«La lealtad militar a Maduro no era lo que queríamos»
El capítulo sobre Venezuela del libro de John Bolton revela las internas del imperio y los errores de cálculo político.
El libro de memorias de John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump, dedica un capítulo a Venezuela, en el que relata con datos precisos (y la previsible carga de justificativos para avanzar contra el Gobierno de Nicolás maduro) las principales ofensivas de los últimos tres años.
El capítulo, al que llama Venezuela libre, revela los nexos y la desconfianza de Washington con el golpista Juan Guaidó, las dudas de Trump partidario de la intervención militar, y la posición de Bolton y otros hombres del Gobierno de lanzar una fuerte ofensiva a partir de los informes –luego admitidos como equivocados o exagerados- que “la oposición” venezolana elevaba a Washington.
El texto revela, con nombres, apellidos, fechas, horas y comunicaciones, las disputas intentas estadounidenses para definir una estrategia única sobre la República Bolivariana de Venezuela. Admite las presiones internas del poder imperialista bajo el Gobierno de Trump y refiere al rol de Rusia y China como aliados de Venezuela.
El 23 de febrero de 2019, luego de la acción golpista de Guaidó, “el ministro de Defensa Padrino y un grupo de generales llevaron a cabo una rueda de prensa para declarar su lealtad a Maduro, que no era lo que queríamos”, escribe Bolton en su libro.
“La oposición creía que 80 por ciento o más de las tropas, así como los jóvenes oficiales, cuyas familias enfrentaban las mismas dificultades que la población civil en general de Venezuela, apoyaban al nuevo gobierno (…) Guaidó frecuentemente sostuvo que tenía el apoyo del 90% de la población venezolana en general”, afirma.
Bolton luego escribe: “La primera señal preocupante de Trump llegó esa noche después de las ocho y media de la noche, cuando llamó para decir, «No me gusta dónde estamos», refiriéndose a Venezuela. Le preocupaba la conferencia de prensa de Padrino y decía «todo el ejército está detrás de él». Luego, agregó, «siempre dije que Maduro era difícil. Este niño [Guaidó], nadie ha oído hablar de él». Y «los rusos han hecho declaraciones brutales».
El libro será lanzado en Estados Unidos en esta semana si es que no media una acción judicial interpuesta por el Gobierno estadounidense con el argumento de que “contiene información clasificada” que compromete la seguridad del país.
En el trabajo, titulado “La habitación donde ocurrió”, de 577 páginas, Bolton promete dar información relevante que no llegó a salir a la luz durante el proceso de impeachment en contra del mandatario estadounidense.
A continuación, la transcripción completa del capítulo dedicado a Venezuela.
VENEZUELA LIBRE
El régimen ilegítimo de Venezuela, uno de los más opresivos del hemisferio occidental, presentó al gobierno Trump una oportunidad. Pero requería de una determinación firme de nuestra parte y de presión constante, a todo dar, implacable. Fracasamos en alcanzar este estándar. El presidente vaciló y trastabilló, exacerbando los desacuerdos internos del gobierno en vez de resolverlos, y en repetidas ocasiones impidiendo nuestros esfuerzos por llevar a cabo una política. Nunca confiamos de más en el éxito de apoyar los esfuerzos de la oposición venezolana para reemplazar a Nicolás Maduro, el heredero de Hugo Chávez. Era casi lo contrario. Los opositores de Maduro actuaron en enero de 2019 porque sintieron fuertemente que esta podría ser su última oportunidad para la libertad, después de años de intentos y fracasos. Estados Unidos respondió porque era de nuestro interés nacional hacerlo. Aún lo es, y la lucha continúa.
Luego de esfuerzos fallidos para sacar a Maduro, el gobierno de Trump no vaciló en discutir públicamente, en detalle, lo cerca que la oposición había llegado de derrocar a Maduro, y lo que había salido mal. Numerosos artículos de prensa repitieron detalles de lo que continuamente habíamos escuchado de la oposición durante 2019, y las cuales son discutidas en el texto. Difícilmente era este una situación normal de conversaciones e intercambios diplomáticos y escuchamos también de muchos miembros del Congreso y ciudadanos estadounidenses privados, especialmente miembros de las comunidades cubano-estadounidense y venezolano-estadounidense en Florida. Algún día, cuando Venezuela sea libre nuevamente, los muchos individuos que apoyan a la oposición venezolana tendrán la libertad de contar sus historias públicamente. Hasta entonces, sólo tenemos las memorias de personas como yo, lo suficientemente afortunados para poder relatar sus historias por ellos.
Hay una historia de dos décadas de largo de oportunidades desperdiciadas en Venezuela, dada la amplia, fuerte oposición al régimen Chávez-Maduro. Poco después de que me convertí en Asesor de Seguridad Nacional, mientras Maduro hablaba en una ceremonia de premiación militar el 4 de agosto fue atacado por dos drones. Aunque el ataque fracasó, demostró la vigorosa disidencia dentro de los militares. Y las comiquísimas imágenes de los uniformados huyendo enérgicamente al sonido de las explosiones, a pesar de la propaganda del régimen, mostró que tan “leales” los militares son a Maduro.
El régimen autocrático de Maduro estaba bajo amenaza debido a su conexión con Cuba y las aperturas que le brindaba a Rusia, China e Irán. La amenaza de Moscú era innegable, tanto militar como financieramente, habiendo gastado recursos substanciales para sostener a Maduro, dominar la industria petrolera y gasífera de Venezuela, en imponerle costos a los EEUU. Beijing no se quedaba muy atrás. Trump vio esto, diciéndome después de una llamada en Año Nuevo de 2019 con el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, que le preocupaban Rusia y China: “No quiero quedarme sentado viendo”. Venezuela no había encabezado mis prioridades cuando comencé, pero una gestión competente de la seguridad nacional requiere flexibilidad cuando nuevas amenazas u oportunidades surgen. Venezuela era tal tipo de contingencia. Estados Unidos se había opuesto a las amenazas externas en el hemisferio occidental desde la Doctrina Monroe y era tiempo de resucitarla después de los esfuerzos Obama-Kerry por enterrarla.
Venezuela era una amenaza por sí sola, como demostró en un incidente el 22 de diciembre en altamar a lo largo de la frontera Guyana-Venezuela. Unidades navales venezolanas intentaron abordar barcos de exploración de ExxonMobil, bajo licencias de Guyana en sus aguas territoriales. Chávez y Maduro habían conducido la industria petrolera y gasífera venezolana hacia un hoyo, y recursos extensos de hidrocarburos de Guyana presentaría una amenaza de competencia inmediata justo al lado. El incidente se evaporó en lo que los buques exploratorios, luego de rechazar las solicitudes venezolanas de dejar aterrizar un helicóptero sobre uno de ellos, regresaron rápidamente hasta aguas indudablemente guyanesas.
Poco después del ataque de los drones, durante reuniones no relacionadas el 15 de agosto, Venezuela surgió y Trump me dijo enfáticamente “Házlo”, queriendo decir deshacerse del régimen de Maduro. “Esta es la quinta vez que lo he pedido”, continuó. Describí lo que estábamos pensando en una reunión ahora reducida a solo Kelly y yo, pero Trump insistió en que quería opciones militares para Venezuela y luego quedarse con ella porque “en realidad es parte de los Estados Unidos”. El interés presidencial en discutir opciones militares al principio se sorprendió, pero no debió hacerlo, como aprendí, Trump ya lo había abogado, en respuesta a una pregunta de la prensa casi exactamente un año antes el 11 de agosto de 2017 en Bedminster, N.J.:
“Tenemos muchas opciones para Venezuela y por cierto, no voy a descartar una opción militar. Tenemos muchas opciones para Venezuela. Este es nuestro vecino… este es – estamos alrededor de todo el mundo y tenemos tropas alrededor de todo el mundo en lugares muy distantes. Venezuela no está muy distante y las personas están sufriendo y están muriendo. Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar, de ser necesario.”
Expliqué el por qué la fuerza militar no era la respuesta, especialmente dada la inevitable oposición del congreso, pero que podíamos alcanzar el mismo objetivo trabajando con los opositores de Maduro. Posteriormente decidí llamar la atención sobre Venezuela dando un discurso ampliamente reseñado el 1 de noviembre de 2018 en Miami, en el cual condené la “troika de la tiranía” del hemisferio occidental: Venezuela, Cuba y Nicaragua. Anuncié que el Gobierno, en su continua reversión de la política de Obama hacia Cuba, impondría nuevas sanciones contra La Habana y también emitir una nueva Orden Ejecutivas sancionando el sector aurífero de Venezuela, el cual era usado por el régimen para mantenerse a flote vendiendo oro del Banco Central de Venezuela. El discurso de la “troika de la tiranía” subrayó las afiliaciones entre los tres gobiernos autoritarios, sentando las bases para una política más inclinada hacia adelante. A Trump le gustó la frase “troika de la tiranía”, diciéndome, “tú das discursos tan buenos”; este, como destaqué, había ido escrito por uno de sus propios escritores de discursos.
Claro, Trump también decía periódicamente que quería reunirse con Maduro para resolver todos nuestros problemas con Venezuela, lo que ni Pompeo ni yo pensamos que era una buena idea. En algún momento en diciembre, me encontré con Rudy Giuliani en el Ala Oeste. Pidió venirme a ver después de una reunión con los abogados de Trump, razón por la cual estaba ahí. Tenía un mensaje para Trump del representante Pete Sessions, quien desde hace tiempo había abogado porque Trump se reuniera con Maduro, como lo había hecho el senador Bob Corker, por razones que ellos conocerán mejor. Discutiendo esto posteriormente, Pompeo sugirió que primero enviáramos a alguien para Venezuela a ver a Maduro aunque, en lo que el interés de Trump de hablar con Maduro se fue desvaneciendo posteriormente, nada pasó.
La gran explosión en Venezuela llegó el viernes 11 de enero. El nuevo joven presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, anunció en una gran concentración en Caracas que la Asamblea creía que la reelección manifiestamente fraudulenta de 2018 de Maduro era ilegítima, y por consiguiente, inválida. En consecuencia, la Asamblea, la única institución venezolana legítima, elegida popularmente, había declarado la presidencia de Venezuela como vacante. Bajo la cláusula de vacancia de la Constitución del propio Hugo Chávez, Guaidó dijo que él se convertiría en presidente interino el 23 de enero, que era el aniversario del golpe militar de 1958 que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y derrocaría a Maduro para preparar nuevas elecciones. [Ilegible] recibió tarde la noticia de que la Asamblea Nacional se movería en esta dirección. No jugamos ningún papel para alentar o ayudar a la oposición. Ellos vieron este momento como posiblemente su última oportunidad. Ahora todo estaba en juego en Venezuela, y teníamos que decidir cómo responder. La revolución estaba [ilegible] le dije a Mauricio Claver-Carone, a quién recientemente yo había escogido como Director Principal para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional, para emitir un comunicado de apoyo.
Le informé a Trump sobre lo que había pasado, interrumpiendo una reunión con un externo que ya había sobrepasado la hora pautada para su fin. Trump, sin embargo, estaba molesto por de ser informado solo que habría un posible cambio en Venezuela, indicando que debería sacar el comunicado a mi nombre, no en el de él. Pude haberle recordado lo que había dicho menos de diez días antes, “No quiero estar sentado y viendo”, y probablemente debía hacerlo, pero simplemente saqué el comunicado como mío propio. Maduro reaccionó con severidad, amenazando a miembros de la Asamblea Nacional y sus familiares. Guaidó mismo fue arrestado por una de las fuerzas policiales secretas pero [Ilegible]. Hubo especulación sobre si de hecho habían sido los cubanos, pero su liberación indicó una confusión real en el régimen, una buena señal.
También lancé el primer de muchos tuits sobre Venezuela que vendrían, a condenar el arresto de Guaidó por parte de la dictadura de Maduro. Me esperanzó que el gobierno de Maduro rápidamente me acusó de encabezar un golpe “contra la democracia venezolana”, un abordaje que fue seguido por otros adversarios quienes atacaron a los asesores de Trump. Más importante, comenzamos a divisar pasos a tomar de inmediato en contra del régimen de Maduro y también de Cuba, su protector y probablemente su controlador, y Nicaragua. ¿Por qué no atacar a los tres al mismo tiempo? Las sanciones petroleras era una elección natural, pero ¿Por qué no declarar a Venezuela un “Estado promotor del terrorismo,” algo que sugerí por primera vez el 1 de octubre de 2018 y también devolver a Cuba a la lista, luego que Obama la sacó?
