Discurso de Miguel Díaz-Canel Bermúdez en el 50 Aniversario de la caída del Che en Bolivia
09 octubre, 2017
category: DOCUMENTOS
Foto: Juvenal Balán – Granma
Discurso pronunciado por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, miembro del Buró Político del Comité Central del Partido y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto por el 50 Aniversario de la caída del Che en Bolivia, en Santa Clara, el 8 de octubre de 2017, «Año 59 de la Revolución».
(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)
Compañero General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros;
Familiares de los caídos;
Villaclareños;
Compatriotas:
Con emoción profunda asistimos hoy a este sagrado espacio de la patria para rendir homenaje a los protagonistas de una de las gestas internacionalistas de mayor significación, ejemplo en la historia de las luchas por la liberación de los pueblos sumidos en la dominación del imperialismo.
La epopeya que escribiera el Comandante Ernesto Guevara y su pequeño, pero aguerrido y heroico ejército internacionalista, en los once meses de campaña en Bolivia, adquirió una trascendencia universal y conmueve hoy a los hombres y mujeres sensibles de todo el mundo.
Recorrer los parajes donde se debatió entre la vida y la muerte, firme en su compromiso redentor, nos muestra su altruismo, la profundidad de sus convicciones, su estirpe, su dimensión revolucionaria e internacionalista.
Conmemoramos hoy el 50 aniversario de su caída en combate, ocurrida el 8 de octubre de 1967. Sin rendirse, después de una heroica resistencia, herido e inutilizada su arma, pudo ser capturado. No se detuvieron sus captores ante la dignidad y el decoro de su estirpe revolucionaria y fue vilmente asesinado; pero de aquellos asesinos la historia solo recuerda su cobardía, en cambio el ejemplo colosal del Che perdura y se multiplica día a día.
El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, al dar a conocer la amarga y dolorosamente cierta noticia, lo calificó con toda exactitud como: «…. el más extraordinario de nuestros compañeros de la Revolución…» (Fin de la cita).
A sus características personales aunaba convicciones y valores forjados en la lucha que lo convertían, sin idealizarlo, en un excepcional revolucionario, un especial hombre, con una manera muy original de enfrentar la vida. Fidel, Raúl, Almeida, Camilo, Ramiro, otros compañeros del bregar guerrillero y de trabajo y el pueblo cubano apreciaron y distinguieron en Ernesto su sencillez, sinceridad, naturalidad, compañerismo, estoicismo, su temeraria disposición para hacer siempre lo más difícil, su prestigio como jefe, maestro y artista de la guerra revolucionaria, infatigable en su entrega y en su decisión de luchar hasta vencer o morir por la legítima liberación de los pueblos.
El Che no ha muerto como querían sus asesinos, su figura se agiganta en el tiempo cuando nuevas generaciones de cubanos al crecer bajo su signo y el de su legado descubren, reconocen, comprenden y asumen su paradigma de revolucionario, hacen suyo su constante llamado a la consagración al estudio, al trabajo y al cumplimiento del deber. Su modelo de hombre altruista, de revolucionario consciente, se convierte en un ideal a seguir.
Como dirigente y como ministro fue capaz de aplicar en la industria, con sentido creativo, nuevos métodos de dirección, de comprometer a sus subordinados con su ejemplo y con un riguroso sistema de control y disciplina, además tuvo una preocupación constante por la preparación y la superación de los cuadros y la calificación de los obreros.
Como dirigente fundó fábricas y también formó revolucionarios. El necesario vínculo con la base y la conversación natural y fluida con los trabajadores desarrolló en él una gran capacidad de observación, análisis y síntesis. Fue un buscador incesante de las verdades y razones para defender y avanzar en la construcción socialista.
Además de jefe y guerrillero fue un pensador revolucionario, un humanista, un intelectual. Comprendió la necesidad de reflexionar sobre la Revolución, el socialismo, la sociedad y el hombre en Cuba y sentenció que el camino de la producción y de la construcción socialista en nuestro país es tarea de todos.
Se involucró en nuestra historia como héroe del Granma, la Sierra, la invasión y la batalla de Santa Clara; como uno de sus más preclaros y consagrados dirigentes y también como cronista y estudioso de la misma, porque comprendió que la historia es una gran maestra. El Che nos alertó de que el presente no podía convertirse en el retorno al pasado y de que para construir el futuro debíamos estar siempre unidos, porque para golpear al enemigo hay que golpearlo todos juntos, con la fuerza entera de un pueblo.
