Determinante reconquista del territorio sirio
04 septiembre, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
La sólida alianza militar entre Siria, Rusia e Irán fuerza una salida política
Tregua en el sur, triunfo militar en el oeste, avanzada en el este y difícil equilibrio en el norte. Al Assad y sus aliados tienen bajo control la mayor parte del país por primera vez en siete años.
La acción militar avizora a la distancia la resolución política en Siria. El fuerte avance del ejército sirio asistido por la aviación rusa permite la recuperación de territorio en el centro y norte de esta república árabe como nunca antes desde el comienzo de la guerra. Las tropas arrasan a las fuerzas de Daesh (Estado Islámico) y avanzan a paso firme rumbo a la frontera con Irak, hacia el este, y camino a la ciudad de Al Raqa, hacia el norte, región disputada entre militares sirios y la alianza de milicias kurdas con Estados Unidos. En el camino las tropas recuperan campos petroleros y refinerías, fuentes de financiación de los yihadistas.
La alianza militar entre Siria y Rusia se consolidó desde el momento en que Moscú decidió intervenir militarmente en la república árabe, en septiembre de 2015. A la primera etapa de contención de la ofensiva del Daesh y de los “rebeldes” asistidos por la CIA le siguió el equilibrio de fuerzas y la disputa con Estados Unidos y, más tarde, la ofensiva que se mantiene en estos días. La presencia rusa permitió además mejorar el rol político de Bashar al Assad, establecer una tregua al sur de Damasco, frenar la incursión territorial de Turquía y desarticular la ofensiva de Estados Unidos y sus “rebeldes”.
Desde entonces el avance fue constante y puso la vanguardia del ejército sirio a las puertas de la ciudad de Dier al Zur (centro-este del país, sobre el río Éufrates) en territorios ocupados por Daesh. El extremismo islámico fue borrado de esa zona por la aviación rusa. Uno de los mayores golpes ocurrió a mediados de agosto cuando la Fuerza Aérea de Rusia atacó campamentos y vehículos de Daesh y provocó unos 200 muertos entre filas extremistas. Hasta unas semanas antes esas milicias de Daesh estaban concentradas en el sur de la provincia de Al Raqa y en el oeste de la provincia de Homs, desde donde fueron expulsadas por el Ejército sirio y la aviación rusa.
El gobierno de Moscú estimó además que “el aplastamiento de Estado Islámico en la zona de Dier al Zur será la derrota estratégica de la agrupación terrorista internacional”. En efecto, logrado este objetivo militar, las milicias extremistas en retirada quedarán encerradas entre las fronteras con Irak, al sur y al este, y al norte con milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos y, más allá, fuerzas de Turquía.
A mediados de agosto las fuerzas gubernamentales lograron cercar por primera vez a los combatientes del Daesh en la región desértica situada entre las provincias de Hama y de Homs, en el centro del país. Se trata de una superficie de tres mil kilómetros cuadrados dentro de la cual se levantan unas 50 aldeas y pozos de petróleo y gas. El objetivo trazado para las semanas siguientes es ampliar el territorio recuperado hasta casi ocho mil kilómetros cuadrados.
Sobre el final del mes efectivos gubernamentales sirios también recuperaron tres localidades en la provincia de Hama (centro-oeste del país): Al Daquila al Shamaliya, Al Daquila al Yanubiya, Um Hartin y colinas al sur de esta última localidad. Aquí también la ofensiva de las tropas sirias se produjo con la cobertura de la aviación militar rusa.
Pozos de petróleo
El avance sirio muestra intereses y urgencias de cada país en esta guerra inventada en 2011 por Washington y sus aliados europeos y de Medio Oriente: la cada vez menos probable caída de al Assad, el control del petróleo, la autonomía de los kurdos, la presencia iraní con militares propios y a través de las milicias libanesas de Hezbolá, el rol de Israel –enemigo de Siria e Irán– y las intenciones finales de Turquía, nación enemiga de Siria pero aliado circunstancial de Rusia y también de Estados Unidos. La superposición de fuerzas complejiza un acuerdo político para poner fin a la guerra que, no obstante, parece inexorable (ver recuadro).
