De los 28 mercenarios que asesinaron al presidente de Haití Jovenel Mosie, 26 eran colombianos, entre los cuales hay varios militares retirados, que antes de retirarse fueron entrenados en Estados Unidos para matar en el conflicto colombiano.

Mauricio Guarín, además de militar y asesino era primo hermano del Consejero Presidencial para la Seguridad de Colombia, Rafael Guarín. Los otros dos asesinos eran norteamericanos, por eso los gobiernos de Estados Unidos y Colombia, fueron los primeros en ofrecer ayuda policial y militar para “esclarecer” el caso.

Días antes, el jefe de la CIA, William Burns se reunió con el presidente colombiano Ivan Duque para participar en una misión delicada en materia de seguridad. Mientras ello sucede se incrementan las masacres en Colombia, explotan archivos con expedientes de narcos y corruptos, se alzan las bandas criminales en Caracas con armamento norteamericano y se descubre que el ex presidente argentino Macri apoyó el golpe de estado en Bolivia con material represivo.

En Colombia piden a gritos la eliminación del ESMAD (escuadrón Móvil Antidisturbios de la policía), la reestructuración de la policía y el ejército por estar involucrados en las masacres de jóvenes y líderes sociales.

No es un conflicto aislado, porque a Colombia la convirtieron en la Israel de Latinoamérica. Juzgar las multinacionales que financian la guerra, desmantelar la arquitectura jurídica que criminaliza las protestas y reeducar nuevos soldados más cercanos al pueblo y bien lejos de Estados Unidos.

Columna publicada en  Cafecito con Noticia