Descontrolada expansión de agrotóxicos
02 febrero, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Naciones Unidas estima que en 10 años habrá aumentado 25%
Para 2018 América demandará 23 millones de toneladas. Pese a su alta incidencia cancerígena se incrementa la utilización de glifosato. A mayor superficie de soya mayor uso de agroquímicos.
El uso mundial de fertilizantes podría aumentar por encima de los 200,5 millones de toneladas en 2018, un 25% más que el registrado en 2008. El dato fue proporcionado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Según esta organización de la ONU se espera que la demanda de fertilizantes nitrogenados crezca más rápido en África subsahariana (un 4,6% anual). En Asia oriental y meridional (juntas suponen el 60% de todo el uso de fertilizantes nitrogenados), el crecimiento en los próximos cuatro años será moderado, pero representará 3,3 millones de toneladas adicionales en términos de volumen.
Acorde a las proyecciones de la FAO los agricultores de América del Norte utilizarán unas 300 mil toneladas adicionales de fertilizantes nitrogenados en 2018, lo que supone una tasa de crecimiento anual del 0,5%, o sea 50 mil toneladas. Las diferencias en la demanda global de nitrógeno seguirán siendo grandes entre continentes: en 2018 África demandará 41 millones de toneladas, Europa 15,7 millones, las Américas 23,5 millones y Asia 74,2 millones de toneladas.
Pero detrás de los números están las personas: en 2016, según el Ministerio de Salud de El Salvador, el uso de agroquímicos tóxicos para cultivar la tierra provocó la muerte de 831 personas, mientras que 7.982 sufrieron intoxicaciones agudas. Diversas investigaciones señalaron: “llama la atención que a partir de los 10 años de edad, justamente cuando se inicia la exposición al trabajo agrícola, hay un incremento en el número de casos que se mantienen hasta los 40 años, inclusive”. Del otro lado de la cadena, los sectores empresariales se oponen a cualquier intento de prohibición del uso de agroquímicos alegando que, de prohibirse, “afectaría a la agricultura, el café, la producción de leche, llevando con ello al país hacia una crisis alimentaria”.
Según un informe realizado por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), las ciudades bonaerenses de Rojas, Salto, Junín, Arenales, Colón, Pergamino, Arrecifes, Ramallo y San Nicolás se encuentran en un estado “alarmante” en relación al uso de agroquímicos y fertilizantes. La investigación denominada Análisis del uso de agroquímicos asociado a las actividades agropecuarias de la Provincia de Buenos Aires, indica que “los monocultivos y la falta de regulación son las mayores causas por las que esta problemática se sigue extendiendo”.
En estas localidades se encontró gran cantidad y variedad de productos químicos en el suelo, el aire y el agua, muy por encima de los parámetros “aceptables”. En verano aumenta el porcentaje de plaguicida en el aire en un 25% e incluso se identificaron productos químicos que están prohibidos desde hace varios años en Argentina como el Endosulfan, DDT o Dieldrin. De los datos analizados se desprende que en las zonas donde se produce un mayor cultivo de soya es donde más concentraciones químicas hay mientras que en lugares donde se siembra trigo y cebada se presenta un menor índice de agresividad.
Glifosato, veneno asegurado
El uso de glifosato, producto que la multinacional Monsanto desarrolló a fines de los años 1970, se ha “disparado” a partir del desarrollo de cosechas modificadas genéticamente para hacerlas precisamente resistentes al uso de este agente. La falta de control y sanciones por parte de los organismos competentes de los Estados nacional y provincial y el incumplimiento de las normas vigentes por parte de las empresas, colabora con que esta problemática se siga extendiendo no sólo por toda la provincia de Buenos Aires sino por todo el país y el continente.
En 2015 la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (Fesprosa) exigió que se prohibiera el uso del glifosato por ser probadamente cancerígeno. Ese mismo año la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (Iarc), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló en un documento: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma de Hodgkin)”. Los médicos de Fesprosa explicaron que “el glifosato no sólo provoca cáncer, también está asociado al aumento de abortos espontáneos, malformaciones genéticas, enfermedades de la piel, respiratorias y neurológicas”.
