El lugar del escritor, en debate
02 octubre, 2017
category: EDICIONES IMPRESAS
Nació la Unión de Escritoras y Escritores de Argentina
Una nueva organización cultural y sindical sienta sus bases para discutir el papel del escritor en tanto trabajador. Se unen poetas, cronistas, dramaturgos y narradores.
“Poetas, narradores, cronistas, ensayistas, dramaturgos, ¿somos trabajadores? ¿Gozamos de los mismos derechos –servicios sociales, jubilación– que cualquier trabajador? ¿Qué lugar ocupa nuestra producción en el sistema de intercambio de bienes? ¿En qué condiciones trabajamos los que participamos de la creación de estos bienes y servicios culturales?”, se preguntó la Unión de Escritoras y Escritores de Argentina, el nuevo colectivo formado por Selva Almada, Clara Anich, Guadalupe Faraj, Marcelo Guerrieri, María Inés Krimer, Julián López, Enzo Maqueira y Alejandra Zina.
Esta nueva organización nació de la voluntad colectiva de escritores que entienden su labor como la de otros tantos trabajadores y trabajadoras. “Más allá de las características propias de un mercado que sabemos muy complejo, y del que participa una larga cadena de intereses, parece naturalizada la costumbre de asumir que a veces escritoras y escritores somos el último eslabón en la sucesión de pagos”, se lee en el texto de la solicitada firmada por Griselda Gambaro, Mauricio Kartun, Marcelo Cohen, Guillermo Martínez, Luis Cano, Sylvia Molloy, Claudia Piñeiro, Tamara Kamenszain, Alicia Plante, Federico Jeanmaire, Alejandro Tantanian, Marcelo Figueras, Gustavo Nielsen, Lucía Puenzo, Gabriela Massuh, Eugenia Almeida, Fernando Noy, Betina González, Romina Paula, Santiago Loza, María del Carmen Colombo, Samanta Schweblin, Lola Arias, Alberto Giordano, Miguel Ángel Molfino, Washington Cucurto, María Sonia Cristoff, Félix Bruzzone, Cecilia Szperling, Leonardo Oyola, Gabriela Cabezón Cámara, Federico Falco, Romina Doval, Patricia Suárez, Alejandra Laurencich y Luis Mey, entre otros.
Otras preguntas que se plantearon estos escritores y escritoras argentinas para organizarse fueron: ¿qué lugar ocupa el Estado respecto de la promoción y producción literaria, la traducción, becas, subsidios, concursos nacionales y municipales, financiamiento de la participación en ferias y festivales, compra de títulos para bibliotecas públicas? ¿Es admisible que los autores no participen en la discusión y votación de leyes vinculadas con el libro? ¿Cómo es y cómo podría ser la relación de los autores con los sellos editoriales, grandes, medianos y pequeños?
“La convocatoria fue espontánea, fue por parte de un grupo de colegas que comenzaron un debate por Facebook, y después eso se incrementó y se consiguió un grado de participación tan interesante que los iniciadores del debate decidimos reunirnos en una casa particular para tratar de profundizarlo. Pensamos que estaban latentes una serie de temas a discutir que todavía no habían tomado un estado público relevante, pero que era muy importante para nosotros en nuestra condición de laburantes”, comentó María Inés Krimer, autora, entre otras novelas, de Sangre Kosher.
El punto de partida fue considerarse como trabajadores y trabajadoras: “Lo primero que surgió como necesidad fue cuestionar y debatir nuestro rol como trabajadores, la figura del escritor en tanto trabajador. Parece un poco infantil no haberlo pensado previamente, pero es increíble la recepción que tuvo y la cantidad de adherentes y el interés de los medios en esta convocatoria”, explicó Krimer.
En relación al desafío que la organización tuvo por delante, la escritora señaló que el primer escollo contra el que tuvieron que batallar fue la idea común de que el trabajo del escritor se hace por amor al arte. “Ésta es una idea que sobrevuela, de gratuidad respecto de nuestro trabajo”, lamentó. Sobre las perspectivas de la organización como herramienta sindical, hay todavía varios obstáculos por resolver. “La patronal es muy variada, lo cual hace que resulte complejo establecer patrones únicos de negociación a la hora de determinar el costo de nuestro trabajo, como es tan común en otras agremiaciones de trabajadores”, describió la escritora.