Bajo Chávez y ahora bajo Maduro, los ingresos de Venezuela de las exportaciones relacionadas al petróleo habían caído dramáticamente, en lo que la producción misma cayó, de aproximadamente 3,3 millones de barriles de petróleo extraído por día cuando Chávez tomó el poder en 1999 a aproximadamente 1,1 millones de barriles por día en enero de 2019. Este declive precipitoso, cayendo a niveles de producción en Venezuela no vistos desde 1940, ya había sustancialmente empobrecido al país. Conducir la producción del monopolio estatal petrolero de Venezuela hasta su nivel más bajo posible, lo que la oposición apoyaba plenamente, podría bien haber sido suficiente para colapsar el régimen de Maduro. Había muchas otras sanciones necesarias para eliminar las corrientes de ingresos ilícitos del régimen – especialmente el narcotráfico con narcoterroristas operando principalmente en Colombia con refugios en Venezuela – pero atacar la petrolera era clave.
El 14 de enero, convoqué a un Comité de Principales en la Sala Situacional para considerar nuestras opciones para sancionar al régimen de Maduro, especialmente con el sector petrolero. Pensé que era tiempo de apretar los tornillos y pregunté ¿Por qué no vamos por la victoria aquí? Rápidamente quedó claro que todo el mundo quería tomar acciones decisivas excepto por el secretario del Tesoro Mnuchin. Él quería hacer poco o no hacer nada, alegando que si actuábamos, arriesgábamos que Maduro nacionalizara lo poco que le quedaba de inversiones estadounidenses en el sector petrolero y aumentado los precios internacionales. Mnuchin esencialmente quería garantizar que tendríamos éxito, derrocando a Maduro, si imponíamos las sanciones. Eso, por supuesto, era imposible. Si tengo algún recuerdo de Mnuchin del gobierno – y hay muchas copias de carbón de este, Mnuchin oponiéndose a medidas duras, especialmente contra China – es este. ¿Por qué nuestras sanciones con frecuencia no eran tan avasalladoras y efectivas como podrían haberlo sido? No lean más. Como me dijo el secretario de Comercio Wilbur Ross (un reconocido financista, mucho más conservador políticamente que Mnuchin, quien básicamente era un demócrata) en abril, “Stephen está más preocupado por los efectos secundarios sobre las empresas estadounidenses que sobre la misión”, lo que era completamente preciso. El argumento de la pasividad de Mnuchin era enteramente económico, así que era importante que Larry Kudlow diera su opinión rápidamente para decir “el punto de vista de John también es el mío”. Keith Kellogg añadió que Pence creía que deberíamos estar “dándolo todo” contra la estatal petrolera venezolana. Eso tuvo un efecto enorme ya que muy rara vez Pence ofrecía su punto de vista en ese tipo de escenario para evitar acorralar al presidente. Pompeo estaba de viaje, pero el subsecretario de Estado, John Sullivan, argumentó a favor de las sanciones, aunque sin mucha especificidad. El secretario de Energía Rick Perry estaba fuertemente a favor de sanciones duras, apartando las preocupaciones de Mnuchin sobre los limitados activos estadounidense en petróleo y gas en Venezuela.
Mnuchin era minoría, así que dijo que le enviaríamos a Trump un memorándum con una decisión dividida y que todos deberían entregar sus argumentos rápidamente porque nos moveríamos rápido. Más temprano, Pence había ofrecido llamar a Guaidó para expresar nuestro apoyo, lo que, después de escuchar a Mnuchin, pensé que era buena idea. La llamada se hizo, aumentando la urgencia de que Estados Unidos debería reaccionar con algo más que simple retórica alabando la Asamblea Nacional de Venezuela. Sin embargo, Mnuchin mantuvo su campaña a favor de no hacer nada; Pompeo me dijo que había sostenido una llamada de treinta minutos con Mnuchin el jueves y que había propuesto en contraposición hacer sanciones por partes. Respondí que teníamos una oportunidad de derrocar a Maduro ahora, y que podría pasar mucho, mucho tiempo antes de volver a tener otra tan buena. Medidas por la mitad no iban a lograrlo. Pompeo estuvo de acuerdo en que no queríamos parecernos a Obama en 2009, viendo las protestas pro democracia en Irán ser suprimidas mientras que EEUU no hacía nada. Sonaba a que Pompeo se movía en la dirección correcta. Incluso la Organización de Estados Americanos, desde hace ya tiempo una de las más moribundas organizaciones internacionales (y eso dice mucho), fue despertada para ayudar a Guaidó, mientras un número creciente de países latinoamericanos se levantaron para declararle apoyo a la desafiante Asamblea Nacional de Venezuela.
El mero hecho de que Guaidó permanecía libre demostraba que teníamos chance. Necesitábamos la decisión de Trump sobre las sanciones y sobre el reconocimiento a Guaidó como presidente interino legítimo cuando cruzara el Rubicón el 23 de enero. El veintiuno, le expliqué a Trump los posibles pasos políticos y económicos a tomar en contra de Maduro y dije que mucho dependía de lo que pasara dos días después. Trump dudaba que Maduro cayera, diciendo que él “es muy inteligente y muy duro”, lo que era una sorpresa más, dados sus comentarios anteriores sobre la estabilidad del régimen. (Acabado de decir poco tiempo antes, el 25 de septiembre de 2018, en Nueva York que “es un régimen que francamente, podría ser derrocado rápidamente por los militares, si los militares deciden hacer eso”. Trump añadió que también quería el abanico completo de opciones contra el régimen, pedido que le transmití a Dunford más tarde ese día. Dunford y yo también discutimos lo que se requeriría si las cosas salían mal en Caracas, potencialmente colocando en riesgo la vida del personal estadounidense e incluso ciudadanos estadounidenses privados allí, necesitando, en consecuencia, una evacuación “no permisiva” de aquellos en peligro.
Mientras más lo pensaba, más me daba cuenta que la decisión del reconocimiento político era más importante ahora que las sanciones petroleras. Primero, el reconocimiento de EEUU tendría implicaciones mayores para la Junta de la Reserva Federal, y por consiguiente para los bancos alrededor del mundo. La Fed automáticamente entregaría el control de los activos del gobierno venezolano que poseía al gobierno encabezado por Guaidó. Desafortunadamente, como nos enteraríamos, el régimen de Maduro había sido tan eficiente robando o malgastando esos activos que no quedaban muchos. Pero las consecuencias financieras internacionales del reconocimiento eran, no obstante, significativas, ya que otros bancos centrales y banqueros privados, no estaban buscando motivos para ponerse de malas con la Fed. Segundo, la lógica de sancionar el monopolio petrolero del país, y otras medidas a las que Mnuchin y el Tesoro se resistían, serían incontestables una vez endosáramos la legitimidad de Guaidó. Para tales fines, agendé una reunión a las ocho de la mañana el 22 de enero con Pompeo, Mnuchin, Wilbur Ross y Kudlow.
Dentro de Venezuela, las tensiones seguían subiendo. En las horas antes de reunirnos, hubo manifestaciones toda la noche, incluyendo cacerolazos, los tradicionales encuentros para pegarle a ollas y sartenes, en las áreas más pobres de Caracas, la base original del apoyo “chavista”. La escasez de bienes básicos crecía y los manifestantes brevemente habían tomado control de las vías hacia el aeropuerto de Caracas. Solo los colectivos, las pandillas armadas de maleantes motorizados utilizados por Chávez y Maduro para sembrar terror e intimidar a la oposición, y los cuales la oposición creía que eran equipados directamente por los cubanos, aparecieron para reabrir las vías. Ningún militar. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino (uno de los muchos latinos con nombres rusos, desde los días de la Guerra Fría) y el canciller Jorge Arreaza, ambos se habían aproximado a la oposición, explorando qué tentativamente significaría la amnistía para los oficiales militares si prevalecía la oposición. Sin embargo, después de años de hostilidad entre ambos bandos, existía una verdadera falta de confianza dentro de la sociedad venezolana.
Con este trasfondo, pregunté si debíamos reconocer a Guaidó cuando la Asamblea Nacional lo declarara presidente interino. Ross habló primero diciendo que estaba claro que deberíamos apoyar a Guaidó, inmediatamente secundado por Kudlow y Pompeo. Felizmente Mnuchin concordó, diciendo que ya habíamos afirmado que Maduro era ilegítimo, así que reconocer a Guaidó era el próximo paso lógico. No discutimos lo que serían las consecuencias económicas; o Mnuchin no vio la conexión o no quería pelear el tema. Yo estaba bien de cualquiera de las dos formas. Con el reconocimiento resuelto, conversamos sobre los otros pasos: trabajar con el informal “Grupo de Lima”, de naciones latinoamericanas, para que ellos reconocieran a Guaidó (lo que no necesitó convencimiento), ajustando el nivel de nuestras alertas de viaje, considerando cómo sacar a los cubanos y manejar a los paramilitares rusos que según reportajes habían llegado para proteger a Maduro. Yo consideré la reunión una victoria total.
Más tarde esa mañana, hablé con Trump, quien ahora quería garantías en relación al acceso post Maduro a los recursos petroleros de Venezuela, intentando garantizar que China y Rusia no continuaran beneficiándose de sus tratos con el ilícito régimen Chávez-Maduro. Trump, como de costumbre, tenía problemas para distinguir entre medidas responsables para proteger intereses estadounidenses legítimos de lo que constituía una vasta extralimitación del tipo que ningún otro gobierno, especialmente uno democrático, siquiera consideraría. Sugerí que Pence elevara el tema con Guaido en la llamada que se estaba agendando para más tarde ese día y Trump estuvo de acuerdo. También llamé a varios de los miembros de la delegación de congresistas de Florida, quienes venían para ver a Trump sobre Venezuela esa tarde, así que estaban preparados si el tema del campo petrolero salía. Los senadores Marco Rubio y Rick Scott, y los congresistas Lincoln Díaz-Balart y Ron DeSantis, dieron un apoyo muy enérgico a derrocar a Maduro, con Rubio diciendo “este puede que sea la última oportunidad”, y que el éxito sería “una gran victoria de política exterior”. Durante la reunión, explicaron que la Asamblea Nacional creía que muchos acuerdos comerciales rusos y chinos se habían alcanzado a través de sobornos y corrupción, lo que los hacía fácil de invalidar una vez se instalara un nuevo gobierno. La discusión fue muy útil y Trump estuvo de acuerdo, de manera inequívoca, en reconocer a Guaidó, lo que Pence, quien estaba participando en la reunión, estaba plenamente preparado para hacer. Trump más tarde añadió, sin que esto ayudara, “quiero que diga que será extremadamente leal a los Estados Unidos y a nadie más”.
Trump aún quería una opción militar, elevando el tema con los republicanos de Florida, quienes simplemente quedaron impactados, excepto por Rubio, quien lo había escuchado antes y sabía como desviarlo respetuosamente. Más tarde, llamé a Shanahan y Dunford para preguntarles cómo iba lo que estaban pensando. Ninguno de nosotros pensó que una opción militar era recomendable en este momento. Para mí, este ejercicio era solamente para mantener el interés de Trump en el objetivo de derrocar a Maduro, sin verdaderamente perder mucho tiempo con un fracaso. El Pentágono tendría que empezar de cero, porque bajo el gobierno de Obama, el secretario de Estado John Kerry, había anunciado el fin de la Doctrina Monroe, un error que había resonado a lo largo de todos los departamentos y agencias de seguridad nacional con efectos predecibles. Pero es prueba de que lo que algunas personas pensaron que era un chiste, cuando Trump luego comentó que yo tuve que aguantarlo. Él estaba correcto acerca de Venezuela. Dunford dijo respetuosamente al final de nuestra llamada que agradecía que intenté ayudarlo a entender cómo podría surgir la participación de nuestros militares. Claro, yo tenía el trabajo fácil, terminando con decir “todo lo que tuve que hacer fue la llamada”. Ahora Dunford tenía el problema. Se rió y dijo, “Me toca a mí”. Al menos aún tenía un sentido del humor.