Ese ser humano íntegro, de firmes principios ideológicos, mantenía un notable vínculo con los libros y la literatura. Era un amante de la poesía; la escritura le resultó imprescindible para dejarnos sus verdades y razones, sus valoraciones, reflexiones, criterios, vivencias, angustias y convocatorias a la lucha.
Con su actitud y compromiso de actuar según sentía, de decir lo que pensaba y hacer lo que decía, amplió la patria latinoamericana.
Es una realidad que hoy el Che constituye un gigante moral para personas de diversas edades y, sobre todo, para los jóvenes en el planeta, quienes encuentran en su voluntad de acero, en su fe en la humanidad, en su sentido del honor y la dignidad, en la audacia y en la austeridad que lo caracterizaron, la inspiración para construir un mundo mejor.
Por eso Fidel, en la velada solemne por su caída, lo presentó como un verdadero modelo de revolucionario, como el hombre nuevo al que debíamos aspirar.
Tomar su ejemplo para perpetuar su legado, para que su ausencia solo fuese física, ¡ello fue legítimo!; estábamos llamados a inspirarnos en su actitud.
Eso nos hizo revolucionarios comprometidos y nos compulsó a demostrar que podíamos superar retos y desafíos enormes. No tenemos que arrepentirnos, es algo que nos marcó la vida, aunque como advirtió Fidel: su ejemplo era difícil de igualar y prácticamente imposible de superar. (Fin de la cita)
Fue digno que todo un pueblo se lo propusiera y si no lo logró de manera absoluta, la historia constatará cómo cada uno de sus hijos se superó a sí mismo; ahí están los valores, los hechos, las hazañas y las proezas de este pueblo para demostrarlo. Lo que sí no debemos permitir es que se convierta en una consigna vacía, en una rutina, en simple repetición de palabras; tiene que asumirse por compromiso, por inspiración, por convicción. Hay que darle un verdadero contenido a la exhortación de ser como él, que nos permita asumir cada reto en la vida.
Crecimos sabiéndole asesinado, heroicamente caído, siempre en combate, digno y firme ante sus captores, con su último pensamiento para Fidel y para este pueblo que lo admitió y quiere como un hijo, con la incertidumbre de dónde estaba y la esperanza de que algún día regresaría. ¡Y regresó! Después de una búsqueda intensa, conmovedora, realizada por un formidable colectivo de científicos, sus restos fueron hallados y traídos a la patria el 12 de julio de 1997.
Cuando el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez daba el inolvidable y sentido parte al Comandante en Jefe de que la misión de trasladar a suelo patrio los restos del Che y cuatro de sus compañeros caídos en combate estaba cumplida, se concluía la sagrada y anhelada aspiración de su regreso.
Aleidita, su hija, en aquella ocasión expresó: «Hoy llegan a nosotros sus restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces».
Definitivamente fue así. En la ceremonia en que fueron finalmente inhumados en esta plaza hace 20 años, el 17 de octubre de 1997, Fidel lo reafirmó cuando expresaba:
«No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos.
«Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria.
«Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra» (Fin de la cita).
De esa manera, nuevamente entró victorioso en Santa Clara. El Che inmortalizó esta ciudad al liberarla, al crearle fábricas, obras, escuelas, esperanzas y vida, y hoy él y sus compañeros del Destacamento de Refuerzo la inmortalizan porque al regresar sobrevivientes de la muerte, vencedores de la vida, encontraron en ella el cálido y entrañable lugar para que descansen sus aguerridos restos. Y en toda Cuba aumentó el compromiso, se acrecentó la inspiración, fue un verdadero refuerzo moral e ideológico para apoyar lo que hemos vivido desde entonces y lo que afrontaremos en el presente y nos depara el futuro.
Hoy corren tiempos difíciles. Vivimos en un mundo colmado de contradicciones e incertidumbres, en una coyuntura global caracterizada por crecientes amenazas a la paz y a la seguridad internacionales, predominan poderosos intereses de dominación y conquista, son frecuentes las guerras de intervención, crece el peligro de una conflagración nuclear, se atenta contra la sobrevivencia de la especie humana, el orden económico internacional es injusto y excluyente, se acude reiteradamente a la desestabilización y a las políticas de «cambio de régimen» contra gobiernos legítimamente constituidos.
