La mejor vacuna – Por Iván Padilla Bravo
09 agosto, 2021
category: FORO DEBATE, VENEZUELA
Voy a insistir en mi planteamiento y opción expresados en mis más recientes artículos de opinión, por los cuales propongo dialogar sobre las propuestas radicales de la Revolución, es decir, de la vida.
El tema de las vacunas es de gran pertinencia y nos sirve de ejemplo y llamado de atención para la acción. Las vacunas serían completamente innecesarias si supiéramos valorar y cuidar el sistema inmunológico del que estamos dotados, por naturaleza, todos los individuos en el planeta.
Las agresiones que los humanos hacemos contra la vida, el ambiente, la naturaleza, llevan implícito un sello de clase característico, especialmente, del capitalismo. Son agresiones resultantes de unas relaciones de producción en las que un puñado de individuos que se hicieron del poder, el egoísmo y la desigualdad lograron convertir absolutamente todo en mercancías, incluyendo la fuerza de trabajo de las mayorías productivas y explotadas, a las que obliga a generar plusvalía de la cual, finalmente, son también despojados.
Lo cierto es que, para abreviar lo que queremos exponer en torno al tema de las vacunas y la vacunación, pongamos en contexto el proceso de «prevención», tratamiento y cura de la pandemia de Coronavirus tan en boga en el presente. La molécula patógena (o patogenizada) del Covid-19 se hace virus y puebla aceleradamente los organismos de individuos humanos cuyos sistemas inmunológicos se encuentran disminuidos, deprimidos o debilitados como consecuencia de su intoxicación, saturación de estrés u otros factores relacionados con la mala (chatarra) alimentación, el sedentarismo (¿comodidad? ¿confort?) y la ausencia del descanso suficiente, la relajación y respiración consciente.
La vulneración «voluntaria» del sistema inmunológico de los individuos humanos es directamente proporcional a la producción y reproducción del capital en relaciones ajenizadas por el capitalismo. De allí que por comer, sedentarizarse (ausencia de ejercicios físicos constantes), no descansar y respirar adecuadamente, el sistema natural de equilibrio de nuestros organismos se pierda y nos enfermemos, seamos víctimas de virus y suframos las consecuencias de las pandemias.
Nos enfermamos en el capitalismo porque éste es un sistema enfermo
No se trata de hacer un reduccionismo socioeconómico para explicarlo todo. Pero, lo que sí está claro es que las relaciones de producción capitalista han llevado hasta el paroxismo cualquier riesgo de desestabilización del equilibrio universal que también se expresa en nuestros cuerpos.
Eso es algo que no le importa a un sistema cuyo único interés es la producción y reproducción de capital y la consecuente acumulación en las manos de unos pocos que, por cierto, son dueños y creadores también de la ciencia, la religión, la industria farmacéutica y hasta el gusto, emociones y sentimientos como parte de una hegemonía que sincroniza con la dominación capitalista.
Si hoy miramos un poco hacia atrás podemos observar que lo que decimos se inscribe dentro de las sociedades divididas en clase (burgueses y proletarios) por el capitalismo desde los siglos XV y XVI de nuestra era (aunque ello se hace más patente y dramático, especialmente, a partir del siglo XIX).
En pleno siglo XVIII nace la primera vacuna conocida y reconocida (ciencia mediante, por supuesto) para detener la «aparición» y avance de la viruela. Edward Jenner, un médico inglés (17 mayo 1749 – 26 enero 1823), desarrolla y aplica en 1796, la primera vacuna de la historia, la cual experimenta con un niño de ocho años, de nombre James Phipps, hijo de su jardinero (claro, así no dolía mucho en caso de fracaso), a quien inyectó pus de un enfermo de viruela. Desde entonces y hasta nuestros días, quienes inventan desequilibrios de la vida, la naturaleza y el universo luego complementan sus negocios con vacunas y tratamientos científicos que serían totalmente innecesarios si, en armonía, fuésemos capaces de vivir bien y en equilibrio con el universo al que nos debemos.
Por ello hemos dicho e insistimos en que, primero, la masificación y mundualización del Covid-19 en pleno siglo XXI pudiese haberse impedido si, revolucionariamente, hubiésemos detenido al capitalismo en su voracidad. Ya no se hizo. Ahora ese mismo capitalismo, su industria farmacéutica y los aparatos de salud del Estado, imponen la vacunación masiva como respuesta espasmódica y en sintonía con la misma cosmovisión del sistema capitalista, pensando en su enriquecimiento y reproducción de capital, pero jamás de la vida.
Entonces ¿Qué nos corresponde a los revolucionarios frente a la vida? La Revolución verdadera es para la vida o -para decirlo con el camarada líder y mentor de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez- para «vivir viviendo». Nos corresponde elevar nuestros niveles de conciencia y estar en capacidad de expandirla. No se trata del simplismo inducido de «luchar» contra el ego y el poder del capital. Nos corresponde cambiar desde dentro. Y es a esto a lo que me refiero cuando digo que la mejor vacuna es esa por la que optamos cuando cuidamos nuestra alimentación la hacemos equilibrada y natural; cuando realizamos actividad física diaria, dejamos de ser «cómodos» y sedentarios; respiramos, reconocidos en el regalo natural y gratuito de inspirar desde el momento cuando nacemos y expirar, en el momento cuando morimos, en un movimiento dialéctico que también se nos ha obligado a despreciar o ignorar.
La verdadera Revolución es la que es capaz de revolucionarnos los adentros, a nuestra conciencia, de revolucionar a la Revolución misma y de permitirnos recuperar el equilibrio y la quietud que caracterizan, por esencia, al universo.
Ilustración: Iván Lira
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