A mediados de agosto el gobierno de Siria reclamó formalmente ante la ONU el pago de compensaciones por la destrucción de infraestructura económica nacional en los ataques perpetrados por países que bombardean ilegalmente distintas zonas del país. Según información recopilada por Damasco, la llamada “coalición internacional contra el terrorismo” encabezada por Estados Unidos provocó daños a la infraestructura petrolera siria equivalentes a por lo menos 2.500 millones de dólares.
Los datos y la denuncia fueron presentados por el embajador sirio ante las Naciones Unidas, Bashar Jaafari, quien entregó una carta al secretario general, António Guterres, y al presidente del Consejo de Seguridad. La presentación incluye un informe preliminar de los daños causados al sector petrolero del país.
Uno de los últimos ataques ocurrió el pasado 23 de abril cuando varios depósitos petroleros destinados a la exportación en el campo Al Omar fueron destruidos por los aviones extranjeros con pérdidas estimadas en 10 millones de dólares. Esos ingresos son vitales para un país que está en guerra hace seis años con varias ciudades destruidas y con millones de personas en situación de riesgo.
Jaafari denunció además que las acciones de la coalición estadounidense ayudan a “los grupos terroristas” y no los combaten. En varias oportunidades Rusia presentó quejas similares y demostró incongruencias entre el discurso de Washington y sus aliados con los hechos en el terreno.
El campo de petróleo Al Omar es uno de los tantos reconquistados por el ejército sirio en los últimos meses. En su avance sobre la ciudad de Al Raqa, ocupada por el extremismo islámico, el Ejército recuperó yacimientos importantes como el de Al Dilaa, en la frontera entre las provincias de Al Raqa y Homs, región del centro-norte de Siria.
En julio fue reconquistado el pueblo de Zamla Oriental, su estación de bombeo y el yacimiento de gas de Jalá, en el sur de Al Raqa; además del campo de petróleo de Al Fahd, en la misma provincia.
Rol de Hezbolá
A unos 200 kilómetros hacia el oeste de la zona central siria (la república árabe se extiende en unos 650 kilómetros desde el mar Mediterráneo hacia la frontera este con Irak) el Ejército sirio libró con éxito otros frentes de reconquista del territorio ocupado por Daesh, por el llamado Organismo de Liberación del Levante (que incluye milicias de Al Qaeda) y por aliados del grupo Saraya Ahl al Sham (perteneciente al supuestamente rebelde Ejército Libre Sirio). En estas acciones los militares sirios estuvieron apoyados no sólo por la aviación rusa sino también por las milicias del grupo chií Hezbolá.
El espacio reconquistado ocupa la ciudad de Al Qalamún Occidental, a unos 80 kilómetros al noroeste de Damasco, e incluye territorio montañoso libanés ocupado por Daesh en su huida. Este frente de batalla se intensificó entre julio y agosto y para su resolución a favor del ejército sirio fue determinante Hezbolá, cuyas milicias conocen la zona. La acción abarcó la desactivación de artefactos explosivos y minas dejados por los yihadistas.
En paralelo, el Ejército libanés realizó una operación militar en el noreste del Líbano hacia la frontera con Siria, en el valle oriental de la Bekaa. En apenas unos días redujo de 120 a 20 kilómetros cuadrados la superficie ocupada por los terroristas. Como resultado de ambas ofensivas los grupos yihadistas quedaron encerrados y los que no fueron abatidos aceptaron las negociaciones propuestas por Hezbolá.
Temores de Israel
La fuerte y determinante presencia de milicias de Hezbolá, grupo chií asistido por Irán, y de militares iraníes en territorio sirio, fue utilizada por Israel para advertir sobre los riesgos que suponen “para todo el mundo” las acciones militares comandadas por el gobierno de Teherán. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, alertó de esta situación en varias oportunidades y lo hizo público una vez más el 23 de agosto tras reunirse en Sochi con el presidente ruso, Vladimir Putin.
“La situación en Oriente Medio tiene una dinámica bastante rápida. Irán realiza enormes esfuerzos para fortalecer su presencia en Siria. Esto representa una amenaza para Israel, Oriente Medio y, en mi opinión, para el mundo entero”, dijo Netanhayu antes de comenzar el encuentro con Putin. Desde la óptica israelí, Irán tiene “influencia sobre Irak y Yemen”, y “en la práctica controla Líbano”, a través de las milicias de Hezbolá.