A fines de 2016 el fiscal federal argentino Fabián Canda hizo lugar al pedido de la federación de profesionales de la salud y otros organismos que integran el Colectivo Andrés Carrasco para la suspensión del uso de glifosato en toda la Argentina. Fue precisamente Carrasco, un científico argentino de gran trayectoria fallecido en 2014, quien probó que el uso del agroquímico produce desde muerte celular hasta malformaciones genéticas.
Según datos de la Red de Médicos Fumigados, “en Argentina se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas y cada año los suelos son rociados con más de 300 millones de litros, lo que implica 13 millones de personas en riesgo de ser afectadas”. Pero lo más preocupante es que “no sólo se utiliza para la soya, también se usa para el maíz transgénico y una gran variedad de cultivos. Donde cae el glifosato sólo crecen los organismos genéticamente modificados, todo lo demás muere”, detallaron los integrantes de la red.
Otra de las investigaciones, realizada por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina (UNC) sobre la localidad de Monte Maíz, que paradójicamente se ha transformado en una ciudad soyera, informó que los casos de cáncer alcanzan el doble del promedio, no sólo provincial sino también nacional. En Monte Maíz las neumopatías, el hipotiroidismo, las malformaciones congénitas y los abortos espontáneos son moneda corriente. “Detectamos glifosato en el 100% de las muestras de suelo y la misma proporción en las cascarillas de los granos que circulan por el aire del pueblo”, detalló Medardo Ávila Vázquez, coordinador de la investigación de la UNC. Pero estas situaciones no son exclusivas de las provincias de Córdoba o Buenos Aires, también suceden en Chaco, Formosa, Entre Ríos, Corrientes y Misiones.
Agrotóxicos y muerte
Según informes de las Naciones Unidas la tasa de intoxicaciones en los países de América Latina es 13 veces mayor que en los países industrializados. El programa de vigilancia epidemiológica de la Organización Panamericana de la Salud estimó que cada año más de 400 mil personas se intoxican por plaguicidas y más de tres millones de personas por año se intoxican por el uso de agrotóxicos. Esto se traduce en 660 muertes por día y 25 muertes por hora.
En Nicaragua, en los últimos años se registra un promedio de 46 muertos mensuales. Paraguay es el tercer exportador y cuarto productor mundial de soja. Allí el 85% de las semillas plantadas pertenecen a Monsanto. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que de un total de entre 3 y 5 millones de casos anuales de agricultores afectados más de 140 mil murieron por intoxicaciones agudas. En los últimos 30 años en Uruguay hubo un incremento del 64% en los casos de cáncer y en 2011 fue el segundo país a nivel mundial con más muertes por cáncer: el 25% del total de defunciones fueron provocadas por los agrotóxicos.
En Brasil un estudio llevado a cabo por el Instituto de Medio Ambiente y Recursos Renovables (Ibama) en el Parque Iguaçu confirmó que los cultivos de soja transgénica son la causa de la contaminación genética de diversas especies vegetales. Desde 1980 y durante dos décadas Costa Rica ha sido reportado como el primer país responsable de una tercera parte de las muertes de centenares de trabajadores agrícolas. Los índices de cáncer en México han aumentado a partir de 1989, cuando se registró como la segunda causa de muerte del país.
En la actualidad, sólo en Argentina, el negocio de los agroquímicos genera una facturación superior a los 2.500 millones de dólares. Monsanto controla el 90% de las semillas transgénicas que se comercializan a nivel mundial.
Inés Hayes
Casos que no se olvidan
Todavía permanece en la memoria colectiva lo ocurrido en Chiquinquirá (Boyacá, Colombia), cuando en 1967 más de 800 personas se intoxicaron con pan elaborado con harina de trigo contaminada con Folidol, un veneno para plagas utilizado en la agricultura: 63 murieron, entre ellas decenas de niños y niñas mientras que 165 necesitaron tratamiento hospitalario. Tampoco puede olvidarse la tragedia de Tauccamarca (Perú), cuando en octubre de 1999 murieron 24 niños luego de ingerir un alimento –en el desayuno escolar– contaminado con Parathion, plaguicida producido por la multinacional Bayer. En ese episodio otros 22 niños sobrevivieron pero sus sistemas nerviosos quedaron dañados irreversiblemente causando graves secuelas neurológicas y problemas de aprendizaje.