Con la economía estancada y abulia social, Chile elige
02 octubre, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Los principales candidatos escapan a las discusiones de fondo
El 19 de noviembre se elegirá al próximo presidente y también legisladores. La derecha aspira al regreso de Piñera sin muchos cambios ante fuerzas de izquierda dispersas y reformistas desgastados.
Sebastián Piñera Echenique, de Chile Vamos, transita con tranquilidad los días que restan hasta el 19 de noviembre cuando se realice la primera vuelta de las presidenciales. Superó las demandas judiciales pendientes, se nutrió políticamente de los errores ajenos y renovó su compromiso con los sectores concentrados de la economía chilena. Los sondeos le son coincidentemente favorables y en el peor y más improbable de los escenarios, un segundo puesto le alcanzará para disputar la definitiva vuelta electoral en diciembre.
El ex presidente (2010-2014) candidato a un nuevo período ganó las internas en julio pasado y llega a estos comicios como líder de una alianza en la que convergen Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN) y los minoritarios Partido Regionalista Independiente, Evolución Política y Amplitud.
Piñera tiene frente a sí a candidatos dentro de un amplio abanico ideológico que, sin embargo y en términos generales, no comprometen a la élite política chilena. Apenas dos o tal vez tres alternativas cuestionan en profundidad a un sector que alterna colores partidarios pero no discute en profundidad los asuntos de los que sí hablan los chilenos de a pie. Educación pública gratuita y universal, derogación del sistema previsional privado, salud pública, empleo formal, recursos naturales o medio ambiente asoman en la agenda electoral pero debidamente blindados del contexto ideológico.
La oficialista Nueva Mayoría llega diezmada a estas elecciones. La candidatura del senador independiente Alejandro Guillier con algunas posiciones progresistas es la jugada más osada que pudo ensayar este espacio político. El precio fue la ruptura con la Democracia Cristiana como lo manifestó la presidente del partido, senadora y candidata presidencial, Carolina Goic: “Nueva Mayoría está muy a la izquierda, nosotros queremos estar en el medio, cerca de la gente”.
Sin la DC, Guillier lidera la alianza del Partido Radical Social Demócrata (Prsd); Partido Socialista (PS); Partido por la Democracia (PPD), Partido Comunista (PC), Izquierda Ciudadana (IC); MAS-Región y Partido por la Integración Regional (Plir), que no pertenece formalmente a la Nueva Mayoría.
Dispersión
En este panorama electoral emerge el Frente Amplio, que se muestra a la izquierda de Nueva Mayoría. Su candidata, la periodista Beatriz Sánchez tiene el apoyo de varios pequeños partidos: Poder, Revolución Democrática, Movimiento Autonomista, Partido Humanista, Izquierda Libertaria, Izquierda Autónoma, Partido Liberal, Movimiento Democrático Progresista, Ecologista Verde y Partido Igualdad.
El espacio electoral lo disputa también el actual diputado Marco Enríquez-Ominami, del Partido Progresista (PRO) que él mismo fundó a fines de 2013 repitiendo su postulación de dos elecciones anteriores. La izquierda tiene dos candidatos: el profesor y líder de la corriente Acción Proletaria del PC Eduardo Artés, por Unión Patriótica (UPA); y Alejandro Navarro, de País, senador que hasta hace unos meses integró parte de la coalición oficialista Nueva Mayoría. Sobre la extrema derecha aparece José Antonio Kast, que se presenta por fuera de los partidos tras su paso por la pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI).
Las encuestas de septiembre –al igual que las de agosto– daban a Piñera ganador de la primera vuelta “en todos los escenarios”. Lejos y disputando un espacio en una eventual segunda vuelta del 17 de diciembre aparecen Guillier y Sánchez. Mucho más lejos, el resto. Curiosamente Piñera y Guillier tienen un porcentaje similar de evaluación positiva: 40%. La frenteamplista Beatriz Sánchez 37%, Carolina Goic 25%, José Antonio Kast 23% y Enríquez-Ominami 17%.
Números
Los mismos sondeos que alimentan el escenario electoral señalan que apenas 14% de los chilenos considera que la economía del país es buena o muy buena. Casi el 50% se inclina por mala o muy mala. Esto se trasluce en la percepción de la situación económica general: 16% cree que Chile está progresando; 14% que está en decadencia y 69% que está estancado.
