Es muy grave subestimar a Áñez - Por Adrián Fernández
Ante la ONU, la dictadora de Bolivia dejó una amenaza golpista para América Latina, en nombre de la libertad.
24 septiembre, 2020
category: FORO DEBATE
Es una ofensa múltiple que Jeanine Áñez haya utilizado el ámbito de Naciones Unidas sin haber conseguido siquiera un sólo voto popular para ser ungida presidenta de Bolivia y cuestionar desde la ONU a Gobiernos electos democráticamente y recordarnos que hay una derecha ávida de la sangre de sus pueblos.
Quien un día entró al Palacio del Gobierno de Bolivia aprovechándose de la ola de violencia fascista que ella y sus aliados generaron para quitar del poder a Evo Morales, nos advierte sobre las «dictaduras» en la región.
La misma persona que se autoproclamó presidenta interina sin tener siquiera el apoyo de la Asamblea Plurinacional, la misma que ordenó la represión que dejó más de 40 muertos, en su permanente ocaso, nos habla de democracia.
En opinión de la dictadora boliviana, América Latina tiene ante sí dos vías para escoger, que no son ni la izquierda y la derecha, ni el estatismo y el neoliberalismo, o el socialismo y el capitalismo, sino la democracia y la dictadura.
Dice en la Asamblea General que las dos vías entre las que debe escoger América Latina son “el camino de la libertad y el otro es el camino de la opresión”. Y no se inmuta al hablar.
Conviene echar una mirada al análisis intencionado y al poder mediático que, no sólo avalaron o justificaron el golpe contra Morales, sino que, además, nos hizo creer que este engendro político al frente del Gobierno de Bolivia es parte de una «transición» de corto vuelo.
Esa misma mirada nos hizo ver que, cuando el país «recupere su democracia», nadie se acordará de ella y de sus teorías fascistas.
Veamos si esto es tan así.
Áñez goza de entrenamiento y cinismo, ambas características que son fácilmente hallables en Álvaro Uribe, Iván Duque, Jair Bolsonaro o Mauricio Macri. Tiene odio en las venas y trabaja en función de intereses que dirimen su poder sobre la sangre de sus pueblos.
“¿Hemos hecho el Estado para oprimir o lo hemos hecho para garantizar la libertad?», se pregunta la usurpadora del poder, a través de videofonferencia en la ONU.
Luego, traza un diagnóstico que parece extraído de los manuales que practican la opresión en nombre de la libertad y justifican invasiones y matanzas en nombre de la democracia.
«Admitamos que América Latina —en general— no ha superado la amenaza autoritaria”, dijo la dictadora Áñez. Y completó: estas nuevas formas de autoritarismo “son los proyectos del populismo caudillista y autoritario”.
Esta percepción de Áñez fue reafirmada por ella misma cuando denunció “el acoso sistemático y abusivo que ejerce, desde Argentina, el gobierno kirchnerista”.
«¿Cuál es la autoridad que tiene (el Gobierno de Alberto Fernández) para amparar una conspiración violenta de Evo Morales contra la democracia boliviana desde suelo argentino?”, dijo. El tenor de la pregunta es una respuesta en sí misma.
La Argentina pos Macri, y antes México, salvaron la vida de Morales, de García Linera y de varios colaboradores, al conceder asilo desde el pasado noviembre cuando se concretó el golpe en Bolivia.
Lo demás de Áñez no difiere de lo que pueden haber dicho Uribe o Duque en los foros terroristas de Miami; Bolsonaro en su cotidianeidad fascista o Macri para justificar su apoyo a la dictadura en Bolivia y su pedido de caída de Nicolás Maduro en Venezuela.
¿Acaso Jeanine Áñez es una periférica de la derecha continental? No, no lo es. Basta ver quiénes no sólo aceptaron el golpe contra Morales sino también quiénes justificaron la violencia previa y posterior.
Ella y los antes mencionados son socios de la OEA golpista de Luis Almagro, son serviles al golpismo o al guerrerismo del imperio comandado por Donald Trump o por quien lo ejerza.
Áñez levanta una señal de alarma en un contexto de reagrupamiento de fuerzas ultraderechistas en la región. Trump, si acaso perdiera las elecciones de noviembre en Estados Unidos, dejará el terreno minado para el golpismo y la desestabilización. Si ganara, sobran las palabras.
Nada de esto es novedoso para los movimientos populares en Bolivia, en Venezuela, en Ecuador, en Brasil. Ni lo es en Argentina, donde voceros como el ex presidente Eduardo Duhalde hablan públicamente de un posible golpe de Estado contra Alberto Fernández con una liviandad pasmosa; o donde la derecha busca crear una sesión paralela en la Cámara de Diputados o donde un senador nacional (Esteban Bulllrich, que fue ministro de Macri) denuncia fraude en las elecciones de 2019 intentando quitar legitimidad a las autoridades electas por voto popular.
Lo peor que nos puede suceder en estos tiempos es subestimar a Ánez, circunscribirla a un ámbito doméstico o diagnosticar alguna patología psiquiátrica.
Pronto, la dictadora boliviana habrá cumplido su mandato de facto y dejará de vociferar desde el Palacio de Gobierno en La Paz, pero el golpismo continental renueva sus bríos cada día, construye nuevos actores y descarta los más degradados.
LA NOTICIA EN AUDIO (Voz: Salvatrice Sfilio)
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