Macron, Maradona y el canto de las sirenas – Por Adrián Fernández
30 noviembre, 2020
category: FORO DEBATE
Calificada por muchas personas y medios de comunicación como “sensible”, “perfecta” y “sentida”, la carta del presidente francés, Emmanuel Macron, tras la muerte de Diego Maradona, es, en efecto, de una gran factura, sino fuera porque invalida una arista central en la vida del astro latinoamericano, fuera de los campos de juego. Macron desmerece a Maradona como actor político y social de su tiempo, como si fuera posible desmembrar a las personas conforme encaje o desencaje en las preferencias de quien lo refiere. Pero además, encubre su mirada reaccionaria sobre los recientes procesos políticos en la América Latina.
Macron se deshace en elogios sobre Maradona pero aclara que “fue dentro de la cancha que Maradona hizo la revolución”, como si acaso el genio que llevaba la pelota al pie aún con su tobillo a punto de explotar fuera una pieza que se coloca o se saca durante las horas en la que no pisaba un campo de fútbol.
“Hay cinco, diez, cien Maradonas”, suele decirse en Argentina. Pero la metáfora se acabó el 25 de noviembre porque ninguna versión sobrevivió a aquella muerte. Maradona fue uno sólo, único, como buen humano. En él convivían acciones nobles con situaciones oscuras y contradicciones, pero con inobjetables tomas de posición política, entre ellas la denuncia contra el poder establecido. Esa rebeldía es la que, de manera explícita, Macron repudia en su carta.
El presidente francés podría haber hablado exclusivamente de fútbol y su carta sería incuestionable, certera. Pero hace trampas cuando se escuda en la emotividad para decirle a los desprevenidos que adherir a las revoluciones en América Latina es sinónimo de fracaso, que sabe a derrota. “Sus expediciones a lo de Fidel Castro como a lo de Hugo Chávez sabrán a derrota amarga. Fue dentro de la cancha que Maradona hizo la revolución”, escribió.
Macron es la expresión de un liberalismo mentiroso, representa el irrespeto por las ideas y los compromisos políticos y sociales. Se parece bastante a esa “izquierda europea” (me refiero a la socieldemocracia) temerosa de escarbar en las bases de las que emergen los líderes políticos y sociales latinoamericanos.
El mandatario francés ajusta salarios y pensiones; flexibiliza convenios laborales; reprime la rebelión ciudadana de los chalecos amarillos; es guerrerista en Medio Oriente; vende armas y admira a Donald Trump. De este lado del océano, Maradona abrazó –aún con sus contradicciones (está dicho, era humano)- a los emergentes de los movimientos sociales, los identificó como expresión de las masas.
Este mismo fin de semana vemos las protestas contra la Ley de Seguridad que impulsa Macron, que busca ocultar la represión policial al castigar la difusión de imágenes sobre el accionar de la policía, el uso de drones y las imágenes de teléfonos móviles tomadas por ciudadanos a las fuerzas policiales.
Maradona no necesitaba ser militante de causas sociales porque nadie se lo exigió. Más aún, no le resultó gratuito, ni en su país ni en el exterior, participar del NO al Alca en 2005; mostrarse con prendas que decían «Bush es guerra», con imágenes reivindicativas del Che o de Palestina; hacerse amigo de Fidel, Chávez, Lula, Kirchner y Evo y respaldar a Maduro antes de una elección (su último viaje al exterior, en enero pasado, fue a Caracas). Por las razones que sean (algunas públicas y otras que desconocemos), Maradona no dudó en hacerlo.
Él mismo reveló que una de las razones de su respaldo estaba en sus orígenes, una verdadera postal de América Latina. Su casa y el barrio en el que se crio y el estómago vacío de su madre convivían con ostentaciones de riquezas mal habidas y lujos inmorales. Hoy, 60 años después, esa imagen de desigualdad es penosamente más nítida en casi todo nuestro continente.
Como vocero del eurocentrismo más repugnante, Macron nos viene a decir lo que ya sabemos: que Maradona brilló en las canchas. Y de paso, intenta disciplinarnos. No se han visto por estos días versiones más acabadas de un colonizador escudado en el dolor de un pueblo.