Pence me pidió que lo acompañara en su oficina para la llamada con Guaidó, la cual se dio como a las seis y quince. Guaidó estaba muy agradecido por un video de apoyo que Pence había distribuido temprano por Internet y lo dos tuvieron una excelente conversación. Pence nuevamente expresó nuestro apoyo, y Guaidó respondió de manera positiva, aun cuando muy general, sobre cómo la oposición se desempeñaría si prevalecía. Dijo que Venezuela estaba muy feliz con el apoyo que los Estados Unidos estaba brindando y trabajaría de la mano con nosotros, dados los riesgos que estamos tomando. Sentí que esto iba a satisfacer a Trump. Después de la llamada, me incliné sobre el escritorio de Pence para estrecharle la mano, diciendo, “este es un momento histórico”. Él sugirió que fuéramos al Oval para informar a Trump, quien estaba bastante feliz con el resultado, animado con el comunicado que lanzaría al día siguiente.
Me llamó alrededor de las 9:25 a.m. el veintitrés para decir que el borrador de comunicado a ser emitido cuando la Asamblea Nacional formalmente invocara la constitución venezolana para moverse contra Maduro era “hermoso”, añadiendo, “casi nunca digo eso”. Le di las gracias y le dije que lo mantendría al tanto. Guaidó apareció frente una gran multitud en Caracas (de acuerdo con nuestra Embajada, la más grande en los veinte años de historia del régimen Chávez-Maduro), y se juramentó como presidente interino. La suerte estaba echada. Pence entró para darme la mano e inmediatamente lanzamos el comunicado de Trump. Temimos el inminente despliegue de tropas, pero no vino ninguna (aunque los reportes indicaban que, durante la noche, los colectivos mataron a cuatro personas). La Embajada en Caracas presentó sus credenciales al nuevo gobierno de Guaidó, junto con los embajadores del Grupo de Lima, como muestra de apoyo. Actualicé a Trump sobre los eventos del día alrededor de las seis y treinta p.m. y parecía mantenerse firme.
Al día siguiente, el ministro de Defensa Padrino y un grupo de generales llevaron a cabo una rueda de prensa para declarar su lealtad a Maduro, que no era lo que queríamos, pero que hasta este punto no se reflejaba en actividad militar como tal. La oposición creía que 80 por ciento o más de las tropas, así como los jóvenes oficiales, cuyas familias enfrentaban las mismas dificultades que la población civil en general de Venezuela, apoyaban al nuevo gobierno. Si bien la cifra porcentual no puede confirmarse dada la naturaleza autoritaria del régimen de Maduro, Guaidó frecuentemente sostuvo que tenía el apoyo del 90% de la población venezolana en general. Sin embargo, los altos mandos militares, como los de la rueda de prensa, probablemente todavía estaban demasiado corrompidos por años de gobierno chavista para romper filas. Por otro lado, no habían ordenado a los militares que salieran de sus cuarteles para aplastar la rebelión, probablemente temiendo que tal orden sería desacatada, lo que sería el fin del régimen. El ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Jeremy Hunt, quien se encontraba en Washington para reuniones, estaba encantado de cooperar con medidas que ellos podrían tomar, por ejemplo, congelar las reservas de oro venezolanas en el Banco de Inglaterra, así el régimen no podría vender el oro para seguir de pie. Estas fueron el tipo de medidas que ya estábamos aplicando para presionar financieramente a Maduro. Insté a Pompeo a que el Departamento Estado apoyara plenamente los esfuerzos contra la compañía petrolera estatal, donde todavía me preocupaba que Mnuchin se resistiera, lo que aceptó hacer. Pompeo también estaba preocupado por las señales de que Maduro podría estar alentando a los colectivos a amenazar al personal de la embajada de Estados Unidos y dijo que Trump también lo estaba.
La primera señal preocupante de Trump llegó esa noche después de las ocho y media de la noche, cuando llamó para decir, «No me gusta dónde estamos», refiriéndose a Venezuela. Le preocupaba la conferencia de prensa de Padrino y decía, «Todo el ejército está detrás de él». Luego, agregó, «siempre dije que Maduro era difícil. Este niño [Guaidó], nadie ha oído hablar de él». Y «los rusos han hecho declaraciones brutales». Tranquilicé a Trump explicando que el ejército todavía estaba en los cuarteles, lo que era muy significativo, y que figuras militares de alto rango habían estado hablando con la oposición durante dos días sobre lo que habría para ellos si se cambiaban a la oposición o se retiraban. Las cosas todavía estaban en juego, y cuanto más tiempo pasaba, más probable era que los militares se fragmentaran, que era lo que realmente necesitábamos. No creo haber satisfecho a Trump, pero al menos lo convencí de guardar silencio. Solo Dios sabía con quién estaba hablando o si se había puesto histérico porque las cosas aún eran inciertas. Estaba seguro de una cosa: cualquier muestra de indecisión estadounidense ahora, condenaría todo el esfuerzo. Sospechaba que Trump también lo sabía, pero me asombraba que nuestra política estuviera tan cerca de cambiar solo treinta horas después de su lanzamiento. No podrías inventar esto.
A la mañana siguiente llamé a Pompeo para decirle como Trump casi había cambiado de posición sobre Venezuela y para asegurarme que Pompeo no estuviera a punto de seguirle el paso. Afortunadamente, escuché exactamente la reacción opuesta, Pompeo dijo «deberíamos ir con todo» para sacar a Maduro. Animado, le pedí más tarde a Claver-Carone que hiciera seguimiento a la gente de Guaidó para asegurarse de que enviaran cartas, cuanto antes, al Fondo Monetario Internacional, al Banco de Pagos Internacionales e instituciones similares anunciando que ellos eran el gobierno legítimo. Pompeo pensó que había una forma de avanzar en la seguridad del personal de los Estados Unidos en Caracas, lo que nos permitió mantener una misión reducida, algo que él quería hacer. Le expliqué cómo el Estado a menudo se obsesionó tanto con los problemas de seguridad que hizo concesiones en asuntos de políticas, argumentando que era necesario proteger al personal oficial. Ciertamente no estaba discutiendo por ignorar los riesgos para nuestra gente, pero sí creía que era mejor retirarlos en lugar de hacer concesiones sustanciales a gobiernos como el de Maduro.
Justo después de las nueve de la mañana, llamé a Trump y lo encontré algo mejor que la noche anterior. Todavía pensaba que la Oposición fue «derrotada», refiriéndose nuevamente a la imagen de Padrino y «todos esos generales viéndose bien» declarando su apoyo a Maduro. Le dije que la presión real estaba por comenzar, ya que imponíamos las sanciones petroleras quitando una parte significativa de los ingresos del régimen. «Hazlo», dijo Trump, lo cual era una clara señal de que necesitaba pasar por encima del Tesoro si todavía era obstruccionista. Sin embargo, sobre nuestro personal diplomático en Caracas, Trump los quería a todos fuera, temiendo las repercusiones si algo salía mal. En su mayoría, sin embargo, parecía desinteresado, lo que se explicó más tarde en el día cuando anunció un acuerdo parcial que terminaba con el cierre del gobierno, interpretado en todo el espectro político como una rendición completa en su proyecto de muro fronterizo en México. No es de extrañar que estuviera de mal humor.
Decidí llamar a Mnuchin, que por alguna razón estaba en California nuevamente y estuvo de acuerdo en que teníamos que aplicar sanciones petroleras «ahora que hemos reconocido el nuevo régimen». Llamé a Pompeo para contarle las buenas noticias y dijo que el Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela vendría a Nueva York para el debate del sábado del Consejo de Seguridad de la ONU que nosotros y otros habíamos pedido. Ambos pensamos que esta podría ser una oportunidad para que Pompeo lo viera solo y obtuviera una evaluación clara de su estado de ánimo sin gente cercana escuchando, similar a lo que estábamos haciendo con otros venezolanos en misiones diplomáticas en todo el mundo. Debido a la casi certeza de los vetos rusos y probablemente chinos, no esperábamos nada sustantivo del Consejo de Seguridad, pero fue un buen foro para generar apoyo para la causa de la Oposición. Guaidó ayudó más tarde en el día llamando a Cuba a sacar a su gente de Venezuela y enviarla a casa.
El sábado 26 de enero, el Consejo de Seguridad se reunió a las nueve de la mañana y Pompeo se dirigió directamente al régimen de Maduro. Los miembros europeos dijeron que Maduro tenía ocho días para convocar elecciones o que todos reconocerían a Guaidó, una mejora considerable sobre lo que pensamos que era la posición de la UE. Rusia criticó la reunión como un intento de golpe y me denunció personalmente por llamar a una expropiación al «estilo bolchevique» en Venezuela (¡un honor!), lo que demuestra que estábamos en el camino correcto estando tras el monopolio petrolero. Potencialmente significativo fue la noticia de que el agregado militar de Venezuela en Washington había declarado su lealtad a Guaidó. Estas y otras deserciones trajeron a la oposición nuevos defensores, que como un procedimiento estándar, la oposición ahora pidió persuadir a los oficiales y funcionarios civiles que aún se encuentran en Venezuela para que atraigan a tantos de ellos como pueda.
Desafortunadamente, el departamento de estado estaba incomodo por las garantías que quería de Maduro sobre la seguridad de nuestro personal diplomático. No se trataba de la esencia de garantizar que el gobierno de Venezuela brindara la protección adecuada, sino de cómo intercambiar «notas diplomáticas», completamente ajenas al contexto político más amplio. El estado también había retrasado la notificación a la Reserva Federal de que habíamos reconocido un nuevo gobierno en Caracas, lo cual fue sorprendente. Para el lunes, la oficina estatal de Asuntos del Hemisferio Occidental estaba en una rebelión abierta contra las sanciones petroleras, argumentando, como había temido, que hacerlo pondría en peligro al personal de la Embajada. La subsecretaria de Asuntos del Hemisferio Occidental, Kim Breier, quería un retraso de treinta días en las sanciones, lo cual era una tontería palpable. Al principio, no me lo tomé en serio. Pero el argumento de Breier parecía estar expandiéndose día a día, esencialmente con todo lo que hicimos para presionar al régimen de Maduro dejando a nuestro personal de la embajada (la mayoría de los cuales para entonces eran personal de seguridad, no «diplomáticos») en peligro. Si yo fuera un poco más cínico, podría haber concluido que Breier y su oficina en realidad estaban tratando de subvertir nuestra política.
Pompeo me llamó el sábado por la tarde, sin saber qué hacer con la resistencia de la burocracia. Lo convencí de que la oficina del Hemisferio Occidental simplemente estaba buscando ganar tiempo; cualquier retraso que acordara solo serviría de base para la próxima solicitud de retraso. Finalmente, estuvo de acuerdo en que estaba «bien si [tomábamos las medidas] mañana» sobre las sanciones, lo cual hicimos. Sin embargo, la rebelión del buró no fue una buena señal. ¿Quién sabía lo que la burocracia le estaba diciendo a otros gobiernos, la fuerte presencia de grupos de expertos / lobby latinoamericano de izquierda en Washington y los medios de comunicación? Mnuchin y yo hablamos varias veces el lunes. Había hablado con ejecutivos de compañías petroleras durante todo el fin de semana, y las sanciones serían en realidad más agresivas de lo que había previsto, lo cual fue una buena noticia. Las predicciones de que no podríamos actuar contra la compañía petrolera estatal debido a los impactos negativos en las refinerías de la costa del Golfo resultaron ser exageradas; Habiendo apreciado la posibilidad de sanciones petroleras durante años, estas refinerías estaban «bien posicionadas», en palabras de Mnuchin, para encontrar otras fuentes de petróleo; las importaciones de Venezuela ya representaban menos del 10% de su trabajo total.
Por la tarde, íbamos a revelar las sanciones en la sala de reuniones de la Casa Blanca, pero primero me desviaron al despacho oval. Trump estaba muy contento con cómo «la cosa de Venezuela» estaba rodando en la prensa. Me preguntó si deberíamos enviar 5.000 soldados a Colombia en caso de que fueran necesarios, lo cual anoté debidamente en mi libreta amarilla, diciendo que lo consultaría con el Pentágono. «Ve a divertirte con la prensa», dijo Trump, lo que hicimos, cuando mi nota, captada por las cámaras, produjo especulaciones interminables. (Unas semanas más tarde, el Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Carlos Trujillo, me trajo un paquete de almohadillas legales, como la que tenía en la sala de reuniones, para que no se me acabaran). Sustancialmente, creíamos que las sanciones petroleras eran un duro golpe para el régimen de Maduro, y muchos afirmaron que ahora era solo cuestión de tiempo antes de que cayera. Su optimismo fue alto, impulsado en gran parte porque creen que los leales a Maduro como Diosdado Cabello y otros estaban enviando sus activos financieros y sus familias al extranjero por seguridad, no era un voto de confianza hacia el régimen.