Netanyahu recordó que su país no olvida “ni por un minuto que cada día Irán continúa amenazando con destruir el Estado israelí”. Concluyó que en la lucha contra el terrorismo “hay una cosa negativa, que es que donde desaparece el EI, allí entra Irán”. También en este delicado asunto Putin se erigió en la personalidad política determinante para la resolución de la guerra en Siria y de la crisis en Medio Oriente. Fuentes gubernamentales israelíes admitieron a la prensa del país hebreo que el líder ruso está por encima incluso de Donald Trump para sellar el destino de la región. “Al parecer, los rusos han ganado esta guerra”, deslizó un vocero a una agencia de prensa internacional. El temor a una escalada del conflicto se sustenta en datos según los cuales en los últimos cinco años (en coincidencia con la participación de Hezbolá en la guerra siria) Israel bombardeó cerca de cien veces a las milicias chiíes con el argumento de “impedir el contrabando de armas”. En el sur del territorio sirio, en un frente de menos de 50 kilómetros conviven Israel (que ocupa los Altos del Golan), milicias “rebeldes” y el Ejército sirio asistido por Rusia y Hezbolá.
Dudas por Al Raqa
El mayor frente militar que enfrentan al Assad y sus aliados es en la provincia de Al Raqa, en el noreste del país. El resultado de esta confrontación es impensado. Al Raqa es el último y principal bastión de Daesh que desde hace varios meses está siendo asediado por tierra por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, milicias compuestas mayormente por kurdos) con apoyo aéreo de la “coalición internacional” liderada por Estados Unidos a un altísimo costo en vidas civiles que desoye los llamados internacionales.
Al Raqa, en poder de Daesh, está rodeada por fuerzas de la FDS aunque desde el sur se produce una fuerte avanzada de los militares sirios apoyados por Rusia. Ambos ejércitos tienen como primer objetivo expulsar a Daesh aunque con intereses contrapuestos: para los kurdos se trata de un paso hacia la autonomía territorial mientras que para Damasco es parte de la reconquista de los territorios ocupados por el extremismo islamista. No pasarán muchas semanas antes de que ambos contendientes queden cara a cara sobre el terreno; será este el punto determinante para resolver política y militarmente esta guerra que dejó unos 400 mil muertos, más de 10 millones de desplazados y refugiados y más de 200 mil millones de dólares en pérdidas económicas.
Ante este cuadro general el presidente Bashar al Assad proclamó, por primera vez en siete años, la derrota de Estados Unidos y sus aliados internos y externos, motores de una guerra que no logró siquiera superar el primer objetivo: la caída de al Assad.
“Hemos pagado un precio caro en la guerra pero el proyecto de Occidente ha fracasado (…) esto no significa que hayamos triunfado todavía, la batalla continuará”, dijo el Presidente a fines de agosto, mes que puede transformarse en bisagra para la resolución política de una guerra que aún está lejos de acabar.
Adrián Fernández
¿Negociaciones políticas definitvas?
El 21 de agosto se reunieron en Ammán el rey Abdalá II de Jordania y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ambos líderes de dos de los cinco países con los que limita Siria (los otros son Israel, Irak y Líbano). Ambos coincidieron en trabajar para “detener las hostilidades sobre el terreno, para apoyar el proceso de Ginebra y lograr una solución política” en la república árabe a través del proceso de paz, auspiciado por la ONU. La solución –señalaron– debe “responder a las aspiraciones del pueblo sirio y salvaguardar la integridad territorial de Siria, detener el derramamiento de sangre y permitir a los refugiados regresar a sus hogares”. Turquía y Jordania acogen entre ambos casi 2,5 millones de refugiados.
En consonancia, el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, dijo a fines de agosto que octubre y noviembre serán importantes para la resolución política en Siria. “En octubre habrá posiblemente una oportunidad para que la oposición analice la realidad sobre el terreno y su propia necesidad de unirse y de crear una plataforma común para las negociaciones con el Gobierno”, señaló. Cuando De Mistura refiere a la necesidad de que “la oposición” a al Assad evalúe “la realidad sobre el terreno” se refiere claramente a la desarticulación militar que sufrieron los grupos armados por Washington para intentar derrocar al gobierno sirio. El acuerdo de alto el fuego acordado en julio pasado entre Rusia y Estados Unidos para el sur de Siria evitó, en definitiva, un mayor derramamiento de sangre en aquellos “opositores” que estaban a punto de caer bajo la ofensiva militar de la alianza sirio-rusa.