A un escritor le corresponde cobrar un 10% del precio de venta de cada libro en calidad de derechos de autor. Por lo general, para poder percibir ingresos suficientes debe desarrollar además un sinfín de actividades como: docencia, organización de talleres, traducciones, redacción de reseñas y contratapas, lecturas en público, cuyo valor es definido por lo general de manera arbitraria, sin que haya algún tipo de referencia o regulación. “Lo que estuvimos averiguando e investigando es que tanto en Estados Unidos como en México existen agremiaciones de escritores. El escritor tiene una información precisa y disponible en Internet sobre qué cantidad de libros vende, información fidedigna. Es muy difícil en América Latina establecer esto con precisión. En general esta información se basa en una relación de confianza del escritor con el editor, pero no en una relación que se pueda demostrar a través de los números”, detalló Krimer.
La letra chica
“Un tema que nos resultó muy importante es el de la negociación al momento de firmar un contrato, porque en general establecen contratos bastante leoninos en relación con la cesión de derechos para cine, traducciones, etcétera. En este sentido, elaboramos un instructivo que se llama Cómo firmar un contrato y no morir en el intento (ver recuadro), que puede ser de ayuda, en especial para los colegas que se inician en la actividad. Otro aspecto que es muy importante tiene que ver con la lucha cultural que se va a dar al pensar a los escritores como productores de un capital cultural para el país y la identidad nacional”, dijo Krimer.
La escritora señaló también que “además de cubrir las necesidades básicas de supervivencia, el escritor realiza una producción cultural y un capital simbólico que se agrega y que me parece importante destacar en relación al país y a cómo nos representa esa producción en el exterior. Por eso nos interesa participar en los debates de todas las políticas culturales del Estado en relación con el libro y los autores. Siempre que se ha dado este debate, los escritores quedan fuera y los que discuten son las editoriales y el Estado”, lamentó.
Cómo firmar un contrato y no morir en el intento
Documento para escritores
Ante todo, tené presente que estás sentando las bases para una relación contractual que puede afectar el futuro del libro que has escrito. No es un mero trámite, ni algo desagradable por donde pasar con los ojos y la nariz apretados. En esas letras también se juega tu esfuerzo como escritor.
Una parte importante del contrato a firmar queda registrado en las cláusulas. Y otra, no menos importante, nace y se consolida en la relación personal que establezcas con tu editor, que nunca va a ser cuestión de un día. Cuanto más claro y preciso quede todo, menos posibilidades de malentendidos más adelante.
Contenido
Acá también rige la libertad para contratar. Esto es, se puede contratar con quien se quiera y poner en el contrato lo que se quiera. Cuando se aducen porcentajes o modalidades, se están aludiendo en el mejor de los casos a usos y costumbres, y no a imperativos legales. Lo que no quiere decir que ambas partes sean iguales para imponer sus condiciones. Es muy común que no haya paridad y que el escritor firme un contrato “tipo” (o que aparenta serlo). Esto no es ilegal, pero no es obligatorio.
El objeto del contrato no es la venta de la obra, sino el permiso para editar la obra, de la cual el autor sigue siendo dueño. Por lo tanto, el editor no puede modificar absolutamente nada de la obra si no es con el permiso del autor, y una vez concluido el contrato, la potestad de darla a editar vuelve a manos del autor.
Los contratos se celebran para cumplirse de buena fe, y la edición de un libro no comprende sólo la impresión, sino una serie de acciones complejas que se desarrollan en el tiempo, por lo menos dos años.
Un contrato de edición es, bien visto, un acuerdo para encarar un trabajo de común acuerdo. Nuestro interés es que nuestra obra se conozca y aprecie. El editor tendrá en vista esto, y su genuino interés es lograr las ventas suficientes para recuperar su inversión y, en el mejor de los casos, obtener una rentabilidad razonable de su riesgo.
Somos responsables de cuidar nuestro trabajo, es nuestro derecho informarnos, e informar adecuadamente al editor de nuestras expectativas. En espejo, él tiene la obligación de brindarnos la información suficiente, al firmar el contrato y al ejecutarlo.
Fuente: https://uniondeescritorasyescritores.wordpress.com