El 30 de enero, mi oficina se llenó de personas, incluidas Sarah Sanders, Bill Shine y Mercedes Schlapp, para escuchar la llamada de Trump a Guaidó a las nueve de la mañana. Trump le deseó buena suerte en las grandes manifestaciones contra Maduro planeadas para más adelante en el día, que Trump dijo que eran históricas. Trump luego le aseguró a Guaidó que lograría el derrocamiento de Maduro, y mencionó aparte que estaba seguro de que Guaidó recordaría en el futuro lo que había sucedido, era la forma en que Trump se refería a su interés en los campos petroleros de Venezuela. Fue un gran momento en la historia para el mundo, dijo Trump. Guaidó agradeció a Trump por sus llamados a la democracia y su firme liderazgo, lo que me dio risa. ¿Firme? Si tan solo él lo supiera. Trump dijo que Guaidó debería sentirse libre de mencionarle a los manifestantes más que había llamado, y que esperaba reunirse personalmente con Guaidó. Guaidó respondió que sería muy conmovedor para la gente escuchar que había hablado con Trump cuando luchan contra la dictadura. Trump dijo que fue un honor hablar con él, y la llamada terminó. Indudablemente fue un impulso para Guaidó anunciar que había hablado con Trump, que por supuesto es lo que pretendíamos. Guaidó tuiteó sobre la llamada incluso antes que Trump y la cobertura de la prensa fue uniformemente favorable.
A la una y media de la tarde, me reuní con ejecutivos estadounidenses de Citgo Petroleum Corporation, que es propiedad mayoritaria de la compañía petrolera estatal de Venezuela, para decirles que apoyamos sus esfuerzos, y los de la oposición venezolana, para mantener el control de las refinerías y estaciones de servicio de Citgo en Estados Unidos, protegiéndolos así de los esfuerzos de Maduro para mantener el control. (Como les expliqué a ellos y a otros, también estábamos brindando asesoramiento a Guaidó a petición suya en sus esfuerzos por nominar personas para los diversos consejos de administración de la compañía petrolera, que a través de las subsidiarias, en última instancia, poseían la propiedad de Citgo). Remití los ejecutivos a Willbur Ross, a quien conocieron al día siguiente, para que les asesoraran sobre cómo evitar los efectos de un embargo preventivo del gobierno ruso sobre las acciones de las compañías petroleras de Venezuela que podrían conducir a una pérdida de control sobre los activos de EE.UU. (De Moscú, supimos que Putin estaba supuestamente muy preocupado por los aproximadamente $ 18 mil millones que Venezuela le debía a Moscú; las estimaciones de los montos reales adeudados variaron ampliamente, pero todas fueron sustanciales). Los ejecutivos de Estados Unidos me dijeron que, temprano en el día, venezolanos leales a Maduro, que habían intentado sin éxito desviar los activos corporativos antes de partir, habían huido de los Estados Unidos con uno de los aviones corporativos de Citgo, rumbo a Caracas. Estaba seguro de que podríamos esperar más de esto en los próximos días.
Incluso Lukoil, la gran empresa rusa, anunció que estaba suspendiendo las operaciones con el monopolio petrolero de Venezuela, lo que reflejaba al menos un deseo de Rusia de cubrir sus apuestas. Pocos días después, PetroChina, una importante operación china, anunció que abandonaría el monopolio petrolero como socio de un proyecto de refinería china, lo que mostraba una gran inquietud. Posteriormente, GazpromBank, el tercer mayor prestamista de Rusia, estrechamente vinculado a Putin y al Kremlin, congeló su cuenta para evitar entrar en conflicto con nuestras sanciones. Creíamos que Guaidó y la oposición aprovecharían la oportunidad para hablar con diplomáticos y empresarios rusos y chinos, y enfatizamos que les interesaba no tomar partido en la disputa intra-venezolana. Dentro del gobierno de EE.UU., también estábamos planeando «el día después» en Venezuela y considerando lo que se podría hacer para que la economía del país, en un terrible desorden después de dos décadas de mala gestión económica (que incluso Putin despreciaba), se pusiera de pie. Pensamos de manera significativa en cómo podríamos ayudar a un nuevo gobierno a enfrentar las necesidades inmediatas de la gente y también la necesidad a largo plazo de reparar la destrucción sistemática de lo que debería haber sido una de las economías más fuertes de América Latina.
Estaba surgiendo un buen numero de reconocimientos diplomáticos a Guaidó y esperábamos que demostrara incluso a los leales a Maduro que sus días estaban contados, y también proporcionaba un seguro contra el arresto de Guaidó y otros líderes de la oposición. Esto no fue hipotético. La policía secreta de Maduro irrumpió en la casa de Guaidó y amenazó a su esposa e hija. No sufrieron daños, pero la señal fue clara. Se parecía mucho a una operación dirigida por los cubanos, subrayando nuevamente que la presencia extranjera en Venezuela, cubanos y rusos por igual, era crítica para mantener a Maduro en el poder. Las protestas continuaron en todo el país, sin inmutarse ante la perspectiva de la represión de Maduro. Se estaban haciendo continuos contactos con altos oficiales militares sobre los términos bajo los cuales llegarían al lado de Guaidó, y con ex miembros del gabinete chavista, líderes sindicales y otros sectores de la sociedad venezolana para reconstruir alianzas. Pensamos que el entusiasmo se mantuvo con la oposición, pero necesitaban acelerar el ritmo.
En Venezuela, se estaba desarrollando un plan, que creíamos prometedor, para llevar ayuda humanitaria a través de las fronteras de Colombia y Brasil para distribuirla en Venezuela. Hasta ahora, Maduro había cerrado efectivamente las fronteras, factible porque el terreno difícil y los espesos bosques y selvas hacían que el cruce fuera casi imposible, excepto a través de los puntos de control de fronteras establecidos y conocidos. El proyecto de ayuda humanitaria demostraría la preocupación de Guaidó por el pueblo de Venezuela y también mostraría que las fronteras internacionales estaban abiertas, reflejando la creciente falta de control de Maduro. También había esperanzas de que oficiales militares clave no siguieran órdenes de cerrar las fronteras, pero que, incluso si lo hicieran, Maduro sería puesto en la imposible posición de negar suministros humanitarios a sus ciudadanos empobrecidos. Maduro estaba tan preocupado por esta estrategia que volvió a criticarme, diciendo: «Tengo pruebas de que el intento de asesinato fue ordenado por John Bolton en la Casa Blanca». Se le unió el ministro de Relaciones Exteriores Arreaza, quien se quejó: «¡Lo que está tratando de hacer aquí es darnos órdenes!» Cuba también me estaba atacando, por lo que estaba muy animado.
El presidente colombiano, Iván Duque, visitó a Trump en la Casa Blanca el 13 de febrero, y la discusión se centró en Venezuela. Trump preguntó a los colombianos si debería haber hablado con Maduro seis meses antes, y Duque dijo inequívocamente que habría sido una gran victoria para Maduro, lo que implica que sería un error aún mayor hablar con él ahora. Trump dijo que estaba de acuerdo, lo que me alivió enormemente. Luego preguntó cómo iba el esfuerzo en general y si el ímpetu estaba con Maduro o Guaidó. Aquí, el embajador colombiano Francisco Santos fue particularmente efectivo, diciendo que hace dos meses, habría dicho que Maduro tenía la ventaja, pero ya no creía que fuera cierto, explicando por qué. Esto claramente quedo registrado para Trump.
No obstante, me preocupaba que nuestro propio gobierno no mostrara un sentido de urgencia adecuado. Hubo, en todo el gobierno, una mentalidad obstruccionista de «no concebido aquí», indudablemente en gran parte porque bajo los ocho años de Obama, los regímenes venezolano, cubano y nicaragüense no fueron vistos como adversarios estadounidenses. Se prestó poca o ninguna atención a lo que los EE.UU. deberían hacer si, inconvenientemente, la gente de estos países decidiera querer dirigir sus propios gobiernos. Aún más importante, en mi opinión, la creciente influencia rusa, china, iraní y cubana en todo el hemisferio no había sido una prioridad. En efecto, por lo tanto, la administración Trump enfrentó una avalancha de facturas vencidas en América Latina sin preparación para manejarlas.
La oposición modificó su pensamiento sobre cómo «forzar» la ayuda humanitaria a Venezuela desde Colombia y Brasil y fijó el sábado 23 de febrero como la fecha objetivo. El sábado anterior, unas 600.000 personas se habían inscrito en Caracas para ayudar. Después de mucha coordinación entre la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Pentágono, aviones de carga C-17 aterrizaban ahora en Cúcuta, uno de los principales puntos fronterizos colombianos, descargando ayuda humanitaria que cruzaría los puentes que conectan los dos países. Dentro de Venezuela, el movimiento hacia la oposición continuó. El obispo católico de San Cristóbal, quien también fue vicepresidente de la Conferencia de Obispos Católicos del país, habló públicamente, refiriéndose específicamente a una transición del poder lejos de Maduro. Teníamos la esperanza de que la Iglesia asumiera un papel público más activo, y eso ahora parecía estar sucediendo. Al acercarse el 23 de febrero, se intensificaron los rumores sobre un líder militar de alto rango, probablemente el comandante del ejército venezolano Jesús Suárez Chourio, anunció públicamente que ya no respaldaba a Maduro. Hubo rumores similares antes, pero el plan humanitario transfronterizo fue el factor clave por el que esta vez podría ser cierto. Al mismo tiempo, el senador Marco Rubio nombró específicamente a Suárez Chourio, junto con el Ministro de Defensa, Padrino y otros cuatro, como figuras militares clave que podrían recibir amnistía si desertaban a la oposición. Se tenía la sensación de que las deserciones de esta magnitud traerían consigo un número significativo de tropas, con las unidades militares aparentemente avanzando hacia las fronteras, pero luego volviendo a Caracas para rodear el Palacio de Miraflores, la Casa Blanca de Venezuela. Sin embargo, estos pronósticos optimistas no se cumplieron.
Estábamos aportando nuestro granito de arena, con un discurso de Trump en la Universidad Internacional de Florida en Miami el 18 de febrero, lo que podría haber sido un mitin de campaña, la multitud estaba sumamente entusiasmada. Los planes para el 23 encajaron cuando el presidente de Colombia, Duque, anunció que se unirían a él en Cúcuta, los presidentes de Panamá, Chile y Paraguay, y el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro. Esto demostraría de manera convincente que la revolución de Venezuela no era «hecha en Washington». Los suministros humanitarios aumentaron en la frontera y hubo evidencia de que las fuerzas de seguridad de Maduro intensificaron su acoso a las organizaciones no gubernamentales dentro del país. Guaidó salió de Caracas encubierto el miércoles, rumbo a la frontera colombiana, donde, según lo planeado originalmente, esperaría en el lado venezolano mientras la ayuda humanitaria cruzaba el puente Internacional las Tienditas desde Colombia. Sin embargo, escuchamos que Guaidó estaba pensando en cruzar a Colombia para asistir a un concierto patrocinado por Richard Branson en Cúcuta el viernes por la noche para apoyar la asistencia a Venezuela, y luego llevar la ayuda al otro lado de la frontera al día siguiente, enfrentando una confrontación con las fuerzas de Maduro, si venía alguna, directamente.
Esta no era una buena idea, por varias razones. Era muy dramático, pero peligroso, no solo físicamente, sino más importante, políticamente. Una vez que cruzara la frontera y estuviera fuera de Venezuela, probablemente sería difícil para Guaidó volver a entrar. ¿Qué pasaría con su capacidad para dirigir y controlar la política de oposición si estuviera aislado fuera del país, objeto de la propaganda de Maduro diciendo que había huido por miedo? No teníamos forma de predecir el resultado el sábado. Podría oscilar de un extremo a otro: las cosas podrían ir bien con la frontera efectivamente abierta, que sería un desafío directo a la autoridad de Maduro, o podría haber violencia y derramamiento de sangre en los puntos de cruce, potencialmente con Guaidó siendo arrestado o peor. Pensé que tratar de llevar la ayuda humanitaria a través de la frontera estaba bien concebido y era completamente factible. Sin embargo, los planes más grandes no estaban bien pensados y fácilmente podrían generar problemas.
