Dolor infinito por la muerte en Argentina de Nora Cortiñas
Por Adrián Fernández
Jamás estuvo ausente en aquellas luchas en las que sentía que debía estar. Y fueron muchas, infinitas. Por los desaparecidos, con los desocupados, en las fábricas tomadas, por los pueblos víctimas del imperialismo, por Palestina, por los estudiantes, por los hambreados del sistema al que siempre combatió, contra la violencia machista, contra la opresión, por los derechos de los expulsados. Nora Cortiñas deja huérfanos a decenas de miles de luchadores en Argentina y de América Latina en tiempos donde todo parece hundirse en este país. Nora Cortiñas nunca dejó de luchar ni de sufrir su dolor y el dolor ajeno, pero nunca dejó de sonreír. Su felicidad era la lucha. A nadie le dijo que no. Y nadie le dijo que no a ella. Obreros, gente de cultura y hasta el fútbol, el ámbito social más distante de las causas populares, la abrazó. Su corazón dijo basta a los 94 años pero Norita no se irá nunca de las calles, de las plazas y de aquellos sitios donde hoy la lloramos.
Nora Cortiñas, cofundadora de la organización Madres de Plaza de Mayo y una de las luchadoras sociales más importantes de América Latina, falleció este jueves a los 94 años de edad, informó su familia en un comunicado.
«Norita había sido intervenida quirúrgicamente el pasado 17 de mayo en el Hospital de Morón (en el gran Buenos Aires) por una hernia que se sumó a otras patologías que agravaron el cuadro», explicaron sus deudos, que también recalcaron que «estuvo acompañada y sostenida por su familia hasta el último momento».
Se la recordó como una «referente destacada por su lucha incansable en defensa de la vida y los derechos humanos», que «se unió a las Madres de Plaza de Mayo a raíz del secuestro de su hijo», en 1977 por la dictadura genocida que el actual gobierno argentino desconoce.
«Su especial sensibilidad y su ideario indiscutido en defensa de las y los que menos tienen, hizo que se ganara el cariño y el respeto incondicional de los pueblos», apunta el escrito.
La luchadora social estaba «profundamente preocupada en estos tiempos por la grave situación que atraviesa» Argentina «y dispuesta siempre a estar presente allí donde hubiera una injusticia, […] luchó hasta el último momento por la construcción de una sociedad más justa».
«La madre de todos», como solían llamarla, empezó buscando a su hijo desaparecido por la última dictadura (1976-1983), pero con el pasar de las décadas se sumó a cuanta causa justa se cruzó en su camino.
Así anduvo en las manifestaciones feministas y ambientalistas y por los derechos de las minorías sexuales; en las protestas contra los abusos policiales; y, por supuesto, en las históricas movilizaciones en las que cada año una multitud recuerda a las 30.000 personas desaparecidas por los represores.
Ya enferma y en silla de ruedas, Norita, como solían identificarla conocidos y desconocidos, volvió a encabezar el pasado 24 de marzo la marcha en la Plaza de Mayo para conmemorar el 48 aniversario del golpe de Estado que cambió su vida y exigir, de nuevo, memoria, verdad y justicia.
Llegó, como siempre, con el pañuelo blanco atado a su cabeza, y su expansiva sonrisa que tanto reconfortaba a quienes la abrazaban, le pedían fotos y le agradecían por el ejemplo de lucha. La querían tanto como la admiraban.
Norita jamás logró encontrar a su hijo. Como tantas otras mujeres que se agruparon en las Madres y en las Abuelas de Plaza de Mayo, transformó su duelo en resistencia y solidaridad y se convirtió en un ícono de la defensa de los derechos humanos. Como muy bien señala el portal digital RT, del que tomamos los datos informativos, la congruencia será uno de sus principales legados.
Historia
El 15 de abril de 1977, durante la dictadura más sangrienta que ha sufrido Argentina, Carlos Gustavo Cortiñas, un estudiante de 24 años que militaba en la Juventud Universitaria Peronista, fue desaparecido en la provincia de Buenos Aires. Estaba casado y tenía un hijo menor.
Tenía, también, a una madre que salió a buscar a su hijo por todas partes. Norita deambuló por comisarías y juzgados hasta que, junto con otras mujeres, comenzó a hacer rondas en la Plaza de Mayo para compartir información sobre sus hijas e hijos desaparecidos. Desafiaban así a los represores.
Ahí nacieron las Madres de Plaza de Mayo, que después serían conocidas y apoyadas a nivel internacional. Hoy siguen siendo una de las organizaciones de derechos humanos más respetadas en todo el mundo.
«El 30 de abril de 1977, nuestro primer día, éramos muy poquitas y todas estábamos atravesadas por el miedo y la angustia», recordó Norita en una entrevista con el portal Educación y Memoria.
La mayoría de ellas eran amas de casa que se vieron forzadas a salir sus hogares para exigir la aparición con vida de sus hijos.
«Yo fui una mujer tradicional, una señora del hogar. Mi marido era un hombre patriarcal, él quería que me dedicase a la vida familiar. En ese entonces, yo era profesora de alta costura y trabajaba sin salir de mi casa, enseñándoles a muchas jóvenes a coser. Vivía todo muy naturalmente, como me habían educado mis padres», explicó Cortiñas.
Aprendizajes
Desde el principio, al amparo del lema «Todas por todas y todos son nuestros hijos», las Madres asumieron que su lucha sería colectiva.
«Si no fuera por esta filosofía hubiese sido muy difícil afrontar tantas adversidades: varias madres murieron, otras debieron criar a sus nietos por la desaparición de los padres. A algunas compañeras les desaparecieron a todos sus hijos, a otras les quitaron la posibilidad de criar a sus nietos (…) Solo la fuerza que te da el conjunto permite seguir la búsqueda», señaló.
Gracias a esa convicción, agregó, se transformaron en madres de todos los desaparecidos. Años más tarde, la organización se dividió en dos bloques: las Madres de Plaza de Mayo Asociación Civil y las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, del que Cortiñas participó hasta su muerte.
«Por ellos parimos una vida totalmente política y en la calle. Los seguimos acompañando, pero no de la misma manera como cuando estaban con nosotras: revalorizamos la maternidad desde un lugar público. Somos Madres a las que se nos sumó un nuevo rol y en muchos de los casos no estábamos preparadas para ello. Transmitimos algo más de lo que antes les transmitíamos a nuestros hijos: el espíritu de la lucha y el compartir otras luchas», afirmó.
El aprendizaje fue en las calles y en las aulas. Norita se tituló como psicóloga social y luego trabajó como docente universitaria. Recibió premios, homenajes y doctorados honoris causa en Argentina y en el extranjero. Escribieron libros e hicieron películas sobre su vida y hasta un club se bautizó Norita Fútbol, en su honor.
El descanso de Nora nos viene a decir que la vida es insuficiente cuando las convicciones son grandes. Su ejemplo es una bandera en tiempos de escepticismo. Ni los genocidas pudieron con ella. Los infrahumanos que gobiernan Argentina y pretenden expandirse en el mundo individualista hoy saben que la memoria de Norita es una causa más por la cual seguir luchando.
La noticia en audio (voz: Salvatrice Sfilio)