La China de Mao – Por Julio A. Louis
Tercer capítulo del libro “China: pasado, presente y futuro”, ofrecido a América XXI por el autor.
06 agosto, 2019
category: FORO DEBATE
El libro “China: pasado, presente y futuro” del pensador uruguayo Julio A. Louis está compuesto por una serie de artículos publicados inicialmente en el Semanario Voces y enviados a América XXI por el autor. El material compone un profundo y a la vez sintetizado análisis sobre las claves históricas y el conocimiento imprescindible de un país fundamental en el escenario mundial actual. A continuación, reproducimos el capítulo III, titulado “La China de Mao (1949-1978)”.
Por Julio A. Louis
Los comunistas chinos antes de vencer (1949) sufren la política soviética orientada por Stalin, que -so pretexto de resarcirse de los daños de la segunda guerra- desmantela Manchuria, principal centro industrial chino (1945), poco después que la URSS declara la guerra a Japón. Esa actitud soviética es coherente con el informe de Zhdanov que en la Conferencia de Información Comunista (1947), ignora la lucha de los chinos, mientras destaca otras luchas asiáticas. Para entender esa postura, vale recordar que Mao desacató las órdenes de Stalin de colaboración de clases y sometimiento a Chiang y gestó un marxismo enraizado en China. “Todavía en abril de 1949, al abandonar Chiang Kai-Shek su capital, Nanking, el embajador soviético -el único de entre todo el cuerpo diplomático- se unió a él en su retirada hacia Cantón” (1). Los soviéticos aprenden que su “bastón de mando” (como dicen los chinos) es resistido.
Los comienzos de la República Popular
Al proclamarse la República Popular (1949), China es de los países más pobres. Por primera vez en la historia moderna unifica su territorio bajo un gobierno central efectivo. En los tres primeros años se crean instituciones nuevas, se sanean la economía y las finanzas y se procede a reformas sociales y culturales, destacándose la reforma agraria y la reivindicación de la mujer.
Tierras y propiedades de los terratenientes son confiscadas y repartidas entre campesinos pobres sin tierras (1950-1952), aunque hay campesinos acomodados autorizados a mantener la mayoría de sus tierras y que continúan involucrados en la explotación al estilo tradicional. Pero las actividades no reguladas por el Estado conducen a una nueva polarización. Mientras los campesinos ricos prosperan, muchos pobres son forzados a endeudarse o a vender la tierra para pagar deudas. Las granjas familiares muy pequeñas, dificultan la mecanización y dejan a los campesinos vulnerables a los desastres naturales.
Esta realidad genera diferencias en el Partido Comunista Chino (PCCh). Recién en 1955 aprueba la “cooperación en la agricultura”. Y en 1956 alrededor de cien millones de campesinos se organizan en 485.000 “cooperativas de producción agrícola”. Con la excepción de pequeños grupos de productores individuales, la propiedad colectiva de la tierra reemplaza a la privada. Los miembros de cooperativas trabajan juntos y el ingreso es repartido de acuerdo con sus contribuciones al trabajo. La mujer es reivindicada prohibiendo la bigamia, la poligamia, el matrimonio forzado y reconociendo su derecho a conservar el nombre de su familia.
El PCCh encara tres desafíos: 1) consolidar al país mediante la acumulación de capital; 2) atender las necesidades básicas de la población; 3) transformar la sociedad en aras de la Revolución Socialista. Tiene éxitos en los dos primeros y fracasa en el tercero, según Minqi-li (2), corroborado por el enfoque actual de que el país se halla en la fase primaria del socialismo. Mientras, la mayoría de los intelectuales emigran, por lo que el PCCh necesita de los soviéticos que planifican bajo las órdenes directas de Stalin. Pero la recíproca desconfianza entre ambas direcciones perdura.
La economía en tiempos de Mao (1953-1978)
En este período se desarrolla la infraestructura industrial y tecnológica y se combate el hambre y la miseria. El proceso de inversión de capitales descansa sobre todo en los campesinos (80 a 90% de la población). Su renta permanece estancada, lo que permite derivar fondos para irrigar zonas, forestar, construir caminos. El Primer Plan Quinquenal realiza la acumulación primitiva de capital bajo la égida estatal. Desarrolla la propiedad estatal de los medios de producción y de cambio en las ciudades, con gran avance en la industria pesada y originalidades en las tecnologías industriales; mantiene la propiedad colectiva de esos medios en el campo desde 1950 a 1970, y la planificación centralizada. China crece más en relación al crecimiento mundial, aún sin la presencia del tradicional inversor japonés.
La industrialización es precedida por una campaña ideológica. Se entiende que la transformación de las relaciones entre las clases y la elevación de la conciencia política, favorecen el desarrollo de la producción. La política se vuelve eje del trabajo económico.
Los años de mayor influencia soviética van hasta 1957: primacía de la industria pesada, Tratado de Amistad, Alianza y Asistencia Mutua con la URSS (1950), integración al “campo socialista”. La colectivización del campo se acelera: 50.000 familias en granjas colectivas (1952), 17 millones (1955), 110 millones (1956).