En medio de todo esto, con la inminente Cumbre Trump/Kim Jung-un en Hanoi, interrumpí mi itinerario planificado en Asia, cancelando las reuniones en Corea para poder quedarme en Washington hasta el domingo y ver qué sucedía en Venezuela. Aunque la atención de los medios se centró en la frontera entre Colombia y Venezuela, especialmente en Cúcuta, también hubo un desarrollo significativo en el lado de Brasil. Los pemones, indígenas dentro de Venezuela que aborrecían a Maduro, luchaban contra las fuerzas de la Guardia Nacional del gobierno. Ambas partes sufrieron bajas y, según los informes, los pemones capturaron a 27 miembros de la Guardia, incluido un general, y quemaron un puesto de control de un aeropuerto. Para el viernes, los pemones también tomaron el control de varias carreteras que conducen a Venezuela.
Más tarde el viernes, Guaidó cruzó a Colombia, según los informes, en helicóptero, con la ayuda de miembros simpatizantes del ejército de Venezuela. También se esperaba que estas tropas ayudaran a mover la ayuda humanitaria a través de los puestos de control fronterizos el sábado. Estaba decepcionado, pero al menos esa noche escuchamos que el concierto de Richard Branson fue mucho mejor que un concierto de Maduro en Venezuela, lo que supongo fue una victoria. La vicepresidenta de Maduro, Delcy Rodríguez, anunció que todos los puntos de cruce fronterizo estarían cerrados el sábado, pero teníamos información contradictoria sobre qué estaba exactamente cerrado y qué podría estar abierto.
El sábado por la mañana, grandes multitudes se congregaron en el lado colombiano de la frontera, con la policía antidisturbios en Táchira en el lado venezolano. La violencia de bajo perfil continuó en la frontera brasileña mientras multitudes también se reunían allí. La ayuda humanitaria se había estado acumulando durante semanas en varios puntos de control en ambas fronteras, y se prepararon convoyes adicionales para llegar a los puntos de control durante todo el día, escoltados por voluntarios de Colombia o Brasil, para ser recibidos en el otro lado por voluntarios venezolanos. Al menos ese era el plan. Los incidentes de lanzamiento de piedras, los enfrentamientos con la Guardia Nacional de Venezuela y las barricadas siendo movidas y reemplazadas aumentaron durante el día a medida que se acercaba el momento para los intentos de cruce. Varios oficiales de nivel medio de la armada desertaron, y hubo informes de que los guardias nacionales a lo largo de la frontera también estaban desertando.
Guaidó llegó al Puente Internacional Tienditas cerca de las nueve a.m. preparado para cruzar. Hubo reportajes todo el día de que estaba a punto de cruzar, pero no sucedió, sin una verdadera explicación. De hecho, la operación simplemente se desinfló, con excepciones en algunos lugares donde los voluntarios intentaron cruzar con ayuda; lo lograron en la frontera con Brasil, pero no tanto en la frontera con Colombia. Los pemones fueron aún los más agresivos, tomando el aeropuerto más grande en la región fronteriza con Brasil y capturando tropas de la Guardia Nacional. Pero entre los colectivos y algunas unidades de la Guardia Nacional, el nivel de violencia contra el intento de cruzar la frontera se elevó, y el nivel de ayuda cruzando, no. Había grandes manifestaciones en ciudades venezolanas, planificadas para que coincidieran con la entrada de la ayuda humanitaria, incluyendo en las afueras de la base militar de La Carlota en Caracas, con las multitudes tratando de convencer a los efectivos militares de desertar, desafortunadamente, sin ningún éxito.
Para el final del sábado, pensé que la oposición había hecho poco para avanzar su causa. Estaba decepcionado porque los militares no respondieron con más deserciones, especialmente a los niveles más altos. Y me sorprendió que Guaidó y Colombia no ejecutaron planes alternativos cuando los colectivos y otros detuvieron la entrada de los envíos de ayuda, quemando camiones en los puentes. Las cosas se veían desordenadas y desconectadas, ya sea por falta de planificación anterior o falla de nervios, no podía entenderlo en ese preciso momento. Pero si las cosas no levantaban en los próximos días y Guaidó no regresaba a Caracas, me iba a comenzar a preocupar.
Escuchábamos entre los venezolanos que la sensación era que el sábado había sido una victoria para Guaidó, lo que me pareció muy optimista. Supimos mucho después que había especulación de que los colombianos tuvieron miedo, temiendo que un enfrentamiento militar a lo largo de la frontera los arrastraría y después de años luchando una guerra de contrainsurgencia y antinarcóticos dentro de Colombia, sus tropas simplemente no estaban listas para un conflicto convencional con las fuerzas armadas de Maduro. ¿Nadie se dio cuenta de esto hasta el sábado? Guaidó estaba en Bogotá para mediados de la tarde, preparándose para la reunión del Grupo de Lima. A mí aún no me gustaba la idea de que Guaidó haya cruzado la frontera desde un principio, mucho menos que estuvieran andando por Colombia por varios días, lo que Maduro podría usar como propaganda de que Guaidó estaba buscando ayuda del adversario tradicional de Venezuela.
Hablé con Pence quien se dirigía a Bogotá a representar a los EEUU en el Grupo de Lima y enfaticé la necesidad de persuadir a Guaidó para que regresara a Caracas. Un elemento clave del éxito de la oposición hasta entonces era su cohesión, mientras que en el pasado había estado fragmentada. Cada día que Guaidó se encontraba fuera del país, aumentaba el riesgo de que Maduro conseguiría una forma de dividirlos de nuevo. Pence estaba de acuerdo y dijo que se reuniría con Guaidó en una trilateral con Duque. También insté a Pence a que presionara para más sanciones contra el régimen de Maduro, para mostrar que tenía que pagar un precio por bloquear la ayuda humanitaria. Trump había dicho en el mitin de Miami que los generales tenían que tomar una decisión y Pence podría decir que estaba profundizando el punto que Trump había hecho.
Le informé a Trump en la tarde del domingo, pero parecía despreocupado, lo que me sorprendió. Estaba impresionado por el número de deserciones de militares que en pocos días llegaría cerca de los quinientos. Sospeché que su mente estaba en Corea del Norte y la próxima Cumbre de Hanoi. Cuando terminaba la llamada, dijo, “Okey, hombre”, que era su señal usual para indicar que estaba contento con lo que había escuchado. Mientras volaba hacia Hanoi, hablé nuevamente con Pence, quien iba de regreso a Washington después de un firme discurso en Bogotá al Grupo de Lima, quien dijo que había “tremendos ánimos en el salón”, lo que era motivador. Guaidó lo había impresionado: “Muy genuino, muy inteligente, y dio un discurso extremadamente fuerte frente al Grupo de Lima”. Insté a Pence a transmitirle su valoración a Trump.
Venezuela salió del radar mientras estábamos en Hanoi, pero cuando regresé de Vietnam el 1 de marzo, estaba de nuevo en primera fila. Guaidó, ahora de gira por América Latina, al menos estaba considerando seriamente cómo reentrar a Venezuela, fuese por tierra o volando directamente a Caracas. Mantuve informado a Trump y me dijo el domingo 3 de marzo, “Él [Guaidó] no tiene lo necesario… Aléjate un poco; no te involucres mucho”, que es como decir “No te embaraces mucho”. En todo caso, Guaidó tomó la iniciativa al día siguiente, a pesar de los riesgos, de volar hacia Venezuela esa mañana. Esto mostró la valentía que había demostrado antes y me alivió mucho. Tomas en vivo en Internet durante el día mostraron el dramático regreso de Guaidó a Caracas, lo que comprobó ser un triunfo. Un inspector de inmigración le dijo, “¡Bienvenido a casa, Sr. Presidente!” En el trayecto del aeropuerto a través de su estado natal, Guaidó fue saludado por multitudes animadas todo el camino, sin señales de esfuerzos militares o policiales para arrestarlo.
Animado por el regreso exitoso, estaba preparado para hacer lo más que pudiera para aumentar la presión sobre Maduro, comenzando con imponer sanciones sobre todo el gobierno y tomar más medidas contra el sector bancario, todo lo cual debimos haber hecho en enero, pero que finalmente logramos implementar. En Comité de Principales, para conversar nuestros planes, Mnuchin se resistía, pero fue abrumado por otros, con Perry respetuosamente explicándole como de verdad actuaba el mercado petrolero y gasífero a nivel internacional, Kudlow y Ross disputando su análisis económico, e incluso Kirstjen Nielsen insistiendo a favor de sanciones más estrictas. Pompeo mayormente estuvo callado. Dije, nuevamente, que teníamos sólo dos opciones en Venezuela: ganar o perder. Utilizando una analogía de la Crisis del Canal de Suez en 1956, dije que teníamos a Maduro agarrado por la tráquea y que debíamos estrecharla, lo que asombró a Mnuchin visiblemente. Temía que los pasos en el sector bancario le harían daño a Visa y Mastercard, a quienes quería mantener vivos para “el día después”. Dije, como Perry y Kudlow, que no habría “día después” a menos que aumentáramos la presión drásticamente, lo más pronto posible. Esto no era un ejercicio académico. Con respecto a la preocupación de Mnuchin sobre el daño que le causaríamos al pueblo venezolano, señalé que ya Maduro había matado a más de cuarenta durante esta ronda de actividades de la oposición, y cientos de miles arriesgaban su vida cada vez que salían a la calle a protestar. No estaban pensando en Visa y Mastercard, y ya estaban aplastados por la colapsada economía venezolana. ¡En serio, había una revolución en curso y Mnuchin se preocupaba por tarjetas de crédito!
Al final del 7 de marzo, supimos de apagones masivos a lo largo de Venezuela, exacerbados por el estado decrépito del sistema eléctrico del país. Lo primero que pensé fue que Guaidó o alguien había decidido tomar el asunto por sus propias manos. Pero cualquiera que haya sido la causa, el alcance o la duración del corte, tenía que lastimar a Maduro. Era emblemático del desastre general que el régimen representaba para el pueblo. El reportaje sobre los efectos del corte llegó muy lentamente, ya que casi todas las comunicaciones domésticas de Venezuela habían sido noqueadas. Lo que nos enterábamos cada día que pasaba, confirmaba la devastación. El apagón era en casi todo el país. El aeropuerto de Caracas estaba cerrado, los servicios de seguridad parecían haber desaparecido, habían reportes de saqueos y los cacerolazos comenzaron otra vez, mostrando una insatisfacción popular sustantiva hacia el régimen. ¿Qué tan malo era el daño? Nos enteramos meses después por una delegación que visitó el país, que la infraestructura de generación de electricidad no podía repararse. El régimen trató de culpar a Estados Unidos, pero la gente generalmente entendió que así como la industria petrolera venezolana, estaba en el piso, la electricidad nacional también había sido deteriorada por dos décadas de gobiernos chavistas, ya que el gobierno había fallado en tomar las medidas de mantenimiento necesarias, así como nuevo capital de inversión. ¿Y a dónde se había ido todo el dinero que era requerido para la compañía petrolera y la electricidad nacional? a las manos de un régimen corrupto. Si esto no era material para una rebelión popular, era difícil entender qué podía calificar para tal. Continuamos a incrementar la presión con el Departamento de Justicia anunciando la acusación de dos venezolanos por narcotráfico (los dos eran antiguos oficiales del régimen). Y a través de los representantes del BID donde la mayoría de sus miembros estaban de acuerdo con sacar a Maduro.
Los esfuerzos del régimen para traer de vuelta la electricidad flaquearon a medida que las subestaciones de electricidad explotaban con nuevas y renovadas cargas eléctricas, reflejando la prolongada falta de mantenimiento y los viejo equipos. La pérdida de telecomunicaciones también impidió la coordinación de actividades a nivel nacional, incluyendo en ciudades claves como Maracaibo. Guaidó continuaba con sus marchas y concentraciones atrayendo multitudes considerables, asegurándole al pueblo que la oposición estaba avanzando con determinación. La Asamblea Nacional declaró un estado de alarma debido a los cortes. No que tuviera autoridad para hacer nada pero al menos le demostraba el pueblo que estaban pensando en eso, eso en comparación con la casi invisibilidad de Maduro. Una indicación del continuo desorden del régimen. Los contactos con oficiales del régimen continuaban, a medida que Guaidó buscaba fisuras dentro del liderazgo para socavar la autoridad de Maduro.
