Cómo expuso el golpe en Bolivia al gobierno de Macri
El amplio respaldo social y popular a Evo Morales contrastó con las increíbles posturas del gobierno argentino.
POR IGNACIO DÍAZ – AMÉRICA XXI
La consumación del golpe de estado en Bolivia tuvo fuertes repercusiones en Argentina. Primero, porque en el país está la mayor comunidad de bolivianos en el extranjero. En segundo lugar, porque Evo Morales cuenta con un amplio respaldo social y popular entre varios sectores de la población. Pero además de estos dos factores, la ruptura del orden constitucional en Bolivia impactó de lleno en el contexto de transición política que vive Argentina, con un presidente en funciones y un presidente electo para asumir el 10 de diciembre.
Tanto en la comunidad boliviana como entre los ciudadanos argentinos que forman parte de organizaciones políticas o sociales, el apoyo al gobierno de Evo Morales y la denuncia de un golpe de estado son ampliamente mayoritarias. El mismo lunes posterior al golpe, una masiva movilización en el centro de Buenos Aires demostró en los hechos lo que ya se había trasladado en las redes digitales con miles de mensajes en repudio a los actos de violencia que forzaron la renuncia presidencial el 10 de noviembre.
Ese mismo día, el presidente argentino, en reunión de gabinete de ministros, ordenó a sus funcionarios no calificar lo ocurrido como un “golpe de estado”.
Ya el mismo domingo la Cancillería había emitido un comunicado en el que hacía oídos sordos a las denuncias de golpe de estado, violencia política y quema de viviendas de dirigentes políticos y sindicales que tanto Evo Morales como el vicepresidente Álvaro García Linera hicieron públicas al anunciar sus renuncias.
La Cancillería argentina consideró que en vez de un golpe de estado se había abierto “un período de transición” y manifestó el deseo de que tal período transcurra “por las vías institucionales que establece la Constitución de ese país”.
Fracturas internas
Semejante postura sacudió al frente de gobierno. El Comité Nacional de la UCR, partido que forma junto al PRO del presidente Macri la estructura central de Cambiemos, emitió un comunicado el mismo domingo que se concretó el golpe de estado. Allí, denunció una “vocación de perpetuidad ilegal” por parte de Evo Morales. Pero, a su vez, el partido radical llamó a cuidar “la democracia en el continente” y cerró el breve mensaje con este llamado: “¡No a las trampas! ¡No a las injerencias externas! ¡No al Golpe de Estado! Sí al pluralismo, la democracia y la convivencia pacífica. Por ello llamamos a la paz social y a elecciones libres y transparentes”.
Al día siguiente el único que se pronunciaría públicamente sería el canciller Jorge Faurie. Tras la reunión de gabinete de ministros expuso la posición del Gobierno: “Por ahora no es un golpe de estado”. En conferencia de prensa desde la Casa Rosada, el Canciller consideró que no hubo “intervención de las fuerzas armadas”, pese al pedido público de renuncia que hizo el comandante de las FAB, Williams Kaliman, momentos antes de que el presidente Evo Morales debiera abandonar el Gobierno y anunciara su renuncia desde el departamento de Cochabamba. Según Faurie, las Fuerzas Armadas de Bolivia estaban “haciendo algunas medidas de diálogo con distintas fuerzas políticas”.
No conforme con este pronunciamiento, el canciller argentino inició un periplo en soledad por distintos medios de comunicación, intentando explicar por qué el Gobierno no llamaba “golpe de estado” a los sucesos en Bolivia. Mientras hablaba, a cada hora empeoraba la situación, que calificó de “impasse”, y las fuerzas armadas ya se desplegaban en las calles del país.
La mañana siguiente, la excanciller del actual gobierno, Susana Malcorra, profundizó el aislamiento de Macri al asegurar en entrevistas radiales que “en Bolivia hubo un golpe de Estado por razones muy objetivas”, y agregar que “no es una cuestión debatible”. “Esto no es de derecha ni de izquierda, es el quiebre del orden constitucional”, remató.
Recién dos días después del golpe de estado Macri se pronunció públicamente. Lo hizo en una reunión del cuerpo de abogados del Estado, en la que dedicó unas breves palabras iniciales a repudiar la violencia en términos generales y defender el diálogo “como único mecanismo de salida de cualquier crisis”. “Estamos siguiendo de cerca el tema, esperando que rápidamente puedan convocar a elecciones”, se limitó a agregar.
Asilo
Para cuando Macri decidió hablar públicamente, Evo Morales ya estaba por arribar a México tras un largo viaje que pudo haberle costado la vida y en el que debió intervenir el presidente electo de Argentina, Alberto Fernández.
En la noche del lunes 11 de noviembre y con Evo Morales ya en el avión de la Fuerza Aérea de México, el gobierno peruano anunció que no iba a permitir que el avión descendiera en Lima a cargar combustible y obligó a organizar un nuevo plan de vuelo en medio de grandes tensiones.
En ese momento, Fernández inició directamente gestiones con el presidente de Paraguay, Mario Abdo, para que permitiera el aterrizaje del avión en Asunción. Así lo afirmó el propio canciller de México, al relatar los innumerables problemas que hubo que sortear para que Evo Morales pudiera llegar a salvo al país.
Lo cierto es que desde el mismo domingo del golpe, Fernández se comunicó con Macri para pedirle que le otorgara asilo a Evo Morales, algo que el gobierno rechazó.
Por tratarse de un país limítrofe, que tiene a la mayor comunidad boliviana en el exterior y donde el presidente destituido tiene un amplio apoyo social y popular, Argentina era la opción más clara para un asilo político.
“No vi que alguien se ocupara de la vida de una persona”, lamentó Alberto Fernández días después sobre las gestiones truncas. Según dirigentes de movimientos sociales argentinos, el presidente electo tiene intenciones de ofrecerle asilo a Evo Morales a partir del 11 de diciembre, un día después de que comience su mandato.
Ya el miércoles, el Gobierno utilizó los principales diarios argentinos para comunicar -sin ninguna declaración oficial- que no reconocía a la senadora Jeanine Áñez como presidenta de Bolivia, aunque sí lo hacía como “autoridad”. Imposible saber qué quiso decir el Gobierno, porque la Cancillería no emitió ningún comunicado después del domingo y el Presidente no volvió a hablar.
Mientras eso sucedía en la Casa Rosada, el Congreso argentino aprobaba con mayorías en ambas Cámaras resoluciones de rechazo al golpe de estado en Bolivia, dejando todavía más en soledad al Gobierno.
Con apenas un breve pronunciamiento en cuatro días, argumentos difíciles de sostener y sin hablar con la prensa, Macri pasó de ensayar intentos de erigirse como un líder regional durante buena parte de su Presidencia a un cierre de mandato que lo encuentra aislado y en silencio frente al convulsionado escenario sudamericano.