En 1956 el 8vo Congreso del PCCh caracteriza a China como un “Estado socialista”. Sostiene que favorece a los trabajadores y cubre las “necesidades básicas”. En 1958 se lanza el Gran Salto Adelante (GSA). Ante el “viento comunista” (por izquierda) Mao –que lo había apoyado- termina reclamando rebajar las metas. Comprende que el retraso de la agricultura no la capacita para abastecer al consumo y a la industria. Contra ese atraso se lanza la consigna de “la política en el puesto de mando”, procurando que el entusiasmo y la frugalidad contrarrestasen la falta de capitales.
Con la colaboración soviética se busca el equilibrio económico, “la marcha sobre las dos piernas”, entre la agricultura y la industria, las fábricas modernas y las tradicionales. Y nacen las Comunas Populares. “Con sus propios focos de cultura, comunicación, defensa, educación, fábricas, producción de alimentos y mercados de intercambio, la comuna se convierte en una célula, una miniatura flexible del Estado” (3). Movilizan a 124 millones de familias en tareas agrícolas e industriales, colectivizan casi totalmente la vida cotidiana y cubren las “cinco garantías”: alimentación, vestimenta, alojamiento, energía y cultura. Esas comunas integran el poder político y la administración económica; combinan la propiedad pública de la tierra rural y otros medios de producción con la organización de la clase obrera; y se asigna el ingreso con preferencia para fines públicos. El gobierno prohíbe la emigración campesina a las ciudades para lograr el equilibrio entre la agricultura y la industria. Y tiene éxito: en 1979 la agricultura y la industria son el 70 y el 20% de la producción, y por los 90 pasan a ser el 45 y 43-44%.
De la ruptura con la URSS al fin de la era maoísta
El choque contra el “bastón de mando” es frontal al fallecer Stalin (1953). Cesan las inversiones soviéticas, hay retiro masivo de 1.600 técnicos y se producen agresiones fronterizas. Son los “tres años difíciles” y hay hambre. Se suman desastres naturales y cosechas fracasadas. Los chinos se orientan en la dirección de “basarse en las propias fuerzas”, obligados por la necesidad a una política semejante a la del “socialismo en un solo país”, pero acompañada de espíritu internacionalista. Esa doble ruptura -con el capitalismo occidental y con el “campo socialista”- pagará un fuerte precio. A mediados de los 70 los problemas de la balanza comercial determinan la caída de las importaciones occidentales y el estancamiento económico por falta de insumos.
Se señalan errores en la política agraria y se acusa a Mao de “izquierdismo” y del “viento comunista”. En verdad, se quiso obtener un excedente productivo, salido de los obreros y campesinos y concentrado en el Estado. Aunque también se crearon oportunidades para las élites burocráticas y tecnocráticas, además de beneficiarse a los obreros y campesinos. Los burócratas usan los “incentivos materiales”. Mao los combate y enfatiza que se debe servir al pueblo, y que la búsqueda de ganar dinero haría al capitalismo imbatible. Estima que siempre se deben sacrificar los intereses individuales en aras de los del pueblo trabajador. Para eso los privilegios materiales tienen que someterse a estrictos límites o ser eliminados. Pero esa aspiración, contrariaba la tendencia histórica de esas élites de convertirse en una proto-clase explotadora. Y esa contradicción estallará con la Gran Revolución Cultural (GRC).
Después de 1956, Mao se dedica a los problemas de la defensa y de las relaciones exteriores. El mayor éxito es el ingreso de China Popular a la ONU en reemplazo de la China de Chiang (1971). Liu Shaoqi y Deng Xiaoping se convierten en líderes de primera línea y son los responsables del GSA.
La lucha ideológica que anticipa la Gran Revolución Cultural
Diferente al PC de la URSS, el PCCh es un manantial ininterrumpido de elaboración. En especial, es relevante la contribución filosófica de Mao al análisis de las contradicciones. Escribe cuatro tesis, entre 1937 y 1963. Mientras Stalin trata a los que discrepan como “enemigos del pueblo”, Mao retoma a Le-nin y subraya que la contradicción y el antagonismo no son idénticos; sostiene que mientras existan clases habrá contradicciones entre ideas correctas e incorrectas en el pueblo y en el PCCh. “Si en el Partido no hubiera contradicciones y luchas ideológicas para resolverlas, su vida se acabaría.” “Sólo a través de la discusión es posible transformar las mentes; cortar cabezas no cambia las cosas” (4).
En síntesis, la esencia del marxismo radica en que rebelarse está justificado, concepto emparentado con la revolución permanente; ése es el cauce conceptual de la Gran Revolución Cultural Proletaria o Socialista (GRC). Ésta tiene un antecedente frustrado: las “cien flores”, cuya referencia es la lucha “entre dos líneas”. En 1956, Mao orienta la política de “que 100 flores se abran, que 100 escuelas compitan”. Frente a una coyuntura económica y política delicada, experimenta la libertad de expresión y la crítica original, en pos de fortalecer los vínculos entre el PCCh y las masas. Pero, el descontento y la hostilidad agitan a las universidades contra el poder, lo que desata la represión contra los “derechistas”.