Desafortunadamente también había desorganización dentro del gobierno de los Estados Unidos, particularmente en el Departamento de Estado. Junto con la reticencia del Departamento del Tesoro, cada nuevo paso en la campaña de presión contra Maduro tomaba mucho más tiempo y esfuerzo burocrático del que cualquiera pudiera justificar. El departamento del tesoro trataba cada nueva sanción como si fuera el procesamiento en un caso criminal en la corte, teniendo que probar la culpa por encima de una duda razonable. Así no es como las sanciones deberían de funcionar. Se trata de usar el masivo poder económico de Estados Unidos para avanzar en los intereses nacionales. Son mucho más efectivas cuando son aplicadas, masiva, rápida y decididamente y cuando son impuestas con todo el poder disponible
Esto no describe como nosotros abordamos las sanciones de Venezuela (o muchas otras en el gobierno de Trump) al contrario incluso la aplicación de decisiones menores podría requerir masivos esfuerzos por parte del Consejo Nacional de Seguridad y otros partidarios en otras agencias. Todo esto le daba Maduro un margen de seguridad. El régimen por supuesto no estaba sentado sin hacer nada. Estaba constantemente tomando medidas para evitar las sanciones y mitigar las consecuencias de aquellas de las cuales no podía escapar. Nuestra lentitud y falta de agilidad eran bendiciones. para Maduro y su régimen, así como para sus secuaces cubanos y rusos. Financistas y comerciantes inescrupulosos se aprovechaban de cada brecha de nuestra campaña de presión. Era doloroso a observar.
Quizás la decisión más desgarradora fue la del 11 de marzo cuando Pompeo decidió cerrar la embajada en Caracas y retirar todo el personal estadounidense. Claramente habían riesgos para el personal restante. Y la rudeza de los colectivos era innegable. Pompeo había construido una parte sustancial de su reputación política criticando justificablemente los errores del gobierno de Obama durante la crisis de Bengasi en septiembre de 2012. Así como en los niveles de reducción de personal temprana en la embajada de Bagdad y el cierre del Consulado de Basra, Pompeo estaba determinado a evitar otro Bengasi durante su guardia. Trump era aún más sensible, a la más mínima indicación de riesgo, decidió inmediatamente retirar nuestro personal lo cual Pompeo hizo con diligencia. Visto en retrospectiva todo es 20/20, pero cerrar la embajada en Caracas probó ser perjudicial para nuestros esfuerzos anti Maduro.
La mayoría de las embajadas europeas y latinoamericanas permanecieron abiertas sin ningún incidente. Pero nuestra presencia en el país fue obviamente disminuida. Y debido a la actitud relajada de Obama sobre los regímenes autoritarios chinos y rusos en el hemisferio, nuestros ojos y oídos también fueron sustancialmente reducidos. Peor aún el Departamento de Estado posteriormente manejó terriblemente el asunto no enviando a Jimmy Story nuestro encargado de negocios en Venezuela, y al menos parte de su equipo, a Colombia donde podían trabajar muy de cerca con la embajada de Bogotá para continuar su trabajo en la frontera.
En su lugar, la Oficina para el Hemisferio Occidental mantuvo al equipo en Washington para mantenerlos en control más de cerca, eso no ayudó para nada nuestros esfuerzos para sacar a Maduro. De manera más positiva, las negociaciones de la oposición con figuras claves del régimen indicaban que las fisuras que buscábamos estaban comenzando a emerger. Superar años de desconfianza no era fácil, pero tratamos de mostrar a los potenciales de detectores, que tanto la oposición como Washington estábamos serios sobre la amnistía y sobre el hecho de que evitarían acusaciones criminales por transgresiones cometidas anteriormente. Esto era la Real Politik. Muchas personas en el nivel superior del régimen eran corruptas, se enriquecían del tráfico de drogas, por ejemplo y su récord en Derechos Humanos no eran para nada ejemplares. Pero yo sentía que era mejor tragarse duro el escrúpulo para poder aplastar al régimen y liberar al pueblo de Venezuela antes que basarnos en “principios” que dejarían oprimido al pueblo de Venezuela, y a Cuba y Rusia dominando adentro. Es por eso que jugando una partida con el régimen, tuiteé que le deseaba maduro una jubilación larga y silenciosa en alguna playa en cualquier sitio, como en Cuba. No me gustaba eso, pero eso era preferible a que él se quedara en el poder. A juicio de la oposición. también nos enfrentábamos al problema de una vigilancia pesada, probablemente cubana lo cual intimidaba los oficiales del régimen y hacía que las comunicaciones con potenciales conspiradores fuera mucho más difícil.
Una táctica que consideramos fue enviar señales a figuras claves del régimen. Sacando de la lista de sanciones a personas como sus esposas y miembros de su familia, una práctica común en la política de Estados Unidos para enviar señales para influenciar el comportamiento de individuos seleccionados o de entidades. Estas acciones recibirían muy poca atención pública, pero enviaría mensajes muy poderosos a oficiales del régimen. que estuvieran preparados para facilitar el camino ya sea fuera de Venezuela completamente o en los brazos de la oposición como conspiradores en vez de prisioneros. Además, si hubieran cooperado facilitando la salida de Maduro, podrían ser sacados de la lista también. A mediados de marzo el asunto llegó a su punto máximo cuando el departamento del tesoro negó rotundamente sacar de la lista a ciertos individuos a pesar del apoyo un ánimo de los otros jugadores afectados. Pompeo llamó Mnuchin una vez más y lo alcanzó a Los Ángeles y le dijo que cumpliera su rol como administrador del Departamento de Tesoro y dejará de cuestionar a su Departamento sin embargo el Departamento del Tesoro siguió haciendo preguntas sobre las negociaciones de la oposición. con individuos del régimen de Maduro cuestionando al Departamento de Estado sobre si debía sacarlas de la lista y si hacerlo produciría el resultado deseado. Esto era intolerable. Sugería que nosotros debíamos mover toda la operación de las sanciones fuera Departamento del Tesoro y ponerlo en otra parte. Finalmente Mnuchin dijo que aceptaría las directrices del Departamento de Estado si yo enviaba una nota diciendo que eso era aceptable para mí. Esto no era más que un comportamiento destinado a cubrirse las espaldas. Pero yo con mucho gusto enviaba un memo a Pompeo, Mnuchin y Barr, opinando el Departamento del Tesoro no estaba facultado para tener una política exterior propia. Me alegré el huevo cuando Elliot Abrams, un viejo amigo qué entró al Departamento de Estado como otro enviado especial, me envió un email diciendo “Tu carta es un clásico. Debería de ser estudiada en las escuelas de gobierno”. Lamentablemente el tiempo y el esfuerzo malgastado en eso, pudo haberse utilizado en avanzar hacia nuestros intereses.
Simultáneamente estábamos aplastando a La Habana. El Departamento de Estado, echó para atrás la absurda conclusión de Obama de que el béisbol cubano de alguna manera era independiente del gobierno, lo cual permitió que el Departamento del tesoro pudiera revocar la licencia que permitía el béisbol de grandes ligas pudiera contratar jugadores cubanos Esta acción no fue muy querida por sus dueños, pero estaban completamente equivocados si no entendían que su participación en el esquema del béisbol profesional significaba que ellos estaban durmiendo con el enemigo. Y aún mejor las excepciones presidenciales perennes a las provisiones del Helms Burton Act, estaban comenzando a llegar a su fin. Helms Burton permitía a propietarios de activos expropiados por el gobierno de Castro y vendido a otros, demandar en cortes de Estados Unidos, ya sea para tomar de vuelta a su propiedad o para recibir una compensación por parte de sus nuevos dueños. Esas provisiones nunca fueron aplicadas, ahora lo serán.
Consistente con sus amenazas públicas de un completo embargo a Cuba a causa de los tanques de petróleo entre Venezuela y Cuba, Trump también pidió repetidamente al departamento de defensa opciones concretas sobre cómo parar a los tanqueros incluyendo la prohibición. A pesar de que la fuerza militar dentro de Venezuela era un fracaso. usar la fuerza para cortar la línea de vida petrolera de Cuba, hubiera sido algo dramático. El Pentágono no hizo nada.
¿Qué tan mala era la influencia de Cuba en Venezuela? Hasta el New York Times entendió el problema cuando público una historia importante el 17 de marzo, explicando cómo el programa de “asistencia médica” había sido usado para reforzar el apoyo a Maduro dentro la población más pobre en Venezuela Y cómo era retenido a aquellos que no querían llevar a cabo las órdenes de Maduro. El artículo demostraba la extensión de la penetración de Cuba en el régimen de Maduro y qué tan malas eran las condiciones en Venezuela. A parte de eso un general de alto Rango que desertó a Colombia describió públicamente luego esa semana, la extensión de la corrupción dentro del programa médico en el país sumando más evidencia de lo podrido que estaba el régimen. El Wall Street Journal publicó un artículo poco después detallando la pérdida de apoyo de Maduro dentro de los pobres de Venezuela algo que ya nosotros creíamos que era así desde el comienzo de la rebelión en enero. Yo insté a que consideráramos otras medidas, como crear divisiones entre los militares venezolanos, los cubanos y su banda de colectivos. Los militares profesionales desprecian a los colectivos y cualquier cosa que nosotros pudiéramos hacer para elevar las tensiones entre ellos y deslegitimar a Cuba era positivo.
El presidente parecía estar llevándolo bien, diciendo en la Casa Blanca, el 19 de marzo en una conferencia de prensa con el presidente de Brasil Jair Bolsonaro “todavía no hemos aplicado las sanciones más duras a Venezuela”. Por supuesto. ese comentario elevó la pregunta “por qué no? ¿Qué estábamos esperando? Story, Claver-Carone y otros, continuaron escuchando desde Venezuela que las conversaciones entre la oposición y potenciales aliados dentro del régimen continuaba incrementándose. Todo parecía increíblemente lento. Pero se estaba moviendo la dirección correcta. De hecho, evidencia de la división dentro del régimen pudo haber Provocado el arresto de dos asistentes de Juan Guaidó, particularmente su jefe de personal Roberto Marrero. Pence evaluó mucho esto persuadiendo a Trump a que superara las objeciones del Departamento de Tesoro de sancionar a una institución financiera gubernamental y 4 subsidiarias. Pence me dijo luego qué Trump le dijo a Mnuchin, cuando le dio estas instrucciones “Quizás es tiempo de cerrarle el negocio a Maduro.” Por supuesto que si. El departamento del tesoro también accedió después de eso, designar la institución financiera completa con sanciones, algo que se había estado resistiendo vigorosamente
Yo estaba muy feliz de obtener el resultado correcto, pero el tiempo perdido en el debate era equivalente a un balón de oxígeno para Maduro. Mientras tanto, a finales de marzo, Rusia envío nuevas tropas y equipamiento catalogándolas como “humanitario” y tratando de encandilarnos con lo que significaba su presencia. Habían indicaciones que llegarían más en los próximos meses, sin embargo al mismo tiempo el Ministro de defensa de Brasil Fernando Acevedo me estaba diciendo que el fin de Maduro ya estaba la vista. También me reuní en mi oficina con el presidente de Honduras Juan Hernández, quien también estaba optimista en contraste con la situación en Nicaragua en su frontera.
El 27 de marzo la esposa de Guaido, Fabiana Rosales llegó a la Casa Blanca para reunirse con Pence en la habitación Roosevelt a la cual esperábamos que Trump pudiera acercarse. Ella estaba acompañada. de la esposa y de la hermana de Marrero y después de fotografías y ruedas de prensa hechas por Rosales y por Pence, fuimos escoltados al Despacho Oval. Trump saludó a Rosales y a otros muy cálidamente. La prensa se quedó allí para lo que terminó siendo un evento en vivo de 20 minutos. Rosales agradeció a Trump a Pence y a mí por su apoyo diciendo “señor Bolton es un honor contar con usted así como lo hacemos. Trump hizo un buen trabajo con la prensa. Cuando le preguntaron sobre la participación rusa en Venezuela, este respondió “Rusia debe salir” lo cual impresionó mucho. Y era exactamente lo que yo esperaba que dijera. Aún más interesante fue la discusión después que se fue la prensa mientras escuchamos a Rosales describir que tan mal eran las cosas en Venezuela y a la esposa de Marrero contar la historia sobre la policía secreta entrando en su casa y arrastrando a su esposo al Helicoide, su infame sede en Caracas que también sirve de prisión. Mientras la discusión continuaba, Trump me dijo dos veces refiriéndose a los rusos “¡sácalos!” Y con respecto al régimen cubano dijo “¡acorrálalos ahí adentro!” (de Cuba). Instrucciones que recibí plácidamente.
