, en algún momento, cuando la ficción desarrollista estalle en pedazos, aplicar el verdadero programa necesario para sostener al sistema capitalista en Argentina.
Por el momento, es un hecho que la fórmula híbrida del oficialismo ha logrado un descenso significativo de la inflación y hay signos de un limitado rebote tras cinco años de estancamiento y recesión, que permitiría un aumento del PIB para 2017 de entre el 3 y el 5%, según se atienda el pronóstico oficial o el de las principales consultoras locales. Paradojalmente, el índice menos optimista pertenece al ministro de Hacienda y figura en el Presupuesto 2017, en tanto que el vaticinio más elevado lo esgrimen economistas de signo opositor. Como sea, todos, incluidas cúpulas sindicales e iglesia, conforman un frente único y apuestan al éxito de Cambiemos.
Mientras continúa anunciando grandes obras públicas en todo el país y en particular el Plan Belgrano, proyecto de desarrollo infraestructural en el Norte argentino, sin que los efectos económicos y sociales de tales emprendimientos se perciban todavía, el gobierno poda ramas que considera exuberantes en el presupuesto nacional. El ministerio de Energía prevé una reducción nominal del 17,9%, lo cual dada la inflación Implica una caída superior al 30%, lo cual se alcanzaría mediante el recorte de $50 mil millones en subsidios al transporte y la energía en 2017. La cartera de Agroindustria tendrá una disminución presupuestario del 14%. Cultura, con una reducción nominal del 2,8%, se verá afectada en un 14% a valores reales. Con un aumento nominal del 4,9% el ministerio de Salud tendrá en los hechos una reducción del 12%. Se reducen los programas de atención de la madre y el niño, así como la atención sanitaria territorial. El primero pasa de 4 mil a 2 mil millones de pesos. El segundo de 439 a 258 millones. Para completar la filosofía presupuestaria del gobierno de Cambiemos, la Anses disminuirá los recursos para la formación de jóvenes en situación de pobreza de 8.900 a 5.500 millones de pesos en términos nominales. Con el argumento cierto de que éstas y otras reparticiones del Estado tuvieron una multiplicación ineficiente y clientelista del empleo y los recursos, el gobierno conservador desarrollista o, si se quiere, liberalpopulista, actúa con neto sentido clasista y prescinde de recursos fiscales para contrarrestar los demoledores efectos sociales de un 32% de pobreza.
Mientras en el plano interno Macri se presenta como adalid de la recomposición de la nación, con elevados conceptos de redención social y criterio republicano, su ideología y programa de acción original se expresa sin tapujos en la política internacional, donde el hombre de la Internacional Parda actúa sin dobleces para consolidar un eje Washington-Buenos Aires donde apoyar la estrategia contrarrevolucionaria continental del Departamento de Estado.
Objetivo a abatir: Venezuela
Macri ha tomado la vanguardia en la operación en curso destinada a deslegitimar al gobierno de Nicolás Maduro, como paso previo sea al derrocamiento del régimen revolucionario, sea a la intervención mediante la OEA y alguna socorrida fórmula que abra paso a Estados Unidos para adueñarse del control político y la riqueza petrolífera del país.
Limitado a su área, el presidente de Argentina fue la palanca principal para aunar a Brasil, Paraguay y Uruguay tras el propósito de impedir que Venezuela presida el Mercosur y luego anunciar que a partir de diciembre perderá la condición de miembro pleno del bloque. Luego, también con colaboración explícita de los presidentes de esos tres países, encabeza la operación destinada a definir el gobierno de Maduro como antidemocrático y exigir la aplicación de la Carta Democrática de la OEA. Mascarón de proa de esta embestida es otra vez el Malinche uruguayo, titular del Consejo de Indias residente en Washington pese al estrepitoso fracaso de un primer ensayo a mediados de año para expulsar a Venezuela del organismo hemisférico.
Con esta conducta Macri y Cambiemos revelan el rumbo que tomarán apenas comience a hacer agua el programa desarrollista en Argentina: contra cualquier posición revolucionaria y bajo el yugo imperial. Sin embargo, la perspectiva más probable para lo que resta del año y el transcurso del próximo es un afianzamiento relativo del elenco gobernante, acompañado por todos los partidos y fracciones de la burguesía. Como queda dicho, se espera crecimiento del PIB y caída de la inflación. Dado el marco de implosión política del peronismo e inexistencia de una alternativa visible desde posiciones anticapitalistas, queda como probabilidad principal la victoria del bloque oficialista en las legislativas de 2017. Está por verse si el acervo revolucionario de obreros y estudiantes logra desembarazarse del infantoizquierdismo, el cretinismo parlamentario y otras enfermedades clásicas y, en paralelo con el ejercicio de neta hegemonía de una estrategia burguesa, logra afirmar una opción propia, capaz de actuar cuando este nuevo capítulo de la crisis en Argentina dé paso al inexorable choque de clases.
L.B.
25 de octubre de 2016
@BilbaoL