El cambio climático, el calentamiento de la tierra y de los mares, causado por los gases de efecto invernadero que tienen como origen principal las intervenciones humanas, son una prueba irrefutable de los desafueros del llamado progreso capitalista.
En este estado de crisis, el capitalismo neoliberal trata de expandirse, de reacumular y ampliar su capacidad de enriquecimiento, y así destruye el mundo. Para ello requiere de una cultura estandarizada que le facilite presentarse como realidad irrevocable y acude a procesos seudoculturales basados en el manejo de códigos de manipulación, que impongan una sola visión o pensamiento a escala mundial, convirtiendo los valores de los pueblos en algo antiguo y no necesario.
Los procesos que acontecen en América Latina son evidente expresión de estos planes colonizadores, y en el caso de nuestro país, expresan el marcado interés de una reconquista política y económica que abra paso al capitalismo brutal.
En la hermana República Bolivariana de Venezuela intereses políticos y económicos imperialistas tratan de impedir el ejercicio de la libre determinación del pueblo venezolano; Estados Unidos lanza constantes amenazas y aplica injustas sanciones.
La historia nos enseña que cuando un proyecto revolucionario o social diferente, justo y más humano, se pone en marcha enseguida tropieza con enormes dificultades, fuertes presiones económicas, diplomáticas, campañas mediáticas de desprestigio y difamación, incluso con la amenaza y la agresión militar para castigar su osadía. Así se paga el precio por desafiar al sistema capitalista y al orden imperial cuando se pretende que el pueblo sea el dueño de sus riquezas naturales.
Fieles a nuestra vocación internacionalista, una vez más, reiteramos la solidaridad incondicional de Cuba al pueblo bolivariano y chavista, a su unión cívico-militar, al gobierno que encabeza el presidente constitucional, compañero Nicolás Maduro Moros.
Por otra parte, algunos voceros y medios de comunicación se prestan a propagar insólitas patrañas, sin evidencia alguna, con el perverso propósito de desacreditar la impecable actuación de nuestro país, universalmente considerado como un destino seguro para visitantes extranjeros, incluidos los estadounidenses.
En conjunto, estos acontecimientos son una clara muestra de lo que nos alertaba el Che: «…que no se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantito así, ¡nada!» (Aplausos.)
El ejemplo del Che se agiganta, se multiplica en nuestro pueblo, que no se doblegará y defenderá por siempre su Revolución. Fiel a su legado y al de Fidel, reafirmamos que Cuba no realizará concesiones inherentes a su soberanía e independencia y no negociará sus principios ni aceptará condicionamientos. Los cambios necesarios en Cuba los está decidiendo soberanamente el pueblo cubano (Aplausos).
Compañeras y compañeros:
Este tradicional homenaje por primera vez se efectúa sin la presencia física de Fidel, a quien el Che reconoció en su justa dimensión de guía y conductor revolucionario, al expresar: «Y si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí, es sencillamente porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación por allá y hubo hasta pelea porque no lo dejaban entrar. Por eso nuestro pueblo tiene esa confianza tan inmensa en su Comandante en Jefe, porque tiene como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales… para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución» (Fin de la cita) (Aplausos).
Fidel y Che, estarán siempre presentes, porque al compartir sus ideas, el conocimiento profundo sobre las penas del mundo, la rebeldía, el antimperialismo y el latinoamericanismo, ambos emergen como sólidos, robustos e inquebrantables ejemplos para librar las batallas de estos tiempos por la independencia, la soberanía y la paz de todos los pueblos del mundo, por la igualdad de todos los seres humanos, por un justo orden económico internacional, por la justicia social, por la verdadera emancipación y por el socialismo. Consecuentemente, el legado de sus ejemplos está presente en la actitud de nuestro pueblo durante el paso del huracán Irma y luego en la recuperación, expresión de los valores aprendidos y heredados.
Hoy aquí, desde esta histórica Plaza y Memorial, lugar para la íntima reflexión revolucionaria, espacio para comprometer y honrar con resultados, sitio de obligada visita para aquellos que creen, aspiran y luchan por un mundo mejor, podemos afirmar que el ejemplo puede multiplicar voluntades y que el futuro nos pertenece.