Diez años después (1966) el PCCh vive la lucha entre dos líneas: la de “masas” (Mao) y la “revisionista” (del Presidente Liu Shao-qi). La primera critica al modelo soviético, por privilegiar a la tecnología, al aparato del Partido y a las relaciones de producción, e ignorar a las masas, su papel político directo y las relaciones sociales. Pretende borrar las diferencias entre trabajadores intelectuales y manuales, entre obreros y campesinos y entre ciudades y campos.
La segunda, revisionista, critica al GSA, prioriza el rendimiento, la industria, al experto en detrimento del cuadro partidario (el rojo), la unidad del PCCh y al aparato contra las iniciativas de las bases.
La Revolución Cultural Socialista o Proletaria (1966-1976)
La GRC denuncia la traición del revisionismo en la URSS, la previene en China, proclama una nueva fase de la Revolución Mundial, de la cual China es la Base Roja y el centro ideológico es el pensamiento de Mao. Y ahí radica su erróneo optimismo, que arrastra a revolucionarios en todo el mundo. Es una sustitución del papel rector de la URSS por el de China. Tal GRC es un movimiento de masas de alcance mayor que el de las “cien flores”, en que sus partidarios estimulan el levantamiento de las masas contra el aburguesamiento de una parte del PCCh, con el fin de ganar para el comunismo a la generación joven y barrer con las desigualdades.
Dicha Revolución es social y cultural, contra los “caminantes del capitalismo” dice Mao. Hay éxitos significativos con el sistema de salud descentralizado, con los “médicos con pies de barro” que trabajan con los más humildes; y se combina la educación con el trabajo productivo. Son tres años de intensa agitación, de depuración del PCCh, de intervención del ejército en su apoyo, de formación de Comités Revolucionarios de los Guardias Rojos, de movimientos espontáneos que suelen caer en el ultra izquierdismo (¡llegan a prohibir el uso del violín y la poesía!) y a los que el ejército terminará enfrentando. Sin embargo, en general, la clase trabajadora urbana es pasiva, facilitando el giro derechista de 1976.
En esa depuración partidaria son enviados a las bases para reeducarse a los líderes revisionistas, como Deng Xiao Ping, que pregonaba la teoría de que para aumentar la producción “se puede recurrir a la explotación individual: poco importa que un buen gato sea negro o blanco, lo esencial es que cace ratones” (5). Pero los excesos están a la orden del día. Se estima que la GRC está en la “lista de las grandes catástrofes del siglo veinte” (6). Deng opina en 1979 que “8 a 10 millones de personas han sido asesinadas”, y que los perseguidos se elevan a 200 millones.
El giro, hijo del aislamiento
A mediados de los 70 -al final de la GRC- caen las importaciones occidentales y la economía se estanca por falta de insumos. Y agrava las luchas internas del PCCh. Una tendencia es partidaria del desarrollo autárquico -realizar el socialismo en los límites nacionales- y otra, partidaria de buscar capitales y tecnología en Occidente, la que vencerá.
El giro que sobrevendrá es hijo del aislamiento, en otras condiciones que el de la URSS. Al no derrotarse al sistema capitalista mundial, al no alcanzar la revolución el centro de ese sistema, tampoco China escapa a un desarrollo productivo inferior, a la escasez, a la desigualdad. Al no producirse un salto cualitativo mundial, la GRC tenía el techo de la pobreza, porque el socialismo es imposible sin la abundancia de bienes, ya que se generan nuevas desigualdades. La GRC intenta eliminar los privilegios de la desigualdad sin generar las condiciones materiales que la evitaran. De ese modo, sueña con un mundo y una China irreales. Los Guardias Rojos y Mao se equivocan en el análisis de la realidad y hay excesos cometidos.
En el año de su fallecimiento (1976) Mao escribe a su mujer: “el futuro es brillante pero el camino es tortuoso”. En agosto de 1977, el 11° Congreso del PCCh pone fin a la GRC. Le sigue el proceso a la “Banda de los 4” (que integra Chiang Ching, la mujer de Mao). En 1978, la línea de Mao continuada por Hua Guofeng es derrotada por la liderada por Deng Xiao Ping. Otra etapa se inicia.
Referencias bibliográficas
(1) Eric Hobsbawm. “Historia del siglo XX”. Editorial Paidós.
(2) Minqi-li. “The rise of China and the demise of the capitalist world economy” (“El ascenso de China y la declinación de la economía capitalista mundial”). Monthly Review Press. New York. 2008.
(3) Han Suyin. “China 2001”. Editorial Sudamericana. 1970.
(4) Minqi-li. O. C.
(5) Lebrun-Zanghellini. “Histoire. Terminales” (“Historia. Finales”). 1983.
(6) De A. Roux. “Le casse-tête chinois” (“La macana china”). 1980.
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