La macroeconomía chilena registró en la última década uno de los mejores desempeños de América Latina. Su mayor ritmo de crecimiento lo alcanzó entre 2010 y 2012 cuando el PIB (Producto Interno Bruto) se ubicó entre el 5% y 6%. A partir de 2014 se registraron caídas en los precios internacionales del cobre, la minería mermó su producción, cayó el consumo interno y el crecimiento del PIB no supera desde entonces el 2% anual. En la primera mitad de este 2017 Chile –el sexto país más desigual de América Latina– sólo creció 0,5%. Diferentes organismos estiman para el final de este año un aumento del PIB no superior al 1,5%.
En los últimos meses se registró también un crecimiento de la tasa de desempleo fundamentalmente en los centros urbanos. La construcción cayó 4,3% entre julio de 2016 y julio de este año luego de once meses de retroceso, según la Cámara Chilena de la Construcción (CchC). Con estos índices caen empleos directos e indirectos, actividad de proveedores y despachos de materiales.
La Reforma Tributaria que impulsó Bachelet a comienzos de su actual gobierno no alcanzó para financiar sus principales compromisos de campaña. Si bien los presupuestos para Salud y Educación mejoraron lo hicieron de manera insuficiente para estar a la altura del promedio de los países desarrollados o en vías se serlo. Los fondos destinados a Educación pasaron de 4% del PIB en 2014 (presupuesto del gobierno de Piñera) a 5,45 en 2017. En Salud pasó de 3,3% en 2014 a 4,13% del PIB.
Presencia incómoda
Las últimas tres elecciones presidenciales en Chile estuvieron signadas por las movilizaciones estudiantiles. Los comicios de noviembre no son la excepción. Miles de jóvenes secundarios y universitarios, docentes y rectores ganaron las calles una vez más para rechazar los proyectos de ley de Nueva Educación Pública y de Universidades del Estado.
Los secundarios rechazan tanto el proyecto de Nueva Educación Pública como el acuerdo entre el Gobierno y sectores de derecha sobre la desmunicipalización educativa. Si bien las federaciones estudiantiles están a favor de que las escuelas públicas dependan del Estado nacional y no de las alcaldías, denuncian que el proceso de desmunicipalización presentado no es “real ni efectivo” y es consecuencia de un pacto político entre las élites.
Tras varias reuniones y negociaciones, senadores oficialistas y opositores alcanzaron en agosto un acuerdo para establecer un período de transición en el proceso de desmunicipalización, que los estudiantes denuncian que será fraccionado y dependerá de la voluntad de los alcaldes.
También protestan los universitarios. Demandan que la nueva norma resguarde la autonomía de las casas de estudios, la democracia interna, condiciones laborales y asegure el financiamiento de sus planteles. Nada de esto -denunciaron en un comunicado conjunto- está contemplado en la iniciativa y no rompe con “las lógicas privatizadoras y mercantiles instaladas en la sociedad chilena por más de treinta años”. Demandan “aumento de la matrícula, mejoramiento de la infraestructura y equipamiento y reforzamiento de su cuerpo académico”.
La Ocde -de la que Chile se jacta pertenecer- les da la razón a los estudiantes: Chile es el único país miembro en el que las matrículas de las universidades públicas son más caras que las de los centros privados. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico el valor medio de una matrícula en una universidad pública alcanza los 7.654 dólares, mientras que en las universidades privadas es de 7.156 dólares al año.
Las calles de las principales ciudades chilenas también estuvieron ocupadas por otro de los colectivos sociales más nutridos de las últimas décadas: la Coordinadora “No + AFP” que se moviliza desde el año pasado en rechazo al actual sistema previsional. Luego de la presión del movimiento social, el Gobierno puso el tema en la discusión política y legislativa. Sin embargo, reiteraron que “la solución no va por el camino que el Ejecutivo plantea”.
Con diferente éxito, mucho desgaste y protestas en las calles Bachelet intentó cumplir sus principales promesas de campaña en un contexto reformista que no puso en riesgo el sistema económico y financiero dominante en uno de los países más desiguales: educación, impuestos, laboral, aborto, minorías sexuales, derechos humanos e incluso iniciar el proceso hacia una nueva Constitución. El Congreso chileno marcó los tiempos y la amplitud de las reformas. Algunas leyes fueron acompañadas en nombre de la gobernabilidad, otras frenadas y otras prometen ser modificadas por la derecha que se siente ganadora de las elecciones.