Evidencias dinamitan a golpistas venezolanos - Por Adrián Fernández
¿Acaso alguien puede objetar que quienes dinamitan el proceso de paz en Colombia son los aliados de Guaidó en Venezuela?
13 septiembre, 2019
category: FORO DEBATE
Resulta un ejercicio interesante ver cómo la prensa y los gobiernos socialdemócratas europeos –la prensa comercial latinoamericana es aún más ruin- confirma con sutil goteo que el sunami arrastró a Juan Guaidó y su elenco golpista.
El mismo “líder” que llamó a los suyos a ser parte de una invasión militar a su propia patria, que intervino empresas venezolanas en el exterior para quedarse con el dinero, que fomenta el ahogo en medicinas y alimentos de los venezolanos, aparece ahora abrazado al terrorismo colombiano.
Demasiado grave como para que la prensa que se autodenomina progresista mire para otro lado. Guaidó es, como se dijo desde el primer momento y como lo muestran las pruebas y las evidencias, un terrorista.
“Dolor de cabeza para Guaidó”, dicen algunos portales en América Latina mientras se hunden en el lodazal. No se trata de adjetivar porque sí sino de jerarquizar a los actores. Guaidó era hasta ahora la cara amable del terrorismo que encarnan Julio Borges y Leopoldo López y la sonrisa visible del centro de operaciones en territorio venezolano que lleva por nombre Voluntad Popular.
Una vez más, corresponde decir que Chávez tenía razón. Cuando el Presidente de Venezuela pidió a los universitarios de derecha que no tuvieran temor de dar la batalla de ideas, buscaba separar la paja del trigo. Tras el golpe de Estado de 2002 les ofrecía un terreno político a cara descubierta previendo que algunos profundizarían la violencia, como finalmente sucedió. La paja que desoyó aquel desafío sería luego el germen de Voluntad Popular, aliada a organizaciones financiadas por Washington y dirigentes opositores obcecados con destruir a cualquier precio el mandato de las masas.
¿Cómo podría sorprender entonces que Guaidó se relacione con el terrorismo colombiano, asociado a terratenientes y narcotraficantes?
En definitiva, el grupo conocido como ‘Los Rastrojos’, con complicidad -en el mejor de los casos pasiva- del Estado colombiano, son herramientas violentas de la oligarquía creadora del paramilitarismo que hasta hoy esconde sus violaciones a los derechos humanos en fosas comunes en su país.
Ahí está Guaidó junto a John Jairo Durán, líder de Los Rastrojos y Albeiro Lobo Quintero, “jefe de finanzas” de la organización paramilitar (a la que la derecha colombiana denomina “bandas criminales”). Las fotografías que exhibió el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, Diosdado Cabello, tomadas presumiblemente el pasado 22 de febrero cuando el golpista ingresó a Cúcuta, le ponen imagen a las denuncias que el chavismo sostiene desde hace meses.
La Policía de Cúcuta confirmó luego que quienes aparecen en las imágenes son Lobo Quintero, alias ‘Brother’, uno de los delincuentes más buscados de Colombia y Jairo Durán, alias ‘Menor’. Ambos, que en febrero se paseaban a cara limpia por la frontera con Venezuela, se entregaron a las autoridades colombianas en junio, en momentos en que las fotos en cuestión habían iniciado su periplo hasta alcanzar la difusión pública.
Las pruebas mostradas por Cabello también llegaron a manos de Wilfredo Cañizares, un investigador colombiano sobre derechos humanos, quien las publicó y escribió: “lo dijimos desde el primer día: la entrada a Colombia el 23 de febrero del sr @jguaido fue coordinada con los Rastrojos. Aquí están alias el brother armado, y el segundo al mando de este grupo paramilitar, alias el menor”.
La defensa que esgrimió el portavoz de Guaidó, Alberto Ravell, tras la difusión de las fotografías fue determinante para confirmar esta historia: aseguró que su jefe desconocía la identidad de las personas con quien se tomó las fotografías. Por lo pronto, la Fiscalía General de Venezuela no creyó en ese argumento escuálido y abrió este viernes una investigación contra el líder golpista.
Maduro, Cabello y los altos líderes del Gobierno bolivariano denuncian desde hace tiempo que el paramilitarismo está desplegado en la extensa frontera que comparten Venezuela y Colombia y que varias veces incursionan en territorio venezolano para generar acciones violentas que justifiquen un choque militar. La maquinaria de la prensa comercial minimiza las denuncias, las esconde, hasta que las evidencias se les caen de las manos.
Suele pasar. Cuando Maduro denunció que John Bolton estaba detrás del frustrado magnicidio de agosto de 2018 y de otras acciones violentas, nadie fuera del chavismo le creyó. Hasta que la prensa estadounidense lanzó los primeros indicios y esta misma semana Donald Trump acusó a su ahora ex asesor de haberse “pasado de la raya” con Venezuela y que actuó de manera “totalmente desubicada”.
Inmensa tarea tiene por delante el Gobierno venezolano y también la oposición política. Estos últimos para desmarcarse de los aliados del terrorismo y mostrar alguna pizca de civilidad; y el Ejecutivo para evaluar la conveniencia de sentarse en una mesa de negociaciones con quienes hace tiempo –tal vez desde siempre- abandonaron los códigos del republicanismo y la democracia que dicen defender.
¿De verdad alguien piensa que de una mesa de negociaciones con Guaidó, López, Borges y algunos más puede emerger la paz para los venezolanos? Basta mirar los procesos de paz que tuvieron lugar en Colombia y la pacificación cada vez más lejana. Los movimientos políticos y sociales de Colombia son quienes pagan con la sangre de sus mártires. ¿O acaso alguien puede objetar que los mismos que hoy dinamitan el proceso de paz en Colombia son los aliados de Guaidó en Venezuela?
Es absolutamente imperioso relacionar la situación política de ambos países de manera conjunta. Desde América XXI (en sus ediciones impresas y en su actual versión web) se ha escrito mucho al respecto: la paz en Colombia será la paz en Venezuela y el resto de Sudamérica.
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