Bolsonaro desencanta a sus seguidores – Por Adrián Fernández
13 septiembre, 2021
category: BRASIL, FORO DEBATE
En la marcha del martes 7 de septiembre, el mandato de la extrema derecha brasileña fue claro: ocupar con militares el Supremo Tribunal Federal (STF) y tender el camino para un poder absoluto antes de las elecciones de octubre de 2022. El presidente Jair Bolsonaro recogió el guante de sus seguidores: “El pueblo dirá adonde el Gobierno deba ir”. Y anunció, ante más de 120.000 personas, que no iba a aceptar los fallos del juez del máximo tribunal Alexandre de Moraes, a quien llamó “canalla». En menos de 48 horas, semejante fervor fascista se diluyó.
La estrategia golpista fue bloquear rutas en al menos 15 estados del país, generar caos y controlar la calle mientras el poder cívico-militar avanzaba sobre las instituciones. Los camioneros autónomos y los empresarios ruralistas hicieron su parte pero se retiraron con las manos al viento. Las calles se vaciaron de fascistas y se vislumbra un replanteo de la estrategia original.
Las “instituciones” brasileñas, que arrastran años de detrimento muestran escasa aceptación popular pero, hacia adentro, son verdaderas cofradías donde la disputa espuria por el poder es cosa de todos los días. La vulnerabilidad institucional genera el caldo de cultivo de la extrema derecha que, aun así, fracasó (por el momento) en su intento golpista.
Eso explica que haya sido una figura de la política negra de Brasil quien haya intercedido para apagar el fuego y disminuir las tensiones entre Bolsonaro y el juez de la Corte Moraes: el expresidente Michel Temer, traidor de Dilma Rousseff. Bajo su mandato se produjo la persecución política y judicial a Lula da Silva.
El desencanto de esos sectores de la extrema derecha brasileña tienen varios sustentos, además del papel de Temer. Basta recordar que el bolsonarismo convocó durante dos meses a camioneros autónomos, empresarios rurales, policías, millonarios de la ultraderecha, pastores, patronales del agronegocio y de la extracción megaminera y militares retirados a organizar el ataque al STF. El furor de decenas de miles de personas en las calles los envalentonó hasta que Bolsonaro los mandó de regreso a sus casas y dejó para más adelante la ofensiva contra el «comunismo».
El corazón del bolsonarismo puso el grito en el cielo (y en las calles) con un razonamiento lógico desde su óptima golpista: salimos a las calles, bloqueamos carreteras, hicimos nuestro trabajo, pero las Fuerzas Armadas no han hecho el suyo y el Presidente dio marcha atrás.
Hay un Bolsonaro que murió a manos del monstruo que él ayudó a construir. Hay otro, preso de la política traidora, funcional a la derecha “republicana” y “democrática”. Complejo panorama de un Brasil en descomposición institucional, a un año de las elecciones presidenciales.
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La noticia en audio (voz: Salvatrice Sfilio)