En algún momento, Trump insistió que quería las sanciones más fuertes posibles contra Venezuela, yo volteé a ver a Mnuchin quién había venido para otra reunión. Todo el mundo, venezolanos y estadounidenses se rieron porque sabían que me Mnuchin era el obstáculo principal en hacer lo que Trump decía que quería. Trump le preguntó a Rosales que estaba pasando con los militares de Venezuela pero Trump interrumpió para decir “es muy lento, pensé que ya se habrían volteado”. Rosales respondió con una descripción de la extrema violencia que ella estaba viendo y de las conexiones muy cercanas entre los militares venezolanos y Cuba.
Después de la de la reunión con Rosales se terminara, Trump nos dijo a Mnuchin y a mí. “Ya no pueden vacilar”. Y yo le dije que lo haríamos tan pronto que él (Mnuchin) regresa de China. Estaba seguro que Mnuchin estaba disfrutando esto tanto como yo.
La conclusión más inesperada de la reunión era que Rosales no llevaba puesto su anillo de bodas y lo joven que era. El segundo punto era verdad, a pesar de que parecía muy determinada cuando entró, pero el primero ni siquiera lo había notado. Luego cuando el nombre de Guaidó surgió, Trump comentó de nuevo el asunto del anillo de bodas. Nunca entendí lo que significaba, pero no era algo bueno en la mente de Trump. Él pensaba que Guaidó era “débil”, en oposición a Maduro quien era muy “fuerte”. Para la primavera, Trump estaba llamando a Guaidó el «Beto O’Rourke de Venezuela.» Difícilmente la clase de cumplido que algún aliado de los Estados Unidos pueda esperar. Esto no ayudaba para nada, pero era muy típico de cómo Trump difamaba sin cuidado alguno a todos los que estaban a su alrededor. Así como empezó a culparme a mí del fracaso de la oposición en tumbar a Maduro. Quizás, Trump olvidó que él fue quien tomó la decisión de la política excepto cuando dijo que él era el único que tomaba las decisiones. Aún así, en ese momento con Fabiana Rosales, la actuación de Trump en el Despacho Oval fue la más enfática que había tenido hasta la fecha, sobre Venezuela Es una lástima que algunos subordinados relevantes en el Departamento del Tesoro y el Departamento de Estado no hubiesen estado allí para verlo.
Una de las tácticas fue toda una serie de tuits de mi parte al Ministro de Defensa, Padrino, tratando de enardecer su patriotismo venezolano contra los rusos y los cubanos, instándolo a “hacer lo correcto” en base a la constitución de su país. Aparentemente le llegamos. En respuesta a una pregunta de un reportero, Padrino respondió: Sr. Bolton, le digo que estamos haciendo lo correcto. Hacer lo correcto es respetar la voluntad de los pueblos. Eso era todo lo que necesitábamos para comenzar una línea de tuits diciendo qué la voluntad del pueblo era deshacerse de Maduro, lo cual era seguramente cierto. Al menos podíamos decir ahora que estábamos dentro de la cabeza de Padrino y quizás otros. De hecho, Rosales le dijo a Abrams después de la reunión con Trump “el régimen se pregunta si sí la amenaza militar de Estados Unidos es creíble. Pero están más asustados cuando Bolton empieza a tuitear”. Bueno, eso era muy alentador. En Venezuela, la oposición y figuras claves del régimen estaban desarrollando una jugada con el tribunal supremo de Justicia lo equivalente a la Corte Suprema, para declarar a la Asamblea Nacional Constituyente, es decir, la fraudulentamente electa “legislatura” de Maduro, ilegítima. Si la Corte Suprema de Venezuela repleta de los secuaces de Maduro y dirigida por uno de sus partidarios nominales más fuertes. deslegitimada a la falsa legislatura de Maduro, esto hubiese socavado dramáticamente a Maduro en Venezuela.
Al mismo tiempo, los civiles venezolanos habían roto las barricadas puestas por la Guardia Nacional de Maduro en el puente Internacional Simón Bolívar, cerca de Cúcuta; el punto para cruzar a Colombia. Permitiendo así el contacto de nuevo con el mundo exterior. La guardia nacional estaba simplemente dispersa. Y había reportes no confirmados, de que gobernadores de varias provincias fronterizas, parecían estar tomando el asunto en sus manos, pero sólo temporalmente.
Totalizando los esfuerzos del 23 de febrero, encontrábamos que había tanto como 1.400 guardias de la armada nacional y la policía que habían desertado y no teníamos dudas que el grueso de los militares que quedaban, apoyaban firmemente a Guaidó. Si queríamos ganar, debíamos intensificar nuestro juego considerablemente.
En una reunión “informal” con los principales, que yo organicé el 8 de abril, Mnuchin estaba ahora más flexible, y acordamos torcer la presión a Rusia tanto en el hemisferio occidental como afuera de él. En Ucrania o los Bálticos, por ejemplo. o con las tuberías del Nord Stream 2. Él se ofreció a presionar al ministro de finanzas de Rusia el fin de semana en las reuniones anuales del FMI/Banco Mundial las cuales se estaban llevando a cabo. Con las deudas totales de Venezuela a Rusia y China (principalmente Rusia) estimadas en 60 mil millones, o quizás más. Ellos tenían obviamente bastante en juego. Más aún si la oposición tomaba el poder. Yo solamente esperaba que Trump no objetara el aumento de presión a Moscú.
Claver-Carone y Story estaban escuchando que el 20 de abril, el día antes de Pascua, podría ser la fecha clave de las negociaciones acabar con el régimen de Maduro. Incluso el jefe de la policía secreta, Manuel Cristopher Figuera, creía, según lo que escuchamos, que Maduro estaba acabado. Las conversaciones con varios militares venezolanos, incluyendo el Ministro de Defensa Padrino estaban comenzando a ser cada vez más operativas. No sobre si Maduro debía ser derrocado sino cómo pasaría. Estos líderes militares también estaban en consulta con varias autoridades civiles, particularmente con Moreno, lo cual era un buen auguro para los procedimientos contra Maduro y todos aquellos que también se mostrarán leales al régimen. Esto era importante, porque un cambio verdadero requería más que sólo sacar a Maduro del poder. Mi impresión era que muchas de las negociaciones se centraban en lo que un período de transición pudiera parecer, lo cual era muy peligroso ya que el movimiento de partidarios chavistas podría aún controlar instituciones gubernamentales claves incluso después de que Maduro saliera. Yo entendía que la secuencia tentativa era: que la Corte Suprema de Justicia declararía ilegal a la Asamblea Nacional Constituyente; Maduro luego tendría que renunciar; los militares reconocerían a Guaidó como presidente interino; la Asamblea Nacional se reconocería como la única legislatura legítima de Venezuela y la Corte Suprema seguiría en su lugar. Esto no era perfecto y había ciertamente riesgos. A mi juicio, eliminar a Maduro pero que el régimen conservara poder, pudiera ser el objetivo oculto de muchas de las figuras del régimen involucradas.
El 17 de abril en el hotel Biltimore en Coral Gables, Florida Yo le hablé a la asociación de veteranos de la Bahía de Cochinos en la conmemoración del aniversario de su invasión a Cuba 58 años antes en un esfuerzo fallido para tratar de derrocar al régimen de Castro. La brigada 2506 de veteranos era una fuerza potente en la política cubanoamericana de Florida y alrededor del país Y esta reunión anual recibía bastante atención. Algo que muchos políticos aspirantes nunca se perderían en lo posible. Yo pude traer noticias, finalmente se dejaría de dar excepciones al título 2 de la ley Helms Burton, por lo tanto se permitirían las demandas contra los propietarios de las propiedades expropiadas por el régimen de Castro y la completa aplicación del título 4 el cual podría negarles visas a Estados Unidos. Un problema mayor para las corporaciones que ahora son dueños de mucha de esa propiedad. Había numerosas medidas importantes que fueron anunciadas tanto para Cuba como para Venezuela, especialmente aquellas que es enfocaban en el Banco Central de Venezuela. La idea general era mostrar lo resuelto que estaba el gobierno contra la “Troika de la tiranía” a pesar de que yo era el único en esa sala repleta de veteranos que sabía exactamente la poca determinación que había detrás del escritorio de la Casa Blanca.
Luego de varios movimientos por varias razones, la nueva fecha clave para la oposición fue el 30 de abril. Yo pensé que el tiempo se estaba moviendo rápidamente en nuestra contra, dada las preocupaciones evidentes de Trump sobre Guaidó y el “asunto” del anillo de matrimonio, errores tempranos como Guaidó saliendo del país o el fracaso de febrero por parte de la oposición de Venezuela en Colombia de forzar la entrada en la frontera con ayuda humanitaria, o el cierre de la embajada en Caracas. Todo eso estaba en mi mente. Con el 30 de abril ya fijado y viniendo el día antes de que Guaidó anunciará previamente protestas masivas en todo el país para el 1ro de mayo, quizás la hora decisiva estaba a punto de llegar. Ciertamente lo estaba. Pompeo me llamo a las 5:25 de la mañana el 30 de abril para decirme “Hay bastante movimiento en Venezuela” Y dijo que, entre otras cosas, el líder de la oposición Leopoldo López había sido liberado de su largo arresto domiciliario por el general Manuel Cristopher Figuera, el relativamente nuevo jefe del SEBIN, la agencia de la policía secreta. Pompeo dijo que Padrino había ido a encontrarse con Guaidó. Y que estaba planificando decirle a Maduro poco después que era tiempo para el de retirarse. Se decía que Padrino estaba acompañado de 300 militares, lo cual indicaba que se había liberado de los cubanos. A pesar de que nos enteramos después que esta información (tanto la presunta reunión como la del personal militar) era incorrecta.
La suprema corte, la cual era parte del plan (declarar a la Asamblea Nacional Constituyente ilegítima) todavía no se manifestaba, pero otras piezas parecían estar entrando en su lugar. Ya estaba preparado para irme a la Casa Blanca y salí un poco antes de lo normal, esperando un día completo de agitación. Para el momento que llegue al Ala Oeste, Guaidó y López estaban en la base aérea de La Carlota en el centro del Caracas, que según informes se había pasado al lado de la oposición. Guaidó tuiteó un video mensaje anunciando el comienzo de la “Operación Libertad”, llamando a los militares a desertar y a los civiles a salir a la calle a protestar. Pero poco tiempo después, escuchamos que la información sobre la base aérea de La Carlota no era precisa y que Guaidó y López en realidad nunca estuvieron dentro de la base. Además, informes de que las unidades militares apoyando a Guaidó habían capturado al menos algunas estaciones de radio y televisión, si alguna vez fueron ciertas, se demostró que no era verdad en pocas horas.
Informes confusos y contradictorios continuaron a lo largo de la mañana, un fenómeno de “niebla de guerra” en este tipo de eventos, pero quedó cada vez más claro que el plan conversado interminablemente entre la oposición y líderes clave del régimen se había deshecho. Los primeros reportajes de los servicios de cables no llegaron hasta las 6:16 a.m. Escuchábamos que los miembros de la corte suprema habían sido convocados por Moreno para jugar su papel asignado, lo que a su vez desataría que Padrino entrara en acción. Pero sucedió que, sin embargo, los jueces no cumplieron. Para la tarde, mi evaluación era que altos líderes civiles y militares del régimen con quienes la oposición había estado negociando, tales como Moreno, todos estaban reculando del esfuerzo porque pensaron que se había lanzado muy temprano. El general Cristopher Figuera dijo que él personalmente alertó a Padrino acerca de la aceleración del cronograma, pero pudo darse cuenta que Padrino estaba nervioso acerca del cambio de planes. El cronograma se había acelerado pero solo porque el lunes en la noche los cubanos posiblemente habían recibido información sobre la conspiración, motivando a aquellos del lado de la oposición a avanzar fuera de la secuencia que había sido entendida. Todas las pruebas, en mi evaluación, mostraron que quién de verdad estaba a cargo en Venezuela, a saber, los cubanos, quienes habían informado a Maduro. En lo que se fue regando la noticia entre los altos niveles del régimen que la seguridad del plan había sido violada, el presidente Moreno, del tribunal supremo, se puso cada vez más nervioso, y como resultado fracasó en hacer que su corte deslegitimara la Asamblea Constituyente de Maduro como se había planeado, asustando así a los altos líderes militares. Sin el respaldo “constitucional”, dudaron, y la liberación de López el martes en la mañana sólo aumentó más la incomodidad de los altos conspiradores militares. Pensé que estos generales nunca hayan tenido la intención de desertar, o al menos habían retirado sus apuestas hasta poder saltar a un lado u otro el martes, dependiendo del curso que tomaran los eventos.
