Colombia: La venganza es una ficción – Por Maureén Maya
31 mayo, 2021
category: COLOMBIA, FORO DEBATE
Primera escena: Hay un hombre tendido boca arriba sobre el asfalto, sangra por la nariz y bajo su cabeza hay un charco de sangre.
Segunda escena: Un hombre intenta huir mientras es rodeado por cuatro personas que lo llaman asesino, lleva un arma en la mano y hace varios disparos.
Tercera escena: Vemos al hombre que trataba de huir tirado frente a un escalón sobre una bahía de piedra en la vía pública, agoniza frente a decenas de testigos; unos callan otros piden muerte. Dos encapuchados arremeten contra él con sevicia. Un casco se estrella contra su rostro. Fin.
Este hecho, aterrador y brutal, nos desnudó como sociedad. En directo y desde distintos ángulos asistimos a la ejecución pública de un asesino identificado como técnico investigador 1 de la Fiscalía General de la Nación, vestido de civil, con salvoconducto para portar armas y un carné que lo acreditaba como miembro del GAULA de la fuerza pública. En este solo hecho, en esta esquina de la Luna en Cali, murieron tres colombianos, trece en total ese día, pero algo más murió en el alma del país.
En las calles, en los hogares y en las oficinas, en la policía con o sin uniforme o entre anónimos manifestantes, en la acción política y desde el alto y bajo gobierno, está la barbarie que nos confronta y nos hiere, pero en medio de ella se ocultan algunos gestos de humanismo que impiden nuestro naufragio definitivo. ¿Hasta cuándo podremos navegar en la oscuridad? ¿Qué dolor profundo será capaz de desgarrarnos como sociedad para obligarnos a bajar los brazos, levantar los ojos y mirarnos con vergüenza para reconocernos como los portadores de la esperanza? Solo así, será posible poner punto final a esta historia de terror y empezar a construir una realidad que nos aleje para siempre de la barbarie y de este demencial odio que aniquila almas y vidas.
“Una policía cruel para una población cruel”, es lo que seguramente algunos habrán concluido al ver el video de las tres o cuatro escenas que circuló por redes sociales, seguido del abundante material que da cuenta de los crímenes cometidos por la policía de civil o de uniforme contra su mismo pueblo. Todavía temblamos al escuchar, como el eco de la infamia, los gritos de quienes pedían muerte como si estuviéramos en una ejecución medioeval o en el 9 de abril de 1948, y aún podemos ver bajo los párpados la dantesca escena del aterrador linchamiento público que algunos, sacando pecho, han definido como “justicia popular por mano propia”. Que nadie se engañe. Acá no hay nada que celebrar. No hubo valor ni heroísmo alguno, todo lo contrario, se trató de un hecho monstruoso de enorme cobardía criminal. Unas hordas sedientas de sangre, impulsadas por sus más primitivos instintos, revelaron su condición zoológica desprovista de humanidad y lucidez. Vimos en civiles encapuchados la misma brutalidad que hemos rechazado en los agentes de la policía que valiéndose de su uniforme y del porte de las armas del Estado salen a cazar ciudadanos indefensos y a torturarlos en tropel como si hubieran sido entrenados para eso, para dañar, y no para proteger.
Un linchamiento no es heroico ni es justicia. Esto fue un acto de barbarie que se sumó a otro acto de barbarie. Esta acción no nos reconcilió ni nos acercó al país que anhelamos vivir y legar a las próximas generaciones. Los ejecutores solo se degradaron como seres humanos, tiñeron de vergüenza al país, causaron inmenso dolor a una familia, y avergonzaron a las suyas. Nada de dignidad quedó de este capítulo de terror. Destrozar a un hombre en manada, independiente de quien sea y de lo que haya hecho, solo reveló la degradación moral de una sociedad familiarizada con la violencia; tanto de quien sacó su arma y disparó contra otro ser humano desarmado, como de quienes en gavilla decidieron molerlo a golpes y cortes de navaja, como de aquellos que en la distancia celebraron la sevicia e intentaron convertir una acción cobarde y abominable en un acto de justicia.
Pero la justicia por mano propia no es justicia, es venganza. Y la venganza es un instinto que busca causar dolor, mientras que la justicia es un valor moral, que busca y da lo mejor de sí para la sociedad. La venganza se alimenta del odio, la justicia de la esperanza. La venganza es una ficción, ociosa y peligrosa que nos hunde en vez de elevarnos. No regresa a la víctima, no sana la herida y abre otras, crea una cadena de odios y venganzas, incrementa el dolor, nos hunde en la desesperanza y nos mata moralmente porque en la venganza nos convertimos en aquello que repudiamos, y pronto pasamos a ser los repudiados por alguien más.