Nunca nada sale como se planifica en situaciones revolucionarias, y la improvisación en ocasiones puede hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso. Pero en Venezuela ese día, las cosas se desentrañaron. Ciertamente estábamos frustrados, en gran parte porque estábamos en Washington, distantes de los que sucedía y en la mayor parte imposibilitados de conocer los eventos en el tiempo real de rápido movimiento. Como supimos después por parte de líderes de la oposición, después que Cristopher Figuera liberó a López del arresto domiciliario, López y Guaidó decidieron seguir adelante, esperando que funcionarios clave del régimen se les unieran. La historia registrará que se equivocaron, pero no eran irracionales al pensar que una vez fuese lanzado, deberían jugar el juego hasta el final. Cristopher Figuera después se refugió en una embajada de Caracas, temiendo por su vida, del régimen de Maduro, luego escapando para Colombia; su esposa, y las esposas de muchos otros altos funcionarios de Maduro, habían salido previamente de Venezuela hacia los Estados Unidos y otros lugares más seguros.
Luché con el tema de cuándo despertar a Trump y decidí hacerlo después de llegar a la Casa Blanca y revisar toda la información disponible. Lo llamé a las 6:07 a.m., despertándolo por primera vez en el cargo de Asesor de Seguridad Nacional. No sé se Flynn o McMaster lo llegaron a hacer. Trump estaba muy dormido, pero cuando le dije lo que sabía, sólo dijo “Guao”. Enfaticé que el resultado aun estaba lejos de ser cierto. El día podría terminar con Maduro preso, con Guaidó preso, o cualquier cosa entre ambas. Llamé a Pence a las 6:22 y le di el mismo mensaje y luego llamé a otros miembros del CSN y a líderes clave en el Congreso, donde el apoyo de ambos partidos a nuestra línea dura en Venezuela era casi uniforme. A lo largo del día, Pompeo y yo estuvimos constantemente al teléfono con gobiernos extranjeros, diciéndoles lo que sabíamos y solicitando su apoyo para una lucha cuya duración aún no podíamos predecir.
Nadie le dijo a Maduro que era hora de irse, como había sido el plan de la oposición, pero no cabía duda de que, a pesar de toda la vigilancia del régimen, la rebelión le tomó por sorpresa. Maduro fue empujado hacia Fuerte Tiuna, la sede militar cerca de Caracas, donde estuvo bajo máximo resguardo por varios días. Si fue para proteger a Maduro o para inmovilizarlo antes que huyera de Venezuela o alguna combinación de ambos motivos fue disputado en ese entonces y permanece sin esclarecer hasta ahora. (Los cubanos tenían buenos motivos para estar preocupados por Maduro; Pompeo luego dijo públicamente que creíamos que estuvo al borde de huir de Venezuela ese día). Padrino también estaba, según reportes, en el Tiuna la mayor parte del día, creía la oposición. Por la razón que sea, los cubanos y las altas figuras del régimen estaban sin duda preocupadas por lo que estaban experimentando, lo que dice mucho de sus propias percepciones equivocadas sobre el apoyo a Maduro y al régimen dentro de Venezuela.
Mi preocupación ahora esta en el campo de cómo un levantamiento fallido iría a propiciar arrestos masivos de la oposición y posiblemente un baño de sangre que habíamos temido desde enero. Pero los peores resultados posibles no sucedieron ese día ni esa noche, ni en las semanas o meses que siguieron. La razón más probable se que Maduro y sus secuaces sabían muy bien que una arremetida podría finalmente provocar a los militares, e inclusive a sus más altos oficiales, a moverse contra el régimen. Ni Maduro ni sus jefes cubanos estaban dispuestos a arriesgarse, y eso es verdad incluso hoy.
El 1 de mayo, yo había agendado una reunión del Comité de los Principales para discutir qué hacer. Todo el mundo tenía sugerencias, muchas de las cuales adoptamos, una vez más rogando la pregunta de por qué no las habíamos hecho todas y más en enero. Ahora es cuando los efectos de la lentitud burocrática se hicieron demasiado evidentes y la falta de constancia y resolución en el Despacho Oval, mucho más aparente. Aunque los bandos salieron esencialmente igual a como habían estado antes del alboroto del 30 de abril, no había cómo pretender que esto era otra cosa que no fuera una derrota de la oposición. Lanzaron un plan de juego y no ganaron nada de terreno, y en una dictadura, eso nunca era una abuena noticia. Peor el hecho de que un plan de juego no había sido exitoso, no quería decir que el juego estaba perdido, a pesar del disgusto palpable en nuestro lado. La tarea ahora era que la oposición se levantara así misma, se sacudiera el polvo y comenzara a moverse de nuevo.
Uno de los efectos inmediatos fue que las movilizaciones masivas anteriormente planificadas para el 1 de mayo, mientras que fueron más grandes que las contramarchas del régimen no fueron ni cercanamente tan grandes como pudieron haber sido. Muchos ciudadanos, obviamente con dudas sobre cómo reaccionaría el régimen, estaba nerviosos de estar en las calles, aunque las imágenes de televisión de Caracas mostraban a jóvenes en la oposición buscando pelea, atacando vehículos blindados de la policía que buscaban restringir las manifestaciones. Guaidó estuvo hablando en público todo el día, llamando a protestas continuas y paros por parte de los sindicatos del sector público, con los cuales había obtenido algo de éxito en hacer que rompieran con el apoyo de larga data que le habían dado al movimiento chavista en apoyo a Maduro. El estado miserable de la economía indicaba que aún los trabajadores del gobierno sabían que eran necesarios grandes cambios antes que las cosas mejoraran. Maduro, en contraste, permanecía invisible, sin salir en público, probablemente atrincherado en Fuerte Tiuna, según informes sentando las bases para arrestos a gran escala, los cuales eran temidos por la oposición y por el público general, pero que afortunadamente, nunca se materializaron.
Un desarrollo negativo innecesario fue la decisión de Trump de llamar a Putin el 23 de mayo, principalmente con respecto a otros temas, pero incluyendo Venezuela al final. Fue un despliegue brillante de propaganda al estilo soviético de parte de Putin, que yo creo en gran parte persuadió a Trump. Putin dijo que nuestro apoyo a Guaidó había consolidado el apoyo a Maduro, lo que estaba completamente divorciado de la realidad, como su igualmente ficticia aseveración que las marchas del 1 de mayo de Maduro habían sido mayores que las de la oposición. De una forma que aseguraba que agradaría a Trump, Putin caracterizó a Guaidó como alguien que se autoproclamó, pero sin apoyo real, una especie de Hillary Clinton decidiendo declararse a sí misma presidenta. Esta línea orwelliana continuó, mientras Putin negaba que Rusia tenían ningún papel real en los eventos en Venezuela. Rusia había, Putin admitió, vendido armas a Venezuela bajo Chávez, diez años atrás, y quedado con la responsabilidad de reparación y mantenimiento de acuerdo con el contrato firmado en ese entonces, pero no más que eso. Dijo que Cristopher Figuera (aunque no utilizó su nombre sin su cargo), probablemente era agente nuestro, y podía informarnos. ¡Qué comediantes! Putin fácilmente podía haber salido de esa llamada pensando que tenía una mano libre en Venezuela. Poco tiempo después, según nos informó el Tesoro, Trump habló con Mnuchin, quien felizmente concluyó que Trump quería moderación frente a más sanciones contra Venezuela.
Durante los próximos meses, la economía venezolana se deterioró continuando el declive de veinte años bajo Chávez y Maduro. El presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, después de visitar Venezuela, me dijo que no había visto hospitales en tales condiciones desde su último viaje a Corea del Norte. Negociaciones entre la oposición y figuras clave del régimen fueron retomadas. El progresó varió y hubo largos períodos donde las conversaciones parecían estancadas. La oposición tuvo dificultades para encontrar una nueva estrategia después del fracaso del 30 de abril, con resultados mixtos. Una ruta potencialmente atractiva sería fomentar la competencia dentro del régimen para derrocar a Maduro. Si colocar a los escorpiones en una botella, el uno contra el otro, producía la remoción de Maduro, aun si “el régimen” se mantenía en su lugar, podría aumentar la inestabilidad y afinar la lucha interna, dándole a la oposición más oportunidades para actuar. La comunidad venezolano-estadounidense de Florida, deprimida por el resultado, se reactivó rápidamente debido al imperante continuo de tener que aliviar la opresión de sus amigos y familiares. Y los políticos estadounidenses, de Trump hacia abajo, se dieron cuenta que los votantes venezolano-estadounidenses, y sin hablar de los cubano-estadounidenses y nicaragüenses-estadounidenses, fundamentales en la Florida y en otros lugares, serían candidatos que juzgarían en base al apoyo dado a la oposición.
Pero el estancamiento fundamental en Venezuela continuó. Ninguno de los bandos podía derrotar al otro. Todavía sería un error decir, como muchos comentaristas han hecho, que los militares se mantienen leales a Maduro. Los militares se mantuvieron en sus cuarteles, lo que, sin duda, como saldo neto, beneficia al régimen. Sin embargo, eso no quiere decir, a mi juicio, que los oficiales más jóvenes y el personal alistado sientan ningún tipo de lealtad a un régimen que ha devastado al país, donde las condiciones económicas continúan deteriorándose, día tras día. Por el contrario, a mi forma de ver, altos oficiales militares casi seguro que están más preocupados con la cohesión de la fuerza armada como una institución. Una orden de reprimir a la oposición podría conducir a una guerra civil, con la mayoría de las unidades militares regulares apoyando a la oposición, contra varias formas de policía secreta, milicias, y colectivos dirigidos por los cubanos. Un conflicto así es uno de los raros acontecimientos que podrían de hecho empeorar las cosas más de lo que ya lo están en Venezuela. Pero es precisamente por eso que bajo las circunstancias adecuadas, los militares aún son perfectamente capaces de derrocar al régimen, no solo a Maduro, y permitir el regreso de la democracia.
Lo que en este momento obstruye principalmente el camino a la libertad de Venezuela es la presencia cubana, apoyada fundamentalmente por recursos financieros rusos. Si los militares y las redes de inteligencia cubanas dejaran el país, el régimen de Maduro estaría en serios problemas, probablemente terminales. Todo el mundo entiende esta realidad, especialmente Maduro, quien muchos creen que le debe su posición como presidente a la intervención cubana en la lucha por el control después de la muerte de Chávez. Mirando hacia atrás, me parece claro que La Habana vio a Maduro como al más maleable de los principales contendores, y el tiempo ha comprobado esta tesis.
Al final de ese último día de abril de 2019, dos décadas de desconfianza mutua; cobardía de parte de varios líderes del régimen quienes se han comprometido con actuar pero quienes han perdido los nervios en el momento crítico; algunos errores tácticos por parte de una oposición inexperta; la ausencia de algún asesor estadounidense en el terreno que pudiera, y subrayo “pudiera” haber ayudado a hacer la diferencia; y la fría, cínica presión de los cubanos y los rusos, llevaron el intento de rebelión a un alto el día que comenzó. Yo expliqué todo esto en su momento, esperando tanto continuar con los esfuerzos de la oposición como dejar claro el registro histórico. Las recriminaciones después del fracaso son inevitables y hubo de sobra, incluyendo de Trump directamente.
Pero no se equivoquen: esta rebelión llegó muy cerca de ser exitosa. Pensar lo contrario sería ignorar la realidad que, en la medida que más información surja a la luz en los años por venir, solo se hará más clara. En lo posterior al fracaso del 30 de abril, la oposición continuó oponiéndose y la política estadounidense debe continuar apoyándolos. Como Mitch McConnell me dijo a principios de mayo, “No cedas”. Todo el crédito a todos quienes arriesgaron su vida en Venezuela para liberar a sus compatriotas, y vergüenza para aquellos quienes dudaron de ellos. Venezuela será libre.